Las flores del mal

Las flores del mal Resumen y Análisis "Cuadros parisinos"

En esta segunda parte del libro, el yo lírico retrata los nuevos personajes y el nuevo funcionamiento de la París de la modernidad. Aquí, el yo lírico desarrolla una gran empatía con los personajes marginales: los pobres, los enfermos, incluso los ciegos. Al igual que ellos, él se siente un marginal, ya que nadie respeta a los poetas. El tema más importante de esta segunda parte es, por supuesto, la modernidad y los cambios que genera en la sociedad. Se trata de una modernidad capitalista, fugaz, en la que nadie conoce a nadie, y los enfermos mueren en soledad.

"Cuadros parisinos" consta de 19 poemas y, en esta parte, Baudelaire explota al máximo su condición de flâneur.

"El sol"

Resumen

El yo lírico afirma que, cuando salga el sol, irá al barrio viejo (el barrio de los pobres), a ejercitar su poesía observando los efectos que allí genera el amanecer.

El poema consta de 3 estrofas irregulares: las dos primeras tienen 8 versos cada una, mientras que la última tiene 4 versos. Los versos, en el original francés, tienen rima consonante y son dodecasílabos (de 12 sílabas). La voz del yo lírico, en primera persona, representando al poeta, es la única que aparece en el poema.

Análisis

Este poema representa a la perfección el espíritu del flâneur (ver sección “Baudelaire: el flâneur” en esta misma guía). El yo lírico, con absoluta indolencia y cinismo, se dirige al barrio donde habitan los pobres para trabajar con su poesía: “voy a ejercitarme solo en mi fantástica esgrima/ oliendo en todos los rincones el azar de la rima/ tropezando con palabras como adoquines/ y dando a veces con versos hace mucho soñados” (p. 221).

Una vez que presenta su objetivo, el yo lírico afirma que el sol tiene la capacidad de avivar su mente para escribir mejores versos, a la vez que revive el espíritu de las cosas, incluso las más “abyectas”, como las casas humildes o los enfermos que se desplazan en muletas.

Ahora bien, es en la última estrofa donde aparece la idea del poema planteada directamente. El yo lírico está recitando versos sobre el sol y, de repente, afirma: “Cuando, como un poeta, desciende a la ciudad/ ennoblece la suerte de las cosas abyectas/ y entra como un rey, sin ruidos ni criados/ en todos los hospitales, en todos los palacios” (p. 221). He aquí la clave del poema: el poeta es como el sol. Tiene la fuerza de iluminar todo, de dar vida, de embellecer. Y, si en este poema el poeta elige dirigirse hacia el barrio pobre, es para demostrar que puede alcanzar todo con su pluma, incluso las cosas más abyectas.

El planteo novedoso de Baudelaire, que aparece claramente en este poema, es que el poeta no debe tener límites: ya no debe conformarse con la descripción romántica sobre lo elevado y lo bello, sino que puede y debe llegar a aquello que trajo la modernidad en París, como, por ejemplo, la pobreza, y encontrar la belleza allí. Ese acercamiento a París desde otro lugar, un lugar cercano a los habitantes y espacios nuevos de la ciudad, es lo que convierte a Baudelaire en el primer poeta moderno.

"A una mendiga pelirroja"

Resumen

El yo lírico describe la belleza de una mendiga. La imagina como una hermosa reina, llena de lujos y de admiradores; una reina que ahora no tiene nada más que su belleza, a la que él no puede devolverle esa riqueza fantasiosa pese a desearlo y, por lo tanto, le sugiere que vaya por la vida sin más adornos que la desnudez de su cuerpo.

El poema consta de 14 estrofas de 4 versos cada una. Los versos, en el original francés, tienen rima consonante y en cada estrofa los primeros 3 versos tienen 6 sílabas y el último, 4. La voz del yo lírico, en primera persona, representa al poeta y es la única que aparece en el poema.

Análisis

En el análisis de “El sol” dijimos que el planteo novedoso de Baudelaire es que el poeta debe ampliar sus límites y ser capaz de encontrar poesía en la modernidad, en la pobreza que trae consigo, en los nuevos personajes de la ciudad. ¿Qué mejor ejemplo para confirmar este planteo que el poema “A una mendiga pelirroja”? Si en “El sol” el yo lírico afirma que va a ejercitar la belleza de su poesía junto a la pobreza, aquí esa afirmación se vuelve un hecho y, ya en la primera estrofa, la belleza y la pobreza aparecen unidas: “Niña blanca de cabellos rojos/ en quien la ropa por sus agujeros/ deja ver la pobreza/ y la belleza” (p. 223). Luego de esa introducción de la mendiga, el yo lírico empatiza con ella llamándose a sí mismo “poeta débil” y, exaltando su romanticismo, transforma desde su óptica y su imaginación a la mendiga en una reina.

En esa transformación se puede encontrar una de las claves de la poesía de Baudelaire: todo aquello que fue noble y hermoso y que los poetas encontraron por siglos en la nobleza, ahora está en las calles, en la pobreza. El poeta moderno tampoco le pertenece más a esa nobleza; no es un gran caballero sino un sujeto débil que se iguala a esa mendiga, que se enamora de ella. El poeta moderno no encuentra más la belleza en todos esos adornos de la clase acomodada; la encuentra en la pureza y la simplicidad de la nada. Por eso mismo, en la última estrofa, le dedica a la mendiga unos versos que bien le podría dedicar a su propia poesía: “Ve entonces sin otro adorno/ perfume, perlas, diamantes/ que no sea tu flaca desnudez/ ¡oh, mi belleza!” (p. 227).

"Los ciegos"

Resumen

El yo lírico describe con asco y terror a los ciegos que están en la ciudad. Afirma que sus ojos “sin chispa” siempre apuntan hacia el cielo y nunca hacia el suelo, mientras avanzan por la oscuridad en medio de los cantos, las risas de la ciudad. Finalmente, el yo lírico se hermana con ellos, aunque no puede comprender qué es lo que buscan los ciegos en el cielo.

Este poema es un soneto. Tiene 14 versos, distribuidos en 2 estrofas de 4 versos cada una, y en 2 estrofas de 3 versos cada una. Su rima es consonante. La voz del yo lírico, en primera persona, es la única que aparece en el poema.

Análisis

Nuevamente, el yo lírico se siente atraído por personajes débiles de las calles parisinas, y unido a ellos. Esta vez, no es atraído por la belleza de una mendiga, sino por el horror y el misterio que emanan los ciegos.

En este poema se ve claramente que la poesía de la modernidad planteada por Baudelaire no solo busca un nuevo modo de concebir la belleza, sino que también pretende encontrar algún tipo de verdad en aquello que horroriza, una verdad que vaya más allá de la mediocridad parisina y que le permita al poeta conectar con algo superior. La figura de los ciegos atrae al yo lírico, precisamente, por estar en medio de esa mediocridad y, sin embargo, no pertenecer a ella. El yo lírico los describe como si fueran fantasmas que recorren la ciudad: “Atraviesan así la negrura ilimitada/ esa hermana del silencio eterno. ¡Oh ciudad!/ mientras cantas, ríes y ruges entre nosotros” (p. 245).

Esos ciegos que están pero no están se asemejan, además, al yo lírico, ese poeta que atraviesa la ciudad sin ser comprendido por los seres vulgares, sin participar de sus actividades mediocres, pero siempre entre ellos como un flâneur. Ese poeta es, también, una especie de fantasma. Sin embargo, entre ambos hay una gran diferencia: los ciegos tienen o parecen tener algo que el poeta no tiene y, por eso mismo, se siente atraídos por ellos: una conexión con algo que está más allá y que los hace apuntar sus ojos al cielo aunque no puedan ver nada: “¡mira!, ¡yo también me arrastro!, más brutal que ellos/ y digo: ‘¿Qué buscan en el Cielo todos estos ciegos?’” (p. 247). En esa pregunta sin respuesta aparece la desolación del poeta moderno que, en esta segunda parte del libro, a diferencia de lo que sucede en "Spleen e Ideal", parece haber perdido toda posibilidad de conectarse con algo que lo eleve, y se siente totalmente solo, abandonado, en medio de los nuevos cuadros parisinos.

"A una que pasa"

Resumen

El yo lírico está aturdido, en las calles ensordecedoras, cuando, de manera fugaz, pasa una mujer ágil y noble que lo atrae enormemente. Cruzan miradas por un instante. Luego ella sigue su camino y él queda lamentándose porque no la verá más.

Este poema también es un soneto. La voz del yo lírico, en primera persona, es la única que aparece en el poema.

Análisis

En este poema, Baudelaire capta otro aspecto de la modernidad: la fugacidad. En la nueva urbe, hay muchísima más gente, más urgencia, más sitios a donde ir. Las calles están llenas de desconocidos que van de un lado a otro. Entre esos desconocidos que van a sitios desconocidos, aparece esa mujer fugaz que inmediatamente despierta un gran deseo en el yo lírico. La contradicción terrible y dolorosa que se genera aquí es que la mujer es fugaz en su paso, pero deja un deseo que perdurará en el yo lírico: “¿no voy a verte otra vez salvo en la eternidad?/ ¡En otra parte, muy lejos! ¡muy tarde, quizá nunca!/ Porque ignoro adónde huyes, y tú no sabes dónde voy/ ¡Oh tú, a quien hubiera amado, oh tú que lo sabías!” (p. 249).

Así como en otros poemas Baudelaire busca la belleza poética en la pobreza y el horror de la modernidad, aquí la busca en la fugacidad de la modernidad. El yo lírico no describe simplemente lo fugaz; se enamora de lo fugaz, lo eterniza dentro de él. Eso que le sucede al yo lírico es lo que Baudelaire pretende con su poesía: encontrar lo eterno en lo transitorio.

Para finalizar, es importante destacar que esa mujer fugaz que despierta el deseo del yo lírico no es simplemente una mujer hermosa, sino que además está de luto, es decir, se le nota el dolor. Es ese dolor relacionado con la muerte lo que la destaca entre toda la gente común; es ese dolor la fuente de la atracción del yo lírico.

"Crepúsculo de la tarde"

Resumen

El yo lírico narra la llegada de la noche en la ciudad. La destaca, primero, como un descanso para aquellos que han trabajado durante el día, pero luego se expande, describiéndola como el hábitat natural de los demonios malignos, y el escenario cotidiano de la prostitución, el robo y la enfermedad.

El poema consta de 3 estrofas irregulares; la primera, de 4 versos; la segunda, de 32, y la última, de apenas 2 versos. En el original francés, tienen rima consonante y son dodecasílabos (12 sílabas). La voz del yo lírico, en primera persona, es la única que aparece en el poema.

Análisis

Este poema es la contracara de “El sol”, primer poema analizado en esta sección. En “El sol”, el yo lírico describe la vitalidad y la belleza que el día lleva a todos los lugares de la ciudad, incluyendo los hospitales. Aquí, el yo lírico describe la mortalidad y la putrefacción que trae la noche, y también termina el poema en los hospitales.

Lo más interesante de este poema es cómo Baudelaire describe el funcionamiento de la noche desde la lógica de la modernidad y del capitalismo: “Mientras tanto, demonios malsanos se despiertan/ en la atmósfera, pesados, como hombres de negocios” (p. 253). Así como durante el día la ciudad moderna se mueve al ritmo de los negocios y los comerciantes, de noche lo hace al ritmo de las prostitutas y los ladrones, los “hombres de negocios” de la oscuridad.

La descripción del yo lírico intenta darle al lector un panorama completo de todo lo que sucede en la noche, en la que solamente unos pocos descansan (los obreros y los sabios), y la gran mayoría se vuelve salvaje. La ciudad se llena de los ruidos propios de la noche: “Aquí y allá se oye el silbido de las cocinas/ el chillido de los teatros, el retumbar de las orquestas” (p. 253). Y de repente, el yo lírico detiene esa descripción frenética, le pide a su alma no escuchar el rugido de la ciudad, y vuelca su descripción hacia los enfermos. Allí, con un ritmo más lento, describe cómo, mientras todos están de fiesta, la Noche los está estrangulando, cómo el hospital se llena de suspiros. El yo lírico termina afirmando que la gran mayoría de estos enfermos jamás ha vivido; no han conocido la dulzura del hogar. Con este final, Baudelaire subraya la crueldad de la vida moderna y capitalista, donde el pecado vive cada noche por doquier, mientras que muchos hombres mueren sin siquiera haber vivido.

"Sueño parisino"

Resumen

En la primera parte del poema, el yo lírico describe un sueño que tuvo, en el que la ciudad era una especie de gran palacio construido en metal y mármol, con grandes cascadas y estanques de agua. En la segunda parte, el yo lírico cuenta la frustración que siente al despertar y encontrarse con sus preocupaciones cotidianas y el triste mundo de siempre.

El poema consta de 14 estrofas de 4 versos cada una. 13 de esas estrofas conforman la primera parte, mientras que la segunda parte tiene una sola estrofa. Los versos, en el original francés, tienen rima consonante y son octosílabos (8 sílabas). La voz del yo lírico, en primera persona, es la única que aparece en el poema.

Análisis

Llegando al final de esta parte del libro, aparece este extraño cuadro parisino: un sueño. Es como si Baudelaire ya se diera por satisfecho con la descripción que hizo de la ciudad moderna y ahora le presentara al lector la ciudad soñada. ¿En qué consiste esa ciudad soñada? Es un regreso a lo noble. Aunque a lo largo de toda la obra Baudelaire manifieste que no se debe hacer poesía mirando hacia el pasado noble, aquí sí se da el permiso de hacerlo. Esa nobleza aparece fundamentalmente en que la ciudad, “Babel de escaleras y pasajes/ era un palacio infinito” (p. 271). Ese palacio, además, está construido puramente de mármol y metal. Es un palacio imponente, prolijo, pulcro, atravesado por aguas cristalinas que caen en formas de cascadas, o brillan en fuentes y estanques. Allí lo moderno no existe. No hay muchedumbre (no hay ni una sola persona en todo el sueño), no hay podredumbre (el agua no es oscura como en París) y, sobre todo, no hay ruido: “Y sobre las maravillas en movimiento/ se cernía (¡terrible novedad!/ ¡todo para los ojos, nada para el oído!)/ un silencio de eternidad” (p. 273).

Hay dos elementos que no aparecen en esta ciudad soñada y que llaman particularmente la atención: lo vegetal y el sol. Llaman la atención porque son elementos naturales, más relacionados con la pureza del agua que con la podredumbre moderna. ¿A qué se debe esta ausencia? En relación a lo vegetal, el mismo yo lírico afirma que “Por un capricho peculiar/ había dejado fuera del espectáculo/ al vegetal irregular” (p. 269). Es decir, la ausencia de lo vegetal es un capricho típico de sueño, pero también se relaciona con lo irregular: todo en este palacio es regular, simétrico y perfecto. Las formas vegetales escapan siempre a la simetría. En relación al sol, el yo lírico describe con alegría su ausencia porque los elementos del palacio brillan por sí solos. Pero esa alegría se termina de comprender en la segunda parte del poema, cuando el yo lírico despierta, siente sobre sí las preocupaciones malditas, y ve cómo en la ciudad suena “brutalmente” el mediodía. Es decir, la presencia del sol trae consigo lo real, el tiempo, el ruido brutal de lo moderno.