"El príncipe feliz" y otros cuentos

"El príncipe feliz" y otros cuentos Temas

La generosidad vs. el egoísmo

El egoísmo o su opuesto, la generosidad, son atributos aplicables a los protagonistas de todos los relatos, al mismo tiempo que son estas cualidades las que suelen definir al personaje y a partir de las cuales se estructura la trama. Por ejemplo, "Un amigo fiel" muestra claramente a un personaje que aún siendo rico se aprovecha de su amigo pobre, tomando de él beneficios sin dar nada a cambio, hasta conducir a su amigo a la muerte. En el extremo opuesto, el Ruiseñor en "El ruiseñor y la rosa" realiza el mayor acto de generosidad al sacrificar su propia vida por la pervivencia del amor. La colección ofrece también cuentos que evidencian transformaciones, en un mismo personaje, ligadas al pasaje de un extremo al otro: el protagonista de "El gigante egoísta" está encerrado en su egoísmo hasta que una imagen conmovedora lo hace comprender, arrepentirse y entregarse al hacer generoso. En "El príncipe feliz", la extrema generosidad de la estatua, que elige despojarse de las joyas que constituyen sus ojos y su piel para ayudar a los necesitados, surge como una desesperada reacción de su parte a la actitud indiferente que mantuvo cuando vivía en el palacio real. De esta manera, el egoísmo suele estar asociado a una limitación determinada por la indiferencia o la ignorancia, mientras la generosidad responde a la empatía y la compasión.

El amor

En esta colección, el amor se presenta estrechamente ligado a muchos de los otros temas, en tanto se constituye como un acto generoso, opuesto a todo egoísmo, al punto de manifestarse como una suerte de gesto sacrificial que incluso se mantiene anónimo para aquellos a quienes está dirigido. Como declara un personaje en "El admirable cohete", "el verdadero amor sufre, y es silencioso” (p.219). Esta concepción del amor aparece retratada en "El príncipe feliz", pero el relato que más luz echa sobre este tema es "El ruiseñor y la rosa", en el que el protagonista es un Ruiseñor que sacrifica su propia vida para ayudar a un joven enamorado a conquistar a su amada. Si bien el joven estudiante acaba renunciando al amor ante la primera dificultad, desechándolo por poco práctico, es el Ruiseñor quien encarna el sentimiento más sinceramente amoroso, en tanto es capaz de entregar su vida en pos del amor y sin esperar a cambio más que la pervivencia del amor mismo. El amor es definido así como un tesoro invaluable, sagrado, bello por su carácter vano, por su inutilidad, que lo distingue de la lógica del resto de los asuntos del mundo. Llega a proclamarse como "más sabio que la Filosofía, aunque ésta es sabia, y más poderoso que el Poder, aunque éste sea poderoso" (p.196). El Ruiseñor incluso llega a definir: "El Amor es mejor que la Vida" (p.195).

La diferencia de clases y la desigualdad

En varios cuentos de esta colección, Wilde pareciera recurrir al universo de lo maravilloso para establecer una fuerte crítica a las injusticias producto de la diferencia de clases. "El príncipe feliz" es el relato que más atención pone en este aspecto, en tanto se establece un claro abismo entre la lujosa vida de que aquellos que habitan cómodamente los estratos más altos de la sociedad y la trágica miseria a la que son sometidos gran parte de los ciudadanos. Lo que posibilita la presentación de toda la jerarquía social en su amplio espectro es la particular perspectiva del protagonista, que vivió toda su vida entre los placeres de la vida palaciega y, obnubilado por la hermosura que le había tocado en suerte, no se le ocurría preguntarse “qué había más allá” (p.185), hasta que, ya muerto, la ubicación de la estatua en su honor le permite ver con claridad la terrible realidad que antes ignoraba. Esta realidad que se le presenta a sus ojos de zafiros está integrada por niños pobres que salen a trabajar en el frío y costureras que deben terminar su trabajo mientras sus hijos lloran de hambre mientras, al mismo tiempo, en los balcones del palacio, las damas de honor de la Reina se quejan de la holgazanería de las trabajadoras encargadas de realizar sus vestidos.

El tema aparece, también, en el relato "Un amigo fiel", donde un hombre, a pesar de su riqueza, le quita todo lo que puede a su amigo pobre sin ofrecerle nada a cambio. Tanto en un cuento como en el otro, el tema de la diferencia de clases aparece ligado a otros como el egoísmo o la generosidad, en tanto se muestran ejemplos de personajes con vidas privilegiadas que deciden sacrificar cierto bienestar para ayudar a quienes lo necesitan, o bien mantenerse indiferentes ante esa realidad.

El sacrificio

El sacrificio aparece tematizado, en esta colección, en aquellos cuentos cuyos protagonistas se caracterizan por su carácter generoso y humilde. Tanto el Príncipe y la Golondrina de "El príncipe feliz" como el Ruiseñor de "El ruiseñor y la rosa" deciden agotar todas sus fuerzas hasta entregar, incluso, la propia vida, para actuar en beneficio de quienes lo necesitan. El Príncipe se sacrifica al despojarse de las joyas que tiene por ojos y piel, hasta quedar ciego y con apariencia de mendigo, con tal de ayudar a que los pobres de su ciudad puedan respirar, aunque sea un momento, por fuera de la miseria que les tocó en suerte. La Golondrina sacrifica su preciado y bello destino, Egipto, para quedarse junto al Príncipe, enlazada a él en el amor y en el hacer generoso, hasta que el frío invierno llega y parece dejar en claro que el destino final de todo sacrificio es la muerte. En el Ruiseñor, por su parte, la propia vida se ofrece como un justificado precio a pagar cuando se trata de colaborar a la pervivencia del amor.

En todos los casos mencionados se da, además, una concepción similar del sacrificio: este se mantiene en las sombras del anonimato, puesto que los beneficiados desconocen la acción de quienes dieron su vida por ellos. El gesto sacrificial se evidencia en este silencio como una manifestación de absoluta humildad: quienes se sacrifican no buscan ningún tipo de beneficio personal ni piden nada a cambio, ni siquiera un reconocimiento por su accionar.

La vanidad vs. la humildad

Claramente ligada a la oposición entre egoísmo y generosidad, el tema de la disyuntiva entre la vanidad y la humildad se hace presente en la colección. Los personajes que pueden entregarse a la acción generosa son aquellos cuyo carácter humilde les permite sacrificarse a sí mismos en virtud del bienestar ajeno. Tal es el caso del Ruiseñor, en "El ruiseñor y la rosa", que sacrifica su vida para que un joven enamorado pueda concretar su amor, porque "¿qué es el corazón de un pájaro comparado con el corazón de un hombre?” (p.195). La humildad es atributo, también, del Príncipe en "El príncipe feliz", quien para ayudar a los necesitados resigna la majestuosidad de su estatua, desprendiéndose de sus lujos hasta quedar ciego y con apariencia de mendigo. Se contrapone a esta figura, erigiéndose como un personaje de suma vanidad, el Alcalde en el mismo relato, quien resulta indiferente al sufrimiento de sus ciudadanos por estar concentrado únicamente en erigirse a sí mismo en un bello monumento.

Pero el personaje más vanidoso de la colección es, sin dudas, el Cohete de "El admirable cohete", quien no deja de presumir su supuesta superioridad y flamante linaje ante quien se cruce en su camino. La vanidad de este personaje lo lleva a construir una imagen ilusoria de sí mismo, según la cual él sería aún más importante que el Príncipe y la Princesa para cuya boda él estallará. El relato pone en juego, además, el modo en que el carácter vanidoso es precisamente lo que lleva al personaje al fracaso: por despreciar a sus compañeros desoye sus consejos, y termina siendo el único que no participa del gran espectáculo.

La hipocresía

Un tema siempre presente en la literatura de Wilde, sobre todo en aquellas obras cuyos personajes pertenecen a altos estratos de la sociedad, es el de la hipocresía. En esta colección, son la Rata de agua y el Molinero de "Un amigo fiel", así como el Cohete de "El admirable cohete", quienes se definen en su carácter hipócrita, atributo en ambos casos ligado al egoísmo.

La Rata de agua dice detestar a los niños, alegando que la amistad fiel es un asunto mucho más noble que la familia o el amor. Cuando se le pregunta qué entiende por un "amigo fiel", la Rata contesta: “Esperaría que mi amigo fiel me fuese fiel, por supuesto” (p.206), es decir, un pensamiento completamente egoísta que evidencia que su anterior proclama sobre el concepto de amistad fiel no tiene, en verdad, ninguna nobleza. En el relato, los personajes hipócritas utilizan un cierto manejo "elegante" del lenguaje para manipular a los demás. Es el caso del Molinero, que se sirve constantemente de palabras supuestamente elevadas para disfrazar su egoísmo al punto de hacerlo pasar por generosidad. Por ejemplo, él convence a lo demás de que no ayudando a su amigo está, en realidad, haciéndole un bien, cuando lo único que hace es sacar provecho de él y desinteresarse por completo de esa amistad en los momentos en que no puede obtener de esta ningún beneficio. La hipocresía de este personaje ni siquiera se detiene tras haber causado la muerte de su amigo, sino que en el mismo funeral el Molinero llega a decir, sobre sí mismo, que “se sufre mucho siendo generoso” (p.214).

El Cohete de "El admirable cohete" es un personaje completamente egocéntrico que, sin embargo, se describe a sí mismo como el ser más sensible del mundo, cuando en ningún momento se interesa por los sentimientos de nadie que no sea él. Su hipocresía es detectada por otro personaje del cuento, que define a una persona sensible como "Una persona que al tener callos siempre le pisa los pies a los demás" (p.220), ofreciendo así, no la significación real de la palabra, sino aquella que podría hacer del atributo “sensible” algo aplicable al Cohete. Los “callos” serían, metafóricamente, la capa de egoísmo que cubre al presumido Cohete y que lo vuelve insensible a quienes lo rodean, al punto de que pueda caminar ignorando que está “pisando los pies a los demás”, es decir, perjudicándolos.

Mediante la temática de la hipocresía, el autor realiza una crítica a los miembros más egoístas de la sociedad (generalmente aquellos que gozan de poder y riquezas), no solo apuntando a sus acciones, sino también al modo en que suelen justificarse a sí mismos y ante los demás para hacer pasar por apropiadas, elegantes y generosas las acciones más despreciables y egoístas.

Esteticismo vs. utilitarismo

Oscar Wilde es uno de los mayores exponentes del esteticismo, corriente artística inglesa de fines del siglo XIX que se origina por la oposición a las concepciones utilitaristas asentadas en la sociedad de su época. El esteticismo plantea que el único fin del arte es el arte mismo, y sostiene una jerarquía de valores que sitúa a la belleza por encima de la moral o lo social en términos de búsqueda artística. Por el contrario, el utilitarismo cree en la necesidad de exigir practicidad a todo producto de la modernidad, incluido el arte.

La disyuntiva entre ambas perspectivas aparece como tema en esta colección, más explícitamente en el cuento "El ruiseñor y la rosa". El Ruiseñor entrega su vida por amor, a sabiendas de que no obtendrá más beneficio, con su sacrificio, que el saber que con su gesto ayudará a un enamorado a concretar su amor. El protagonista del relato es, por lo tanto, un enamorado del amor, un personaje perfectamente romántico y que bien puede asimilarse a la condición de artista en tanto era pensada por Oscar Wilde: así como el único fin para el artista reside en el arte mismo y su inherente belleza, el gesto amoroso del Ruiseñor tiene como único fin el amor mismo. Las nociones opuestas aparecen encarnadas en el personaje del Estudiante, que al final del relato desprecia el amor por su inutilidad. Se trata sin dudas de una alusión a los fundamentos propios del utilitarismo, que plantea la practicidad como condición básica para todo lo que quiera considerarse digno de apreciación.

“El ruiseñor y la rosa”, entonces, parece contraponer ambas perspectivas, encarnadas en los personajes del Ruiseñor, por un lado, y el Estudiante, por el otro. El carácter finalmente vano del sacrificio amoroso del Ruiseñor puede leerse, en este sentido, como una reafirmación de la inutilidad del amor, cuyo único fin se eleva como el amor mismo. Es esa inmanencia la que distingue el amor (como el arte) de la lógica utilitarista y materialista por la que se guía la mayoría de las cuestiones del mundo. Justamente, es en el carácter inútil y vano del sacrificio amoroso donde se define lo absoluto de su belleza.