Manifiesto del Partido Comunista

Manifiesto del Partido Comunista Resumen y Análisis Capítulo 1: Burgueses y proletarios

Resumen

El Manifiesto comienza con una idea fundamental: la historia de toda la sociedad hasta ahora existente es la historia de la lucha de clases. Los autores describen las clases sociales como oposiciones binarias, con una parte como opresora y la otra como oprimida. Si bien a lo largo de los siglos las sociedades humanas se organizaron tradicionalmente según complejas jerarquías de clase con múltiples miembros, la desaparición del feudalismo efectuada por la Revolución Francesa supuso una simplificación del antagonismo de clases. En lugar de que muchas clases luchen entre sí, la sociedad se divide cada vez más en solo dos clases: la burguesía y el proletariado.

Para los autores, este estado de cosas es el resultado de un largo proceso histórico. El descubrimiento y la colonización del Nuevo Mundo durante los siglos XVI y XVII exigieron métodos innovadores de producción e intercambio. Estos nuevos modelos de fabricación fueron llevados adelante por los burgueses, capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social y empleadores de los trabajadores asalariados.

Los nuevos poderes económicos de la burguesía condujeron a un creciente poderío político. Aunque originalmente servía a la nobleza o a la monarquía, a mediados del siglo XIX pasa a controlar los estados representativos de Europa. Con esto, las relaciones sociales que caracterizaban a las sociedades anteriores se modificaron totalmente. Para los autores, la burguesía introdujo una ética basada en el derecho absoluto al libre comercio y en la búsqueda egoísta del beneficio personal.

Sin embargo, a la burguesía no le basta únicamente con modificar todo lo anterior, sino que debe cambiar constantemente en el presente para ampliar y explotar sus mercados. Este dinamismo económico y social desestabiliza las fronteras de las naciones y crea una presión que exige que las demás naciones se asimilen a la práctica burguesa o se atrasen económicamente.

Este dinamismo conduce a que las fuerzas de producción se desarrollen más rápidamente que el orden en el que ellas surgen. Sin embargo, esto presenta una paradoja: las mismas condiciones de existencia del orden burgués están siendo amenazadas por las nuevas fuerzas de producción que la propia burguesía introdujo. Así lo demuestran las numerosas crisis económicas, resultado de una epidemia de sobreproducción, que los autores ven como consecuencia del desarrollo económico burgués que sacudió a Europa en los años 1830 y 1840. En respuesta a estas crisis, la burguesía reduce su producción, encuentra nuevos mercados o explota más a fondo los antiguos. Sin embargo, todo esto es inútil, ya que no trata los problemas subyacentes que crearán crisis más agudas en el futuro. De hecho, estos conflictos no pueden ser tratados adecuadamente, ya que el capitalismo contiene su propia desaparición. Esto se vincula con la relación que entabla a través de la explotación final de una nueva clase, el proletariado.

El proletariado es una clase de trabajadores que solo vive mientras puede encontrar trabajo, y que solo encuentra trabajo mientras su labor pueda aumentar el patrimonio de la burguesía. Los proletarios son ellos mismos mercancías y están igualmente sujetos a los vaivenes del mercado. Y como con cualquier otra mercancía, las empresas quieren minimizar su coste de producción, en este caso, el salario que hay que pagar para poder utilizar la fuerza de trabajo del trabajador. A medida que la división del trabajo y la mecanización de la industria aumentan las condiciones necesarias para una producción eficiente, también lo hace la monotonía del trabajo del proletariado.

Como esclavos de sus amos burgueses, el proletariado está en un estado constante de antagonismo con la burguesía. Esto conduce a la movilización masiva, cada vez más consciente de su poder colectivo para lograr cambios en los salarios y las condiciones de trabajo. De hecho, el proletariado es ayudado en esto por la burguesía, que educa al proletariado para movilizar a las masas de trabajadores a favor de sus propios objetivos políticos. Sin embargo, a medida que el proletariado se hace más numeroso y organizado, los miembros de la burguesía empiezan a darse cuenta de que su clase caerá y el proletariado triunfará.

Finalmente, el proletariado estallará en rebelión, despojándose de todo aquello que lo ataba a la burguesía. Condenan todas las leyes, la moral y las religiones burguesas como fachadas de los intereses económicos burgueses. Todo esto es el resultado necesario del apetito voraz de la burguesía por la ganancia, que redujo al proletariado a la mera existencia y disminuyó continuamente su bienestar. Así, la burguesía genera la destrucción de su propia existencia.

Análisis

En este primer capítulo, los autores desarrollan uno de los temas fundamentales del Manifiesto: las jerarquías sociales como estructurantes de la historia de la humanidad. “Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de lucha de clases” (p.41), afirman ya en el comienzo de esta sección. Esta definición sienta una de las bases del pensamiento comunista: la idea de que el motor del cambio en la historia es el antagonismo entre las diversas clases sociales. Este antagonismo define los modelos económicos y productivos de cada sociedad. Específicamente, los autores desarrollan el paso del feudalismo a favor del capitalismo burgués, en donde solo existen dos clases irreconciliables entre sí: opresores y oprimidos, encarnados en la burguesía y el proletariado.

Para el pensamiento de Marx y Engels, las jerarquías sociales son irreconciliables y antagónicas. En el capitalismo, el éxito particular de la burguesía provocó una simplificación de la clase. “Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado” (p.42), afirman los autores.

Para entender en qué consiste la oposición entre burguesía y proletariado, es necesario analizar las características de cada sector. Así, se entiende que la burguesía designa a la clase de los capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social, y emplean trabajo asalariado. En este punto, ser dueño de las herramientas, la maquinaria y los recursos aseguran la pertenencia a esta clase social dominante, que requiere del trabajo asalariado de la clase obrera. Así, el proletariado abarca a los trabajadores modernos que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo, es decir, su capacidad de trabajar para poder existir.

En una lectura más superficial, es posible pensar que ambas clases sociales pueden coexistir armónicamente en el capitalismo de Marx y Engels. De alguna manera, la burguesía necesita una clase obrera que trabaje el capital y perpetúe sus riquezas, mientras que el proletariado depende de un salario para poder vivir. Sin embargo, esta convivencia no es pacífica por un elemento fundamental: el proletario pierde una parte de sí mismo al vender su fuerza de trabajo a la burguesía. En palabras de los autores, “el obrero, obligado a venderse en trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado” (p.51). La metáfora “venderse en trozos” da cuenta de la creciente deshumanización que sufre el obrero bajo el dominio burgués; ya no es dueño de su trabajo ni de su tiempo, sino que se encuentra también sometido al mercado, como un objeto cualquiera. Esto se ve en la discusión por el salario: para seguir siendo una ganancia para la burguesía, el salario del obrero debe únicamente garantizar las necesidades básicas del trabajador.

En esta apreciación, se ven entrecruzados dos tópicos fundamentales del Manifiesto: la riqueza y la desigualdad. Para Marx y Engels, a la clase capitalista le interesa maximizar la desigualdad; al dar a los miembros del proletariado solo el mínimo necesario para su supervivencia y su trabajo continuo, la burguesía impide que la clase obrera acumule riqueza propia, haciendo imposible a su vez que los trabajadores adquieran un verdadero poder o una voz propia en la sociedad. Por lo tanto, una de las principales motivaciones del manifiesto es abordar la desigualdad alimentada por la distribución de la riqueza.

Además, la riqueza garantiza también el manejo del poder político. “La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitantes del país (....). Este proceso tenía que conducir, por fuerza lógica, a un régimen de centralización política” (p.48), afirman Marx y Engels. En esta apreciación, se ve que la política no es una entidad separada de la burguesía, sino que es una de las formas en las que la clase dominante ejerce el poder sobre la sociedad. Así, la centralización política responde específicamente a las necesidades de la burguesía.

En este capítulo, surge otro elemento crucial del argumento de Marx y Engels, que es la importancia del trabajo:

La industria moderna ha convertido al pequeño taller del maestro en la gran fábrica del magnate capitalista (...). Los obreros, soldados rasos de la industria, trabajan bajo el mando de toda una jerarquía de sargentos, oficiales y jefes. No son sólo siervos de la burguesía y el Estado burgués sino que están todos los días y todas las horas bajo el yugo esclavizador de la máquina, del contramaestre, y sobre todo, del industrial burgués dueño de la fábrica (p.52).

Para los autores, la transformación del feudalismo a la modernidad obligó a los trabajadores a abandonar la destreza artesanal y los conocimientos específicos que requería su tarea. Ahora, la clase capitalista pretende acabar con estos métodos de fabricación más lentos con el objetivo de maximizar sus ganancias. Esta mirada deja ver que, para Marx y Engels, el trabajo debe ser algo más que el dinero que se obstiene a cambio; debe enriquecer a los individuos de una manera espiritual y comunitaria. Sin embargo, la división de la tarea productiva que defiende la burguesía borra esa dimensión enriquecedora que tenía el trabajo en las etapas precapitalistas. Así, el trabajo obrero es dividido en tareas pequeñas y poco cualificadas. Esto es ventajoso para la clase capitalista, porque amplía el conjunto de trabajadores disponibles y, al hacerlo, devalúa ese trabajo. En este sentido, la elección de términos vinculados con el mundo militar es oportuna: en el mundo laboral, rigen las autoridades y jerarquías a las que se deben rendir pleitesías, tal como ocurre en el ejército. Además, la simplificación de la tarea laboral permite reducir los salarios: cuantas más personas puedan realizar una determinada tarea servil, menos tendrá que ofrecerles la burguesía para realizar el trabajo. Entonces, esta clase social alienta el desarrollo tecnológico porque facilita la explotación del proletariado.

Además, llamar a los obreros “soldados rasos de la industria” tiene también otro significado. Marx y Engels sugieren que el proletariado puede convertirse en una fuerza revolucionaria si se organiza adecuadamente, tal como lo hacen las milicias con sus soldados. En este punto, se menciona uno de los elementos fundamentales de las tesis del Manifiesto. Paradójicamente, la burguesía crea al proletariado como condición de su propio desarrollo pero, simultáneamente, este conducirá a la destrucción de la clase dominante. En palabras de los autores, “al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre la que produce y se apropia de lo producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores” (p.60).

Esta afirmación trae también una incógnita: ¿cómo hará el proletariado para eliminar a la clase dominante? Para intentar develar este interrogante, los autores plantean que es fundamental “la unión obrera” (p.55). Para poder garantizar el triunfo, el proletariado debe ser un movimiento colectivo y no individual. En este sentido, el Manifiesto como texto cumple un rol fundamental. Marx y Engels escriben esta obra con el ideal de que la clase obrera pueda leerlo y así reconocer las circunstancias de su propia opresión. Esto pone en relieve que el texto tiene una dimensión práctica: busca que el proletariado pueda transformar su realidad luego de entender el contexto de explotación en el que vive.