El gato negro

El gato negro Citas y Análisis

"Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad".

Narrador, pp. 105-106.

En este pasaje, el narrador presenta un pasado que contrasta violentamente con su presente: antes de ser condenado a muerte por el asesinato de su esposa y de contar la serie de crímenes y violencias que lo precedieron, el narrador recuerda una época en que el principal rasgo de su personalidad era la bondad. Este trasfondo contribuye a desarrollar la naturaleza dividida de la psicología del narrador, quien se presenta como un ser dócil y, a la vez, violento.

Por otro lado, es necesario recordar que es el narrador quien se describe a sí mismo, por lo que estas palabras iniciales pueden interpretarse también como parte de una estrategia para captar la benevolencia de los lectores.

"Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla".

Narrador, p. 106.

Este pasaje introduce las supersticiones en torno a los gatos negros. La otra gran superstición, que el narrador no menciona, es que los gatos negros traen mala suerte. En verdad, la presencia del gato negro después de la muerte de Plutón está asociada a la superstición y a lo sobrenatural: el gato aparece como encarnación demoníaca que persigue al narrador y lo empuja hacia la muerte.

"Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos".

Narrador, p. 106.

Este pasaje describe el cambio paulatino en el comportamiento del narrador debido a su alcoholismo, un problema que padecía el propio Poe. La intemperancia es el sentimiento que lo lleva a cometer sus primeras agresiones y que abre la puerta a la expresión de su perversidad.

"Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo".

Narrador, p. 107.

Este pasaje corresponde a la primera gran violencia ejercida contra Plutón. Movido por la agresividad creciente de su carácter, el narrador ataca al gato sin ninguna razón verdadera que justifique tal comportamiento. A partir de este punto, su agresividad solo aumenta y lo arrastra hacia la degradación moral. Es notable el modo en el que el narrador se esfuerza por quitarse culpa respecto a este hecho: alude a una influencia del demonio y del alcohol y a la separación de su cuerpo y su alma.

"Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la PERVERSIDAD. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe, como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre".

Narrador, p. 108.

En este fragmento, el narrador introduce su noción de la perversidad como un rasgo inherente al ser humano y capaz de manifestarse en cualquier momento. La perversidad aparece como el impulso de cometer una acción sin ningún motivo más que el de quebrantar la ley o saber que no debe cometerse. La perversidad del protagonista es exacerbada por el alcohol, pero, según este fragmento, no nace en sus borracheras sino que es parte constituyente de su personalidad.

"Al producirse la alarma del incendio, la multitud había invadido inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar la soga y tirar al gato en mi habitación por la ventana abierta. Sin duda, habían tratado de despertarme en esa forma. Probablemente la caída de las paredes comprimió a la víctima de mi crueldad contra el enlucido recién aplicado, cuya cal, junto con la acción de las llamas y el amoniaco del cadáver, produjo la imagen que acababa de ver".

Narrador, p. 109.

De esta manera explica el narrador la aparición de una mancha con forma de gato sobre el revoque de la única pared que quedó en pie tras el incendio de su casa. La explicación parece en extremo rebuscada y delata la desesperación con la que el narrador intenta dar una explicación lógica a un hecho que no puede comprender por medio de la razón.

"Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había anticipado, pero —sin que pueda decir cómo ni por qué— su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gradualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio".

Narrador, p. 110.

Este pasaje expresa la ambivalencia en los sentimientos del narrador. Tras llevarse a su casa el gato que encontró en la taberna, el protagonista comienza a sentir una repulsión hacia el animal, al mismo tiempo que el gato comienza a encariñarse con él. Así, el odio crece hasta derivar en el deseo de exterminar al segundo gato negro.

"El lector recordará que esta mancha, aunque grande, me había parecido al principio de forma indefinida; pero gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo si hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra..., ¡la imagen del PATÍBULO! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte!"

Narrador, p. 112.

En este fragmento, el narrador reconoce de pronto que la mancha de pelo blanco del nuevo gato tiene forma de patíbulo, es decir, presenta la imagen de las horcas en las que se solía colgar a los condenados a muerte. Como se comprende de la poca información contextual que brinda a los lectores, el narrador se encuentra en una celda, esperando su condena a muerte por el asesinato que cometió, y es muy probable que su castigo sea morir en la horca, por lo que la imagen en el pelaje del gato funciona como un presagio de la muerte del narrador.

"¡Que Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio! Apenas había cesado el eco de mis golpes cuando una voz respondió desde dentro de la tumba. Un quejido, sordo y entrecortado al comienzo, semejante al sollozar de un niño, que luego creció rápidamente hasta convertirse en un largo, agudo y continuo alarido, anormal, como inhumano, un aullido, un clamor de lamentación, mitad de horror, mitad de triunfo, como sólo puede haber brotado en el infierno de la garganta de los condenados en su agonía y de los demonios exultantes en la condenación".

Narrador, p. 115.

Este pasaje implica un quiebre definitivo con la verosimilitud propia del relato realista: frente a la descripción del aullido que emite el gato, solo existen dos posibilidades: aceptar que se trata de un elemento sobrenatural, o considerar que el narrador, quien refiere la historia, está loco o exagerando. Esta duda, que debe ser determinada por el lector, es un rasgo característico del relato fantástico.

"El cadáver, ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada, apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba!"

Narrador, p. 115.

Con este pasaje finaliza "El gato negro". Los elementos sobrenaturales prevalecen en el final: el gato aparece, vivo, sobre el cadáver de la esposa muerta, aunque el narrador no lo había emparedado con ella. Nuevamente, la vacilación propia del relato fantástico se presenta y el lector debe decidir qué creer al respecto: si se trata de un evento sobrenatural, si el gato pudo haber vivido cuatro días emparedado y en completo silencio, o si el narrador ha enloquecido.