"El príncipe feliz" y otros cuentos

"El príncipe feliz" y otros cuentos Wilde y el esteticismo

La obra de Oscar Wilde se inserta en el esteticismo, un movimiento artístico inglés de finales del siglo XIX basado en la doctrina de que el fin último del arte es exaltar la belleza, que debe ser elevada y priorizada por encima de la moral y de las temáticas sociales. El movimiento presenta tendencias similares a las del simbolismo y el decadentismo francés.

El esteticismo aparece como oposición a las filosofías utilitaristas imperantes en la época, así como al materialismo naciente en el período industrial y al naturalismo en el arte. Los fundamentos filosóficos del movimiento son asentados por Immanuel Kant, quien propone la posibilidad de separar las normas estéticas de la moralidad, la utilidad o incluso el placer. “Todo arte es completamente inútil”, reza Oscar Wilde en el prefacio a su novela El retrato de Dorian Grey.

Los estetas o esteticistas optan, entonces, por la búsqueda del refinamiento, adhiriendo así a una suerte de religión de lo bello. Muchas veces esta belleza es encontrada en formas hasta el momento inexploradas de lo catalogado como “vulgar” o “simple”: los estetas colocan su mirada, por ejemplo, en el arte primitivo (prerrafaelismo) o en lo que se concebía como arte ingenuo.

El esteticismo debe leerse como una salida, un intento de escapar a un malestar: "el fin del siglo XIX" se caracteriza, por una parte, por la fe en la ciencia y la modernidad y, por otra, por el pesimismo consecuente a los valores instaurados por el materialismo. El culto por la belleza en sí misma se origina entonces en un desesperado interés por evadir o prescindir de la realidad cotidiana ofrecida por dicha cultura mayoritaria, funcionando a su vez como una crítica hacia la moral y costumbres burguesas.

Es necesario aclarar que la perspectiva esteticista plantea un paralelo necesario entre la búsqueda de la belleza exterior e interior. Lo bello, como un precepto a aplicar en todos los aspectos de la existencia, se propone como el eje vector de un “estilo de vida”.

Los escritores británicos decadentes son grandemente influenciados por Walter Pater y sus escritos, así como por la novela Mario el epicúreo, que establece que la vida debe ser vivida intensamente, primordialmente siguiendo, como ideal, la belleza. Estos enfoques, junto a las investigaciones sobre el Renacimiento, se convirtieron en la biblia de los jóvenes entusiastas del arte en aquellos años. James McNeill Whistler, Oscar Wilde y Stéphane Mallarmé avivan con sus obras el patrón de refinamiento de la corriente, elevando el culto a la belleza hasta su punto más alto.