El gaucho Martín Fierro

El gaucho Martín Fierro Resumen y Análisis de los Cantos 9 - 11

Resumen

Canto 9

Fierro inicia este canto describiendo su vida de matrero, en permanente alerta de no cruzarse con la policía. Realiza una comparación con los corderos y los terneros que encuentran refugio en las ovejas y las vacas, mientras que “el gaucho desgraciao / no tiene a quién dar su queja” (vv. 1413-1414). En su soledad, el gaucho solo encuentra amparo en la inmensidad de la llanura, donde la autoridad no puede hallarlo desprevenido.

Cuenta entonces que una noche se encontraba contemplando las estrellas, que no solo son su guía en la pampa, sino también un bello consuelo frente a la desgracia, cuando el grito del chajá le hace parar las orejas. Se pega al suelo para escuchar el retumbar de las pisadas de unos caballos que se acercaban; comprende que se encuentra en peligro y se prepara para pelear. Al sentirlos cerca, aunque no los ve en la oscuridad, les dice a sus contrincantes que “no se han de morir de antojo”, para que sepan que “allí se hallaba un varón”. Le responden, primero, calificándolo de matrero, y después le dicen que son la policía y que vinieron a ajustar sus cuentas por haber matado a dos hombres. Fierro les responde que no se va a entregar aunque vengan todos juntos, y así da pie al enfrentamiento físico.

La narración de la lucha dura varias estrofas, en la que Fierro muestra su habilidad para eliminar a cada uno que se le acerca. Entonces, apenas sale de un momento de peligro, uno de la policía pega un grito: “¡Cruz no consiente / que se cometa el delito / de matar ansí un valiente!” (vv. 1624-1626). Este policía se pasa de bando y empieza a pelar junto a Fierro. De este modo logran matar a algunos y ahuyentar a otros, ganando el combate.

Fierro reza y le pide perdón a su Dios por el delito de haber muerto tanta gente, y junto con Cruz se escapan del lugar, para que otros se ocupen de los que murieron. Comparten entonces un trago, mientras Fierro le cuenta a Cruz que es un gaucho desgraciado sin refugio, y que piensa ir a donde la suerte lo lleve.

Canto 10

Este canto tiene un nuevo título a modo de indicación: ahora la voz del yo-poético corresponde a Cruz, quien cuenta su historia hasta el final del canto 12. Al igual que Fierro, Cruz comienza su relato con una presentación de sí mismo. Explica que le duele el mal ajeno, pero tampoco le faltan los suyos, y aunque el mundo sea un infierno, su actitud es la de enfrentar con valentía y fiereza la desgracia.

Cuenta Cruz que él tuvo, como Fierro, una amada. Era feliz con la compañía de esta mujer, hasta que un “comendante” empieza a frecuentar su rancho. Cruz sospecha de las malas intenciones de aquel, a quien no puede confrontar porque es su jefe. Mientras lo envía de un lado a otro como peón, sin recibir pago, el comandante aprovecha para estar a solas con su mujer. Un día, Cruz los encuentra abrazados en el fogón. Entonces, el gaucho insulta al jefe en abierta confrontación. Este se la acerca para darle con el sable, Cruz esquiva la estocada y le quita el arma, pero en vez de acuchillarlo le da un planazo con el facón, para no matar a un hombre viejo.

En eso se acerca un “adulón” del jefe y le empieza a disparar con un revólver, sin poder herirlo. Cruz va esquivando las balas hasta que logra darle con el cuchillo y asesinarlo. Va entonces en busca del viejo comandante, a quien encuentra desprendiendo mal olor por el miedo que le tiene. Decide entonces marcharse, con su poncho y sus prendas, para nunca más volver, acusando a su mujer de haber querido engañar a dos. Cierra el canto diciendo que, desde entonces, conoció a todas las mujeres en una sola y que no dejará que ninguna se le acerque.

Canto 11

Continúa Cruz su relato diciendo que él es un cantor al que también le brotan las copas como agua de manantial, pero que las suyas se salen de la boca amontonadas, “como ovejas del corral”. Cuenta luego que después de aquella desgracia va a guarecerse al campo, a vivir una vida como la de los animales.

Una vez, se entera de una milonga en la pulpería y decide asistir. Se pone a bailar con una joven cuando el guitarrero lo reconoce y le empieza a cantar unas coplas populares de refranero español, con la que indirectamente se burla de Cruz por la infidelidad de su mujer. Este se enfada al ver que las mujeres del lugar empiezan a secretear, se dirige al cantor y mientras le dice “dejá de cantar… chicharra”, le corta las cuerdas de la guitarra de un tajo con el facón. Sale entonces un gringo con un fusil y Cruz busca escapar apagando un candil con su manta, para que en la oscuridad se arme alboroto. A la salida se enfrenta con el cantor y lo acuchilla, dejándolo con las tripas afuera mientras huye hacia los campos a vivir como matrero.

Análisis

El canto 9 es el más representativo del tema de la conexión del gaucho con la naturaleza. En la llanura, Fierro puede poner a disposición sus saberes, adquiridos con la experiencia, para defenderse mejor del peligro. También encuentra en este espacio una correspondencia romántica entre su estado de ánimo y la belleza del paisaje. En este sentido, la naturaleza representa en el relato la libertad espiritual del gaucho, la que dentro de la sociedad es coartada por su condición de matrero. La comparación con el ternero y el cordero, más que animalizar al gaucho, pone de manifiesto cómo hace uso de sus conocimientos de la naturaleza para mejor comprender su situación.

La escena de la primera confrontación directa de Fierro con la autoridad es precedida por la puesta en acto de los saberes del gaucho: el grito del chajá y el temblor de la tierra son indicios suficientes, para Fierro, de que es necesario prepararse para pelear. Como con los otros enfrentamientos, el duelo a cuchillo es anticipado por un duelo verbal: Fierro, al igual que en los otros combates, quiere ser el primero en desafiar. Por eso les dice que no se han de morir de antojo. Su enemigo, en nombre de la ley, le responde reduciéndolo a su condición criminal: “vos sos un gaucho matrero”. Este diálogo es significativo en tanto conecta el tema de la denuncia social con la oposición a la autoridad: Fierro representa simbólicamente a todos los gauchos que responden con rebeldía, haciéndole frente al abandono y a la marginalización.

La aparición de un nuevo personaje, el gaucho Cruz, aporta otro momento climático al poema. Sus palabras invierten el modo en que los gauchos son percibidos en la sociedad: Fierro no es un criminal, sino un gaucho valiente, y capturarlo y asesinarlo no sería hacer justicia, sino cometer un delito. Cruz se pasa de bando en defensa de Fierro, con el cual se identifica y, al hacer esto, realiza una crítica al sistema que criminaliza la vida del gaucho. Con este acto, se opone a la autoridad mientras realiza su denuncia social.

El canto 10 interrumpe el monólogo de Fierro para dar aparición a una voz nueva que toma la posta del relato. Hasta ahora, las voces de otros personajes habían aparecido dentro del canto de Fierro, entre comillas y sin autonomía. En cambio, durante estos tres cantos, la voz de Cruz se ubicará en el mismo nivel que la voz del protagonista. Esto nos permite equiparar ambas narraciones y establecer un paralelismo entre una historia y la otra. Cabe conjeturar si Cruz se encuentra, mientras canta, en el mismo lugar que Fierro. Tal vez, su canto se dirige tanto a él como a su público.

Cruz se define a sí mismo con parámetros similares a los de Fierro, respecto de cómo afronta sus males y de cómo se posiciona como gaucho cantor. Al dar relación de sus desgracias, Cruz no se deja vencer por el lamento y persevera en su actitud desafiante, al igual que su nuevo amigo. Respecto de sus destrezas cantoras, recupera la metáfora de Fierro del agua del manantial –otro indicio de que se halla en el mismo lugar que el cantor y que ha estado hasta entonces escuchando su canto– para contraponerla con otra analogía: de su boca las coplas salen “como ovejas del corral”. Con esto quiere decir que no es tan habilidoso como Fierro en el arte del canto.

Aunque sus historias sean distintas, podemos ver en el relato de Cruz algunas similitudes con el relato de Fierro. En primer lugar, Cruz entra en conflicto con una persona en el poder, y por eso pasa a vivir una vida de matrero. Él enfrenta verbalmente a sus oponentes antes de iniciar el combate a cuchillo, al igual que Fierro. También conduce su enojo hacia otros que no son los que mandan, como cuando se pelea con el guitarrero, que de todos modos lo provocó. En contraste con Fierro, la ira de Cruz parece dirigida más a su mujer que al comandante, por lo que se puede entender que Cruz no percibe tan bien como Fierro que el origen de sus males proviene de los abusos del poder.