Manifiesto del Partido Comunista

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Las clases sociales

El Manifiesto es, en primer lugar, un análisis sobre las clases sociales existentes a lo largo de la historia. Los autores cuestionan las ideas subyacentes detrás de las jerarquías que ordenan la sociedad europea. Consideran que las personas están estratificadas en distintas categorías basadas fundamentalmente en la economía. Sin embargo, ven la clase no solo como una forma de categorizar a la gente, sino también como una fuerza que da forma a la historia. “Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de la lucha de clases” (p.41) sostienen Marx y Engels; esta tesis da a entender que cualquier posibilidad de una sociedad más igualitaria depende de esta premisa.

Si bien en la antigüedad estas luchas solían ser menores, todos los conflictos, incluido el de la burguesía y el proletariado, son esencialmente batallas de un "opresor" (p.41) contra el "oprimido" (p.41). La lucha de clases impulsa a la humanidad. Incluso la propia burguesía luchó contra otras clases dominantes, como la aristocracia, para conseguir su amplio dominio sobre la sociedad. En el contexto de escritura del texto, este dominio sostiene y profundiza las divisiones entre la clase capitalista y los trabajadores que la mantienen. La clase obrera es oprimida por la burguesía, que le paga lo justo para que sobrevivan y sigan generando productos para sus opresores.

Como el poder de la burguesía como clase dominante depende de su capacidad para ahorrar costos y salarios del proletariado, no hay forma alguna de que estas clases puedan reconciliarse armónicamente. La ganancia de un sector es siempre a expensas de la pérdida de la clase dominada.

Marx y Engels creen que solo con la abolición total de la jerarquía de clases se liberará al proletariado y se mejorarán enormemente las condiciones de existencia de la sociedad. En este punto, al necesitar una población masiva de trabajadores industriales, la burguesía siembra, sin saberlo, las semillas de su propia destrucción. Cuando el proletariado se dé cuenta del poder que tiene al ser tan numeroso, se dará cuenta de la injusticia del sistema capitalista y se movilizará para destruir a la burguesía opresora. Si el proletariado logra alzarse con éxito, tomará el control de la sociedad y dejará de estar oprimido: "no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas" (p.94).

La clase y la jerarquía son inseparables del argumento de Marx y Engels a favor del comunismo. Para crear una sociedad más justa e igualitaria, el propio sistema de clases tiene que ser destruido por el levantamiento colectivo del proletariado. Con un sistema comunista, argumentan los autores, los recursos se distribuirán de forma más justa y todos sentirán los beneficios; de lo contrario, el mercado seguirá fluctuando de una crisis a otra, exponiendo desproporcionadamente a los que están en la parte inferior de la jerarquía a los peores efectos de estas crisis.

El capitalismo

En gran parte, el Manifiesto del Partido Comunista es una guía sobre qué hacer para vivir en una sociedad mejor. En este sentido, los autores argumentan que algunos cambios sociales fueron mejores que otros. Así, el capitalismo representa una mejora en relación con los sistemas anteriores de organización social porque, paradójicamente, podrá hacer posible el comunismo.

Marx y Engels creen que el capitalismo eliminó las antiguas formas de vida, como el feudalismo (en el que, sencillamente, la gente trabajaba por la tierra en lugar de por el dinero). Esto se debe, en parte, a que en un sistema capitalista solo hay dos clases: el proletariado y la burguesía, que tiene todo el dinero y posee toda la propiedad.

Así, este sistema se encuentra impulsado por el deseo de la burguesía de obtener un beneficio cada vez mayor, lo que significa que está constantemente preocupada por desarrollar nueva maquinaria para crear productos, o retocar el sistema utilizado para distribuir esos productos. Y como los miembros de la burguesía compiten entre sí, la innovación es una herramienta esencial para maximizar las ganancias. Sin embargo, este capitalismo da lugar al surgimiento de dos amenazas para la burguesía. En primer lugar, la mayor eficiencia de la producción crea las condiciones para que el proletariado exista como una formidable clase propia: mientras que antes la clase obrera estaba fragmentada, bajo el capitalismo sus miembros son tan numerosos que su poder colectivo aumenta. En segundo lugar, la revolución constante de la producción somete tanto al proletariado como a la burguesía a la tensión de la "inquietud y dinámica incesantes" (p.46), es decir, crea una sociedad en la que las cosas siempre cambian. Sin embargo, como el proletariado no tiene los medios para sobrevivir a cualquier crisis repentina, como resultado de estos cambios corre el riesgo de empobrecerse cuando las cosas van mal. Los autores creen que esto significa que es probable que el proletariado quiera unirse y levantarse contra la burguesía. Así, aunque se puede agradecer al capitalismo la creación del proletariado y su poder colectivo en primer lugar, la insaciable sed de progreso del capitalismo en nombre del beneficio es lo que provocará su caída y la destrucción de la burguesía.

El trabajo

La división de clases para Marx y Engels tiene que ver en gran parte con la noción de trabajo. Los autores consideran que la burguesía y el proletariado realizan dos tipos de trabajo muy diferentes. De hecho, no consideran que lo que hace la burguesía sea en absoluto un trabajo, sino una actividad lucrativa. Según su postura, son los miembros del proletariado los que realizan todo el trabajo real en la sociedad, mientras que la burguesía se limita a garantizar el mantenimiento de los beneficios y el poder.

Mientras que los modelos anteriores de trabajo ofrecían dignidad y autoestima, la burguesía ha convertido el trabajo en una transacción en sí misma, en la que el proletariado vende lo único que tiene -la fuerza de trabajo, es decir, su capacidad de trabajar- a la burguesía para sobrevivir. Esto devalúa fundamentalmente el trabajo; bajo un sistema capitalista, el trabajo es una mercancía que se vende como cualquier otra. La burguesía no está interesada en la experiencia del trabajo del proletariado: no le importa si los individuos disfrutan o no de su trabajo, sino únicamente que realicen su tarea. A cambio, el proletariado recibe un salario suficiente como para garantizar su subsistencia, pero limitado como para no arriesgar las ganancias de la clase burguesa. En este punto, la misma naturaleza humana se devalúa; el trabajador es un medio para el trabajo, no un ser completo. Esto se ve en que el hecho de que cualquier valor generado por este trabajo pertenece a la burguesía.

Marx y Engels consideran que los trabajadores deben tomar el control de sus propias condiciones y aprovechar sus propios medios de producción; si lo consiguen, devolverán el orgullo y la dignidad al trabajo porque ya no tendrán que pensar en sí mismos como mercancías vendibles. Así, bajo un sistema comunista, esta relación insatisfactoria entre el trabajador y el producto de su trabajo se transformará.

En consecuencia, el objetivo de la revolución del proletariado es transformar la naturaleza misma del trabajo. En una sociedad comunista se dignificará el trabajo porque estará al servicio de un bien mayor que el mero beneficio individual. Mientras que algunos argumentan que la abolición de la propiedad privada hará que todos los miembros de la sociedad sean perezosos y eliminará el incentivo para trabajar, Marx y Engels rebaten que la mayoría del trabajo realizado por el proletariado nunca podrá darles los medios suficientes para adquirir propiedades bajo el capitalismo, ya que la burguesía se asegura de que así sea. De hecho, para los autores, la burguesía es verdaderamente perezosa; se sienta y deja que el proletariado haga el trabajo por ella. Al eliminar la motivación de lucro del trabajo, Marx y Engels creen además que la gente podrá finalmente repartir los productos de su trabajo de una manera que todos estén de acuerdo en que es justa.

La función práctica del Manifiesto

Si bien el Manifiesto del Partido Comunista es una obra teórica e histórica, también es un texto con una función utilitaria muy clara: busca convocar a la clase obrera internacional para dotarla de conciencia de su situación y prepararla para una próxima revolución. Así, los intelectuales saben que su escritura tiene una función directa en la sociedad: es una llamada a la acción. Para los autores, “las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas propias de la clase imperante” (p.71). En consecuencia, su proyecto es hacer ver a la gente que la sociedad no tiene por qué regirse por la ideología burguesa. El Manifiesto es también una forma de exponer que las cosas como son no son inevitables, sino que son el resultado de la dominación burguesa.

Para poder lograr la emancipación del proletariado, los intelectuales creen que deben capacitar a los más oprimidos de la sociedad tanto para ver las condiciones de su opresión como en las formas en que pueden luchar. En gran parte, esto se logra gracias a las críticas del capitalismo que predominan en el texto. Como se menciona en el comienzo del Manifiesto, en esa época el comunismo se está convirtiendo en una fuerza más fuerte en toda Europa y, por lo tanto, sus ideas están bajo un mayor ataque intelectual y tergiversación. Por esto, los autores responden a las críticas externas al comunismo y ofrecen ideas coherentes de lo que el comunismo realmente representa. En su introducción, Marx y Engels enmarcan específicamente el Manifiesto como una respuesta a las sospechas injustas sobre el comunismo. En este punto, el texto es una forma de desmentir “esa leyenda del espectro comunista” (p.40) que difundieron los partidos de la oposición.

Pero, además, sabemos que el Manifiesto tiene una finalidad práctica. Esto se ve en la estructura y el vocabulario utilizado por los autores. Aunque por momentos pueda ser complejo de leer en algunas partes, en general Marx y Engels utilizan términos sencillos. Esta es una decisión deliberada: una vez más, para garantizar el alcance masivo del Manifiesto, los autores eligen una estructura simple que pueda ser entendida por la mayor cantidad de lectores.

El final del Manifiesto es ejemplar al respecto. En el último capítulo, Marx y Engels escriben en mayúsculas la última línea del texto y con un signo de exclamación: "¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!" (p.94). Estos recursos subrayan el carácter enfático y movilizador del final, que no pasa desapercibido para el lector. Así, esta interpelación pretende que las ideas del comunismo tengan un uso tangible y práctico para inspirar y capacitar al proletariado a la unión real, única forma de que la clase obrera tome las riendas de la transformación social.

La familia

Marx y Engels argumentan que la misma familia es afectada por las desigualdades del sistema capitalista. Así, los autores sostienen que la necesidad de supervivencia que tiene el proletariado obliga a que todos los integrantes de una familia trabajen para poder sostener económicamente el núcleo familiar. Hasta los niños se ven obligados a trabajar.

Esto afecta también al matrimonio y al rol de la mujer en la sociedad. En la sociedad burguesa, el matrimonio es una farsa encubierta bajo los valores impuestos por la clase dominante. Desde la perspectiva de los autores, “El matrimonio burgués es, en realidad, la comunidad de las esposas. A lo sumo, se podrá acusar a los comunistas de querer sustituir una comunidad de las mujeres hipócritamente disimulada por una comunidad franca y oficial" (p.69). En la sociedad comunista, la mujer se consolida como una parte activa de la sociedad, que vive con libertad y autonomía el pleno goce de sus derechos. En vez de estar limitadas a ser instrumentos de producción en el capitalismo, las mujeres van a contar con los medios necesarios para alcanzar una vida digna en todas las esferas posibles.

En este sentido, el comunismo pretende dignificar la vida de todos los integrantes de la familia: trabajadores, mujeres y niños. Mientras que el capitalismo prioriza el lucro privado y la explotación de los hijos por sus padres, los autores defienden un mundo en el que los lazos familiares no estén atravesados por el valor que tienen las personas como mercancías.

La desigualdad

Marx y Engels consideran que la sociedad dominada por la burguesía es fundamentalmente desigual. Para ellos, es claramente injusto que los que están en la cima de la sociedad tengan mucho más poder y riqueza que los que están en la base, especialmente dado que el proletariado supera ampliamente a la burguesía. Ese poder y ese dinero dan a la burguesía un control desproporcionado sobre las leyes, las autoridades sociales y los medios de comunicación de la sociedad, lo que le permite acumular una riqueza y unos recursos cada vez mayores. En este sentido, la distribución desigual de la riqueza va de la mano de la desigualdad social.

Además, como los capitalistas buscan maximizar sus beneficios, sería contradictorio que aumentaran la cuota del proletariado. Por el contrario, a la burguesía le interesa maximizar la desigualdad; al ofrecerles a los miembros del proletariado el mínimo necesario para su supervivencia y su trabajo continuo, la burguesía impide que la clase obrera acumule riqueza propia, haciendo imposible a su vez que los trabajadores adquieran un verdadero poder o una voz propia en la sociedad. Por lo tanto, una de las principales motivaciones del Manifiesto es abordar la desigualdad alimentada por la distribución de la riqueza.

Para los autores, esta desigualdad es constitutiva del capitalismo, ya que una clase gana a expensas de que la otra pierda. La burguesía es dueña de lo que Marx y Engels llaman "medios de producción" (p.47). En esencia, esto puede pensarse como aquello necesario para crear cosas para vender. Los medios de producción incluyen los materiales, las instalaciones y la maquinaria necesarios para fabricar productos vendibles. Sin embargo, los medios de producción solo son productivos gracias al trabajo del proletariado. El Manifiesto sostiene que es el trabajo del proletariado el que genera la riqueza en la sociedad; la burguesía se apropia de este beneficio a costa de sus legítimos destinatarios, el proletariado. Además, el objetivo de la burguesía siempre se vincula con maximizar su ganancia. Por lo tanto, nunca le pagaría al proletariado un salario que le permitiera acceder a tener sus propios medios de producción.

Es importante subrayar que la desigualdad no solo se refiere a la cantidad de dinero que tienen las personas en relación con las demás, sino que también afecta enormemente a la educación, al nivel de vida y a la calidad de vida en general. Las condiciones económicas sesgan la estructura de poder de la sociedad; la burguesía es una clase dominante pequeña que priva de derechos a una gran cantidad de trabajadores. Para los autores, este poder de la burguesía le permite controlar el sistema político, y así se garantiza la promulgación de leyes y normas que los beneficien como clase dominante.

"Territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses distintos, distintas leyes (...) se asocian y refunden en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase..." (p.48), dicen los autores, poniendo de manifiesto que esta forma particular de centralización afianza fundamentalmente la dinámica de poder desigual al asegurar que toda la riqueza sea apropiada por la clase dominante de la burguesía.

En el capitalismo, la desigualdad engendra desigualdad, ya que la misma estructura de la sociedad favorece que la burguesía pueda aumentar su capital. En este sentido, Marx y Engels sostienen que los miembros del proletariado no tienen elección a la hora de aceptar estas condiciones: o aceptan las demandas de la burguesía o se enfrentan a no poder garantizar su subsistencia. Por esto, el Manifiesto sostiene que el proletariado tiene que derrocar a la burguesía de manera colectiva; la clase capitalista nunca hará concesiones voluntarias al proletariado para hacer frente a la desigualdad, y por lo tanto corresponde al propio proletariado tomar medidas mediante la revolución.

El progreso

En el Manifiesto, el progreso es uno de los temas fundamentales porque es considerado el motor que hace avanzar la historia. Para los autores, las diferentes etapas de organización que tuvieron las sociedades a lo largo de los siglos representan siempre un progreso en relación con la sociedad anterior. En este punto, hay una certeza absoluta de que el progreso conducirá inevitablemente al triunfo del proletariado por sobre la dominación de la burguesía.

En el texto, la burguesía aparece representada como el máximo desarrollo de las fuerzas productivas, en tanto es una clase que logró poner a su servicio los avances de la ciencia para acelerar el proceso de la acumulación de capital y ganancias. Así, el progreso de la historia condujo a posicionarla como la clase dominante del capitalismo. Sin embargo, a pesar de que parece estar en el esplendor de su desarrollo, sus propias contradicciones conducen a que no sea capaz de ofrecerle al proletariado sino las mínimas condiciones para garantizar su existencia. Por esto, el capitalismo está regido por numerosas crisis económicas y revoluciones que llevarán a los trabajadores a liderar sus propias revueltas. En palabras de los autores, “la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios” (p.51). Para el comunismo, el mismo progreso condujo a que no haya otra alternativa para el futuro de la humanidad que consolidar al proletariado como una clase verdaderamente revolucionaria.