Poemas de Mario Bendetti

Poemas de Mario Bendetti Resumen y Análisis Poemas políticos

Resumen

En esta sección, a partir de cinco poemas representativos, analizaremos la producción poética de Mario Benedetti relacionada con la política.

Consternados, rabiosos

En primera persona del plural, el yo lírico afirma que están consternados y rabiosos, aunque la muerte del “Che” Guevara haya sido previsible. Luego, en segunda persona, le dice al “Che” que da vergüenza mirar los cuadros y los sillones, sacar una botella del refrigerador, teclear las tres letras de su nombre, tener frío y calentarse con la estufa o abrir el tocadiscos y escuchar en silencio un cuarteto de Mozart, mientras él está siendo ametrallado. Después, el yo lírico afirma que el “Che” es su conciencia acribillada. Asevera que, aunque lo hayan quemado, no podrán quemar su ternura. Podrán haber incinerado todo su cuerpo, pero un dedo quedará allí para acusar al monstruo y volver a apretar el gatillo. Finalmente, le pide al “Che” que aproveche para llenarse los pulmones de aire limpio, y le desea que, esté donde esté, ojalá haya Dios. Afirma que, si no hay, seguramente habrá otros dignos de recibirlo.

Este poema está precedido por el siguiente epígrafe de Ernesto “Che” Guevara: “Vámonos/ derrotando afrentas” (p. 89), y está fechado en octubre de 1967, en Montevideo. Consta de once estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.

Artigas

En tercera persona del singular, el yo lírico afirma que Artigas logró ser contemporáneo de quienes nacieron medio siglo después de su muerte. Además, creó una justicia natural para negros, zambos, indios y criollos pobres. También esbozó una reforma agraria, que ciento cincuenta años después demoraron ciertos “roñosos” diputados. Luego, el yo lírico afirma que Artigas fue abandonado, "jodido" y etiquetado, pero no por eso quedó por siempre en tierra extraña. A diferencia de Lavalleja, él no era tosco, ni despótico como Oribe, ni astuto como Rivera. Fue un hombre sencillo que guio a su gente. Acaso se imaginó a los cobardes choznos de los fundadores del país y presintió que Uruguay se llenaría de ministros sin conducta, y entonces, si decidió quedarse en Curuguaty, no fue por terco, sino para instalarse en su desconsuelo.

Este poema cuenta con cuatro estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.

Muerte de Soledad Barrett

El yo lírico, en segunda persona del singular, se dirige a Soledad Barrett. Le recuerda que, cuando vivió en el Uruguay, diez años atrás, fue noticia porque le tajearon los muslos por negarse a gritar “viva Hitler, abajo Fidel”. Ahora, a sus veintisiete años, la acribillaron en Recife, y quizás nunca se sepa por qué. Según las noticias, se resistió, y habrá de ser verdad. Después, el yo lírico asevera que ella podría haber sido modelo o miss Paraguay, pero su abuelo anarquista, Rafael Barrett, le “tironeaba” la sangre. A continuación, afirma que Soledad no murió sola, y que por eso su muerte no se llora, sino que se iza en el aire. Finalmente, la voz dice que ignora si ella murió usando minifalda o vaqueros, pero que no debe haber sido fácil cerrar sus grandes ojos claros y que, aunque los hayan cerrado, aún debe seguir mirando el futuro por el que vivía y por el que no se negó a morir.

Este poema cuenta con catorce estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.

Gallos sueños

En primera persona del plural, el yo lírico afirma que tienen una paciencia sólida, a prueba de balas; que saben aguantar y hacer almácigos con los odios; que tienen una esperanza blanca como una paloma, y a prueba de terremotos y congojas; que saben esperar rodeados por la muerte y también saben desvelarse por la vida; además, tienen una alegría temprana como un gallo y saben que al alba cantarán los “gallísimos” sueños.

Este poema cuenta con siete estrofas de dos versos. La métrica es irregular y la rima, libre.

Soliloquio del desaparecido

En primera persona del singular, el yo lírico dice que permanece en una niebla que lo aísla, sin odio ni misericordia. Ignora todo del crepúsculo. Viene de ahogos y estropajos. Antes estaba; ahora, ya no está. Sabe que ha dejado de escaparse. Ya no responde a nada ni a nadie. Está solo y sin hambre, ingrávido y sin sed. No tiene huesos ni bisagras, ganas ni desgano. Los muebles viejos, las calles, el bosque y todos los espejos se esfumaron en un instante. Luego, el yo lírico afirma que los rostros son apariciones que pasan y no hablan. Algunos lloran, otros añoran. Él tuvo una madre. No recuerda el nombre, pero sabe que anda con pañuelo blanco. Amó un “amor”, pero ella estuvo porfiada, loca, hermosa. Después, se pregunta si estará en el infinito, o si el infinito será dios que no le perdona haberse hecho tan inerme. Cierto poeta, no sabe quién, le dijo al oído que ya iba a venir el día, y que debía ponerse el cuerpo. Sin embargo, él ya no tiene cuerpo, ni madre, ni mujer, ni pájaros, ni perro. No sabe qué hizo, si es que hizo algo. Todo se borra, se desvanece, vuelve al limbo. Finalmente, el yo lírico afirma que así, sin más, desaparecen algunos desaparecidos.

Este poema consta de veintitrés estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.

Análisis

A diferencia de lo que sucede en la mayor parte de su obra poética, los poemas políticos de Benedetti no presentan un corte tajante con la retórica nerudiana. Por el contrario, cuando se habla de política hay una enorme afinidad entre el autor uruguayo y el nobel chileno. El tono solemne y serio que caracteriza a Neruda aparece también en estos versos de Benedetti, desplazando el humor y la liviandad que suelen predominar en su obra. He aquí un primer ejemplo al respecto, extraído de “Consternados, rabiosos”, poema que el autor uruguayo escribe como homenaje al “Che” Guevara tras su muerte:

(...) vergüenza tener frío

y arrimarse a la estufa como siempre

tener hambre y comer

(…)

cuando tú comandante estás cayendo

ametrallado

(p. 89)

Tal como puede verse en la cita, el yo lírico de Benedetti, que usualmente despliega una broma entre verso y verso y se distancia de cualquier gesto aseverativo, aquí está efectivamente consternado, rabioso y avergonzado por el asesinato de Guevara [1]. Y no solo él se siente así: a través de la primera persona del plural, el yo lírico, como si fuera el líder de un partido político, toma la voz de un nosotros que (imaginariamente o no) piensa lo mismo que él. Tiene su misma ideología.

¿Quién es ese “nosotros”? ¿Por qué Benedetti escoge la primera persona del plural para escribir no solo este poema, sino gran parte de su poética ligada a la política? ¿La elección del “nosotros” y el estilo solemne, nerudiano están relacionados? Para responder a estas preguntas, debemos adentrarnos sí o sí en la vida privada del autor uruguayo. En la poesía política de Benedetti, la división entre el yo poético ficcional y el autor real no solo es sumamente difícil de realizar, sino que es improductiva. En los versos que acabamos de citar, quien habla no es un fulano ficticio que obtuvo su certificado de existencia en el consultado, o que le escribe un soneto a una mengana. Es un yo lírico que comparte las mismas convicciones políticas que el autor, que se siente afligido por algo que también aflige al hombre de carne y hueso que escribe los versos, y que decide explayarse al respecto con seriedad, sin distanciarse literariamente [2]. Si en la poesía política de Benedetti predomina la primera persona del plural es porque el autor habla desde su voz militante. Ese “nosotros” representa a él y a sus compañeros de ideología. Si predomina el tono solemne, nerudiano, es porque para él y esos compañeros (entre los que puede contarse al mismo Pablo Neruda [3]), las cuestiones políticas son realmente serias y no admiten broma alguna. Es porque su poesía política, en primer lugar, es política, y luego poética.

En este punto es interesante comparar a Benedetti con otro poeta chileno: Nicanor Parra. A diferencia de lo que sucede con Neruda, Benedetti es contemporáneo de Parra. Estos dos poetas comparten un estilo, son íconos de la poesía conversacional que rompió con la retórica nerudiana. Al igual que el autor uruguayo, Parra también es de izquierda: a lo largo de su vida, se involucra activamente en política y escribe numerosos poemas al respecto. Sin embargo, la poesía política de Parra es, en primer lugar, poética, y luego política. Veamos un ejemplo:

(...) me declaro discípulo de Marx

eso sí que me niego a arrodillarme

capitalista soy de nacimiento

loco por las perdices escabechadas.

("Declaración de principios", 2017, p. 414)

Parra no abandona el humor, ni siquiera cuando declara sus propios "principios". Benedetti, en cambio, cuando de cuestiones políticas se trata, nunca bromea. Ese es su límite.

Veamos otro ejemplo. En “Muerte de Soledad Barrett”, el yo lírico dice:

(...) ahora acribillaron en recife

tus veintisiete años

de amor templado y pena clandestina

(…)

soledad no moriste en soledad

por eso tu muerte no se llora

simplemente la izamos en el aire.

(p. 106)

Aquí, Benedetti, nuevamente, toma la primera persona del plural y, con un tono épico, nerudiano, convierte la terrible muerte de Soledad Barrett en una bandera política [4]. Este poema y “Consternados, rabiosos” comparten una característica que es recurrente en la poesía política del autor uruguayo: están basados en hechos históricos. Al versar sobre cuestiones que realmente sucedieron, Benedetti refuerza su estilo veraz y severo. En estos poemas, no solo “habla en serio”, sino que habla sobre cosas que “pasaron en serio”. Cabe destacar que esta característica también está presente en la poesía política de Neruda, quien en su Canto general (1950) escribe poemas sobre un sinfín de hechos históricos que ocurrieron en Latinoamérica, desplegando su voz concientizadora, ejemplificadora y justiciera.

Tanto Benedetti como Neruda le dedican un poema a José Gervasio Artigas [5]. Ya hemos hablado de la afinidad entre ambos autores. En este punto citaremos una estrofa de cada uno, lo que nos servirá para detectar en qué se diferencian. En Canto general, leemos:

Artigas crecía entre los matorrales y fue tempestuoso

su paso porque en las praderas creciendo el galope de piedra o campana

llegó a sacudir la inclemencia del páramo como repetida centella,

llegó a acumular el color celestial extendiendo los cascos sonoros

hasta que nació una bandera empapada en el uruguayano rocío.

(“Artigas”, 1980, p. 134)

Y he aquí una estrofa del poema “Artigas”, de Benedetti:

(...) creó una justicia natural para negros zambos indios y criollos pobres

tuvo pupila suficiente para meterse en camisa de once varas

y cojones para no echarle la culpa a los otros.

(p. 95)

En primer lugar, hay una diferencia lexical. Sin dudas, Neruda utiliza un vocabulario más elevado que Benedetti. Ahora bien, la simpleza del poeta uruguayo no echa por tierra el tono solemne y épico que comparte con el nobel chileno. Para ambos, Artigas es un prócer indiscutible, que merece ser loado en grandes versos. Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre ambos abordajes: en el poema de Neruda, Artigas es una abstracción, una especie de prohombre latinoamericano, que se abre paso en la naturaleza arrasando con todo lo que encuentra en su camino hasta que mágicamente nace Uruguay; en Benedetti, por el contrario, Artigas es un hombre de carne y hueso que emprendió acciones concretas, como crear una justicia pensando en los negros, los zambos, los indios y los criollos pobres; hacerse cargo de sus responsabilidades y esbozar una reforma agraria. Artigas no es un hito histórico, es una persona que hizo historia. Aquella materialidad que caracteriza a Benedetti, que lo hizo merecedor de ser considerado un renovador de la poesía latinoamericana, por entonces dependiente de Neruda, aquí también está presente. Le permite a Benedetti darle vida al prócer que Neruda esculpió en versos de bronce.

Cabe destacar que dicha materialidad también está presente en los poemas que abordamos previamente. En “Consternados, rabiosos”, Benedetti habla de la vergüenza que le da buscar una botella en el refrigerador, calentarse con una estufa o escuchar a Mozart después de que el comandante dejara su vida en la selva boliviana. En “Muerte de Soledad Barrett”, la voz se pregunta si Soledad habrá muerto usando minifalda o vaqueros [6]. Esta materialidad no les quita heroicidad a sus héroes políticos, no los macula, pero los vuelve terrenales, humanos.

En “Soliloquio del desaparecido”, Benedetti aprovecha esta faceta de su poética para darle cuerpo a aquellos que lo perdieron: los desaparecidos del último gobierno militar argentino. Recordemos que se considera “desaparecidas” a aquellas personas que presumiblemente han sido asesinadas a manos del ejército pero nunca se han encontrado sus cadáveres [7]. Dice el yo lírico:

(...) los rostros son apariciones

pasan y no hablan / hay algunos

que lloran con los labios secos

otros añoran a ojos vistas

(…)

tuve una madre / de sus pechos

extraje vida o lo que fuese

¿cuál era el nombre? sólo sé

que anda con un pañuelo blanco.

(p. 241)

En este poema, Benedetti procura que, así como el “Che” Guevara, Soledad Barrett y Artigas, el desaparecido también tenga una historia material. En esa especie de limbo entre la vida y la muerte, la voz sabe que tuvo una madre que, tras su desaparición, se manifiesta llevando un pañuelo blanco [8], ve el rostro de otros desaparecidos y siente cómo se va difuminando su existencia. No es solamente una víctima o un mártir, sino una persona con cuerpo y con historia; una persona que podrá estar en un limbo entre la vida y la muerte, pero aun así, en la poesía de Benedetti, sigue teniendo voz propia.

Los cuatro poemas que hemos repasado están atravesados por el pesimismo y la denuncia de injusticia. Incluso el poema de Artigas contiene una gran lamentación por lo que ha sido el destino de la patria uruguaya luego de que el prócer la libertara. Sin embargo, no toda la poética política de Benedetti mantiene esta tónica. El autor uruguayo tiene una gran cantidad de versos en los que toma la primera persona del plural para augurar un futuro esperanzador:

(...) sabemos esperar rodeados por la muerte

sabemos desvelarnos por la vida

(…)

sabemos cómo desatarla y sabemos

que al alba cantarán los gallísimos sueños.

("Gallos sueños", p. 107)

El alba funciona aquí como un símbolo de libertad. El yo lírico da a entender que los oprimidos se encuentran sumidos en la noche, pero que su temple está intacto y que, como un gallo en la aurora, están listos para anunciar la llegada de un nuevo comienzo, un nuevo amanecer.


[1] Ernesto “Che” Guevara fue revolucionario argentino, pieza fundamental en la Revolución Cubana de 1959. Fue asesinado en Bolivia por el ejército nacional en el año 1967.
[2] Recordemos que Mario Benedetti tuvo una importante militancia política y que, entre otras cosas, en 1960 se adhirió al grupo de intelectuales afines a la Revolución Cubana.
[3] Pablo Neruda fue miembro del Comité Central del Partido Comunista de Chile.
[4] Nieta del escritor anarquista Rafael Barrett, Soledad Barrett Viedma fue una militante comunista paraguaya. Se sabe que fue asesinada en 1973 en Recife. Sin embargo, aún se desconoce el paradero de su cadáver. Se la considera, entonces, una desaparecida.
[5] José Gervasio Artigas fue un militar y estadista que actuó durante la Guerra de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Se lo considera el libertador de Uruguay.
[6] Cabe destacar que, a lo largo de todo este poema, Benedetti habla recurrentemente sobre la belleza del cuerpo de Soledad Barrett. Desde una perspectiva actual de género, esta insistencia parece innecesaria y cuestionable.
[7] La última dictadura argentina transcurrió entre 1976 y 1983. En esos siete años, el gobierno militar, amparado en el objetivo de eliminar la subversión, violó sistemáticamente los derechos humanos de la población. Se estima que el número de personas desaparecidas a manos del Estado asciende a 30.000.
[8] El pañuelo blanco es el símbolo de las Madres de Plaza de Mayo. Esta agrupación conformada por madres de desaparecidos encabezó la lucha contra el gobierno militar y la búsqueda de aquellos que fueron secuestrados durante la dictadura. En sus manifestaciones, utilizaban (y siguen utilizando) un pañuelo blanco atado en la cabeza.