Frankenstein

Frankenstein Resumen y Análisis de los Capítulos V a VIII

Capítulo V

Resumen

Una fría noche de noviembre, Víctor da finalmente vida a su creación. Al abrirse “los ojos amarillentos y apagados de la criatura”, Víctor se siente violentamente enfermo, como si hubiera presenciado una gran catástrofe. Aunque había seleccionado las partes de la criatura porque las consideraba hermosas, el hombre acabado es horrible: tiene labios negros y delgados, ojos inhumanos y una piel pálida a través de la cual puede verse el pulso de sus músculos, arterias y venas.

La belleza desaparece del sueño de Frankenstein, y la realidad con la que se enfrenta lo llena de horror y disgusto. Sale corriendo de la habitación y regresa a su dormitorio. No puede dormir, atormentado por un sueño en el que abraza y besa a Elizabeth, solo para que ella se vuelva hacia el cadáver de su madre en sus brazos.

Se despierta tarde por la noche para encontrar a la criatura junto a su cama, mirándolo con una sonrisa cariñosa. Aunque el monstruo intenta hablarle, Víctor salta de la cama y se va rápidamente para ocultarse en la noche. Camina frenéticamente por el patio durante el resto de la noche, y decide dar aún un paseo cuando llega la mañana. Mientras camina por la ciudad, Frankenstein ve a su querido amigo Henry Clerval bajando de un carruaje. Lleno de alegría, se olvida de inmediato de sus propias desgracias. El padre de Clerval le ha permitido por fin estudiar en Ingolstadt. Así, los dos viejos amigos estarán de nuevo permanentemente juntos. Henry le dice a Víctor que su familia está atormentada por la preocupación porque rara vez escuchan de él. Se asombra del aspecto demacrado de Frankenstein, pero Víctor se niega a discutir los detalles de su proyecto.

Víctor inspecciona sus habitaciones para asegurarse de que el monstruo se haya ido. A la mañana siguiente, Henry lo encuentra consumido por una fiebre histérica. Víctor permanece en cama durante varios meses bajo el asiduo cuidado de Henry, quien determina ocultar a la familia la gravedad de la enfermedad de Víctor. Una vez que este puede hablar con coherencia, Henry le pide que escriba una carta, con su propia letra, a su familia en Ginebra. Hay una carta de Elizabeth que requiere su atención.

Análisis

En este capítulo, la obsesión científica de Víctor parece ser una especie de sueño, que termina con el nacimiento de la criatura. Se despierta al mismo tiempo que la criatura: en el momento en que los ojos de ésta se abren, también lo hacen los de Frankenstein, ante el horror de su proyecto. Este es atacado por una enfermedad, tanto física como mental. Esto refleja el carácter antinatural de su proyecto, en el que intentó tomar el lugar de Dios.

Las oraciones del narrador se abrevian, se vuelven bruscas, indicando su estado nervioso y paranoide. Es significativo que Víctor sueñe con su madre y con Elizabeth: como mujeres, ambas son "naturalmente" capaces de crear (a través del parto). Con sus muertes, la creación natural y la virtud terrenal que representan también mueren. El beso de Víctor es el beso de la muerte, y su matrimonio con Elizabeth representa tanto una unión con su madre como una con la muerte misma.

En el momento de su nacimiento, la criatura es completamente benevolente: se acerca a Frankenstein con afecto, solo para que este lo abandone violentamente. A pesar de su aspecto espantoso, es tan inocente como un niño recién nacido y, en cierto sentido, esto es precisamente lo que es. El trato cruel de Víctor hacia la criatura contrasta con la devoción de sus padres y el cuidado desinteresado de Clerval: renuncia a su hijo en el momento de su nacimiento. El lector comienza a reconocer la profunda falta de ética del experimento de Frankenstein y de él mismo.

Capítulo VI

Resumen

La carta de Elizabeth expresa preocupación por el bienestar de Víctor y gratitud hacia Henry por cuidar de él. Relata chismes locales y eventos familiares recientes. La sirvienta más confiable de la familia, Justine Moritz, ha regresado a la familia tras verse obligada a cuidar de su madre hasta la muerte de ésta. El hermano menor de Víctor, Ernest, tiene ahora dieciséis años y aspira a unirse a un ejército extranjero. Su otro hermano, William, ha cumplido cinco años y está maravillosamente bien. Elizabeth le ruega a Víctor que le escriba y la visite, ya que tanto ella como su padre lo extrañan terriblemente. Frankenstein tiene un ataque de conciencia y decide escribirles de inmediato.

Dos semanas después, Víctor puede abandonar su recámara. Henry, tras observar el disgusto de su amigo por su antiguo laboratorio, ha conseguido un nuevo departamento para él y se deshizo de todos sus instrumentos científicos. Presentar a Clerval a los profesores de Ingolstadt resulta una tortura, ya que éstos destacan infaliblemente la destreza científica de Víctor. Este, por su parte, no puede soportar los elogios y le permite a Henry convencerlo de abandonar la ciencia para estudiar lenguas orientales. Éstas, junto a la gloriosa melancolía de la poesía, le brindan a Frankenstein una distracción muy necesaria.

Pasa el verano, y Víctor decide regresar a Ginebra a finales del otoño. Para su consternación, su partida se retrasa hasta la primavera. Sin embargo, está pasando largas y maravillosas horas en compañía de Clerval. Se embarcan en un paseo de dos semanas por el campo, y Víctor reconoce que Henry tiene la capacidad de despertar "los mejores sentimientos” de su corazón. Los dos amigos se aman ardientemente.

Poco a poco, Víctor está recuperando su vieja y despreocupada personalidad. Se siente muy feliz en la naturaleza y puede olvidar su antigua miseria. Los dos están de muy buen humor cuando regresan a la universidad.

Análisis

Con la carta de Elizabeth nos damos cuenta de cómo Víctor se ha aislado del mundo exterior. La narración de sus primeros dos años en Ingolstadt incluye pocos nombres propios, y no se preocupa en absoluto por persona alguna. El lector se da cuenta de cuánto tiempo ha pasado, y cuántas cosas han cambiado. Aprendemos los nombres de los hermanos de Víctor y nos enteramos de la existencia de Justine. La relación de Elizabeth con Justine es muy parecida a la de Caroline con Elizabeth: ésta se preocupa por la chica menos afortunada y la elogia, diciendo de ella que es "muy dulce e inteligente, y extremadamente bonita".

La historia de Justine, sin embargo, ilustra dos de los temas más oscuros de la novela: la inevitabilidad de expiación de los propios pecados, por un lado, y el sufrimiento que conlleva esa expiación, por el otro. La cruel madre de Justine no podía soportarla, y la envió lejos. Pero tras la partida de Justine, sus amados hijos murieron, uno por uno, y la dejaron completamente sola. Así, depende de Justine para que la cuide en su lecho de muerte. Esto ilustra ampliamente el código de justicia propuesto por la novela: uno siempre debe pagar por su crueldad, y pagar con lo que uno más quiere.

El abandono de Víctor de la ciencia y la filosofía natural es ilustrativo de su irracional intento de negar los eventos de los últimos dos años. Víctor parece creer verdaderamente que es inmune al daño: no persigue a su criatura perdida, sino que continúa su vida en la universidad con el máximo descuido. Retoma los idiomas y la poesía, dos materias en las que nunca antes había mostrado el más mínimo interés, y trata de olvidar todo lo que sucedió antes. Por lo tanto, Víctor muestra una relación muy cuestionable con la realidad: a menos que sea confrontado directamente con sus errores, se niega a reconocer que los ha cometido. Es extremadamente débil, como lo demuestra su prolongada enfermedad, que fue tanto mental como física.

Al terminar el capítulo en plena primavera, Shelley enfatiza el deseo de Víctor de renacer. El lector, sin embargo, ya sabe que tal deseo es completamente vano.

Capítulo VII

Resumen

En Ingolstadt, Víctor y Henry reciben una carta del padre de Víctor: William, el hermano menor de Víctor, ha sido asesinado. En una caminata nocturna con la familia, el niño desapareció, y fue encontrado muerto a la mañana siguiente. El día del asesinato, Elizabeth había permitido que el niño llevara un medallón antiguo con la foto de Caroline. Al examinar el cadáver, Elizabeth se da cuenta de que el medallón no está, y se desvanece al pensar que William fue asesinado por esa chuchería, culpándose por su muerte. El padre de Víctor le ruega que regrese a casa de inmediato, argumentando que su presencia ayudará a sosegar a la devastada familia. Clerval expresa sus más profundas condolencias y ayuda a Víctor a ordenar los caballos para su viaje.

Camino a Ginebra, un miedo irracional se apodera de Víctor. Seguro de que lo aguardan más desastres en casa, permanece unos días en Lausana. Invocando todo su coraje, se pone en marcha de nuevo. Víctor se conmueve hasta las lágrimas al llegar a su ciudad natal, ya que su alejamiento de ella ha sido tan prolongado. A pesar de su alegría por volver a Ginebra, el miedo regresa. Llega de noche, en medio de una tormenta severa. De repente, un relámpago ilumina una figura que acecha entre los árboles esqueléticos. Su gigantesca estatura lo devela como la criatura pródiga de Frankenstein. Viendo a este "demonio", Víctor está completamente seguro de que es el asesino de William: solo un monstruo podría tomar la vida de un niño tan angelical.

Víctor anhela perseguir a la criatura y advertir a su familia del peligro que representa. Teme que lo tomen por loco si cuenta su fantástica historia y, por lo tanto, decide guardar silencio.

En la finca de los Frankenstein, Víctor es recibido con cierto afecto melancólico. Su hermano, Ernest, cuenta una noticia impactante: Justine, la sirvienta de confianza de la familia, ha sido acusada del asesinato de William. El medallón perdido fue encontrado entre sus cosas la noche del asesinato. La familia, particularmente Elizabeth, cree apasionadamente en su inocencia y afirma que su sufrimiento solo se magnificará si Justine es castigada por el crimen. Todos temen el juicio de Justine, que está programado para las once de la mañana del mismo día.

Análisis

El relato de la muerte de William está escrito en un lenguaje altamente inconexo: las oraciones son largas, y con frecuencia son interrumpidas por punto y coma, como si cada pensamiento se derramara en otro. Esto indica la magnitud de la angustia que siente el padre del narrador mientras escribe. Las cartas desempeñan, en general, un papel central en la novela: ésta comienza y termina con una serie de cartas, y muchos detalles importantes de la trama y de los personajes se cuentan a través de ellas. Las cartas permiten a Shelley (que, en su mayor parte, se ha comprometido con la narración en primera persona de Víctor) dar lugar a que las voces de otros personajes irrumpan y alteren la versión sumamente subjetiva de Víctor de los eventos de la novela.

La reacción de Víctor ante la carta revela mucho sobre su personaje. Aunque está angustiado por el dolor, sus pensamientos pronto se vuelven hacia su propia ansiedad por regresar a su hogar después de tan larga ausencia. Su egocentrismo comienza a parecer impenetrable para el lector. La inquietud de Víctor también presagia el momento de horror que lo recibirá en Ginebra. El lector ha llegado a compartir su angustia y, por lo tanto, está tan horrorizado como él por lo que el rayo ilumina.

La tormenta eléctrica que recibe a Víctor en Ginebra es un elemento básico de la narrativa gótica. Evoca el preámbulo clásico, por no decir cliché, de cualquier historia de fantasmas. Aquella refleja también el estado de desequilibrio y caos en el que Víctor encuentra a su familia. A pesar de que el asesinato de William tiene lugar en un idílico día de primavera, el clima es frío y tormentoso cuando Víctor llega, poco después.

Al ver a la criatura a través de los ojos de Frankenstein, el lector se inclina a saltar a la misma conclusión que él. El odio de Víctor hacia la criatura alcanza un tono casi histérico en esta escena, como lo indica su dicción: se refiere a su creación como un "bulto", un "desdichado", un "repugnante demonio". El lector también desea inmediatamente culpar a la criatura, aunque no tenga fundamentos reales para hacerlo. De este modo, el lector se vuelve sutilmente cómplice del estado de marginación de la criatura.

La decisión de Víctor de mantener en secreto la existencia del monstruo para preservar su reputación lo revela como egoísta y temerario. Un niño ha sido asesinado, y un monstruo ha sido creado: en un mundo tan gravemente desequilibrado, su propia reputación no debería ser una prioridad en los pensamientos de Frankenstein.

Capítulo VIII

Resumen:

El juicio comienza a la mañana siguiente. Víctor está extremadamente aprensivo en cuanto a cuál será el veredicto: es torturado por la idea de que su "curiosidad” y sus “ilícitos experimentos” no causarán una muerte, sino dos. Reflexiona con tristeza sobre las excepcionales cualidades de Justine, quien estaba destinada a llevar una vida admirable. Por su culpa, su vida terminará cruelmente y demasiado pronto. Víctor considera brevemente confesar el crimen, pero se da cuenta de que, como estaba en Ingolstadt la noche del asesinato, su confesión sería desestimada como los delirios de un loco.

En la corte, Justine se para con calma ante sus acusadores. Su rostro solemne le da una belleza exquisita. El fiscal presenta a una serie de testigos, que aportan pruebas convincentes contra ella: estuvo fuera toda la noche en la que se cometió el asesinato; la vieron cerca del lugar donde se encontró el cuerpo; cuando se hicieron preguntas, dio respuestas confusas e ininteligibles; y se puso histérica al ver el cuerpo de William. La evidencia más condenatoria, sin embargo, es el hecho de que la miniatura de William, que este llevaba puesta en el momento del asesinato, fue encontrada en el bolsillo del vestido de Justine.

Justine, llamada al estrado de testigos, proporciona otra explicación de los acontecimientos: con el permiso de Elizabeth, había pasado la noche del asesinato en la casa de su tía, en Chêne. Al enterarse de la desaparición de William pasó varias horas buscándolo. Sin poder volver a casa, ya que se había hecho demasiado tarde, decidió pasar la noche en un granero cercano. Justine dice que, si estaba cerca del cuerpo, no lo sabía; su confusión era solo una manifestación de su cansancio. Sigue sin poder explicar cómo llegó la miniatura a ella, y solo puede asumir que el mismo asesino la puso allí.

Aunque pocos testigos están dispuestos a manifestarse contra la inocencia de Justine, Elizabeth insiste en hablar en nombre de la niña. Elogia su carácter y dice que fue amada por toda la familia Frankenstein. Por su parte, afirma, nunca creerá que Justine es culpable. A pesar de esta valiente muestra de lealtad, Justine es condenada a muerte. Víctor considera que la situación de Justine no es tan mala como la suya: ella puede consolarse con su propia inocencia, mientras que él debe vivir con la culpa.

Sorprendentemente, Justine confiesa el asesinato y expresa su deseo de ver a Elizabeth, quien le pide a Víctor que la acompañe. Justine les dice que confesó una mentira para obtener la absolución y evitar la excomunión en sus últimos momentos. Ella no teme a la muerte, y pasa noblemente sus últimos momentos consolando a Justine y a Víctor. Esto solo sirve para aumentar la angustia de Víctor, quien concluye que Justine y William son las primeras víctimas de sus "ilícitos experimentos".

Análisis:

La atención que se presta a la apariencia, la historia y el discurso de Justine solo sirve para aumentar la simpatía que siente el lector hacia ella. Su rostro impasible recuerda el de una frágil muñeca: como tal, es un simple juguete, un peón cuyo destino está completamente fuera de su control. A lo largo de este capítulo, las oraciones se confunden y los puntos y comas se usan con frecuencia para hilar pensamientos inconexos. De esta manera, Shelley indica la magnitud del caos que ha caído sobre la familia Frankenstein: han perdido todo el control sobre el presente y el futuro, y son incluso incapaces de organizar sus propios pensamientos.

Aunque el lector podría estar tentado de responsabilizar a Víctor por el veredicto, ésta es una visión demasiado simplista de los acontecimientos. La decisión de Frankenstein de ocultar la verdad es terriblemente incorrecta. Shelley, sin embargo, no nos da ninguna indicación de que él lo haga para absolverse de culpa. "Los colmillos del remordimiento" lo asaltan y, al menos en su propio corazón, asume la culpa, tanto del asesinato de William como de la ejecución de Justine. No puede compartir su terrible secreto con nadie, por lo que está completamente aislado, marginado de la sociedad humana.