El gaucho Martín Fierro

El gaucho Martín Fierro Resumen y Análisis de los Cantos 12 y 13

Resumen

Canto 12

En el canto 12 Cruz cierra el relato de su historia. Luego de varios meses viviendo en desgracia, un amigo suyo lo compone con el juez. Este le pide que se quede a su lado para servir de “soldao de polecía”. Pronto es nombrado sargento, pero Cruz decide abandonar aquella vida de mandar que le resulta ajena para seguir a Fierro.

Cruz se dirige en su canto a Martín Fierro y le propone su compañía para sobrellevar la vida de matrero. Estando juntos, afirma, nunca les faltará un buen caballo para escapar o un pajal donde dormir. Presume de sus habilidades para sobrevivir en la naturaleza, como hacerse un poncho con el cuero de un lobo o alimentarse de cualquier cosa que encuentren. Es necesario, para Cruz, que el gaucho aguante hasta “que lo trague el hoyo”, es decir, hasta la muerte.

También cuenta que, en una ocasión, escucha al juez hablando con otro de hacerse ricos con campos en la frontera y de someter a los soldados a trabajar la tierra. Comprende que, con estos proyectos, los gauchos solo pueden asegurarse una vida de trabajo sin descanso, de tortura y de posible muerte. Cruz cierra su canto denunciando que aquellos que conocen los males de los gauchos no hacen nada para ayudarlos, fingiendo que no hallan la solución al problema.

Canto 13

Martín Fierro retoma en este canto la voz del yo-poético. Observa que él y Cruz son “astilla del mesmo palo”. Entonces decide acabar con todo yéndose a vivir con los indios. Le pide perdón a su dios, puesto que, viviendo entre “infieles”, tendrá que ser cruel con los crueles, porque así su suerte lo quiso.

Fierro reflexiona acerca de las creaciones de Dios, quien le ha dado belleza a las flores, claridad a la luz, fuerza al viento, vida a todos los seres. Pero más le otorgó al cristiano, que tiene entendimiento, lengua y valor, para compensarlo por todas las penas que también le dio. Fierro se ve empujado por las suyas a “salir de este infierno”.

El cantor afirma que la facultad del gobierno no llega “hasta los indios”, y que allí los caciques tratan como hermanos a los cristianos que llegan por su voluntad. El cruce del desierto es peligroso, pero Fierro sabe soportar las condiciones desfavorables. Cuando lleguen a alguna toldería, le dice a Cruz, podrán armarse un toldo, y hasta tal vez consigan una china que se apiade de ellos. En aquel lugar, asegura Fierro, no es necesario trabajar, y mientras salgan con vida de los malones, podrán pasar el resto del día echados al sol. Como allí todas las tierras son buenas, cualquiera que sepa manejar el caballo o “echar un pial” (tirar un lazo a los pies de la res) no puede pasarla mal entre los salvajes. Concluye entonces diciéndole que él se irá, e invita a Cruz a seguirlo.

En esta parte del poema el relato es continuado por una nueva voz, la de un narrador que cierra el poema refiriéndose a Martín Fierro en tercera persona. Esta voz nos cuenta que el cantor le da fin a su argumento con un trago y con un golpe que hace astillas su guitarra contra el suelo. Refiere luego las últimas palabras del cantor entre comillas: Fierro dice que ha roto el instrumento para no volver a tocar y porque nadie ha de cantar “cuando este gaucho cantó”.

Después de esta última escena del canto de Fierro, la nueva voz dice que dará fin a sus coplas contando lo último que supo de estos dos gauchos, que tomando unos caballos se dirigieron a la frontera. Mientras la atraviesan, Cruz le dice a Fierro que mire las últimas poblaciones, y este responde con dos lagrimones que le ruedan por la cara. Fieles a su rumbo, Fierro y Cruz entran en el desierto.

La voz de este cantor desconocido expresa que no sabe si los dos gauchos habrán muerto en el desierto, pero espera saber algo de ellos algún día. Finalmente, da cierre al poema asegurando que estas desgracias contadas son ciertas y que muestran que cada gaucho es un “telar de desdichas”. Despidiéndose, sostiene que ha referido a su modo “Males que conocen todos / pero que naides contó” (vv. 2315-2316).

Análisis

La historia de Cruz pone de manifiesto que el de Martín Fierro no es un caso aislado. Cruz, como Fierro, se ve obligado a vivir una vida de matrero por enfrentarse a un representante de la autoridad que se aprovechó de él al “robarle” a su amada. Sin embargo, a diferencia del protagonista, Cruz tuvo la oportunidad de reinsertarse en la sociedad como soldado de policía, gracias a la intermediación de un amigo suyo. Es evidente en esta conexión que la salida o la entrada de la ilegalidad nada tiene que ver con la justicia, sino con si el que manda te considera un criminal o un protegido del que se puede sacar provecho. Cruz se da cuenta de esto cuando escucha los planes de los jefes, que piensan utilizar a los soldados para hacerlos trabajar sus tierras.

Dentro del sistema, dentro de la vida en sociedad, el gaucho siempre saldrá perjudicado. Por eso, el paso de bando de Cruz reafirma una característica del ser gaucho: el antagonismo con la autoridad. No obstante, el gaucho no tiene por qué padecer su marginalización en soledad. Por eso Cruz le ofrece a Fierro su compañía, para que juntos puedan sobrellevar mejor la vida de matreros. Para convencerlo, resalta sus habilidades para proveerse de la naturaleza, interpelando sus saberes y la particular conexión del gaucho con lo natural.

Fierro toma la posta en el último canto con una metáfora de la cultura oral y popular: los dos son astillas del mismo palo, es decir, los dos provienen de un mismo sufrir, de una misma injusticia. Con estas palabras Fierro también acepta la compañía en la desgracia, y aunque no abandona la primera persona del singular para remarcar que su decisión de partir es una decisión individual, también utiliza la primera del plural para invitarlo a Cruz a seguir su destino.

Como Fierro se va a vivir entre los “infieles”, adjetivo con el que reduce y califica a los indios por su paganismo, se ve en la necesidad de justificar su abandono del universo cristiano al que pertenece. Por eso recurre a imágenes de la creación divina para explicar que para el gaucho, que ha venido a este mundo a penar sin descanso, vivir en sociedad con los cristianos es igual a vivir en el infierno.

Fierro asegura que “hasta los indios” no llega la facultad del gobierno, metonimia con la que convierte a un grupo étnico discriminado en un lugar simbólico. En “los indios” como lugar Fierro construye un espacio idílico nuevo, donde es posible recuperar parcialmente aquella época dorada en la que vivía sin problemas, antes de que lo enviaran a la frontera. Esta imagen contrasta con la caracterización que hace del indio en el canto 3, en la que este es descripto como un salvaje despiadado. Ahora, aquel lugar más allá de la frontera, línea divisoria entre la civilización y la barbarie, se presenta al gaucho como un espacio utópico, donde podrá vivir sin problemas, sin necesidad de trabajar, y donde, quizás, podrá incluso encontrar un nuevo amor.

Martín Fierro rompe la guitarra en un acto simbólico de romper con la civilización. El instrumento es, en este sentido, un símbolo de su lazo con la sociedad a través de su canto, con el que comunica sus lamentos. Es también un modo de reafirmar su posición como el mejor de todos los gauchos cantores, en un gesto de desafío para quienes se atrevan a cantar donde él canto. Con este gesto, el poema también podría estar sugiriendo, en un plano meta-reflexivo, la clausura del género gauchesco. Desde esta interpretación, la historia de Fierro constituye la historia por excelencia de todos los gauchos y, en este sentido, no existe ni existirá otra que pueda igualarla. Podríamos afirmar que esta lectura tuvo un gran impacto en la literatura argentina, que configuró al Martín Fierro como el gran poema nacional.

La aparición de una nueva voz al final del canto 13 plantea un quiebre de las expectativas del poema. La presencia de este punto de vista sin nombre sugiere que tal vez las voces de Fierro y Cruz han sido impostadas por otro personaje –¿acaso el propio José Hernández? – que ha sido quien ha estado contando la historia desde el principio. Como indica que Fierro detuvo su canto y "Buscó un porrón pa consuelo" (v. 2270), también podría pensarse que esta nueva voz narrativa nos permite situar el canto de Fierro dentro de una pulpería, donde los gauchos beben y tocan la guitarra en presencia de otros gauchos que son su auditorio.

El final del poema cierra con el tema principal de la historia: la denuncia. La voz desconocida afirma que es verdadero todo lo que se ha contado, y con una metáfora sugiere que cada gaucho es un “telar de desdichas”. Sabemos que Martín Fierro es un personaje ficticio que no existió en realidad, pero esto no le quita autenticidad a lo narrado. Los últimos versos del poema establecen una crítica que no se dirige concretamente a la autoridad, sino a todos aquellos que han presenciado estos males pero que nunca los han denunciado. De esta manera, el poema finaliza de forma autorreferencial, indicando que el canto de Fierro remeda esta falta porque pone en evidencia la realidad social que padece el gaucho como tipo social.