Poemas de Mario Bendetti

Poemas de Mario Bendetti Resumen y Análisis Poemas sobre el amor

Resumen

En esta sección analizaremos la producción poética amorosa de Mario Benedetti, a partir de cinco poemas representativos.

Viceversa

En segunda persona del singular, el yo lírico le expresa a su amada la necesidad que tiene de estar junto a ella. Afirma que está “jodido” y que, a la vez, se siente radiante. Luego duda acerca de si está más “jodido” que radiante o más radiante que “jodido”.

Este poema consta de cinco estrofas de cuatro versos. Predomina la métrica heptasilábica. La rima es libre.

Amor, de tarde

En segunda persona del singular, el yo lírico le dice a su amada que es una lástima que no estén juntos a la tarde, mientras él lleva a cabo sus tareas rutinarias de oficina. Le encantaría que ella apareciera de sorpresa y lo besara. Entonces, él quedaría con los labios manchados de carmín, y ella, con los suyos manchados del azul del carbónico.

Este poema consta de tres estrofas de seis versos irregulares. La rima es libre.

Hagamos un trato

En segunda persona del singular, el yo lírico le dice a su “compañera” que puede contar con él. Le ruega que no dude de esto cuando no se reconozcan al mirarse a los ojos, o cuando él se encuentre huraño. Le pide, entonces, que hagan un trato y que, pase lo que pase, no dejen de contar nunca el uno con el otro.

Este poema consta de tres estrofas irregulares. La métrica también es irregular, y la rima es libre.

Te quiero

En segunda persona del singular, el yo lírico le dice a su amada que la quiere porque sus manos trabajan por la justicia, porque es su cómplice, porque en la calle, cuando están juntos, son más que dos, porque su mirada siembra futuro, porque es rebelde y porque es “pueblo”. Luego, afirma que el amor no es una aureola ni una moraleja, y que ellos son una pareja.

Este poema consta de nueve estrofas de cuatro versos octosílabos. La rima es consonante.

Soneto kitsch a una mengana

En segunda persona del singular, el yo lírico, que se autodenomina un "fulano", le dice a una “mengana” que su cuerpo es una gloria, que sueña con ella en la noche y que, al despertar, la sigue soñando en la vigilia. Después, afirma que de su viejo jardín elegirá solo sus rosas; de los signos del mar, su mar de cosas, y de todo el amor, su amor de mengana.

Tal como lo indica el título, este poema tiene la forma de un soneto. Consta de cuatro estrofas; las primeras dos tienen cuatro versos, y las últimas, tres. La métrica es endecasílaba y la rima es consonante.

Análisis

En su prólogo a la Antología poética de Mario Benedetti, editada por Sudamericana, el escritor argentino Pedro Orgambide afirma que uno de los grandes valores del autor uruguayo es haber introducido en la década de 1940 una nueva forma de escribir poesía, alejada de la retórica nerudiana. El chileno Pablo Neruda fue, sin dudas, el poeta más importante de Latinoamérica en la primera mitad del siglo XX. Su lírica solemne, seria y asertiva marcó el estilo de la poesía de su continente.

Esta oposición entre el premio nobel chileno y Mario Benedetti es sumamente útil para comenzar a vislumbrar qué es el amor en la poética del autor uruguayo y cuáles son sus características distintivas. Comparemos entonces dos estrofas, una de Neruda y una del poeta uruguayo. He aquí unos versos del chileno, extraídos de Veinte poemas de amor y una canción desesperada:

En mi cielo al crepúsculo eres como una nube

y tu color y tu forma son como yo los quiero

Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces

y viven en tu vida infinitos sueños

(1994, “Poema 16”, p. 71)

Y he aquí una estrofa de Benedetti, extraída del poema “Te quiero”:

“(...) y porque amor no es aureola

ni cándida moraleja

y porque somos pareja

que sabe que no está sola.”

(p. 130)

La primera diferencia que salta a la luz entre ambas estrofas tiene que ver con el tono y el léxico. En los versos de Neruda, el yo lírico se expresa con grandilocuencia y pompa. Utiliza palabras solemnes como “crepúsculo”, habla de “infinitos sueños”, y compara a su amada con una nube. Por el contrario, Benedetti no solo utiliza un lenguaje coloquial, sino que se distancia deliberadamente de la grandilocuencia al aclarar que el amor no es una “aureola” ni una “moraleja” (a la que, irónicamente, adjetiva como “cándida”). El tono de su yo lírico es íntimo y sencillo.

La segunda diferencia está en la concepción del amor que expresan ambos autores: en Neruda, este es un sentimiento ideal e hiperbólico. En cambio, para el autor uruguayo, el amor es una construcción material, que se sustenta en la unión, el apoyo y la solidaridad.

En tercer lugar, para el poeta chileno, el amor es un sentimiento ligado a la posesión. El yo lírico repite desesperadamente que su amada le pertenece. Por el contrario, en Benedetti, el amor existe solamente si hay paridad. Es decir, si hay pareja.

Según Orgambide, lo que logra Benedetti en las décadas de 1940[1] y 1950, al romper con la retórica nerudiana, es actualizar la poesía latinoamericana. Su estilo es similar al que imperaba desde la década de 1930 en Estados Unidos, en poetas como E.E. Cummings, y en España, en poetas como Antonio Machado. El uruguayo Mario Benedetti (junto a autores como el chileno Nicanor Parra, el argentino Juan Gelman, el cubano Roberto Fernández Retamar y el nicaragüense Ernesto Cardenal) construye un estilo poético sencillo, conversacional, apegado mucho más a lo material que a lo abstracto, que dominará en el continente americano en la segunda mitad del siglo XX. Esto no quiere decir que la retórica nerudiana quedará en desuso en esa época, sino que perderá su predominancia absoluta.

Veamos, entonces, cómo aparece esta ruptura de estilo, este cambio paradigmático en la poesía amorosa de Benedetti. En “Soneto kitsch a una mengana”, el yo lírico dice:

Yo / fulano de mí / llevo conmigo

tu rostro en cada suerte de mi historia

tu cuerpo de mengana es una gloria

y por eso al soñar sueño contigo.

(p. 226)

En este soneto, el autor juega con la idea solemne del amor. Se acerca al tono nerudiano, épico, para inmediatamente distanciarse, acudiendo a lo coloquial y a la materialidad. Esta operación de acercamiento-distanciamiento ya puede verse en el título: el soneto es la forma más elevada y solemne de la poesía, pero este es un “soneto kitsch”, vulgar, que, además, no está dedicado a la amada, sino a una “mengana”, es decir, a una mujer x. Este juego de acercamiento-distanciamiento se mantiene en toda la estrofa citada. En el primer verso, el yo lírico, con un tono despreocupado, se autodenomina un “fulano”, un x. En el segundo verso, sin embargo, la sencillez le deja lugar a la solemnidad, cuando el fulano usa un lenguaje elevado e hiperbólico al expresar que la cara de su amada es el “rostro” que él lleva consigo en cada momento de su historia. Luego, en el tercer verso, vuelve a aparecer la sencillez: con un tono simple, casi grosero, el yo lírico dice que el cuerpo de la mengana es una gloria. En el cierre de la estrofa, el estilo elevado se combina con la materialidad, cuando Benedetti usa un recurso de la poesía clásica, la derivación [2], para decir algo sumamente simple y mundano: el fulano sueña con la mengana porque ella tiene un cuerpo excitante.

Esta desacralización del amor no implica de ninguna manera que el autor le reste importancia a este sentimiento. Por el contrario, Benedetti baja el amor a la tierra; lo presenta como una construcción mundana, material y física para demostrar su implicancia en nuestras vidas. El amor no es una abstracción idealista a la que se accede a través de grandes palabras que se pronuncian en momentos de inspiración, sino que es algo está ahí, todo el tiempo, que se construye en el día a día y que necesitamos para mejorar nuestra existencia. En “Amor, de tarde”, el yo lírico dice:

Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las cuatro

y acabo la planilla y pienso diez minutos

y estiro las piernas como todas las tardes

y hago así con los hombros para aflojar la espalda

y me doblo los dedos y les saco mentiras.

(p. 46)

El oficinista presenta el amor como aquello que lo puede rescatar de la vida maquinal y monótona de la jornada laboral. Al respecto, cabe destacar que la poesía amorosa de Benedetti se sitúa fundamentalmente en la ciudad. En la retórica nerudiana [3], la amada suele ser evocada en un entorno natural. De hecho, tal como vemos en la estrofa citada del autor chileno, muchas veces es comparada con un elemento de la naturaleza. Benedetti pertenece a la Generación del 45. Este grupo de escritores uruguayos [4] se caracteriza por situar sus textos en la urbe montevideana. El amor no surge, entonces, en medio de las montañas o en el mar, sino en una oficina, entre planillas y máquinas de escribir. ¿Eso le quita mérito? Para nada. El beso de los enamorados podrá estar teñido del azul del papel carbónico, pero eso no lo vuelve menos relevante.

Hemos dicho previamente que una de las características distintivas de la poesía de Benedetti es que presenta el amor como una construcción de pareja. Quien habla en sus poemas no es aquel yo lírico nerudiano que siempre está partido y alejado de su amada, incluso cuando está junto a ella. Tal como puede verse en la selección que incluimos en esta sección de la guía, los versos amorosos de Benedetti suelen estar en segunda persona del singular, y desde el “tú” convocan a la persona amada, la invitan a ser parte de una relación. En “Hagamos un trato”, el yo lírico dice:

Compañera

usted sabe

que puede contar

conmigo

(…)

pero hagamos un trato

yo quisiera contar

con usted.

(p. 127)

El yo lírico llama “compañera” a la persona con la que entabla o desea entablar una relación. Ella no es la “amada” ni “mi amor”. Este detalle sutil sirve para demostrar la posición de la voz. El yo lírico tiene una relación amorosa con alguien que está a su lado, no con una inalcanzable amada ni con su amor. Ella no es suya, no le pertenece como si fuera una cosa, ni debe rendirle culto como a una deidad. Por eso, el yo lírico no intenta deslumbrarla con hermosas palabras ni infinitas promesas. Le propone, en cambio, un trato material, mundano: que ambos se comprometan a estar presentes cuando el otro lo necesite. El amor se presenta, entonces, como un vínculo basado en la solidaridad y la igualdad.

¿Esto quiere decir que el amor en Benedetti es siempre mesurado y racional? Veamos qué sucede en el poema “Viceversa”:

Tengo miedo de verte

necesidad de verte

esperanza de verte

desazones de verte

(…)

o sea

resumiendo

estoy jodido

y radiante.

(p. 118)

Tal como vemos en la cita, en la poética amorosa de Benedetti puede haber excesos. Sin embargo, aquí la desmesura no implica una dominancia masculina ni se presenta como un ideal del amante. En la retórica nerudiana, el exceso sirve como demostración de que el sentimiento amoroso es verdadero. La locura y el afán de posesión son parte constitutiva del amor. Eso, en la poesía de Benedetti, no sucede. El yo lírico no festeja su irracionalidad. Sí, está radiante de amor porque está “jodido” (y viceversa), pero eso es motivo de preocupación. La otra persona no es ni puede ser una enemiga o una fuente de dolor. Ella debe ser una compañera, alguien que mejore su existencia. En una retórica sentimental que celebra la solidaridad y la unión, no hay mérito alguno en el sufrimiento desmesurado e hiperbólico.

En resumen, en esta primera sección de análisis hemos visto que la poética amorosa de Benedetti presenta una ruptura en relación con la retórica nerudiana que imperaba en la poesía latinoamericana de la primera mitad del siglo XX. El autor uruguayo combina un tono coloquial e íntimo con un léxico simple para construir una poética en la que el amor es un sentimiento material y cotidiano, una vía de escape a la rutina mecánica que impone la ciudad, y una posibilidad de armonía y unión en un mundo en el que, a menudo, reina la soledad.

[1] El primer poemario de Benedetti es La víspera indeleble, de 1945; el segundo, Solo mientras tanto, de 1950, y el tercero, Poemas de la oficina, de 1956.
[2] La derivación poética es un recurso que consiste en utilizar palabras que tienen la misma raíz, como en este caso “soñar” y “sueño”.
[3] Otros poetas destacados de Latinoamérica en los que puede encontrarse esta retórica nerudiana son el argentino Paco Urondo, el mexicano Octavio Paz y el cubano Nicolás Guillén.
[4] Entre los escritores que conforman la Generación del 45 cabe destacar a Idea Vilariño, Ángel Rama y Emir Rodríguez Monegal.