El lobo estepario

El lobo estepario Resumen y Análisis Anotaciones de Harry Haller (Parte 4)

Resumen

Harry busca a Armanda en la fiesta hasta que se percata de la presencia de un joven bello, sin máscara y vestido de frac, que lo observa detenidamente. En lugar de prestarle atención, se dirige hacia la barra para pedir un whisky. En ese momento el joven se acerca y Harry se da cuenta de que es Armando, su fiel amigo de la juventud. Lo saluda con jovialidad y recién ahí advierte que, en realidad, es Armanda disfrazada de hombre. Debido a su disfraz, Harry no puede bailar ni permitirse ninguna atención física con ella. Sin embargo, descubre que se encuentra perdidamente enamorado.

A medida en que avanza la noche, Amanda y Harry se comportan como dos amigos: conversan, bromean, se animan mutuamente a bailar y a seducir a otras mujeres. Harry se entrega dichoso a la fiesta, baila con todos, se siente parte de la multitud y, por primera vez en su vida, experimenta “la embriaguez de la comunidad en una fiesta, el secreto de la pérdida de la personalidad entre la multitud, de la unio mystica de la alegría” (181).

Harry pierde la noción del tiempo mientras el baile continúa hacia su fin. Eventualmente, repara en una mujer hermosa y fresca, como si fuera una recién llegada, e intenta conquistarla. Se trata de Armanda, que se ha cambiado de ropa. Comienzan a besarse y a bailar, en comunión con el resto de los presentes, hasta que la llegada del amanecer acaba con la fiesta.

Recién entonces comprende Harry que solo quedan él y Armanda en el lugar. En ese momento aparece Pablo y los invita al Teatro Mágico. Harry accede y los tres se dirigen a una habitación para recuperar fuerzas. Harry no consigue comprender si ese sitio es real o si se trata de un sueño, pero se deja guiar con confianza. Allí, Pablo les da bebidas y cigarros, que Harry consume sin saber qué son. Pablo explica que el sitio a donde va a llevarlos no existe por fuera de su interioridad. Pablo solo tiene el poder de mostrarle a Harry lo que ya tiene en su psiquis, no más que eso. Luego le muestra un espejo en el que Harry cree verse a sí mismo, pero también al lobo estepario.

Tras el descanso, Pablo los lleva al Teatro. De pronto, Harry se encuentra en un largo pasillo circular repleto de innumerables puertas. Cada una de ellas lleva, según Pablo, al sitio que esté necesitando encontrar. Luego le avisa que debe recorrer el pasillo izquierdo, no sin antes dejar su “honorable personalidad en el guardarropa” (191), ya que esta no es más que una cárcel. Armanda se va por el otro camino, dejándolos solos para Pablo le explique a Harry lo que debe hacer.

Pablo le dice a Harry que lo primero que debe hacer es “suicidarse” (192); es decir, matar al lobo estepario. Para ello, tiene que observar su reflejo en el pequeño espejo y reír sinceramente. El Teatro, afirma, es un sitio para recuperar el humorismo. Harry obedece y la luz del espejo se apaga. Pablo lo arroja al piso y entonces le pide que observe un enorme espejo de pared. Allí, Harry ve cómo múltiples dobles suyos de todas las edades, aspectos y personalidades se acumulan hasta desbordar el reflejo y empezar a escapar por el pasillo. Harry sigue de cerca a uno especialmente joven que se acerca a una puerta y desaparece tras ella. En ese momento, se da cuenta de que Pablo ya no lo acompaña.

A lo largo del pasillo hay innumerables puertas con distintas inscripciones. Harry elige una con el nombre “¡A cazar alegremente! Montería de automóviles” (195) e ingresa. El mundo en el que aparece está en guerra: es una batalla entre los humanos y las máquinas, pero también en la que todas las personas insatisfechas le declaran la guerra al mundo. Allí se encuentra con un amigo de la infancia, Gustavo. Con él se esconden cerca de una ruta y comienzan a dispararle divertidos, sin mayores motivos ni haciendo ninguna distinción, a varios automóviles. Después de asesinar a muchas personas desde arriba de un árbol, Harry cae al vacío y vuelve a aparecer en el pasillo.

Harry elige otra puerta, con la inscripción “Instrucciones para la reconstrucción de la personalidad. Resultado asegurado” (210) y entra. Allí se encuentra con un jugador de ajedrez que le muestra un pequeño espejo en el que ve a sus muchos dobles en miniatura, como si fueran muñecos. El ajedrecista le dice que la idea de la unidad del alma es una ilusión: todos estamos compuestos por muchas personalidades, aunque a eso se le llame esquizofrenia. Tras ello, el hombre comienza a usar los muñecos para jugar en el tablero, mostrando sus distintas combinaciones. Luego se los ofrece a Harry con el objetivo de que los tenga para jugar a las muchas posibilidades de su personalidad. Harry los guarda en su bolsillo.

Harry vuelve al pasillo e ingresa a una nueva habitación con el nombre de la “Maravillosa doma del lobo estepario” (213). Allí se presenta, como en un espectáculo de circo, la cruel domesticación de un lobo hermoso y noble por parte de un sádico adiestrador con la apariencia de Harry. Sin embargo, a mitad del show, el hombre le da al lobo su látigo y los roles se invierten.

Harry sale y entra a otra sala: “Todas las muchachas son tuyas” (217). Allí experimenta nuevamente toda su vida, con la diferencia de que no deja pasar una sola de todas sus chances de amar y disfrutar sexualmente. Todo lo hace y goza, de modo que sale de la habitación habiendo realizado un aprendizaje que lo vuelve digno de Armanda. Con ella elige no encontrarse porque él quiere entregarse a su amor por completo, no en una sola de sus variantes.

Harry retorna al pasillo y se encuentra ante otra puerta: “Cómo se mata por amor” (225). Con un estremecimiento, recuerda cuando Armanda le hizo prometer que iba a tener que asesinarla después de enamorarse de ella. Harry hurga en sus bolsillos para jugar con los pequeños dobles que le dio el ajedrecista, pero sólo encuentra allí un puñal. Luego corre por los pasillos en busca de Pablo o Armanda. Eventualmente, llega al espejo grande, donde ve primero al lobo y luego a sí mismo con aspecto desmejorado. Harry habla con su reflejo, quien le dice que está esperando la muerte.

En ese momento aparece Mozart, seguido de una “carcajada clara y glacial, surgida de un mundo de sufrimiento y humorismo de dioses que los hombres desconocían” (227). Mozart le dice que cada uno es víctima de su propio tiempo y debe cargar con las culpas de su generación. Harry se deprime terriblemente y, ante ello, Mozart comienza a reírse de él. Enojado, Harry lo agarra del pelo y lo revolea por el aire.

Harry vuelve a fijarse en su reflejo, donde se ve como la noche en la que casi se suicida. Fastidiado, escupe el vidrio y lo destroza de un puntapié. Luego camina en busca de Armanda, revisando cada una de las salas. Al llegar a la última habitación, se encuentra con “un cuadro sencillo y hermoso” (232): sobre tapices, Armanda y Pablo duermen desnudos en el suelo. Debajo del pecho izquierdo, Armanda tiene la marca de una mordida. En ella introduce Harry su puñal y Armanda muere. En ese momento, Pablo despierta y, con una sonrisa, cubre a Armanda y se retira.

Entonces, un frío “mortal y, al mismo tiempo, hermoso” comienza a irradiar desde el cadáver: “Vibraba y sonaba maravillosamente, ¡era música!” (234). Mozart vuelve a aparecer en el lugar e instala una radio en el piso desde la que empieza a sonar una composición de Händel. El sonido es malo y enfurece profundamente a Harry, que considera que los nuevos inventos están acabando con el arte. Mozart vuelve a reírse de él y explica que está oyendo “la lucha eterna entre la idea y el fenómeno” (237). Luego le dice que tiene que aprender qué cosas tomar en serio y cuáles no. Finalmente, le recrimina haberle clavado un puñal a Armanda.

Harry intenta defenderse, pero luego se pregunta si no será su culpa que Armanda le haya pedido que la mate, si él mismo no la habrá influenciado para que se lo pida o, incluso, si no la habrá asesinado por celos al verla dormir junto a Pablo. Tras ello, Harry le pide a Mozart que lo castiguen y este, sin dejar de reírse de él, deja aparecer un cartel: “Ejecución de Harry” (239). Harry aparece en un patíbulo adornado con una guillotina, repleto de caballeros y un juez. El juez lo acusa de confundir la realidad, de apuñalar a una mujer de fantasía con un puñal también de fantasía, de no tener humor y de utilizar ese mágico lugar para intentar suicidarse. Tras ello, lo condena a la vida eterna, a no ingresar al Teatro por doce horas y a ser objeto de la risa de los presentes: “A la una, a las dos ¡a las tres! Y a las tres prorrumpieron todos los presentes con impecable precisión en una carcajada” (240).

Harry vuelve a aparecer junto a Mozart, quien le explica que tendrá que acostumbrarse a “oír la música de radio de la vida” (241). Harry quiere saber qué es lo que sucederá en caso de que se niegue, y Mozart, sin prestarle demasiada atención, le ofrece un cigarrillo. En ese momento, Mozart se transforma en Pablo, que le sonríe y le dice que lo ha decepcionado al ensuciar su “bonito mundo alegórico con manchas de realidad” (242). Harry fuma el cigarro y, sintiéndose cansado, comprende el juego. Tiene el propósito de volver a jugarlo, de aprender a reír. Sabe que tanto Pablo como el Teatro lo estarán esperando.

Análisis

A partir de su encuentro con Armanda en el baile de máscaras, Harry termina de consumar una transformación que se había comenzado a gestar en el momento en que la conoció en el Águila Negra, la noche en que estuvo a punto de suicidarse. La fiesta se presenta como el acontecimiento que hace posible la superación de la soledad que define la personalidad de Harry, su identidad de outsider. Al mismo tiempo, le permite conectar profundamente con su costado más sensual, carnal y desenfrenado.

Al igual que en la sección anterior, cuando Pablo le propone participar de una orgía junto a María, las nuevas personas con la que Harry se vincula lo impulsan insistentemente a traspasar los límites morales que lo han definido toda su vida. Recordemos, como se nos explica en el “Tractat del lobo estepario”, que Harry es un hombre reprimido y moralista, consecuencia de la educación rígida y excesivamente religiosa que recibió en su infancia. Es por esto que cree que su alma se ha desgarrado en dos: un lobo, vinculado a lo pasional y salvaje, y un hombre, asociado a lo racional y civilizado.

En este punto resulta significativo que Harry reconozca su amor y deseo por Armanda en el momento preciso en que no puede manifestarlo públicamente porque ella se encuentra vestida de hombre: “Sin que Armanda pareciera esforzarse en absoluto por lograrlo, me enamoré muy pronto de ella. Como iba vestida de hombre, no podíamos bailar, no podía permitirme ninguna caricia, ningún ataque” (179). Al igual que con la proposición de Pablo, la posibilidad de tener un acercamiento homoerótico parece estar más impedida por una suerte de prurito moral, o por la condena social, que por un deseo genuino.

En todo caso, vale señalar el modo en que Harry transmite el modo en que termina siendo seducido por Armanda: ¡De qué manera tan dulce e imperceptible me tendía la anhelada red, de qué forma tan divertida y embrujada me daba a beber el dulce veneno!” (179). En esta descripción, él se comporta como una presa y ella como una alimaña predadora que lo seduce para devorarlo. Resulta curioso el hecho de que Harry recurra a estas figuras, en cualquier otro contexto sórdidas y perturbadoras, para dar cuenta del modo en que Armanda lo conquista en la fiesta. Pareciera que la lógica sexual no termina de liberarse del todo de la idea del peligro y el pecado.

En “Lo dionisíaco y lo apolíneo: la polaridad nietzscheana en El lobo estepario”, desarrollamos la apropiación que realiza Hesse de la función que le otorga Nietzsche a los dioses griegos Apolo y Dionisio. Para el filósofo, mientras que lo apolíneo representa la belleza ideal, perfecta y racional; lo dionisíaco, por el contrario, remite a lo terrenal, la sensualidad, el desenfreno y el éxtasis. Esta dualidad, presente a lo largo de toda la novela -sobre todo en relación con la doble identidad de Harry: el lobo estepario y el hombre- vuelve a aparecer con toda su centralidad en la fiesta de máscaras.

En la Antigua Grecia los seguidores de Dionisio efectuaban ceremonias orgiásticas, llamadas bacanales, que incluían bailes frenéticos, sacrificios, consumo de alcohol y distintos narcóticos. Estas ceremonias tenían como objetivo alcanzar estados de éxtasis, de disolución del ego y de unión mística con lo divino. La fiesta de máscaras de la que participa Harry, en este sentido, se comporta como una verdadera bacanal. Se trata de una celebración iniciática y ritual en la que nuestro protagonista consigue, finalmente, superar su individualidad y conectar con el resto sin que se lo impida su tendencia a la racionalización obsesiva:

En esta noche de baile se me logró un acontecimiento que me había sido desconocido durante cincuenta años (…) el suceso de una fiesta, la embriaguez de la comunidad en una fiesta, el secreto de la pérdida de la personalidad entre la multitud, de la unio mystica de la alegría. (181)

No es casualidad, en este punto, que uno de los principales gestores de la fiesta sea Pablo, ese amigo de belleza exótica que convida a Harry distintas drogas y licores, y que termina introduciéndolo a la experiencia alucinatoria del Teatro Mágico. Más aún, resulta significativo el modo en que Pablo celebra el estado de éxtasis en el que encuentra a Harry durante la fiesta: “Y cuando Pablo me vio entusiasmado de este modo (…) me miró venturoso con sus ojos de fuego, se levantó entusiasmado de su asiento en la orquesta y sopló con violencia su cuerna” (183). Como sabemos, Pablo es un saxofonista, pero en este caso su instrumento aparece nombrado como ‘cuerna’, uno de los objetos con los que tiende a asociarse a la figura de Dionisio.

Tras la fiesta, Pablo guía a Harry hacia el tan anhelado Teatro Mágico, no sin antes aclararle que el lugar en el que ingresa existe únicamente en su interior; se trata de un viaje de autoconocimiento que tiene como objetivo el despertar espiritual:

Usted sabe muy bien dónde se oculta ese otro mundo, y que es lo que usted busca en el mundo de su propia alma. Únicamente dentro de su mismo interior vive aquella otra realidad por la que usted suspira. Yo no puedo darle nada que no exista ya dentro de usted. (189)

El Teatro Mágico es una verdadera alegoría de la multiplicidad de identidades que componen la totalidad de una persona o, dicho a la inversa, de la imposibilidad de tener una identidad única e inamovible. Es por ello que Pablo invita a Harry, no sin cierta ironía, a desprenderse de su “muy honorable personalidad”, ya que es “la cárcel que lo aprisiona” (191). Algo similar sucede con el ajedrecista que Harry conoce en una de sus habitaciones y le explica que “El hombre consta de una multiplicidad de almas, de muchísimos yos” (211). Estos personajes enseñan que la idea que tenemos de una identidad fija, inmutable y única dificulta que nos mostremos abiertos ante las múltiples posibilidades y perspectivas que ofrece el mundo.

No debemos olvidar que Hesse escribe esta novela mientras atraviesa una profunda crisis psicológica. Se trata de una crisis a la que contribuyeron distintos sucesos externos a él -como la enfermedad de su hijo, la guerra y la muerte de su padre, entre otros-, pero que también se trató, como él mismo señala en la biografía de Michels, de un proceso interno:

El fin de la guerra coincidió también con la conclusión de mi transformación y la culminación de los sufrimientos que me habían puesto a prueba. Estos sufrimientos ya nada tenían que ver con la guerra y el destino del mundo, y la derrota de Alemania, que en el extranjero anticipábamos con certeza desde hacía dos años, perdió asimismo al instante todo aspecto terrible. Estaba completamente inmerso en mí mismo y mi propio destino, si bien a veces tenía la sensación de que, en suma, se trataba de todo aquello en lo que no intervenían los hombres. Reencontré en mí toda la guerra y toda la sed de sangre del mundo, toda su irreflexión, toda su cruda avidez, toda su cobardía (…) sólo tenía que observar el caos hasta el fin, con la esperanza, a veces viva, a veces tenue de encontrar al otro lado del caos la naturaleza, la inocencia. (1977: 17-18)

Ante la profunda crisis existencial que enferma a Harry, entonces, el Teatro Mágico de Pablo opera como un dispositivo terapéutico que tiene como objetivo reconciliarlo, como expresa Mozart hacia el final, con “el humorismo de la vida, el humor patibulario de esta vida” (241). Para ello, Harry debe atravesar, en las salas del Teatro, distintas experiencias que trastocan los cimientos de (lo que él cree que es) su identidad, llegando incluso a vivir situaciones que contradicen por completo sus convicciones más firmes. Un ejemplo de esto encontramos cuando ingresa a la habitación donde se produce la guerra: “—Es cómico —dije— que divierta tanto el pegar tiros. Y eso que yo era antes enemigo de la guerra” (205). A la vivencia de la guerra se le suma el reinventar hasta el cansancio su sexualidad reprimida en la sala “Todas las muchachas son tuyas” (217); cuando presencia la eterna lucha de su lobo y hombre interiores en la “Maravillosa doma del lobo estepario” (213), y cuando simula su propia muerte en la habitación de la “Ejecución de Harry” (239).

Hacia el final de la novela, sin embargo, Harry olvida que se encuentra en un sitio donde todo es un juego, una ilusión. Esto lo sumerge en una última crisis: cuando se encuentra a Armanda durmiendo junto a Pablo después de haber tenido relaciones sexuales, Harry la apuñala, creyendo cumplir con lo que ella le había hecho prometer cuando se conocieron: “—No te ha de ser cosa fácil, pero lo harás. Cumplirás mi mandato y me matarás. Eso es todo. No preguntes nada” (111). Sin embargo, pronto comienza a dudar de sí mismo y se pregunta si no la habrá asesinado, en realidad, por celos. La situación lo devuelve a su estado de angustia característico, pero Pablo acude en su ayuda, aunque afirmando que lo ha decepcionado:

Te has olvidado malamente, has quebrado el humor de mi pequeño teatro y has cometido una felonía; has andado pinchando con puñales y has ensuciado nuestro bonito mundo alegórico con manchas de realidad. (242)

En ese momento, Harry comprende que el objetivo del Teatro Mágico no es otro que el de permitirle experimentar todas las posibles expresiones de su personalidad; liberarlo de las ataduras qué él mismo se ha impuesto a través de la identidad con la que se presenta ante el mundo. Sin embargo, la novela se muestra optimista respecto al futuro de Harry, quien parece dispuesto a intentarlo las veces que sea necesario, con el firme objetivo de volver a disfrutar de la vida:

Tenía el propósito de empezar otra vez el juego, de gustar sus tormentos otra vez, de estremecerme de nuevo y recorrer muchas veces más el infierno de mi interior. Alguna vez llegaría a saber jugar mejor el juego de las figuras. Alguna vez aprendería a reír. Pablo me estaba esperando. (243)