Todos los Fuegos el Fuego

Todos los Fuegos el Fuego Resumen y Análisis : “El otro cielo”

Resumen

El narrador protagonista explica cómo puede pasar fácilmente de un espacio a otro. Cuenta cómo todo “se ablandaba y cedía terreno” (1996:590), y expresa sus ganas de “retornar a mi barrio preferido, olvidarme de mis preocupaciones” (590) y encontrarse con Josiane. Se lamenta por lo aburrida y rutinaria que es su vida con Irma. Relata cómo sale a vagabundear a los pasajes y las galerías porteñas. Nombra al Pasaje Güemes y recuerda los olores y sonidos. Describe el “falso cielo de estucos y claraboyas sucias” (592).

Abruptamente, pasa a describir la Galerie Vivienne en París, y amalgama su descripción con la del Pasaje Güemes. Se lamenta porque su novia Irma encuentra inexplicable su deseo por vagar de noche por el centro. Él la describe como una mujer muy buena y generosa.

Narra su primer encuentro con Josiane, que tuvo lugar “mientras llovía en el otro mundo, el del cielo alto y sin guirnaldas de la calle” (1996:594). Se entera de que Josiane anda con cuidado por los crímenes que ha cometido un tal Laurent, que asesina mujeres. El narrador explicita que algo de ese terror se transforma en deseo. Ella se aprieta contra él mientras miran una revista que cuenta de los asesinatos de Laurent. Se ven cuando a ella le sobra el tiempo, cuando no tiene clientes. A ambos les gustan las galerías cubiertas. Josiane no se aparta de la Galerie Vivienne cuando se hace de noche, por el clima de miedo en el que está inmersa la ciudad. El narrador aprovecha esto: “el miedo ajeno me servía para recorrer con Josiane los pasajes y los cafés” (596).

Josiane vive en una bohardilla pequeña y no le cobra al narrador. En un bar ven a un hombre que apodan “el sudamericano”. Se trata de un joven muy alto y un poco encorvado que bebe ajendo en el mostrador. En los bares hablan de Laurent, el estrangulador, un nombre que le ha dado la prensa porque, en verdad, no se conoce su identidad. Josiane le cuenta al narrador lo atemorizada que está por esta amenaza. Se encuentran en el bar con el patrón de Josiane, Kikí y Albert a beber. Se preguntan si el sudamericano no será el asesino, pero el patrón de Josiane dice que no; Laurent tiene que tener la fuerza suficiente para estrangular a sus víctimas con una sola mano, y este hombre es muy flaco y débil. A Josiane no le gusta cómo la mira el sudamericano. Dice: “no te mira, la verdad es que te clava los ojos pero no te mira” (1996:600).

Se enteran de que Laurent mata a otra mujer en la rue Beauregard. El narrador se pregunta si no debería quedarse en París.

Un nuevo epígrafe divide a la historia en dos. La madre encuentra al narrador desmejorado y sus suegros lo invitan a pasar unos días en una isla en el Paraná, pero vuelve rápidamente a la ciudad y al Pasaje Güemes. Al entrar recuerda el aroma a café y agrega: “todo lo que siguió hasta el fin de la tarde olió distinto” (1996:601). De nuevo desea encontrarse con Josiane, pero intenta tranquilizar a Irma, para que no sospeche que él prefiere estar en otro lado. Vuelve a deambular a la ciudad y aparece en París y se reencuentra con el terror en los ojos de la gente. El clima de guerra y miedo generalizado afecta su relación con Josiane. Aprovechan para refugiarse en cafés con Kikí, La Rousse y el patrón. Cuando salen de un bar encuentran unos soldados con bayonetas que fusilan a un preso. Ven allí al sudamericano. El narrador se siente incómodo: “algo estaba amenazando en mí el mundo de las galerías y los pasajes” (603).

La madre lo vuelve a encontrar desmejorado. Irma le tiene paciencia y espera que el matrimonio lo devuelva a “la normalidad burocrática” (604). Él tiene ganas de quedarse allí pero no logra renunciar a la esperanza de su retorno a una París sin la amenaza de Laurent. Empieza a sentir cómo el barrio de las galerías comienza a tentarlo menos.

Vuelve a París y se entera de que Laurent ha sido capturado, de que se llama Paul y es marsellés. Josiane está feliz y quiere festejar. Se entera de la muerte del sudamericano y su enfermedad repentina. Él piensa en ambas muertes como “simétricas” (1996:606). Retorna a la bolsa porteña, en plena guerra mundial (1945), y se casa con Irma. Le cuesta volver a París por los compromisos que tiene que atender en Buenos Aires. Vaga en el Pasaje Güemes cuando tiene tiempo. Piensa que, quizás, las muertes de Laurent y del sudamericano lo han matado a él. Su mujer espera un bebé para diciembre.

Análisis

El protagonista de este cuento vive entre dos cielos: el de Buenos Aires de 1945 y el de París de fines del siglo XIX. Desde la primera frase se plantea que el tránsito entre los distintos espacios es fluido: “Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra” (1996:590). El protagonista viaja de la Ciudad de Buenos Aires, donde vive con su novia Irma y trabaja en la bolsa, a las galerías parisinas del siglo XIX, donde sale de fiesta con Josiane, una prostituta. La yuxtaposición de estos espacios le da el carácter fantástico a este cuento: se desdibujan los límites entre ambas realidades, entre la ensoñación parisina del protagonista y su vida porteña.

El tema del doble figura en este cuento, en tanto el narrador vive dividido o duplicado en dos espacios. Obviamente condicionado por los distintos estímulos de los respectivos espacios, el narrador tiene distintos rasgos dependiendo de dónde se encuentra. En Buenos Aires aparece presionado por una madre entrometida, aburrido por su trabajo en la bolsa y estancado en su relación con Irma. Busca evadirse de esta realidad y de su "comportamiento de autómata" (1996:602), y así arriba a París, que funciona como un espacio imaginario donde él puede refugiarse de su trabajo y su familia de Buenos Aires. En la bohemia parisina, el narrador aparece más enérgico, apasionado, divertido y vivaz.

El cuento puede separarse en dos partes en función de los dos epígrafes que aparecen. En la primera vemos al protagonista vagando por las galerías porteñas en busca de algo que lo saque del aburrimiento: un “mundo diferente donde no había que pensar en Irma y se podía vivir sin horarios fijos al azar de los encuentros y de la suerte” (1996:593). Viajar a la París de sus sueños sucedía "en cualquier momento" (591), sin demasiada transición, en sus paseos por la galería Guemes. En la segunda parte, el narrador hace esfuerzos por retornar a Buenos Aires, desilusionado por su estadía parisina. Su madre lo encuentra desmejorado y sus suegros lo invitan a una isla en el Paraná, pero él necesita volver a la ciudad: su pulsión se describe casi como la de un adicto. “Hasta que no pude más y volví a la ciudad” (1996:602), dice.

Cuando Laurent y el sudamericano mueren, y sus amenazas se desvanecen, el narrador deja de sentirse tan atraído por París y por Josiane: “Empecé a admitir desde muy lejos que el barrio de las galerías no era ya el puerto de reposo (...) Pero algo me obligaba a demorarme junto a mi madre y a Irma, una oscura certidumbre de que en el barrio de las galerías ya no me esperarían como antes" (1996:600). Cuando desaparece el misterio, lo prohibido y lo desconocido, el narrador se siente menos atraído por París. Retorna a lo conocido de la casa de su madre porque el espacio parisino deja de funcionar como un escape. El narrador siente que "el barrio de las galerías ya no era como antes el término de un deseo, cuando bastaba echar a andar por cualquier calle para que en alguna esquina todo girara blandamente y me alegara sin esfuerzo a la Place des Victoires” (1996:605). El pasaje de un espacio a otro también se dificulta.