La casa de los espíritus

La casa de los espíritus Temas

La lucha de clases

Como tema principal, la lucha de clases atraviesa toda la narración y a todos los personajes. La casa de los espíritus desarrolla, a través de la familia Trueba, más de 50 años de la historia chilena del siglo XX. Entre los años 30 y los años 70 el socialismo avanzó en el país y propulsó la lucha obrera contra la alta burguesía, propietaria de los medios de producción.

Esteban Trueba, el personaje masculino principal, encarna la ideología conservadora de derecha que busca perpetuar sus privilegios y que se mantiene en el poder hasta el triunfo del Candidato socialista. Por otro lado, Pedro Tercero García representa al campesino que sufre los abusos del patrón y trata de obtener derechos laborales mediante la sindicalización. Cuando es adulto, se muda a la capital y se transforma en cantante de protesta para denunciar la desigualdad social y abogar por un sistema político que se preocupe por las condiciones de vida de los pobres.

El contrapunto entre la clase obrera y la alta burguesía organiza y ritma la progresión de la novela. Los propios hijos de Esteban Trueba intentarán, inútilmente, atenuar esa brecha.

La lucha de clases deriva finalmente en el golpe de estado que coloca a los militares en el poder. Esteban Trueba, el primer defensor de la derecha, termina por arrepentirse de su participación en el golpe tras la muerte de su hijo, Jaime, y las torturas que sufre su nieta, Alba.

La movilidad social

La movilidad social aparece en el relato desde múltiples dimensiones. En primera instancia, se describe un país de intensas desigualdades, con únicamente dos clases sociales: los ricos y los pobres. Así, aparecen divididos incluso geográficamente: el barrio alto, donde vive la familia Trueba, y los barrios pobres. Ante la elección del Candidato socialista, los pobres marchan e ingresan al barrio alto para festejar, y la narradora nos dice que muchos de ellos lo hacían por primera vez; nunca habían estado allí antes, tal es el nivel de polarización social.

En el discurso de Esteban Trueba se pone de manifiesto una ideología que justifica la existencia de clases sociales y la necesidad de sostenerlas sin cambios para poder perpetuar un sistema económico que beneficia a los productores. Así, la movilidad social es un horizonte deseado por los campesinos y la clase obrera en general, pero no se observa en la práctica. La sindicalización, la lucha por la obtención de derechos laborales, la representación en el senado y la revolución armada serán todos medios desarrollados para propiciar esa movilidad.

En este sentido, hay dos personajes interesantes que ilustran dos perspectivas sobre la movilidad social: por un lado, el campesino Pedro Tercero se transforma en un cantante de protesta y se hace famoso. Dicha fama promueve su ascenso social, pero él se niega a mudarse fuera de los barrios obreros y tener un departamento para él solo. Sigue viviendo durante años en una casa de chapa y madera, puesto que no quiere abandonar a sus compañeros y considera que la movilidad social debe alcanzarse como colectivo y no como individuo. En contraposición, Tránsito Soto, una prostituta de provincia que se muda a la capital con la ayuda de Esteban Trueba logra el ascenso social trabajando en un prostíbulo en la ciudad y administrándolo luego junto a una cooperativa. Tránsito Soto es ambiciosa y desde siempre se ha propuesto lograr ese ascenso social. Sin embargo, se niega a logarlo mediante una alianza con los empresarios dueños del capital y busca hacerlo a la par de sus compañeras trabajadoras sexuales.

La doble moral

Esteban Trueba ejerce una doble norma en el trato dado a diferentes grupos de personas. Este tratamiento se asocia al valor que el personaje da a ciertos grupos. Por ejemplo, Trueba se justifica cuando viola a las campesinas y no lo ve como una transgresión social punible, pero estalla en cólera cuando su hija, Blanca, sostiene relaciones sexuales con un campesino. Clara le hace notar esta selectividad para juzgar los comportamientos y recibe un golpe brutal que le quita varios dientes.

A nivel político sucede lo mismo: en su juventud, Esteban Trueba acusa al socialismo de engañar y mentir a la población con ideas falsas de progreso y acusa a sus dirigentes de ser corruptos y ladrones. Sin embargo, cuando llegan las elecciones, no le parece que comprar votos para la derecha y amenazar a los votantes constituya un delito, o un signo de corrupción siquiera. Todo lo contrario: es lo que debe hacerse y lo que está bien hecho.

El mismo tipo de ambivalencia es utilizado también durante la orquestación del golpe militar: Esteban Trueba está espantado por el avance del socialismo y no duda en organizar una serie de sabotajes a la economía. Como los conservadores aducen hacerlo en nombre de la patria, no está mal destruir la economía del país, sino al contrario: es salvar a Chile de los enemigos comunistas.

El matrimonio por conveniencia

Como era natural hasta mediados del siglo XX, el matrimonio aquí no se presenta como un acto de amor sino como un contrato económico y social. Esteban Trueba no se casa con Clara porque ame a la muchacha, sino por el mandato social que dictamina que debe formar una familia y perpetuar su apellido en sus sucesores.

Esto mismo sucede luego entre Blanca y el conde Jean de Satigny. En este caso, el matrimonio como contrato social pone de manifiesto una práctica occidental de la modernidad: la de la nobleza en decadencia uniéndose a la burguesía que ostenta el poder económico. Y es que después de la revolución industrial, la aristocracia europea pierde sus fortunas paulatinamente al mismo tiempo que los comerciantes, los banqueros y los dueños de las fábricas se enriquecen y conforman una nueva clase dominante. Esta burguesía, por lo general, no tiene nombre, no porta escudo de armas ni puede remontar su estirpe a un pasado glorioso. Los nobles los miran con desdén, pero saben que los necesitan pues están al borde del colapso económico. Así, el matrimonio entre la nueva burguesía y la nobleza asegura a las dos partes interesadas guardar un nombre y la riqueza económica. Ese es el caso de Jean de Satigny al introducirse en la familia Trueba y pedir la mano de Blanca. Sin embargo, el éxito de su matrimonio no se mide aquí tanto por el interés en la nobleza sino para sostener la honra de la familia Trueba y encontrarle un padre “decente” al hijo de Blanca y Pedro Tercero.

El feminismo

La lucha feminista también atraviesa toda la novela y se contrapone al machismo de Esteban Trueba.

Nívea Del Valle, la madre de Clara, es reconocida como la primera feminista del país. La dama buscaba la igualdad política entre el hombre y la mujer, y en su juventud había organizado diversas acciones para pedir el voto femenino, como entregar panfletos en la calle, dar charlas en las fábricas y encadenarse al Congreso.

Clara hereda esta dimensión política de su madre y trata de aplicarla entre las campesinas de "Las Tres Marías": aprovecha las reuniones que organiza Férula y luego de rezar el rosario les habla de la igualdad de género y la necesidad de obtener derechos que permitan a las mujeres acceder a los mismos privilegios que los hombres. Sin embargo, estas mujeres se ríen de ella y murmuran entre sí que, de proponer cualquiera de esas locuras en sus casas, sus maridos les darían una golpiza brutal.

El discurso feminista encarna también en Alba, la nieta de Clara. Alba vive otra época en la que las mujeres han conquistado algunos derechos, como la posibilidad del voto (obtenido en 1949 en Chile). Alba puede participar en política y escapar de las estructuras sociales estáticas que han oprimido a su madre y a su abuela.

Finalmente, otro personaje que suma su voz a la lucha feminista es Amanda. Amante de Nicolás, esta muchacha difunde desde el ejemplo las ideas sobre el amor que sostiene la izquierda intelectual europea. A la manera de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, Amanda profesa el amor libre y sostiene una visión muy crítica del matrimonio: para ella, las parejas deben mantener su unión mientras el lazo se fundamente en el amor, pero si este sentimiento muere, la pareja no tiene por qué seguir sosteniendo el vínculo. Tan fuertes son sus principios que cuando queda embarazada de Nicolás decide abortar, a pesar del peligro que implica ese procedimiento para su propia vida, puesto que la opción de casarse con el muchacho Trueba implicaría traicionar sus propios ideales. En este gesto, Amanda reivindica su condición de mujer libre y empoderada sobre su vida.

El patriarcado

Al feminismo de Nívea y Clara se le opone el machismo y el discurso patriarcal de Esteban Trueba. A grandes rasgos, puede pensarse el patriarcado como una serie de estructuras sociales y de discursos institucionalizados que oprimen a la mujer tanto efectiva como simbólicamente.

Esteban Trueba es el mejor exponente del patriarcado, tanto en el plano económico y social como en el afectivo. En primera instancia, aparece como el macho violador y encarna todos los elementos de una masculinidad negativa. Las mujeres para él no tienen ningún valor más allá de satisfacer los deseos sexuales del hombre y hacerse cargo de los hijos. De otra cosa no entienden. También, piensa que las cuestiones espirituales son cosas de mujeres y que al hombre no le atañen. Por eso mismo, no deja que Clara eduque a sus hijos varones ni les enseñe nada que tenga que ver con espíritus, pero no se preocupa en absoluto por la educación de su hija Blanca.

El amor también está atravesado por el discurso patriarcal y promueve, en verdad, una estructura de dominación del hombre sobre la mujer. El amor que Esteban siente hacia Clara está compuesto por sentimientos de posesión: quiere que su mujer solo piense en él, que lo necesite y que no tenga una vida más allá de su matrimonio. Planteado en estos términos, el amor implica la devoción pasiva de la mujer hacia el hombre, mientras que da libertad a este último de hacer lo que desee, dentro de la relación y fuera de ella.

La dictadura militar

La casa de los espíritus dedica sus últimos capítulos a la organización y ejecución del golpe militar que sumió a Chile en una dictadura por casi dos décadas.

El golpe militar se lleva a cabo en Chile el 11 de septiembre de 1973. Pone fin al gobierno de Allende, al proyecto de un país socialista y a casi cincuenta años de democracia chilena, inaugurando un largo período de facto caracterizado por la concentración casi total del poder en la Junta de Gobierno y en el General Pinochet, así como por la represión sistemática sobre los sectores opositores y disidentes, ya sean políticos, sindicales o poblacionales. El gobierno militar se prolonga hasta 1990, año en el cual asume la presidencia Patricio Aylwin tras derrotar a Pinochet en las elecciones de 1989.

En sus casi dos décadas de gobierno, la dictadura produce el dominio de los sectores empresariales mediante un proceso paulatino de privatización, la pauperización de la clase media y la precariedad laboral de los sectores asalariados. Al mismo tiempo, se calcula que alrededor de 30.000 chilenos se exilian para evitar una persecución política que podía derivar en la tortura y la muerte.

Si bien en La casa de los espíritus no se utilizan los nombres reales de los personajes históricos, sino que se los llama “el Presidente” o “el Dictador”, todas las dimensiones mencionadas anteriormente pueden observarse a través de la participación activa de los personajes principales: Esteban Trueba ayuda a desestabilizar el gobierno del presidente socialista y a organizar el golpe, brindando toda su experiencia y su fortuna para que este pueda ejecutarse. Jaime, por su parte, está presente en La Moneda cuando los militares la bombardean, gracias a lo que la narradora nos puede dar información pormenorizada de cómo suceden los hechos (y que coinciden, por supuesto, con los hechos reales). A su vez, Alba participa activamente en el asilo a perseguidos políticos y en la asistencia a los barrios obreros más golpeados por la crisis económica. Esto le vale su detención y la tortura. A través del sufrimiento de Alba, la narración pone al lector frente a las atrocidades más brutales de la represión militar.