La casa de los espíritus

La casa de los espíritus Resumen y Análisis Capítulo 11: El despertar y Capítulo 12: La conspiración

Resumen

Capítulo 11: El despertar

Alba cumple 18 años. Guiada en parte por su interés y en parte por llevarle la contra a su abuelo, decide estudiar filosofía y música. En el ambiente académico de la facultad conoce a Miguel, un estudiante de derecho pronto a graduarse que sostiene ideales revolucionarios de extrema izquierda y con quien comienza un apasionado romance.

Miguel la introduce a los círculos intelectuales de la facultad, en los que se debaten las ideas políticas que están convulsionando al país. En esos años, el socialismo ha ganado adeptos y la izquierda ha cobrado fuerzas. Impulsada por el amor que siente hacia Miguel, Alba participa en la militancia, aunque la política no le interesa particularmente. De esta forma, participa en la toma estudiantil de la facultad, medida que se lleva a cabo en apoyo a una huelga de trabajadores. Es la primera vez que Alba no duerme en su casa, y todo el evento le parece, en principio, una aventura. Los estudiantes son apoyados por Sebastián Gómez, un profesor que comparte con los muchachos sus ideales políticos. Sin embargo, el líder de la toma es Miguel.

Los días pasan y la situación de toma se hace cada vez más problemática: los estudiantes no tienen agua ni luz y Miguel dispone que hagan sus necesidades en una fosa común que han cavado en el patio central. Alba comienza a desesperarse y anhela volver a su casa. Finalmente, comienza a menstruar y, dado que no tiene en ese lugar los elementos de higiene indispensables, la sangre mancha sus pantalones y el dolor la atenaza. Alba se siente desolada de la vergüenza, pero Miguel la ayuda y la consuela. El día transcurre, los dolores menstruales son cada vez más fuertes, la sangre no para de manar y todos comienzan a preocuparse. Una estudiante le dice a Alba que el dolor es un privilegio burgués que los pobres no pueden darse el lujo de experimentar, y ella, como burguesa, no tiene nada que hacer ahí. Sebastián Gómez también opina que Alba debe marcharse a su casa.

Miguel entonces enfrenta a los carabineros con una bandera de paz y les pide que dejen salir a Alba. Así, la muchacha sale ayudada por Miguel y por la estudiante que la había increpado. Un carabinero se acerca para escoltarlos y al momento reconoce a la nieta de Esteban Trueba. Se trata de Esteban García, que ha entrado al cuerpo de policía. Al reconocerla, García revela a Miguel y a la estudiante que esa muchacha es la nieta del senador Trueba, su peor enemigo político. Impactados por la revelación, los estudiantes la dejan allí y vuelven a la toma sin mirar atrás. Alba, furiosa, demanda a Esteban García que la lleve a su casa, y este, por miedo a las represalias de su ex patrón, accede, aunque en verdad quisiera humillar y someter a la muchacha.

En su casa, los recuerdos de Esteban García regresan a Alba. Cuando cumplió 14 años, el joven García se había presentado a discutir algunos asuntos con Esteban Trueba y, al retirarse, encontró a Alba en el jardín. Se acercó a ella, le habló y le preguntó si se acordaba de él. La niña le contestó que no, y Esteban le preguntó cuántos años tenía. Cuando Alba le contestó que ese día cumplía 14, Esteban dijo que tenía un regalo para ella, le tomó la cabeza con sus dos manos y la besó, tratando de introducir con fuerza su lengua en la boca de la niña. Alba forcejeó hasta poder sacárselo de encima y corrió hacia la seguridad de su casa, pero desde allí en adelante siempre tuvo pesadillas que recreaban ese momento.

Después de la toma, que termina pacíficamente cuando los obreros levantan la huelga, Miguel vuelve a frecuentar a Alba y retoman su romance. Los muchachos improvisan una cama en el sótano de La casa de la esquina y pasan allí largas jornadas de amor durante más de un año. Durante ese período, Miguel se convence cada vez más de la necesidad de establecer una guerrilla armada para hacer la revolución, y comienza a entrenarse en el uso de armas de fuego. Alba quiere apoyarlo en su lucha política, pero él le responde que no hay lugar para aficionados en la revolución armada.

Son tiempos de cambio para Chile. El partido socialista cuenta con mucha popularidad y Jaime sabe que ganarán las elecciones, puesto que el mismo Candidato (una referencia a Salvador Allende, que no aparece con nombre y apellido en la novela) se lo dijo. Los ánimos están exaltados: los jóvenes de cada partido andan en bandas atacando a sus contrincantes políticos y, mientras tanto, la extrema izquierda descree que un socialismo democrático pueda significar una revolución, por lo que siguen fomentando la lucha armada.

Un día, Alba se acerca a Jaime y le pide ayuda, puesto que la hermana de Miguel está muy enferma. Jaime se muestra reticente, puesto que no confía en el novio de su sobrina, por quien siente celos y una distancia política insalvable. Sin embargo, acepta ayudarlos y los acompaña al barrio bohemio, donde su hermana vive en un altillo.

La hermana de Miguel es Amanda, a quien Jaime no ha visto en los últimos veinte años. De la joven gitana de cabellos revueltos queda solo una sombra maltrecha y convulsa. Amanda muestra todos los síntomas de una adicta, y Jaime manifiesta que la única forma de salvarla es internándola y realizando un programa de cura para las adicciones. Con ese último encuentro, su amor por Amanda se desdibuja definitivamente y su soledad se hace completa.

Capítulo 12: La conspiración

Los socialistas ganan las elecciones y el Candidato, que es la representación ficcional de Salvador Allende, ocupa la presidencia de Chile. Esa noche los conservadores se esconden en sus casas con miedo a que una horda de trabajadores empoderados los vaya a buscar, destruya sus propiedades y tome sus riquezas. Pero nada de esto pasa. Los obreros se manifiestan durante toda la noche de forma pacífica y disciplinada.

Ya desde el día siguiente los conservadores se reúnen clandestinamente, encabezados por Esteban Trueba, con miembros del ejército y representantes del gobierno estadounidense para planificar cómo desestabilizar al gobierno. El general Hurtado les dice que siempre podrán recurrir a las armas, pero Esteban Trueba desestima un golpe militar –de momento –pues considera que con tumbar la economía será suficiente para que el pueblo destituya a su líder. A los representantes de Estados Unidos les agrada esta idea, puesto que quieren desprestigiar las ideas marxistas, y nada mejor para conseguirlo que ver fracasar a un gobierno socialista por su propia incapacidad de gobernar. De esta manera, desde el primer momento la oligarquía y los sectores conservadores ponen sus fortunas al servicio de la destrucción del gobierno.

Con la formación del nuevo gobierno, Pedro Tercero pasa a ocupar un alto cargo en un ministerio y su vida se transforma: trabaja 12 horas al día y no tiene tiempo para seguir componiendo canciones. La relación con Blanca se sostiene todavía un tiempo, pero pierde intensidad y entra en otra etapa: la del acompañamiento mutuo.

Un día Pedro Tercero vuelve a proponerle (como ha hecho siempre) a Blanca que se case con él y se mude a su departamento, pero ella responde, como siempre, que debe pensarlo, aunque sabe que no lo hará. Pedro Tercero la despide entonces definitivamente. Blanca piensa que se le pasará en unos días y la llamará, pero Pedro Tercero no vuelve a comunicarse con ella y hasta abandona su departamento, con lo que, al buscarlo, Blanca no puede dar con él. Así pasan dos años sin verse.

En esos dos años, el malestar social crece. Los conservadores han logrado desestabilizar la economía y desabastecer el país: los elementos de primera necesidad son escasos y muchos otros son totalmente inaccesibles. A su vez, los camioneros comienzan un paro indefinido, por lo que el suministro de comida se ve cortado y se hace muy difícil acceder a frutas, verduras y granos. Mucho más difícil aún es conseguir carne.

Blanca comienza entonces una labor de acaparamiento: todo lo que llega de Las Tres Marías es guardado en una habitación bajo llave. Es tal la manía de Blanca que muchas cosas se echan a perder en su almacén. Alba, al ver lo ridículo de esta conducta, hace un boquete en la pared, lo esconde y comienza a robar los suministros para distribuirlos por los barrios de pobres y los hospitales donde Jaime trabaja hasta 16 horas al día.

Lo mismo realiza Esteban Trueba, pero lo que esconde en la casa es armamento para enfrentar una posible guerra por el control del país. Cuando Alba lo descubre, realiza otro boquete junto a Jaime y se roban parte de las armas. En un principio considera entregárselas a Miguel, quien también se prepara para la lucha armada, pero finalmente optan por enterrarlas en la montaña, en sitios escondidos. Esta labor une aún más a Jaime y su sobrina. Jaime, por su parte, ha comenzado una relación forzada con Amanda, quien se ha recuperado completamente y se ha enamorado de su salvador. Pero para el médico el amor ha llegado tarde, y por Amanda solo siente compasión.

En el contexto turbulento del país el gobierno expropia a Esteban Trueba su estancia, con un plan de pago a 30 años y sobre el valor declarado de la propiedad. En Las Tres Marías se organiza una cooperativa y la administración queda en manos de los campesinos, que no saben qué hacer con ella y entonces comienzan a consumir todo el ganado.

Cuando Esteban Trueba se entera de que ha perdido su estancia, toma una ametralladora del armamento que esconde en su casa y pide a su chofer que lo lleve a Las Tres Marías. Al llegar, abre fuego sin éxito sobre un peón apostado en la entrada y luego cruza la tranquera cerrada a pie y se dirige a su casa. En el camino, alguien lo golpea y lo deja inconsciente.

Cuando despierta, el senador es un rehén en su propia casa. Los campesinos lo tienen apresado y no hacen caso siquiera a la orden de liberarlo que da el presidente cuando el caso se mediatiza y llega a la capital. Entonces los carabineros se apostan a la entrada de la estancia y esperan la orden del juez para allanar el lugar y rescatarlo.

Cuando Alba y Blanca se enteran de esto, deciden ir a sacarlo ellas mismas. Para eso buscan, en el ministerio donde trabaja, a Pedro Tercero, quien en esos dos años ha envejecido llamativamente. Pedro las acompaña vestido nuevamente como cantante, con su guitarra al hombro. Así llegan a Las Tres Marías, en cuya entrada están los carabineros asando un lechón y bebiendo vino junto a los peones del campo. Alba y Blanca se unen a esa reunión y Pedro Tercero, reconocido por todo el mundo, ingresa a la estancia y pide hablar con Esteban Trueba.

Pedro convence a los campesinos de dejar en libertad a Trueba antes de que los carabineros irrumpan con una orden judicial y entonces Esteban Trueba pueda contar eso como un éxito para los conservadores. Estos acceden entonces y Trueba abandona la estancia cabizbajo, sin mirar atrás.

Al poco tiempo se presenta en La casa de la Esquina la última hermana Mora que queda con vida. Esteban la recibe y la escucha solo porque junto a ella está la presencia del espíritu de Clara. La hermana Mora vaticina grandes desgracias para el pueblo chileno y le dice al senador que, aunque él será parte de los victoriosos, su éxito no le reportará más que sufrimiento.

Luego de este mensaje pide hablar con Alba, pues debe transmitirle un mensaje de su abuela. Clara se comunica así con su nieta y le revela que su vida corre peligro en el futuro cercano y que, para salvarse, debe irse a vivir un tiempo al exterior. Alba la escucha conmovida, pero no hace caso al mensaje. Esteban Trueba se toma toda la situación a broma, pero 10 meses y 11 días más tarde, como nos dice la narradora, se acordará con amargura de ese presagio cuando a Alba se la lleven una noche, durante el toque de queda.

Análisis

El capítulo 11 presenta la vida de Alba a partir de sus 18 años y, a través de ella, el panorama político y social de Chile en los años 60, hasta la victoria presidencial de Salvador Allende y el partido socialista.

Alba estudia filosofía y música en la universidad y comienza a rodearse de jóvenes que la introducen en reuniones donde se discuten los cambios sociales que está experimentando el país y todo el continente. Allí, los ideales socialistas que su tío Jaime compartió con ella encuentran un sitio donde pueden compartirse y desarrollarse en acciones concretas. Los estudiantes apoyan a los movimientos obreros y a los grupos sindicales que, hacia fines de la década del 60, nuclean a un tercio de los trabajadores activos.

Después de los partidos políticos, los sindicatos (especialmente la Central Única de trabajadores, CUT) son en esa época el portavoz más fuerte del pueblo. Sin embargo, debido a las limitaciones de sus instituciones y de sus poderes legales, los trabajadores tienen menos fuerza con los empleadores que con el Estado. Por eso, dependen de sus partidos políticos, especialmente de los comunistas y socialistas, para atraer el apoyo del gobierno y obtener mejores remuneraciones, condiciones de trabajo y concesiones del sector privado.

En los círculos de jóvenes socialistas Alba se enamora de Miguel, un joven que pregona la lucha armada como el único medio de hacer una revolución efectiva que devuelva a los trabajadores los medios de producción, en manos de empleadores privados o del Estado. Como dirigente izquierdista, Miguel tiene gran llegada a los jóvenes y es el principal promotor de acciones que respaldan la lucha obrera. Así, en apoyo a una huelga de trabajadores, Miguel lidera a un grupo de estudiantes que se atrincheran y toman la facultad. La narración de la toma ejemplifica uno de los métodos de lucha en contra de las medidas políticas y económicas que perjudican al polo obrero.

A medida que se aproximan las elecciones de 1970, las manifestaciones y las huelgas tienen cada vez más poder. En general, muchos de los sindicatos comparten con el Partido Socialista –la Unión Popular que va a ganar las elecciones –y el Partido Comunista –de extrema izquierda –una visión ideológica que busca una transición rápida al socialismo. Los sindicalistas avanzan, simultáneamente, en una agenda práctica de mejoramiento de las condiciones de los trabajadores y otra ideológica de la transformación nacional anti-capitalista.

En este contexto, la toma de la facultad resulta exitosa. Los carabineros no intervienen ni reprimen, y el Estado otorga condiciones laborales para que la huelga de los trabajadores se levante. Sin embargo, Alba no participa hasta el final de la toma, puesto que sus dolores menstruales se complican y las condiciones paupérrimas de higiene que viven en la toma ponen en peligro su condición. Al momento de pedir una tregua para que Alba pueda regresar a su casa, Miguel y Ana Díaz, otra estudiante, se enteran, por medio de un carabinero que no es otro que Esteban García, de que Alba es la hija del senador Trueba. Aquí se produce un choque de mundos: Miguel y Ana Díaz se sienten traicionados por Alba, quien ha escondido su estatus de burguesa y en quien pierden la confianza. El odio de clases se dispara casi como una mecánica defensiva y los pone en veredas opuestas.

Sin embargo, “A Miguel se le esfumó la decepción y la rabia de que Alba fuera nieta del senador Trueba, la segunda vez que la vio deambular como alma perdida por los pasillos cercanos a la cafetería donde se habían conocido. Decidió que era injusto culpar a la nieta por las ideas del abuelo y volvieron a pasear abrazados” (pp. 345-346). Los jóvenes no están atravesados por el odio y el rencor al mismo nivel que sus padres y sus abuelos, y pueden aceptar que la procedencia no hace a la persona. Está claro que Alba no comparte las ideas conservadoras del senador Trueba, y por eso sería injusto juzgarla por ellas. De esta forma, entre los muchachos comienza un amor apasionado que durará por los años siguientes, hasta que la lucha armada y la dictadura los aleje.

Cuando en escena aparece, por casualidad, Esteban García, los recuerdos se disparan en Alba hasta la tarde en que cumplió los 14 años. Estaba en el patio de su casa cuando el carabinero, que había ido a hablar de algún asunto con el senador Trueba, se le acercó y le preguntó si lo recordaba. Alba había borrado de su memoria el episodio de la biblioteca, por lo que le dice que no. Luego le cuenta que es su cumpleaños, y Esteban le dice que tiene un regalo para ella, toma su cabeza entre sus manos y la besa, tratando de introducir la lengua en su boca. Desde ese día, Alba tiene pesadillas con Esteban García, y, como nos dice la autora de forma agorera, “no podía saber que eso era una premonición” (p. 345). Como hemos dicho anteriormente, Esteban García parece ser un artefacto que irrumpe en la narración para hacer pagar a Alba por los abusos cometidos por su abuelo. Sus intervenciones son casuales y parecen estar guiadas por una fuerza mayor que lo predestina a cumplir la venganza por la violación de Pancha García.

El capítulo 12 comienza con el triunfo de Allende y la Unión Popular. Sabemos que se trata de Allende por los datos contextuales que nos brinda la narradora. Sin embargo, a lo largo de la novela se lo llama siempre "el Candidato" y luego "el Presidente". Este mismo procedimiento de borrar las referencias históricas directas se usa con todos los elementos que podrían anclar a La casa de los espíritus en la historia chilena: se habla siempre de "la Capital" y nunca se menciona a la ciudad como "Santiago"; ni siquiera se menciona a Chile a lo largo de las más de 450 páginas de relato. Otros personajes que aparecen con un pseudónimo son Pablo Neruda, a quien solo llaman "el Poeta" y Pinochet, que es "el Dictador".

Salvador Allende es el primer político de orientación marxista en el mundo que accede al poder a través de elecciones generales en un Estado de Derecho. El gobierno que organiza tiene un marcado carácter reformista, pero se caracteriza, a su vez, por una creciente polarización política en la sociedad y una dura crisis económica que va a desembocar en la dictadura militar. Esta crisis económica es producto, en parte, del intento de sabotear el gobierno por parte de los grupos de derecha en alianza con el gobierno estadounidense. El título del capítulo es una clara referencia a la conspiración real, efectiva y documentada que tuvo por objetivos el desprestigio y el fracaso del gobierno de la Unión Popular.

El triunfo del candidato socialista llena de terror a los conservadores, quienes daban por sentado que su candidato ganaría, como venía sucediendo desde hace décadas. Cuando los obreros marchan para festejar el triunfo, la alta burguesía, encerrada en sus casas en el barrio alto, imagina que esa turba de pobres con ánimos de revancha viene a buscarlos para hacerlos pagar:

El clamor de sus cantos, sus pisadas y el resplandor de sus antorchas penetraron al interior de las casas cerradas y silenciosas, donde temblaban los que habían terminado por creer en su propia campaña de terror y estaban convencidos que la poblada los iba a despedazar o, en el mejor de los casos, despojarlos de sus bienes y enviarlos a Siberia. Pero la rugiente multitud no forzó ninguna puerta ni pisoteó los perfectos jardines. Pasó alegremente sin tocar los vehículos de lujo estacionados en la calle, dio vuelta por las plazas y los parques que nunca había pisado, se detuvo maravillada ante las vitrinas del comercio, que brillaban como en Navidad y donde se ofrecían objetos que no sabía siquiera qué uso tenían y siguió su ruta apaciblemente. (pp. 358-359)

La paz y el orden con que se manifiestan los obreros no sirven en ningún sentido para apaciguar a la derecha, que a partir del día siguiente comienza las corridas bancarias que disparan la crisis económica.

Esteban Trueba tampoco pierde el tiempo, y en breve organiza una reunión a escondidas con miembros de los partidos conservadores, empresarios y representantes consulares de Estados Unidos. El grupo conspirador se da cita en una quinta alejada de la ciudad, donde almuerzan lechón asado y luego despiden a los empleados domésticos para tramar sus movimientos a puertas cerradas. “Al día siguiente, cuando fue evidente que no había que temer a la muchedumbre enfiestada, salió de su refugio y se dirigió a una casa campestre en los alrededores de la ciudad, donde se llevó a cabo un almuerzo secreto. Allí se juntó con otros políticos, algunos militares y con los gringos enviados por el servicio de inteligencia para trazar un plan que tumbaría al nuevo gobierno: la desestabilización económica, como llamaron al sabotaje” (p. 360). Este modus operandi organizado por Esteban Trueba es una representación precisa de la forma en que operaron realmente los conspiradores que planearon la oposición al gobierno de Allende.

En la historia chilena, este núcleo conspirativo se llamó "La Cofradía", y todos sus miembros ocuparon cargos relevantes en el gobierno de facto luego del golpe militar de 1973 (cosa que no va a sucederle a Esteban Trueba, quien, irónicamente, organiza el golpe y luego queda afuera de la estructura de gobierno). Las reuniones se efectuaban a manera de comidas rotativas en casa de cada uno de los miembros. Todos, tanto civiles como militares, tendrían activa participación en la sedición contra el gobierno de Allende, en desatar el golpe y durante la dictadura. En ellas participaban miembros de la CIA, con órdenes directas del presidente estadounidense Richard Nixon.

La existencia de intervención extranjera en Chile se enmarca en un contexto mundial en que Estados Unidos consideraba como prioritario impedir el avance del comunismo y el socialismo en América Latina. Aunque no exista consenso sobre si tal intervención fue determinante en el desarrollo de los acontecimientos, ya que la polarización política chilena y el desempeño del partido de Allende son causas principales de la crisis local, es innegable la participación de Estados Unidos, expresada fundamentalmente en apoyo económico a medios de comunicación, partidos políticos y organizaciones opositoras.

Nixon, apenas asumido, ordenó derrocar a Allende mediante el Proyecto FUBELT. Los documentos desclasificados de la Casa Blanca en las últimas décadas y publicados en 2009 dejan constancia efectiva de que Nixon, durante su presidencia, ofreció dinero y ayuda al dictador brasileño Emilio Garrastazu Médici para que este influyera en las fuerzas armadas chilenas con el fin de derrocar a Allende. También existen registros en los que Nixon instruye al director de la CIA en que la elección de Allende es inaceptable y ordena a la agencia actuar utilizando una frase que se ha hecho conocida: “haremos chillar a la economía chilena”.

Bajo el mandato de Nixon, la CIA lanzó una campaña masiva de operaciones encubiertas para minar la gobernabilidad de Allende. En verdad, los agentes estadounidenses proponían acciones para impedir que Allende accediera a la presidencia. En La casa de los espíritus, es Esteban Trueba quien les asegura que es desperdiciar fondos en una tarea estéril. “-¡Sáquese esa idea de la cabeza, míster! (…) Mejor destinamos ese dinero a comprar todos los medios de comunicación. Así podremos manejar la opinión pública, que es lo único que cuenta en realidad” (p. 361). La principal preocupación del occidente capitalista era que Allende se consolidara y que la imagen de un presidente marxista fuera un éxito en todo el mundo. Por eso el primer plan, antes de fraguar el golpe militar, buscaba su desprestigio y su fracaso como gobierno.

En los años que siguieron a la elección de Allende, el gobierno de Estados Unidos saboteó la economía de Chile: los bancos congelaron créditos y el gobierno congeló la ayuda económica. El Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales dominadas por Estados Unidos cancelaron préstamos. También se envíaron agentes de la CIA a sabotear la economía y fomentar un movimiento de oposición contra el gobierno de Allende, como la huelga de los camiones que paralizó el transporte y a la que se hace referencia en la novela. La huelga de camioneros corta el abastecimiento de las ciudades y deja a las poblaciones obreras sin los insumos básicos. En esas épocas, elementos como el café y el azúcar se transformaron en bienes de lujo.

En ese contexto, Blanca utiliza La casa de la esquina para almacenar todos los productos que llegan a ella, con tal frenesí y locura acaparadora que llena la casa del hedor a podrido de los alimentos perecederos que intenta guardar. Alba, que desconoce esta faceta de su madre, hace un boquete en la habitación destinada al almacén y roba productos para después repartirlos entre los sectores más necesitados. Esta actitud entregada es apoyada por Miguel, quien también organiza células de lucha armada, y por Jaime, quien continúa su labor como médico en los barrios pobres.

Jaime y Miguel se conocen cuando este último le pide ayuda para que salve a su hermana, que no es otra que Amanda. Entre ellos existe una relación de cordialidad, pero de distanciamiento político: Jaime opina que el extremismo de Miguel solo contribuye a crear una mala imagen del socialismo, que desprestigia al gobierno más que ayudarlo. Por su parte, Miguel cree que el gobierno de Allende, al moverse dentro de los mismos esquemas marcados por el Estado de Derecho, no es lo suficientemente radical como para propiciar la revolución que él pregona.

Entretanto, Jaime traba amistad con el Presidente, y se reúne con él regularmente a jugar ajedrez. Jaime se transforma en uno de los médicos personales de Allende y tiene acceso a la mesa chica del gobierno. Sin embargo, en ningún caso utiliza este poder a su favor; ni siquiera se lo cuenta a Alba o a Blanca. Jaime sostiene hasta el final su perfil humilde y discreto. En un nivel íntimo, su vida se ve atrapada en una relación con Amanda: cuando la salva de su drogadicción y la pone a trabajar en los centros de salud junto a él, Amanda se enamora de aquel hombre maduro que ya la había salvado casi veinte años atrás. Sin embargo, el amor llega como una parodia: Jaime ha perdido toda atracción por ella y este amor a destiempo no le produce más que pesar.

El capítulo 12 cierra con el presagio de la última hermana Mora viva, que se presenta en La casa de la esquina para que, a través de ella, Clara pueda hablar con su nieta y ponerla sobre aviso del desastre que se avecina y que se desatará en el próximo capítulo.