El gaucho Martín Fierro

El gaucho Martín Fierro Resumen y Análisis de los Cantos 1 - 2

Resumen

Canto 1

El poema comienza con una indicación: en mayúsculas aparece el nombre “Martín Fierro”, que señala a quién pertenece la voz del yo-poético. Ese personaje, que cuenta su historia en primera persona, se presenta a sí mismo como alguien que va a cantar sobre sus penas acompañado de la guitarra.

El cantor realiza una invocación a los santos del cielo, pidiéndoles asistencia en esta ardua tarea del canto. Se compara con otros cantores para resaltar que él, a diferencia de ellos, no se deja espantar por ningún temor, y asegura que ha venido a este mundo para vivir y morir cantando.

Martín Fierro sostiene que no es un "cantor letrao", pero que esto no perjudica en absoluto su canto, puesto que a él las coplas le fluyen fácilmente, “como agua de manantial”. También adopta una actitud de provocación, al decir que nadie se atreve a tocarlo cuando tiene la guitarra en la mano. Desafía entonces a quien quiera medirse con él, para demostrar que nadie puede igualarlo en este arte.

Fierro se da aires de gaucho valiente, que enfrenta el peligro con hombría. Con esta actitud es quien manda en la naturaleza, donde ni la víbora ni el sol pueden hacerle daño. Como gaucho, Martín Fierro vive en libertad, al igual que el pájaro que siempre está en vuelo, y que apenas necesita de un árbol y de las estrellas para encontrar resguardo.

Cierra entonces su presentación diciendo que deben saber quienes lo escuchan que nunca ha peleado ni matado sino por necesidad, y que ha llegado a esta situación por haber sufrido maltratos. Antes de esto, él era un buen padre y un buen marido, pero ahora es un gaucho al que la gente trata de bandido.

Canto 2

Martín Fierro da inicio aquí al relato de su historia. Comienza asegurando que su autoridad emana de la experiencia que le ha dado la desgracia, porque nada enseña más, dice, que haber sufrido en la vida.

Rememora los tiempos en que él y todos los gauchos vivían felices como trabajadores de la tierra, con sus pequeños ranchos, sus hijos y sus mujeres. Relata cómo era un día típico en aquella época: en ese entonces, el gaucho amanecía temprano para tomar un mate y comenzar sus quehaceres, dentro de los cuales resalta su destreza como domador de caballos. Fierro tiñe sus recuerdos de nostalgia al afirmar que era un orgullo ver jinetear a un paisano. El día terminaba a la noche, momento en que los gauchos se reunían junto al fuego para charlar hasta después de cenar. Luego se iban a dormir en los brazos de una china.

Entonces los gauchos andaban alegres y sin preocupaciones. Para ellos aquella actividad no era trabajo, y hasta con su patrón tenían buen trato. Este siempre los convidaba con un trago de alcohol. Eran esos tiempos de abundancia, en los que siempre había alimento y diversión. Pero ahora el panorama, sostiene Fierro, es completamente diferente: el gaucho debe pasar su pobre vida huyendo de la autoridad, puesto que si esta lo encuentra, lo somete a su dominio para luego enviarlo a luchar en un batallón o en la frontera contra los indios. Es allí, asegura Fierro, donde sus males y los de todos los gauchos comienzan.

Análisis

Los dos primeros cantos del poema son de carácter introductorio. En el canto 1, Martín Fierro se presenta a sí mismo como gaucho cantor que dará relación de los males que lo aquejan. Al interpelar en su discurso a una segunda persona en plural, da a entender al lector que mientras cuenta su historia se dirige hacia un público, quizás aquel presente en una pulpería, lugar de reunión de los gauchos en el campo. Con esta presentación, Fierro adopta la postura tradicional del payador frente a su auditorio.

En relación con lo anterior, el poema nos da señales de simular una situación de carácter oral, en su empleo de un vocabulario, una sintaxis y una gramática que provienen del habla popular. Además, el yo-poético nos cuenta que él no es un “cantor letrado”, es decir, no es un cantor culto y alfabetizado, lo que nos indicaría, nuevamente, que su canto no puede sino provenir de la oralidad. Esta condición iletrada de Martín Fierro tendrá importancia más adelante, en el desarrollo de su relato.

Martín Fierro nos otorga en esta primer instancia una imagen hiperbólica de sí mismo, como la de aquel que reúne las mejores características del ser gaucho. Fierro se posiciona como el mejor cantor, el más experimentado, el más valiente, el más viril, el más justo. También hace de la falta, virtud, respecto de la condición iletrada arriba mencionada: “Yo no soy cantor letrao / mas si me pongo a cantar / […] / las coplas me van brotando / como agua de manantial” (vv. 49-54). La metáfora aquí empleada sugiere que Fierro no necesita de los saberes letrados para que la poesía surja de él con facilidad, abundancia y espontaneidad.

El sistema de metáforas relacionadas con la naturaleza que se despliegan en todo el poema, de la que la anterior es un ejemplo significativo, pone de manifiesto la conexión de Martín Fierro con la naturaleza. En esta parte introductoria, Fierro se compara con animales rescatando de estos cualidades positivas, como cuando afirma que él es toro en su rodeo y “torazo” en rodeo ajeno, afianzando de esta manera su bravura. De esta manera, el desafío se hace presente en el modo en que Fierro se define a sí mismo.

En el canto 2, Martín Fierro recuerda una suerte de Edad de Oro del gaucho, ahora perdida. Es importante señalar aquí que Fierro relata la experiencia de un gaucho cualquiera, dando así a entender que su caso particular es un ejemplo de una situación generalizada que padecen todos los gauchos en el momento en que está contando esta historia. La rememoración de esta época idílica conlleva una crítica social, perceptible en el tono nostálgico y de lamento de su canto.

Al finalizar el canto 2, Fierro anticipa cuál ha sido la causa de que aquellos tiempos de felicidad ya no existan más: es la aparición de la autoridad, encarnada primero en la figura del alcalde, que interrumpe en este espacio utópico para aprovecharse del gaucho, hacerlo sufrir y llevarlo a la fuerza al campo de batalla. En estas estrofas empiezan a aparecer las imágenes de la violencia a la que se somete al gaucho: “Y el lomo le hinchan a golpes, / y le rompen la cabeza, / y luego con ligereza, / ansí lastimao y todo, / lo amarran codo con codo / y pa el cepo lo enderiezan” (vv. 271-276). Esta tortura física es solo una de otras tantas desgracias que Fierro contará en los próximos cantos.