"El príncipe feliz" y otros cuentos

"El príncipe feliz" y otros cuentos Ironía

El Príncipe Feliz no puede sino llorar de tristeza ("El príncipe feliz") (Ironía situacional)

El Príncipe Feliz, protagonista del relato, está inmerso en una honda tristeza. Esto presenta de por sí una fuerte ironía, dada por el contraste entre el atributo incluido en su nombre y los apesadumbrados sentimientos de la estatua.

El Estudiante escucha el canto del Ruiseñor que entregará su vida por él y piensa que es egoísta y no se sacrificaría por nadie ("El Ruiseñor y la rosa") (Ironía situacional)

El Ruiseñor se conmueve al oír al Estudiante llorar porque no tiene la rosa roja que necesita para que su amada baile con él, por lo que decide sacrificar su vida cantando toda la noche con la espina del Rosal clavada en su pecho, para conseguir la rosa anhelada y así ayudar a quien considera un verdadero enamorado. Cuando el Ruiseñor le anuncia al Estudiante lo que hará, este no entiende lo que el pájaro le dice, y cuando luego lo escucha cantar toma un lápiz y un anotador y escribe una crítica sobre su música. Piensa que tiene estilo pero no sinceridad, como sucede siempre con los artistas: solo se interesan por su propio arte y nunca se sacrificarían por los demás.

El juicio del Estudiante constituye una ironía, en tanto critica al Ruiseñor atribuyéndole egoísmo, ignorando que, justamente, el Ruiseñor decidió realizar el gesto más generoso de todos al sacrificar su propia vida por el deseo amoroso del joven.

La muchacha desprecia la rosa roja por la que el Ruiseñor sacrificó su vida, alegando que ya le regalaron joyas, que cuestan más que las flores ("El ruiseñor y la rosa") (Ironía situacional)

El Ruiseñor sacrifica su vida para fabricar una rosa roja, elemento que el joven enamorado necesita para conquistar a su amada. Sin embargo, el sacrificio del Ruiseñor resulta en vano. Cuando el joven lleva la rosa roja a su amada, esta responde: “Me temo que no combinará con mi vestido -respondió-; y, además, el sobrino del Chambelán me ha enviado unas alhajas auténticas, y todo el mundo sabe que las alhajas cuestan mucho más que las flores” (p.198). El desprecio de la muchacha constituye una trágica ironía, en tanto sentencia que las alhajas “cuestan mucho más que las flores”, ignorando que la flor que el joven le ofrece ha costado la vida del Ruiseñor.

Al estallar, el Cohete cree estar causando una "gran sensación" cuando, en verdad, nadie lo está viendo ("El admirable cohete") (Ironía situacional)

El Cohete se caracteriza por su carácter presumido y por su ilusión de superioridad. Estos atributos se mantienen firmes en el personaje hasta el último momento del relato, ya que a pesar de no haber estallado en el espectáculo real y haber sido arrojado a una zanja, él en ninguna ocasión adquiere conciencia de su condición. El final del cuento se estructura, justamente, en la ironía provocada por el desajuste entre la realidad y la percepción ilusoria que el Cohete tiene sobre los hechos. Unos niños lo encienden, en pleno día, confundiéndolo con una varilla para hacer fuego y hervir así una tetera, y se echan a dormir. El Cohete estalla y, en el cielo, está seguro de estar causando una "gran sensación" (p.227) y brindando un espectáculo que será motivo de mención durante todo el año, mientras que en verdad no hay absolutamente nadie viendo su estallido.