La invención de Morel

La invención de Morel Temas

El alma

En la novela, el alma aparece en relación a la noción de vida y de muerte. Constituye el núcleo problemático del invento de Morel. Las mismas máquinas con las que se buscaba la inmortalidad o eternidad acaban con la vida de las personas "emisoras".

Cuando Morel presenta su invento, afirma que las imágenes que proyecta tienen alma. Por eso afirma que sus máquinas hacen aparecer a esas personas grabadas de forma completa. Utiliza el ejemplo de Madeleine y dice que si ella aparece a la vista, al oído, al sabor, al olfato, al tacto, entonces lo que aparece es Madeleine. Dice: “Congregados los sentidos, surge el alma” (p.107). Morel acaba afirmando que el hecho de que sus imágenes tengan alma puede comprobarse en los efectos de la máquina sobre las personas, animales y vegetales que sirvieron de origen a ellas.

En un momento, esta teoría es cuestionada por el fugitivo, que afirma que las imágenes no están vivas y que ese fracaso comprueba que, para lograr la inmortalidad, no se debe intentar conservar lo que atañe al cuerpo, sino a la conciencia. Luego, reflexiona acerca de lo dicho por Stoever acerca de que las personas grabadas por la máquina mueren poco después. El narrador evoca la creencia de los pueblos que se resisten a ser representados en imágenes por miedo a que el alma abandone su cuerpo y vaya a la imagen. El final de la novela parece dar fe a esa postura: el fugitivo decide grabarse para eternizarse junto a Faustine, provocando así su propia muerte.

La idea del alma y su relación con la inmortalidad es uno de los temas centrales de la novela.

El amor y la soledad

A lo largo de la novela, el amor aparece contrapuesto a la soledad en una relación análoga a la existente entre la vida y la muerte. En una ocasión, el fugitivo reflexiona sobre porvenires posibles: “La compañía de la mujer, la soledad (o sea la muerte en que pasé los últimos años, imposible después de haber contemplado a la mujer)" (p.50). En esta frase, establece una relación directa entre ambos conceptos: él estaba muerto porque estaba solo. Esa misma asociación exhiben, por ejemplo, las inscripciones con las que el fugitivo intenta acompañar su "jardincito", obsequio a su amada Faustine: “Mi muerte en esta isla has desvelado” (p.51) o “Ya no estoy muerto: estoy enamorado” (p.52).

En un momento, sin embargo, afirmará lo contrario, es decir, que no se puede estar muerto mientras se esté solo, porque no hay cómo notarlo. Por ejemplo, cuando cree desaparecida a Faustine, dice que ya no tendría sentido suicidarse, porque no gozaría de "la anacrónica satisfacción de la muerte" (p.67). En esa expresión puede leerse que la muerte es incluso pensada por él como un gesto hacia el ser amado. Se podría leer de este mismo modo la decisión final del fugitivo, de sacrificar su vida física para eternizarse junto a Faustine, en un movimiento similar al realizado antes por Morel.

La representación

El invento de Morel, que consiste en proyectar imágenes de personas, animales, vegetales, astros, previamente grabados, problematiza el tema de la representación. Una de las cuestiones que gira alrededor de esa invención es qué tan fieles son esas imágenes a sus originales, es decir, si pueden representar la totalidad de lo representado. En el caso de las personas, lo problemático tiene que ver con en qué medida esas imágenes viven y, por lo tanto, en qué grado pueden representar la vida. El fugitivo reflexiona en un momento acerca de esto y afirma que las imágenes no tienen vida, porque no tienen más conciencia que la que las personas tuvieron al momento de ser grabadas. De hecho, una de sus propuestas implica inventar una máquina que permita saber si esas imágenes piensan y sienten.

Respecto a las imágenes, se puede encontrar también la idea de representación aunque en otro nivel: el fugitivo se pregunta, en más de una ocasión, si todo eso no será una representación que tiene el fin de atraparlo y denunciarlo.

El tema de la representación aparece, también, en la "obra" que el fugitivo prepara para su amada. Mediante flores, intenta representar a Faustine y a él mismo a sus pies. Cuando se arrepiente de su "jardincito", dice que él no es el hombre que ese jardincito hace creer, es decir, que su obra no lo representa. Aún otro modo de representación podría constituir el diario del fugitivo, dado que él lo plantea como un "informe" en el que intentará registrar con fidelidad los hechos sucedidos. La "veracidad" de ese documento es sútilmente cuestionada por momentos por un "Editor" que realiza notas al pie.

Cabe destacar que toda la novela puede, también, considerarse una instancia de representación. En este sentido, el hecho de que el tema esté explícitamente problematizado en la novela advirtierte una posible reflexión acerca del estatuto mismo de la literatura.

Lo real y lo irreal

La novela problematiza la posibilidad de distinción entre lo real y lo irreal. Tal como lo demuestra, durante gran parte de la narración, el comportamiento del fugitivo en relación a las imágenes, Morel afirma en su conferencia que nadie podría diferenciar a las imágenes de las personas reales. De hecho, el fugitivo dice sobre las primeras apariciones que se trataba de hombres tan reales como él mismo. Cabe preguntarse, en relación a esto, qué nivel de realidad habita en esas imágenes: el fugitivo se enamoró perdidamente de una de ellas, es decir, una imagen irreal logró, de todos modos, producir un efecto o un sentimiento real en una persona real.

El problema de lo real y lo irreal aparece en boca del narrador en varios momentos de la trama. Al comienzo, el fugitivo oscila entre temer a las imágenes y pensar que quizás sean alucinaciones de él. Luego de escuchar las palabras de Morel sobre el invento, afirma: "Nuestros hábitos suponen una manera de suceder las cosas, una vaga coherencia del mundo. Ahora la realidad se me propone cambiada, irreal. Cuando un hombre despierta o muere, tarda en deshacerse de los terrores del sueño, de las preocupaciones y de las manías de la vida. Ahora me costará perder la costumbre de temer a esta gente" (p.97). En cierto modo, lo que se afirma en esta frase es que la "realidad" parece ser una cuestión de costumbre, de hábito, y que por lo tanto puede modificarse.

Este tema se presenta también en el modo en el que está construido el relato. El lector de la novela pueda dudar de las palabras del narrador, que se constituye como uno no fiable: él mismo se presenta como alguien enfermo, que ha padecido experiencias traumáticas, que se alimenta de plantas venenosas. Todos esos elementos permiten dudar acerca de la realidad de lo registrado por el narrador.

El encierro

Muchos de los padecimientos del protagonista de la novela giran alrededor del tema del encierro. En primera instancia, el fugitivo llega a la isla porque estapa de una condena a prisión perpetua. Sin embargo, la isla tambíen consituye un encierro en sí misma, estando en medio del océano y sin medios para llegar a salvo a otro lugar. Por otro lado, el temor al calabozo no se esfuma, ya que en varias ocasiones el narrador siente temor de que los "intrusos" lo delaten a la policía o que, incluso, las escenas de las imágenes sean una representación, una estrategia de complot cuyo fin es llevarlo a prisión.

Hay momentos de la trama que llevan este tema a un extremo, como aquel en que el fugitivo queda encerrado en el cuarto celeste, debido a que no puede romper la pared proyectada. Pasa así una noche entera sufriendo la asfixia y recordando la carta de un capitán que murió encerrado en su submarino.

La repetición

Entre todos los atributos de las imágenes, el único aspecto sobre el cuál el fugitivo modifica su opinión es el relacionado al tema de la repetición. Después de la conferencia de Morel, siente repulsión por la repetición a la que las imágenes se ven condenadas. Pero luego, no solo se acostumbra a ellas, sino que ve de un modo positivo su “eternidad rotativa” y considera incluso su propia cotidianidad como “irreparablemente casual”. En relación a esto, cabe destacar que cuando presencia la conversación entre Morel y Faustine, y observa que es idéntica a la que tuvieron días atrás, inmediatamente reflexiona sobre la naturaleza repetitiva de lo humano. Es decir, no lo lee, en primera instancia, como un fenómeno extraño a la especie.

La decisión final del protagonista es la de unirse a ese universo de la repetición, junto a las demás imágenes. Poco antes, había afirmado que Faustine le importaba más que la vida. Finalmente, sacrifica su vida (lineal, progresiva) por la eterna repetición junto a su amada.

Lo eterno o perpetuo

El fugitivo es un condenado a perpetua. Ese atributo del protagonista es muy significativo si se lo relaciona con el final de la trama, en la cual él acaba sacrificando su vida terrenal para unirse a la "eternidad rotativa" en la que existen las imágenes. De algún modo, podríamos interpretar que el fugitivo, efectivamente, no ha logrado escapar a su condena: ha huído de una perpetuidad para acabar siendo parte de otra.

La inmortalidad

La inmortalidad es uno de los temas que aparecen explicitados en la novela, en boca de distintos personajes. Constituye la principal preocupación, tanto del fugitivo como de Morel. Este último, incluso, propone el tema en la escena del comedor, quizás para "preparar" a sus compañeros para el anuncio que hará luego sobre su invención. Las máquinas de Morel, además, inmortalizan una semana en la vida de él y sus amigos.

El narrador muestra su preocupación sobre este tema desde apenas iniciado el relato. Luego, también, critica en relación a este tema ciertos aspectos del invento de Morel. Principalmente, la objeción que presenta el fugitivo tiene que ver con el hecho de qué es lo que se intenta "conservar" para la inmortalidad. Según su punto de vista, la atención se debería poner en "lo que atañe a la conciencia", y no a intentar mantener todo el cuerpo. Morel, en su conferencia, expone el punto de vista contrario: su punto de partida es congregar los sentidos, es decir, lo corporal.

El malthussianismo

El malthussianismo es un tema que aparece explícitamente en el discurso del narrador. En primera instancia, él mismo declara que planea escribir un libro en el cual elogiar la teoría de Malthus. Según se evidencia en diferentes reflexiones del narrador, lo que a él interesa de esa teoría es que comparte la misma preocupación acerca del fenómeno de la superpoblación. A grandes rasgos, lo que Malthus indicaba era que las guerras, pestes y demás catástrofes que acarrean numerosas muertes son necesarias para el control poblacional.

Este tema, en la novela, se relaciona con la idea que el fugitivo tiene acerca de la inmortalidad. Según él mismo expone, los intentos de los hombres por conseguir la inmortalidad no deben enfocarse en intentar conservar "todo el cuerpo", sino dirigirse a lo que atañe a la conciencia. Es decir, defiende la espiritualidad por sobre la materialidad. Esta idea del narrador sirve de base a una de las críticas que realiza al invento de Morel. En relación a esto mismo, cuando el fugitivo imagina una superposición de paraísos de imágenes creados por hombres de distintas eras, señala que se daría una superpoblación de imágenes y que, en determinado momento, y si hacen caso a la teoría de Malthus, los hombres deberían destruir esas máquinas porque necesitarían de la Tierra.

El doble

El doble, como tema literario, refiere a una construcción que gira en torno a la dualidad y el binarismo, en función de una lucha entre entidades opuestas pero identitarias a la vez. En esta novela aparecen imágenes que evocan el tema del doble. En general, radican en desdoblamientos del narrador, muchas veces asociados al paralelismo que la novela construye entre el fugitivo y Morel.

El fugitivo relata, por ejemplo, un sueño en el que juega al criquet, sabiendo que con su juego está matando a un hombre. De pronto, se da cuenta de que él mismo era ese hombre. Es decir, el desdoblamiento estaría dado por las figuras de víctima y victimario, y el narrador se identificaría con ambas. En otro sueño, la isla entera se le aparece como un manicomio cuyo director es Morel, aunque a veces él mismo es el director. Esta imagen es significativa en tanto contribuye a la idea de paralelismo entre el fugitivo y Morel. En este mismo sentido, cuando el fugitivo supone que el móvil que impulsó a Morel a inventar las máquinas es el amor por Faustine, detiene su especulación advirtiendo que quizás esté proyectando sus propios sentimientos en el otro.