La invención de Morel

La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 7-12

Resumen

Apartado 7

El narrador dice que hay una mujer que todas las tardes mira la puesta de sol. La describe: pañuelo de colores en la cabeza, manos juntas sobre una rodilla, piel dorada por el sol. Por sus ojos, cabello negro y busto, dice que parece una bohemia o española. Luego habla de los libros que piensa escribir. Afirma que le conviene, para su seguridad, prescindir del auxilio de cualquier otra persona.

Apartado 8

Dice el narrador que esa mujer le dio esperanzas, y que debe temer las esperanzas. Todos los días espera el momento de la tarde en que pueda mirar escondido a la mujer que toma sol. Dice que ella, con sensualidad gitana, le parece ridícula. Sin embargo, siente que si estableciera contacto con ella le sería de gran ayuda, como si se tratara de un amigo o una novia. Apunta que ese día lo irritó encontrarla con “ese falso tenista” (p.33). No pudo verla el día anterior porque aparecieron unos pescadores y debió huir para esconderse. Reflexiona, luego, sobre lo que está arriesgando: quizás esa mujer lo entregue a la policía.

Dice de sí mismo que está un poco viejo, sucio, con pelos crecidos. Y confiesa tener la esperanza de acercarse a esa mujer hermosa. Dice confiar en que lo difícil consista solamente en pasar la primera impresión.

Apartado 9

Registra que en quince días hubo tres grandes inundaciones, y que el día anterior casi muere ahogado. No sabe a qué atribuir estas “sorpresas” de las mareas. Agrega que sobrevivirá, como ha sobrevivido a la enfermedad y a circunstancias terribles.

Ya no hay provisiones en la despensa del museo. Inventó una trampa y logró comer pájaros. También raíces y plantas que sospecha venenosas. El lugar es malsano, pero dice que le hubiera parecido un paraíso meses atrás. Señala que los mosquitos duran todo el año.

Apunta a recuperar las herramientas, que están en el museo. Dice que quizás la gente que vio allí fueran alucinaciones.

Observa que el bote quedó fuera de alcance. Entiende que está preso en la isla, pero se pregunta si pudo irse alguna vez, ya que ese bote encierra un infierno: recuerda su viaje en que remó bajo el sol, sin agua, sin sombrero, enfermo, con pesadillas.

Dice que su vida está organizada: trabaja, distingue raíces comestibles de las venenosas, descansa y logra que no lo desvele pensar en Faustine.

Relata que el día anterior llovió y para buscar reparo se escondió en la capilla. Súbitamente aparecieron dos personas. Se escondió y en un momento empezó a oír música. Se asomó a la ventana y, través de la lluvia, vio a los veraneantes afuera. Habían sacado el fonógrafo del cuarto verde y estaban sentados en bancos o en el pasto, conversando, oyendo música y bailando en medio de la tempestad.

Apartado 10

Dice que ahora la mujer del pañuelo (Faustine) le resulta imprescindible. Decide que quiere dejar de esperar, de abandonar el largo purgatorio.

Rememora lo pasado en los últimos ocho días, desde la aparición de los habitantes de la isla. Respecto de la mujer, la vio, sintió que su enamoramiento era vulgar, luego volvió a verla y sintió que eso era lo único milagroso. Luego, por días, no la vio, debido a los pescadores y al “barbudo”, y luego la inundación. Anuncia que narrará lo que sucedió la tarde del día en que escribe.

Apartado 11

Está asustado y descontento de sí mismo. Espera que los intrusos vayan a buscarlo. De todos modos, no le preocupan los peligros, sino los “descuidos” que tuvo con Faustine y que podrían privarlo de ella para siempre. Cuenta que se bañó y fue a verla. Había planeado esperarla en las rocas para que ella, al llegar, lo encontrara abstraído en la puesta de sol. Así despertaría la curiosidad en ella y empezaría una conversación. Pero llegó muy tarde. En un paréntesis, refiere a la puntualidad que tenía cuando trabajaba en Caracas. Dice que arruinó todo el plan. Ella miraba el atardecer y él apareció bruscamente detrás de unas piedras.

Ella es algo más que una “falsa gitana” (p.42), dice. Ella se comportó como si no lo hubiera visto y “como posando para un fotógrafo invisible” (p.43). Él la miró escondido, luego apareció bruscamente y, sin embargo, nada en ella dio cuenta de su presencia. Le habló. No puede recordar lo que dijo. Renunció y se puso a mirar el atardecer. Volvió a hablar. Insistió, imploró. Terminó pidiéndole que lo insultara, o que lo delatara, pero que dejara de ignorarlo. No hubo ninguna reacción en ella. Se sintió insultado; ella demostró que no le temía. De noche, la mujer levantó sus cosas y subió a la colina.

Los hombres, registra, aún no han venido a buscarlo. Dice que quizás la mujer sea tan asombrosa que no haya comentado su aparición.

Apartado 12

Vio a la mujer y fue otra vez como si ella no lo hubiera visto. Él estaba mirando el poniente cuando ella llegó y caminó hacia él. Pudo haberla tocado y al pensarlo sintió horror, como si se tratara de tocar a un fantasma. Ella estuvo leyendo. Lo dejó, y él creía que iba a hablarle, pero no sucedió. Él se quedó callado. Apunta que nadie lo fue a buscar.

Luego reflexiona acerca de su propia inclinación a “prever las consecuencias malas, exclusivamente” (p.46). No debe tener esperanzas. Pero se le ocurre una idea. Descubre que podría obsequiarle flores. En la isla hay muchas. Se propone armar algo que denote afición a la jardinería.

Análisis

En estos apartados, aparecen los personajes de Faustine y de Morel, muy relevantes en la trama, aunque el narrador aún desconoce sus nombres. El narrador comienza a expresar su fascinación respecto de Faustine, a la vez que advierte cierto peligro en esa atracción. En esta instancia, ese peligro puede atribuirse a que la mujer, para el fugitivo, pertenece al grupo de los “intrusos”. Por otro lado, a lo largo de estos apartados se empiezan a evidenciar los sentimientos ambivalentes y contradictorios que tiene por Faustine: la encuentra hermosa y también ridícula; siente que le haría bien su compañía; luego dice no tener celos pero se molesta por la presencia de Morel, a quien en este entonces llama “falso tenista”. Es digno de mención que le atribuya también a Faustine, más de una vez, el carácter de “falsa gitana”. Si bien el fugitivo aún desconoce la naturaleza de estos personajes que se presentan a su vista, algo en ellos ya se ve asociado a la falsedad.

Además de espiar a Faustine y a Morel, el fugitivo se cruza con unos pescadores y huye de ellos. Atribuye el que no le dirijan la palabra a que él es rápido para esconderse y que por ende no llegan a verlo. El narrador aún cree que las apariciones son personas de carne y hueso y, por lo tanto, los considera una amenaza. De todos modos, por momentos, duda: llega a preguntarse si no estará teniendo alucinaciones. Nuevamente, entonces, se nos presenta un indicio de la dudosa fiabilidad del narrador. En esta instancia, como lectores, no tenemos información que nos permita comprender la naturaleza de esas apariciones, y estamos sujetos a la percepción limitada del fugitivo.

Debido a las apariciones misteriosas, en estos apartados comienza a desplegarse la intriga principal de la trama. El narrador dice: “hubo dos personas, bruscamente presentes, como si no hubieran llegado, como si hubieran aparecido nada más que en mi vista o imaginación” (p.38). Es relevante la elección del verbo "haber", de naturaleza impersonal, para expresar el fenómeno: las dos personas no aparecieron, no llegaron hasta allí, sino que, de pronto, las “hubo”. El fugitivo aún ignora el fenómeno que se presenta a sus ojos y, sin embargo, la expresión es muy acertada en relación al desenlace de la trama: las imágenes aparecen cuando una máquina dispone, precisamente, que haya imágenes.

Otra de las escenas que consolidan la intriga de la novela es la reunión festiva que los veraneantes tienen en el exterior, ignorando la tormenta. Uno de los conflictos más relevantes de la novela tiene que ver con la distancia entre el entendimiento del narrador, que busca encontrar la explicación de todo, y lo que ve. En esta línea, por ejemplo, el narrador dice que este grupo veraneantes, a los que llama snobs, “desafía la muerte” (p.39). Este tipo de expresión, con valor ambiguo, es recurrente en el relato. En el presente del relato, adquiere una significación (las personas están bajo lluvia poniendo en riesgo su salud), pero a su vez, en el desenlace, toma otro valor (el invento de Morel, de eternizar un momento de la vida y repetirlo, desafía la muerte).

En relación a la idea de eternidad, podemos mencionar que en estos apartado el narrador vuelve a referir a los libros que piensa escribir: “con puntualidad aumento las páginas de este diario y olvido las que me excusarán de los años que mi sombra se demoró en la tierra” (p.32). La expresión pone en juego un tema importante en la novela, que es el de la eternidad en el sentido de la trascendencia de la conciencia, por encima de la carne y el cuerpo. En este caso, esa trascendencia, esa inmortalidad, aparece representada por la obra literaria de un escritor, que permanece después de la muerte de este.

En relación a Faustine se presentan, en estos apartados, las primeras menciones en relación al tema de lo fantasmático. Las actitudes de la mujer parecerían no concordar con las reacciones comunes a lo humano: “No fue como si no me hubiera oído, como si no me hubiera visto; fue como si los oídos que tenía no sirvieran para oír, como si los ojos no sirvieran para ver” (p.44). De alguna manera, la observación, en relación al desenlace de la trama, es acertada: los sentidos de las imágenes no se renuevan, como tampoco su conciencia, así que Faustine (su imagen), no podría reaccionar a ningún estímulo fuera de los que hayan tenido lugar en esa tarde en la que quedó "atrapada". Ni sus oídos ni sus ojos “sirven” para captar un elemento nuevo, como la presencia del fugitivo. El narrador, paradójicamente, lee esta imperturbabilidad como fuente de poder, de valor, digna de una admiración que lo enamora y lo horroriza al mismo tiempo: “Me espanta su valor. Nada anunció que me hubiera visto. Ni un parpadeo, ni un leve sobresalto” (p.42). El narrador cuenta, por ejemplo, que en una tarde junto a Faustine, “con estirar el brazo, la hubiera tocado” (p.45). Y continúa: “Esta posibilidad me horrorizó (como si hubiera estado en peligro de tocar un fantasma). En su prescindencia de mí había algo espantoso” (p.45). El hecho de que la mujer lo ignore lo hace sentir invisible, otro atributo de lo fantasmático: “la paz de su pecho no se interrumpió; la mirada prescindía de mí, como si yo fuera invisible” (p.43). Ese atributo vuelve a expresarse para describir la actitud de Faustine. Dice que ella estaba “como posando para un fotógrafo invisible” (p.43). Es relevante mencionar que, de hecho, la trama acaba revelando que ese fotógrafo existía, aunque invisible, en ese momento: se trataba de Morel, cuyas máquinas receptoras grabaron, de hecho, la escena original.