El gato negro

El gato negro Resumen y Análisis Parte 2

Resumen

La noche siguiente al asesinato del gato, el narrador y su esposa se despiertan ante los gritos de "¡incendio!" (p. 108) y encuentran que su casa está ardiendo. Aunque logran escapar, toda la propiedad queda destruida. Al día siguiente, el narrador inspecciona las ruinas y siente que muchos vecinos expresan su sorpresa y su horror ante algo que contemplan. Cuando se acerca, observa que sobre el tabique divisorio en el que se apoyaba la cabecera de su cama -único muro que ha quedado en pie– hay un bajorrelieve en el revoque con la forma de un gran gato negro que tiene una soga alrededor del cuello.

Aunque primero siente el golpe del horror de aquella imagen, rápidamente le encuentra una explicación lógica y razonable: seguro que uno de los vecinos, para despertarlos ante el incendio, arrojó el gato por la ventana y este cayó contra esa pared, donde dejó su marca al consumirse por el fuego.

A pesar de esta explicación, el narrador sigue perturbado por un buen tiempo, y pasa meses pensando en el gato; hasta desea tenerlo devuelta con él. Una noche, después de embriagarse en un bar, encuentra un gato exactamente igual a Plutón, salvo por una gran mancha de pelo blanco en el pecho. Cuando ofrece comprárselo al propietario, este le dice que nunca antes había visto el gato por allí.

El narrador se lleva el gato a su casa y le toma cariño muy rápidamente, pero al poco tiempo, como el gato lo busca de forma constante, su presencia comienza a irritarlo. Un día se da cuenta de que a este gato también le falta un ojo, igual que a Plutón, y que la marca blanca que tiene en el pecho tiene la forma de un patíbulo, la estructura donde se ahorca a los condenados. Tras estos descubrimientos, el narrador no puede volver a dormir sin tener pesadillas y despertarse con el gato acostado sobre su pecho.

Análisis

Como se ha dicho, el narrador de “El gato negro” es poco fiable, y esa es una de las condiciones de posibilidad del relato fantástico. Tal como lo confiesa, el protagonista es un alcohólico y la incapacidad de controlar su problema con la bebida exacerba su inclinación hacia la perversidad y la degradación moral que parece buscar por medio de la violencia hacia sus animales y su esposa. El alcohol se convierte entonces en una forma de autodestrucción para el narrador, pero una forma que acepta y que fomenta. Como señalan algunos críticos, el goce del alcohol le permite al protagonista vivir en su propio mundo y expulsar de él todo lo que conforma una otredad: sus animales y su esposa. El alcohol aparece entonces como una vía para dar rienda suelta a las pulsiones más íntimas y peligrosas que puede albergar una persona.

Sin embargo, el lector puede notar con facilidad que el narrador hace un esfuerzo todo a lo largo de su relato por utilizar el alcohol como una excusa para justificar su comportamiento, a la vez que intenta mostrarse como una persona pacífica y bondadosa a la que le han sucedido una serie de eventos extraños que intenta explicar de forma racional. Esta insistencia pone en evidencia la intención del narrador de ocultar su inestabilidad psíquica y de achacar su locura a elementos externos, como la bebida o el carácter diabólico del gato negro. Así, la subjetividad del propio narrador se pone en primero plano, y a los lectores se nos dan ciertos indicios de que sería al menos sensato desconfiar de la veracidad de los hechos narrados. Es por esto que decimos que se trata, como decíamos anteriormente, de un narrador poco fiable.

Mediante la excusa del alcohol el narrador introduce la idea de la intemperancia, a la que le atribuye el estatus de “demonio” (p. 106) que se apodera de él y lo empuja a cometer acciones malvadas, como arrancarle el ojo a su gato. La intemperancia se presenta el vestíbulo de la perversidad. Una vez que el narrador comienza a violentar a sus animales y a su mujer, dice sentirse poseído por el “espíritu de la perversidad” (p. 108). La perversidad es, en sus propias palabras, “uno de los impulsos primordiales del ser humano” (p. 108). Desde esta perspectiva, la perversidad aparece en Poe como un impulso natural del carácter humano: el impulso de cometer una acción por el único motivo de que no debe cometerse o de que quebranta una ley. Así, el alcohol no es más que el puntapié inicial para dar rienda suelta a la maldad interna y canalizarla hacia actos concretos: arrancarle el ojo al gato fue producto de la intemperancia causada por la bebida, pero colgarlo luego y matar a su esposa no son actos cometidos bajo los efectos del alcohol sino que son la manifestación pura de la perversidad del narrador.

Movido por el consumo problemático de alcohol, el narrador comienza una lenta deriva que lo lleva, en esta segunda parte del relato, a deambular por la noche de bar en bar. En uno de ellos, ya ebrio, encuentra un enorme gato negro y decide llevárselo a su casa. Si bien con su explicación al lector alega que hace tiempo deseaba tener un nuevo animal que le hiciera compañía, este comportamiento delata en realidad la obsesión causada por la locura. Poe estaba muy interesado en las monomanías, o las obsesiones causadas por una idea recurrente, y ejemplo de ello son cuentos como “Berenice” o “Morella”. En el caso de “El gato negro”, la obsesión del protagonista está asociada al sadismo del asesino psicópata: el narrador demuestra una conducta obsesionada por infligir un daño físico a otras criaturas, y eso es algo que no puede ni racionalizar ni confesar al lector, pero que puede interpretarse como fondo de su relato.

El segundo gato que encuentra tiene un parecido espeluznante con Plutón, e incluso le falta el mismo ojo. Con esta aparición, Poe introduce otro elemento que atraviesa muchos de sus relatos: el tema del doble o doppelgänger. El tema del doble es recurrente en la literatura fantástica y propone, a grandes rasgos, la existencia de una entidad capaz de tomar la forma de una persona y suplantarla en su vida. En Poe, la idea del doble se desarrolla en profundidad en relatos como “William Wilson” y “Morella”, y en “El gato negro” aparece como una dimensión de lo siniestro: Plutón ha muerto pero regresa, bajo la forma de un doble, a perseguir al narrador y condenarlo.

Este doble de Plutón también introduce nuevamente la figura del gato negro asociada a los poderes diabólicos. Interesado por el destino humano y la posibilidad de la existencia de poderes superiores, Poe estudió demonología; según señalan algunos críticos, el escritor veía el impulso demoníaco vinculado a la inspiración poética: la posesión, en ambos casos, significaba una experiencia moralmente ambigua, tanto elevadora como aterradora, en la que el éxtasis se fusionaba con el pavor en el estado mental del poseído (o del poeta). "El gato negro" es un cuento que explora las fuerzas demoníacas, simbolizadas por el propio gato. A lo largo de la historia, los gatos negros se han asociado a poderes oscuros y brujas (como el propio narrador lo indica) y, según la demonología, existe una serie de factores que respaldan este vínculo: primero, los demonios provocan un sentimiento de opresión, o un gran peso que puede dificultar la respiración, algo de lo que se queja el narrador cuando se despierta y siente que su nuevo gato se ha dormido en su pecho. En segundo lugar, el demonio puede crear en un sujeto la sensación de estar paralizado, algo que le sucede al narrador ante la presencia del gato, por el temor que de pronto le tiene. En tercer lugar, los demonios pueden manifestarse como un pavor potente en las pesadillas, y, desde la llegada del nuevo gato a la casa, el narrador dice padecerlas cada noche.

El gato es, entonces, un símbolo de la posesión demoníaca del narrador, y este llega a pensar que su vitalidad disminuye paulatinamente en su presencia. A medida que el narrador se desmorona mentalmente, el gato pasa de ser un modelo de virtud doméstica (como al principio del relato) a convertirse en un demonio que acompaña y fomenta las actitudes perversas de su dueño. Finalmente, cabe destacar también que el gato -en tanto demonio- aparece siempre en lugares que son problemáticos para el narrador: la casa que se incendió tras su acto de violencia, el bar que representa su consumo problemático de alcohol y, finalmente, en la siguiente sección, el escondite del cadáver de su mujer. Así, el gato aparece como una manifestación de la psicología del narrador y, al mismo tiempo, como un demonio exterior que lo persigue y lo empuja hacia su perdición.