El jardín de los cerezos

El jardín de los cerezos Temas

Los cambios sociales

La principal temática de El jardín de los cerezos es la de los cambios sociales. En principio, la trama de la obra se ubica en un contexto histórico particular: el declive (económico y en términos de poder) de la aristocracia rusa a fines del siglo XIX, y el ascenso del campesinado rural, producto de todo un cambio social que se inicia con la Reforma Emancipadora de 1861 y que anula la dependencia servil hasta ese momento sufrida por los campesinos rusos. El Manifiesto de la emancipación otorgaba derechos completos de ciudadanos libres a los siervos y prescribía, a su vez, que los campesinos serían capaces de comprar las tierras de los propietarios (lo cual, hasta el momento, estaba prohibido).

La acción de El jardín de los cerezos tiene lugar unas décadas después de la emancipación, cuando ya son notorias algunas consecuencias de aquel hecho histórico. En su obra, Chéjov trabaja entonces la temática de los cambios sociales, y los personajes se caracterizan principalmente por su capacidad o incapacidad de adaptación a este proceso de transformación. Así, la protagonista de la obra representa a la aristocracia en declive, incapaz de sobrellevar la difícil situación económica de manera resolutiva, por lo que tiende a mirar con nostalgia su pasado. En contraposición, el personaje de Lopajin es un hijo de siervos, comerciante enriquecido gracias a los procesos de transformación social, y representa por lo tanto al campesinado en ascenso y al progreso.

La obra no postula una perspectiva única sobre esta temática, sino que se aboca a ofrecer diferentes miradas y diferentes destinos, no todos positivos, como consecuencia de los radicales cambios, y no deja de evidenciar la existencia de las aparentemente inevitables víctimas que todo proceso de cambio acarrea consigo.

La nostalgia

La acción de la obra tiene lugar en una finca aristocrática, heredada de generación en generación, y que a causa del declive económico de la dueña y su familia está a punto de ser perdida. Así, la nostalgia atraviesa toda la pieza, así como el carácter de varios personajes, sobre todo de aquellos pertenecientes a la clase aristocrática cuyo esplendor quedó para siempre en el pasado.

El tema se relaciona con el de los cambios sociales, en tanto la nostalgia aparece como un sentimiento al que se aferran aquellos personajes que demuestran una incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos. La protagonista de la obra no dejará de expresar, durante toda la pieza, una fuerte asociación entre esa finca y su vida pasada: sus abuelos y sus padres vivieron allí, en ese jardín esplendoroso donde ella pasó también los mejores momentos de su vida, y perder la propiedad significa para ella lo mismo que perder su identidad.

Hay en la pieza, además, otros personajes sumidos en la nostalgia, como un viejo siervo que, no contento con la emancipación, decidió quedarse sirviendo a sus amos, y quien, por lo tanto, mira con nostalgia un pasado previo a los cambios sociales que produjeron, para él, un quiebre irreparable en el orden social.

El progreso

Así como muchos personajes de la obra se identifican con el sentimiento nostálgico, muchos otros aparecen asociados a la idea del progreso, temática presente constantemente en la obra. El tema aparece tratado en la pieza en varias de sus vertientes, ya sea en lo que respecta a avances sociales, como la conquista de derechos por parte del campesinado, o bien tecnológicos, como la llegada a Rusia del ferrocarril.

En sí misma, la trama de la obra está motivada por el progreso, en tanto este es en cierta medida la causa del conflicto principal y también de su resolución: es un hijo de siervos y comerciante enriquecido quien termina comprando la finca que la familia aristocrática perdió. En los discursos de este personaje, Lopajin, se hace presente constantemente la idea de progreso: el hombre no solo conquista una meta con la que sus antepasados esclavos no podrían siquiera haber soñado, sino que además se proyecta hacia un futuro de mayores conquistas sociales, donde, por ejemplo, los campesinos puedan alquilar casas de veraneo en las zonas hasta entonces exclusivamente aristocráticas.

Otro personaje, Trofimov, es quien se expresa en discursos filosóficos acerca del progreso, asegurando la proximidad de un futuro esperanzador y más justo para la humanidad, siempre y cuando se haga el trabajo necesario para tal fin.

El amor

Como en la mayoría de las obras de Chéjov, en esta pieza el amor se presenta asociado a una no correspondencia de sentimientos. Desde una protagonista abandonada por el hombre al que cuidó durante años en la enfermedad hasta una doncella enamorada de un sirviente que la desprecia, los personajes con sentimientos de amor se ven en su totalidad rechazados por aquellos a quienes aman. Quienes no son correspondidos por aquellos a quienes confiesan su amor, a su vez, son destinatarios del amor de otros a quienes desprecian. Así, la no correspondencia en el amor se presenta en la obra como una cadena de frustraciones y dolor que empuja a los personajes a una honda soledad.

La diferencia de clases

Un tema que atraviesa por completo la obra es el de la diferencia de clases, dirimida más particularmente en la oposición entre el campesinado y la aristocracia en la Rusia de fines del siglo XIX. Históricamente, la aristocracia se había mantenido en el más alto escalafón de la escala social, y representaba un privilegiado estatuto de poder tanto en términos económicos como culturales. El campesinado rural, hasta la reforma de 1861, estaba condenado a trabajar en la esclavitud para las familias aristocráticas, a la vez que estaban impelidos de adquirir tierras.

La obra trata el momento en que las diferencias de clases empiezan a modificarse, ya que como consecuencia de la abolición de la esclavitud, el campesinado empieza a ascender en términos económicos, mientras que la aristocracia entra en un drástico declive. Y en cuanto las diferencias económicas se transfiguran, aquello en lo que la aristocracia mantiene su superioridad es lo referente al campo de la cultura y la educación. En El jardín de los cerezos, este asunto aparece de forma constante, en tanto personajes de la aristocracia como Gáiev continúan discriminando a los "mujiks" (modo peyorativo de aludir a los miembros del campesinado rural, al menos hasta la revolución de 1917), tratándolos como a seres inferiores por considerarlos incultos. En la misma línea, el mayor representante del campesinado en ascenso, Lopajin, evidencia haber interiorizado tales juicios y constantemente admite sentirse bruto debido a sus orígenes, en comparación con los delicados aristócratas, cuya cultura no puede dejar de admirar.

El tema de la diferencia de clases, en estrecha relación con el de los cambios sociales, se hace visible también en las diferentes perspectivas y capacidades de los miembros de uno y otro polo social a la hora de enfrentarse a conflictos determinados. En cuanto deban hacerse cargo de los profundos problemas económicos que los atraviesan, los personajes aristócratas de esta obra demostrarán una falencia en su instrucción: la referente a la resolución de conflictos de índole material.

La soledad

Un tema siempre presente en las obras de Chéjov es la soledad. En El jardín de los cerezos, la mayoría de los personajes se expresan acerca de este pesar que los atraviesa, y generalmente lo hacen en situaciones en las cuales están, paradójicamente, rodeados de otras personas. La dimensión que adquiere entonces esta sensación de soledad es mayor, en tanto los personajes aparecen tan sumidos en sí mismos que en muchos casos no logran comunicarse entre sí: padecen su soledad y se expresan sobre este sentimiento, y al mismo tiempo son incapaces de reconocer que quienes los rodean padecen el mismo dolor.

El tema de la soledad se encuentra en esta pieza asociada a cuestiones como el amor, el sinsentido de la vida y la dificultad para adaptarse al paso del tiempo. Los personajes sienten una profundización de su soledad en tanto los seres a los que aman no les corresponden en el sentimiento y son indiferentes a su pesar, y, a su vez, la incapacidad para adaptarse a los cambios que suceden a su alrededor los empuja a recluirse cada vez más en sí mismos y en su propia sensación de ausencia de sentido en sus propias vidas.

El valor material vs. el valor emotivo

El elemento central de la obra es la finca y su jardín, y las perspectivas disímiles que se presentan en torno al valor de dicha propiedad alcanzan en la pieza el estatuto de una temática que bien podría enunciarse como la disyuntiva entre el valor material y el valor emotivo.

Esta diferencia en la noción de valor radica en una relación diferente con el elemento en cuestión, a la vez que refleja la contraposición entre dos culturas muy disímiles. Por un lado, el jardín representa, para personajes como Lopajin, comerciante enriquecido debido a su propio trabajo, una oportunidad de crecimiento en términos económicos: en tanto la protagonista está por perder la propiedad a causa de las deudas, él le aconseja realizar un plan de negocios, talando el jardín y construyendo viviendas para alquilar a los veraneantes. Por el otro, la protagonista no puede siquiera escuchar la propuesta de Lopajin -ni los comentarios del joven idealista Trofimov, quien intenta relativizar la gravedad del problema- puesto que, para ella, esa finca tiene un hondo valor emotivo, en tanto se asocia a su infancia, su juventud y las vidas de todos sus antepasados.