Manifiesto del Partido Comunista

Sinopsis

El Manifiesto del Partido Comunista se divide en un preámbulo y cuatro capítulos: «I. Burgueses y proletarios», «II. Proletarios y comunistas», «III. Literatura socialista y comunista» y «IV. Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición». La mayoría de ediciones modernas van acompañadas de varios prefacios escritos por Marx y Engels para diversas ediciones publicadas entre 1872 y 1893. En estos los autores analizan los eventos sucedidos de la época, prefiriendo conservar la redacción original como un documento histórico cuyos principios han quedado a trozos anticuado, ya que su aplicación dependerá de las circunstancias históricas existentes, pero substancialmente exactos en líneas generales.

Capítulo I: Burgueses y proletarios

Karl Marx y Friedrich Engels.
"Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo".

Con esta famosa frase empieza el preámbulo del manifiesto, reconociendo a los comunistas como una fuerza reunida en Europa que se opone a la leyenda del fantasma con un manifiesto del partido que expongan sus conceptos, fines y tendencias.

“La historia de toda la sociedad hasta ahora existente es la historia de lucha de clases”

El texto empieza desarrollando la concepción materialista de que la historia de la sociedad humana[nota 1]​ es una historia de luchas de clases opresoras y oprimidas, anotando que "dentro de cada una de esas clases todavía nos encontramos con nuevos matices y gradaciones". La sociedad actual tiende a dividirse entre dos grandes clases antagónicas: la burguesía (clase dominante) y el proletariado (clase oprimida).

Al "contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente", la burguesía "no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social." Y en este desarrollo incesante de las fuerzas productivas Marx y Engels vaticinan que la época de la burguesía tiene un límite en las propias relaciones de producción burguesas.[4]​

En los párrafos siguientes, Marx y Engels describen el mundo industrial en el que vive el proletariado, la tendencia de las clases medias empobrecidas a engrosar sus filas, y la historia de su lucha contra el régimen burgués de producción, que ha ido desde la confrontación aislada entre obreros y burgueses individuales hasta llegar a la confrontación de las dos clases. Explican cómo la industrialización y la división del trabajo produce una alienación del trabajador al quitarle todo carácter autónomo, obligándolo "a venderse a trozos" como una mercancía cualquiera[nota 2]​ y volviéndolo "en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje". Es el mismo desarrollo acelerado de la industria el que nivela las condiciones obreras, cohesiona a los proletarios y presenta su asociación de clase como primera necesidad para la lucha por sus intereses sociales, contrarios a los de la clase de los burgueses. Finalmente, es cuando la lucha de clases se vuelve tan violenta y tan clara "una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria".

Sin embargo, la revolución proletaria no tiene objetivos similares a los que tuvo la revolución burguesa:

"Todas las clases que le precedieron y conquistaron el Poder procuraron consolidar las posiciones adquiridas sometiendo a la sociedad entera a su régimen de adquisición. Los proletarios sólo pueden conquistar para sí las fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de los demás. (...) Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial."

Los autores terminan este capítulo señalando la desaparición de la burguesía y la victoria del proletariado como "igualmente inevitables" debido a la incapacidad de la burguesía para elevar las condiciones de vida del proletariado que, lejos de ello, decaen constantemente producto del desarrollo de la gran industria dentro del régimen de producción burgués.

Capítulo II: Proletarios y comunistas

Caricatura estadounidense de 1911 "Pyramid of Capitalist System" que representa la lucha de clases.

Los autores dejan claro que los comunistas son parte del movimiento proletario y no se encuentran por encima de él. Lo que los distingue del resto del movimiento proletario es destacar en cada acción los intereses comunes que tienen los proletarios de todas las naciones.[6]​

Todas las relaciones de propiedad han sufrido constantes cambios históricos (como la abolición de la propiedad feudal tras la Revolución francesa). Los autores describen la teoría del comunismo empezando por resumirla en la fórmula: "abolición de la propiedad privada", pero aclarando que no se refieren a la abolición de la propiedad en general, sino de la propiedad privada burguesa[nota 3]​, que resulta de la explotación capitalista.[8]​

A continuación, en forma polémica, los autores responden a "los reproches de la burguesía contra el comunismo": abolición de la propiedad, del trabajo, de la familia, de la nacionalidad, de la individualidad, etc. La respuesta a cada objeción aclara que lo que se busca abolir es la forma burguesa que adoptan todas estas instituciones. Rechazan que al abolir la propiedad privada los trabajadores se volverían vagos o que "se colectivizarían a las mujeres", porque ya dentro del capitalismo, aquellos que trabajan no ganan nada, y la burguesía ha establecido un sistema de saqueo sexual al tener a las viudas e hijos del proletariado a su disposición.[9]​ Tampoco se quiere abolir la patria, ya que "los trabajadores no tienen patria".[nota 4]​

En cada caso los autores demuestran cómo estas acusaciones tópicas contra el comunismo, cuando no son directamente calumnias, son una defensa más o menos velada de los intereses de clase de la burguesía haciéndolos pasar por intereses de toda la sociedad.

Más adelante los autores señalan la base de las ideas de cada época en "las condiciones de vida, las relaciones sociales, la existencia social del hombre", desmintiendo la existencia de "verdades eternas", y concluyendo "Las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas propias de la clase imperante".

Como terminación de este capítulo, Marx y Engels vuelven al punto de la conquista del poder político por el proletariado como primer paso de la revolución obrera. Señalan como tarea del proletariado erigido en clase dominante el centralizar los medios de producción "en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante".[nota 5]​

A continuación los autores esbozan un programa general de 10 propuestas de expropiaciones, políticas fiscales, medidas jurídicas y reorganización de la economía y de la educación a ser aplicado por el proletariado erigido en clase dominante. Que son las siguientes:[10]​[nota 6]​

  1. Expropiación de la propiedad de la tierra y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado.
  2. Fuertes impuestos progresivos.
  3. Supresión del derecho de herencia.
  4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrantes y sediciosos.
  5. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital estatal y monopolio exclusivo.
  6. Centralización del transporte en manos del Estado.
  7. Multiplicación de las fábricas nacionales, de los medios de producción, roturación y mejora de terrenos con arreglo a un plan colectivo.
  8. Proclamación del deber general de trabajar; creación de ejércitos industriales, principalmente en el campo.
  9. Articulación de las explotaciones agrícolas e industriales; tendencia a ir borrando gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad.
  10. Educación pública y gratuita de todos los niños. Abolición del trabajo infantil fabril en su forma actual. Unificación de la educación con la producción material, etc.[nota 7]​

Es importante señalar que estos principios se referían en el contexto de Alemania e Inglaterra por aquél entonces. En el prólogo de la edición alemana de 1872, Marx y Engels declaran que la aplicación de estos 10 principios dependerá de las circunstancias históricas existentes, razón por la que no se hace especial hincapié al final del capítulo, llegando incluso a admitir que:

"Si tuviésemos que formularlo hoy [nota 8]​, este pasaje presentaría un tenor distinto en muchos respectos. Este programa ha quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años [...]" PRÓLOGO DE MARX Y ENGELS A LA EDICIÓN ALEMANA DE 1872

Por último matizan que, si bien el proletariado, en lucha contra la burguesía, se ve obligado a la conquista del poder político, una vez "hayan desaparecido las diferencias de clase y toda la producción esté concentrada en manos de la sociedad", la hegemonía política de clase del proletariado dejará de ser necesaria, "Y a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos."

Capítulo III: Literatura socialista y comunista

Entre la nebulosa de propuestas socialistas de la época, los autores del Manifiesto destacan varias tendencias que clasifican en tres: el socialismo reaccionario, el socialismo burgués o conservador, y el socialismo y comunismo crítico-utópicos.

Socialismo reaccionario

Por socialismo reaccionario Marx y Engels entendían a aquellas variantes de socialismo que, pretendiendo representar intereses obreros, representaban intereses de clases pre-capitalistas.

En el socialismo feudal, se trataba de los sectores de la aristocracia desplazada del poder por la burguesía, con los que confluían sectores del clero.

En el socialismo pequeñoburgués, se trata de sectores de las clases medias, condenadas a engrosar el proletariado, que critican al régimen burgués desde los intereses de los pequeños burgueses y los campesinos. Como su principal representante, señalan a Sismondi. Sus méritos residen en la crítica correcta del régimen de producción burgués y sus consecuencias antisociales. Pero en cuanto a sus propuestas positivas, no pasan de un retorno a los antiguos medios de producción y de cambio, con el modo de vida asociado a ellos.

Por último, el socialismo alemán o "verdadero socialismo" surge a partir de la importación en Alemania de la literatura socialista y comunista francesa. Pero como en Alemania las condiciones sociales eran bastante más feudales que las francesas, esto resultó en una asimilación puramente literaria del socialismo en el marco de una conciencia filosófica reaccionaria. "Y así, donde el original desarrollaba la crítica del dinero, ellos pusieron: “expropiación del ser humano”; donde se criticaba el Estado burgués: “abolición del imperio de lo general abstracto”, y así por el estilo. ".

Socialismo conservador o burgués

Esta ideología proviene de la sensibilización de parte de la burguesía ante el sufrimiento del proletariado y un intento de mitigar estas injusticias para conservar el orden social burgués.

"Se encuentran en este bando los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficencia, las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya.
Véase también: Socialismo conservador

Socialismo y comunismo crítico-utópicos

En este socialismo se encuentran las doctrinas y sistemas características de los primeros choques del proletariado como clase contra el régimen burgués, presentes en Saint-Simon, Fourier y Owen. Estas doctrinas realizan una crítica medianamente correcta del mundo burgués y profesan "un ascetismo universal y un torpe y vago igualitarismo" y diseñan modelos de sociedades futuras de carácter utópico "dejándose llevar por los primeros impulsos, puramente intuitivos, de transformar radicalmente la sociedad".

Véase también: Socialismo utópico

Capítulo IV: Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición

Viñeta "The hand that will rule the world" del periódico Solidarity (1917).

En este breve último capítulo -que ya en el prólogo de 1872 los autores señalan como desactualizado debido a la desaparición de muchos de los "partidos de oposición" aquí nombrados y a los cambios económicos y políticos ocurridos desde su publicación- Marx y Engels hacen un esbozo de la táctica que deben seguir los comunistas en el contexto político de varios países de Europa: en donde no sea posible llevar a cabo directamente su objetivo, situarse de parte de los partidos más progresistas y contra los más reaccionarios, sin por ello perder su independencia programática y organizativa.

Resumiendo: los comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante.

Este capítulo, y el manifiesto, termina con la siguiente arenga:

Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!.

Marx y Engels explican en el prólogo de 1882 que el manifiesto no toma en consideración los países de Rusia y los Estados Unidos porque "ambos venían a ser, pues, bajo uno u otro aspecto, pilares del orden social europeo" pero luego se industrializaron de forma rápida en los años siguientes, lo que permitió el surgimiento de un movimiento obrero en esos países. Ambos consideran que Estados Unidos "echará por tierra el monopolio industrial de que hoy disfruta la Europa occidental"; y que Rusia "forma la avanzada del movimiento revolucionario de Europa".

Ahora bien -nos preguntamos-, ¿puede este régimen comunal del concejo ruso, que es ya, sin duda, una degeneración del régimen de comunidad primitiva de la tierra, trocarse directamente en una forma más alta de comunismo del suelo, o tendrá que pasar necesariamente por el mismo proceso previo de descomposición que nos revela la historia del occidente de Europa? La única contestación que, hoy por hoy, cabe dar a esa pregunta, es la siguiente: Si la revolución rusa es la señal para la revolución obrera de Occidente y ambas se completan formando una unidad, podría ocurrir que ese régimen comunal ruso fuese el punto de partida para la implantación de una nueva forma comunista de la tierra.

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