La Celestina

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La belleza de Melibea

La belleza de Melibea se corresponde con los ideales de las doncellas de la época: es atractiva y virginal al mismo tiempo. Casi todos los personajes creen que es hermosa y lo mencionan en algún momento de la obra. Ahora bien, Calisto, su enamorado, es quien considera que tiene una "belleza perfecta" y la describe en detalle, usando muchas imágenes visuales: "Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas de oro delgado, que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos; su longura hasta el postrero asiento de sus pies; después crinados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras" (Calisto, Auto I, p. 65).

Los cabellos dorados, lacios y largos son una de las características típicas del ideal femenino de la época. La referencia a los hilos dorados árabes también aporta brillo y sensualidad a la descripción. La caracterización continúa detallando el color verde de sus ojos, la delicadeza de sus rasgos, la blancura de sus dientes y la forma redondeada de su cuerpo. Compara su piel con la nieve y contrasta esa claridad con el rojo de sus labios y de sus uñas. En este pasaje recurre a la metáfora de la perla que expresa preciosura, suavidad, brillo y blancura.

El aspecto físico de Celestina

Celestina es el otro personaje descrito en detalle a lo largo de la tragicomedia. Varios personajes se detienen en la caracterización de su aspecto físico, que contrasta absolutamente con la belleza y la juventud de Melibea. Celestina es vieja y fea. Sempronio la introduce por primera vez como "una vieja barbuda" (Auto I, p. 67), mientras que Pármeno la llama "puta vieja alcoholada" (Auto I, p. 72), en referencia al olor a vino que se desprende de la anciana. La alcahueta se refiere a sí misma como "esta flaca vieja" (Auto I, p. 83), y afirma que tiene el cabello blanco, canoso, y la piel arrugada y áspera. Por otra parte, se refiere a sus ropas para victimizarse, y señala que están rotas y sucias: "¿Debajo de mi manto, dices? ¡Ay mezquina! Que fueras visto por treinta agujeros que tiene, si Dios no le mejora" (Auto VI, p. 140).

El huerto de Melibea

El huerto de Melibea es el espacio donde puede florecer el amor entre la joven y Calisto. Por ese motivo, la narración lo describe mediante imágenes sensoriales en más de una oportunidad. Desde el punto de vista de los amantes, es un lugar bello, fresco, colorido y armónico. Justo antes de una de las visitas de Calisto, Lucrecia canta a pedido de Melibea, sobre la belleza de este huerto, que parece alcanzar su máxima expresión mientras esperan la llegada del amante: "Vístanse nuevas colores / los lirios y el azucena; / derramen frescos olores, / cuando entre por estrena" (Auto XIX, p. 279). La virginidad y la juventud de la muchacha se conectan con esta descripción del espacio. Los bellos colores de las plantas, los aromas y la frescura del aire también destacan en la visión de Melibea:

Todo se goza en este huerto con tu venida. Mira la luna cuán clara se nos muestra; mira las nubes cómo huyen. Oye la corriente agua de esta fontecica, cuánto más suave murmurio y zurrío lleva por entre las frescas hierbas. Escucha los altos cipreses, cómo se dan paz unos ramos con otros por intercesión de un templadico viento que los menea. Mira sus quietas sombras, cuán escuras están y aparejadas para encubrir nuestro deleite (Auto XIX, p. 281).

Las descripciones positivas de la doncella y su criada combinan imágenes visuales, auditivas y olfativas. Así, retratan al huerto como un lugar armónico y preparan la escena para recibir al enamorado.

El cadáver de Calisto

Tras la muerte de Calisto, sus criados describen la trágica imagen de su cadáver desparramado en la calle. Si bien las descripciones son muy breves, configuran una referencia visual extremadamente potente: "Oh mi señor y mi bien muerto! ¡Oh mi señor y nuestra honra, despeñado! ¡Oh triste muerte sin confesión! Coge, Sosia, esos sesos de esos cantos, júntalos con la cabeza del desdichado amo nuestro. ¡Oh día de aciago! ¡Oh arrebatado fin! (Tristán, auto XIX, p. 284).

El mismo criado, en seguida narra que "Su cabeza está en tres partes" (285), es decir que el cuerpo muerto de Calisto tiene la cabeza destrozada al punto que su cerebro está tirado en la calle, repartido por varios rincones. De esa manera culmina a la perfección la metáfora de la "pérdida de seso" que caracteriza al muchacho desde que se enamora de Melibea. En estas imágenes de su cadáver, la pérdida de la cabeza ya no es metafórica, sino literal.