La familia de Pascual Duarte

La familia de Pascual Duarte Resumen y Análisis Capítulos 2-3

Resumen

Capítulo 2

Pascual no tiene buenos recuerdos de su niñez. Su padre, Esteban Duarte Díniz, es un hombre grande y violento que les pega a él y a su madre. Según Pascual pudo saber por los vecinos, estuvo preso por contrabando, pero no se anima a hablar de eso con él porque le tiene terror. Por su parte, la madre es flaca, alta, sucia y violenta también. Entre los padres de Pascual todo es motivo de disputa, gritos y golpes, y cuando pelean jamás reparan en la presencia de su hijo.

Pascual va a la escuela por poco tiempo, hasta los 12 años. En algún momento no determinado de su infancia nace su hermana, Rosario, tras un parto lento y doloroso en el que coopera Engracia, la partera del pueblo. Al nacer la niña, Esteban, lejos de estar feliz por el nacimiento de su hija, golpea a su mujer hasta casi matarla y luego abandona el hogar. A los dos días vuelve borracho, besa a su esposa y ella se deja, como si nada hubiese pasado.

Capítulo 3

Rosario es una niña debilucha y enfermiza pero, a diferencia de Pascual, conquista el corazón de sus padres desde su más tierna infancia, y logra que una cierta paz reine en el hogar. Es una gran compañía para su hermano, y de ella se dice que es la más inteligente de la familia.

Sin embargo, a los 14 años, convertida en una joven bella y muy avispada, les roba dinero a sus padres y se va para Trujillo, un pueblo cercano, donde se prostituye. Esa partida los destroza, y la violencia vuelve a ser moneda corriente en la casa de los Duarte. A los pocos meses de escaparse, regresa muy enferma, casi moribunda, al punto que su padre, aun sin ser el cristiano más ferviente, se encarga de que le den los últimos sacramentos. Pero la joven sana, se vuelve a ir y se enamora de Paco, el Estirao, un joven torero devenido proxeneta que vive del dinero de las mujeres que regentea.

Pascual siente un odio profundo por este hombre que encarna, al mismo tiempo, todo lo que le hace mal a su hermana y toda la valentía que él quisiera tener.

Análisis

La familia de Pascual Duarte es la novela que inicia el tremendismo, corriente literaria española posterior a la guerra civil, que se caracteriza por relatos realistas y crudos, violentos y deterministas, y llenos de recursos e imágenes en clara disidencia con el anterior espíritu romántico.

El Romanticismo es un movimiento artístico que florece en el siglo XIX y llega hasta mediados del XX. En sus obras, la libertad idealizada y un fuerte sentimiento de nacionalismo (con su referente más cercano en la Revolución Francesa) son los temas predominantes. La naturaleza cobra una enorme importancia y suele reflejar las emociones de los protagonistas. El héroe romántico, por su parte, es un rebelde capaz de todo por sus sueños de libertad.

En el Tremendismo, por el contrario, el determinismo anula cualquier posibilidad de libertad para sus héroes, que no son rebeldes y jóvenes llenos de sueños sino seres marginados que apenas pueden satisfacer sus necesidades más básicas. El lenguaje romántico, enfático y por momentos grandilocuente, se opone también al descarnado y burdo lenguaje tremendista, que no tiene margen para idealismos ni heroísmos.

El determinismo, que fluye como un río subterráneo por debajo de toda la obra, se percibe ya desde la triste infancia de Pascual, en ese exagerado nivel de violencia que soporta. Su familia es completamente disfuncional, incapaz de dialogar. Los Duarte se comunican con golpes, entre adultos y con su hijo. Nadie cuida ni se preocupa por él, que vive aterrado y aprende a escaparse para que no lo golpeen.

Las descripciones de su padre y su madre están cargadas de adjetivos muy negativos. No obstante, llama la atención que el narrador resulte especialmente lapidario con su madre, a quien no ahorra defectos ni concede ni una sola virtud. En toda la novela no revelará su nombre, porque su madre es un ser tan nefasto que ni siquiera merece ser nombrada.

La llegada de Rosario también es violenta: la madre grita como endemoniada, el padre le pega a la parturienta cuando ve que ha parido una niña, y la descripción de Pascual, para quien la hermanita, por su color, más se parece a un cangrejo cocido que a un querubín, no hacen más que acentuar la idea de que nada va a cambiar para mejor. El rojo y la sangre, ya desde los primeros capítulos, es un leitmotiv visual.

Sin embargo, Rosario es la única persona por quien Pascual va a sentir un afecto genuino. Como él, ella también está marcada por el destino fatal de los Duarte, y aunque es más inteligente que cualquiera de ellos, termina eligiendo el mal camino:

Si el bien hubiera sido su natural instinto, grandes cosas hubiera podido hacer, pero como Dios se conoce que no quiso que ninguno de nosotros nos distinguiésemos por las buenas inclinaciones, encarriló su discurrir hacia otros menesteres y pronto nos fue dado el conocer que si bien no era tonta, más hubiera valido que lo fuese; servía para todo y para nada bueno: robaba con igual gracia y donaire que una gitana vieja, se aficionó a la bebida de bien joven, servía de alcahueta para los devaneos de la vieja, y como nadie se ocupó de enderezarla -y de aplicar al bien tan claro discurrir- fue de mal en peor hasta que un día, teniendo la muchacha catorce años, arrambló con lo poco de valor que en nuestra choza había, y se marchó a Trujillo, a casa de la Elvira. (p. 37)

Pascual se aferra a su afecto porque Rosario es un símbolo positivo. Ella encarna la libertad, la luz, la tregua de la familia. No es perfecta, pero es diferente de su entorno, del que intenta escaparse una y otra vez. Por momentos parece evadir su destino, y aunque no lo logra del todo, no deja nunca de intentarlo.

Ya en el plano del lenguaje, llaman la atención, en primer lugar, los refranes. El refranero permite poner en boca de un personaje el saber colectivo popular aceptado por un determinado grupo social y transmitido oralmente por generaciones. El refranero atesora la experiencia de las generaciones anteriores y encuentra eco en las nuevas camadas de lectores. Este recurso no es extraño en la literatura española: cuenta, entre otros, con el antecedente literario de Sancho, en el Quijote. En la obra cervantina, el escudero, que, como Pascual, no es una persona instruida, pero encarna cierta sabiduría más bien popular, se expresa frecuentemente a través de refranes.

Pascual Duarte, que no ha tenido una educación formal más allá de sus pocos años de escuela, se vale del refranero para expresar sus propias ideas por medio de frases conocidas por todos y, por lo tanto, aceptadas sin cuestionamientos. Algunos de los refranes que refiere en el capítulo 2 son de uso muy común y extendido, incluso para el lector latinoamericano: "no por mucho madrugar amanece más temprano", "la única manera de no mojarse es no estando en la lluvia". Pero también cae en su uso excesivo cuando enumera a varios de ellos juntos en un mismo párrafo:

Lo guardaron por contrabandista; por lo visto había sido su oficio durante muchos años, pero como el cántaro que mucho va a la fuente acaba por romperse, y como no hay oficio sin quiebra, ni atajo sin trabajo, un buen día, a lo mejor cuando menos lo pensaba -que la confianza es lo que pierde a los valientes-, le siguieron los carabineros, le descubrieron el alijo, y lo mandaron a presidio (p. 28).

Este uso excesivo del refranero invalida el efecto de sabiduría concensuada que constituye la razón de ser del refrán, y revela más bien la falta de ideas propias de Pascual o su capacidad de expresarlas.

Otros refranes resultan hoy de significado más esquivo. Uno de ellos, que Pascual deja inacabado adrede, es “mujer de parto lento y con bigote…”. El refrán completo, "mujer de parto lento y con bigote e hija al cabo", equivale a decir que las desgracias nunca vienen solas, sino que se van sumando una a otra. Esta forma de expresarse trasluce una visión profundamente machista de la mujer: supone que se espera de ella que tenga hijos sanos, de ser posible varones, y que se vea bien. Este refrán, que hoy ya no se escucha, tiene sus raíces en el campo, donde una mujer parturienta significaba mano de obra ociosa por varios días. Otro refrán en desuso, utilizado aquí, es “meter los perros en danza”, que tiene un sentido similar a echar leña al fuego, o sea, empeorar las cosas.

Esta voz narradora, atravesada, como decíamos, constantemente por refranes, se caracteriza también por el coloquialismo y el registro rural, además de dejar marcas de distinción social muy claras: Duarte se dirige al lector con particular respeto, dando cuenta de una marcada jerarquía. Así, por ejemplo, se disculpa (“con perdón”) al nombrar palabras poco adecuadas como "guarro" (cerdo) o "trasero".

Por otra parte, el tiempo en el relato no es lineal. A diferencia de lo que ocurre en el tiempo real, que es un constante discurrir hacia el futuro, en la narración el tiempo puede manipularse. Pascual elige presentar la historia, no de manera cronológica, sino saltando hacia al pasado (en las retrospecciones) y hacia el futuro (en las prospecciones). De esta manera dinamiza la secuencia, explica su presente a partir de sus acciones del pasado, y anticipa eventos que ocurrirían más tarde.

Este modo de presentar la historia, utilizando saltos en el tiempo de la narración, es un recurso que ya había sido utilizado en los relatos de pícaros, un género muy arraigado en la literatura española y del que esta novela tiene varias características. La picaresca es un subgénero de la literatura española surgido a mediados del siglo XVI como crítica a las instituciones religiosas y nobiliarias en decadencia. Su protagonista es la antítesis del héroe cristiano y virtuoso de la literatura de caballerías, que habían sido las obras más leídas del siglo anterior. El pícaro es un joven astuto, nacido sin nobleza, a quien no le interesan la honra y la virtud. A lo largo de su vida sirve a varios amos, y su única ambición es subir en la escala social, para lo que no dudará en hacer uso de todo tipo de engaños y mentiras. Los relatos de pícaros están narrados en primera persona, a modo de autobiografías. A través del uso de la ironía, estos relatos dejan traslucir un fuerte pesimismo.

No es extraño que Pascual Duarte comparta muchas de las características del pícaro, dado que el propio Cela fue un estudioso de este subgénero y escribió él mismo una versión de El Lazarillo de Tormes, el pícaro por excelencia, ambientada en su propio tiempo.