El honor femenino
El tema del honor ocupa un lugar central en la obra, la cual problematiza diferentes aspectos relacionados con él. En el caso de las mujeres y de acuerdo a los valores sociales de la época, el honor estaba estrechamente vinculado con la virginidad que se esperaba que ellas conservaran hasta el momento del matrimonio. Don Juan, cuando engaña a las mujeres, no solo busca satisfacer su apetito sexual, sino también deshonrar a las mujeres. Así lo vemos cuando el protagonista afirma:
El mayor
gusto que en mí puede haber
es burlar una mujer,
y dejarla sin honor (vv. 1310-1313).
Por otro lado, cuando una mujer era deshonrada, la deshonra no la afectaba solamente a ella, sino también a su familia y, dado el caso, a su marido o prometido, ocasionando la pérdida de la reputación de todos ellos. Esta circunstancia se ve problematizada en la obra, por ejemplo, en el caso de Batricio, quien ante la sospecha de deshonra de Aminta, su prometida, prefiere renunciar a su compromiso matrimonial, para que su propio honor no quede en entredicho.
El engaño
Este es uno de los temas principales de la obra y es un tema muy presente en las obras del Barroco en general. Desde el comienzo de esta comedia, los engaños se multiplican y, si bien don Juan no es el único que engaña, este comportamiento es el que lo define. De hecho, esta es una de las características que se vuelven esenciales en su figura, al punto en que se transforma en un rasgo arquetípico en las futuras reformulaciones que se producen de él en la historia del arte.
En algunos casos, como en la burla de la duquesa Isabela o en el intento de engañar a doña Ana, el ardid consiste en un cambio de apariencia: don Juan finge ser el duque Octavio, en el primer caso, y el Marqués de la Mota, en el segundo. El burlador es extremadamente hábil en ocultar o sustituir su identidad, como lo muestra, por ejemplo, el hecho de que incluso su tío, don Pedro, no puede reconocerlo cuando intenta capturarlo en el palacio de Nápoles en la primera escena.
La transgresión
Don Juan es, ante todo, un transgresor, ya que con la mayoría de sus actos quebranta las normas sociales. Su conducta rompe el orden social y eso es lo que termina condenándolo. Sus transgresiones son de diversa índole: engaña, traiciona, burla juramentos, asesina. A lo largo de la obra, se lo presenta como un hombre que busca constantemente satisfacer sus deseos personales, sin importarle las consecuencias de sus actos. Sin embargo, no es el único personaje que infringe las normas sociales: por ejemplo, Isabela transgrede las normas del palacio y le falta el respeto al rey al dejar entrar a su habitación a su supuesto prometido; don Pedro Tenorio, por su parte, permite que escapen don Juan y el duque Octavio cuando tiene la orden de arrestarlos; y el marqués de la Mota, a su vez, burla a numerosas mujeres.
La justicia
Este es un tema central en la obra, cuyo foco no está puesto solamente en la búsqueda de don Juan en deshonrar a las mujeres ni en la corrupción social, especialmente la de la clase aristocrática. Además, la obra pone de manifiesto que, finalmente, las malas acciones se castigan. De hecho, la condena parece aumentar en la medida en que el protagonista ignora deliberadamente las advertencias que otros personajes le hacen sobre su conducta.
El motivo “tan largo me lo fiáis”, que repite constantemente don Juan Tenorio, alude a la gran confianza del protagonista en que tendrá suficiente tiempo para arrepentirse y redimirse de sus malas acciones. Sin embargo, pese a sus intentos de eludir la justicia, don Juan termina rindiendo cuentas de sus fechorías al final de la obra, con el castigo sobrenatural que le inflige la estatua del comendador, don Gonzalo. Esta escena pone de manifiesto que la justicia siempre prevalece al final, y sirve para reforzar la idea de que, independientemente del estatus social o la riqueza, cada uno termina siendo responsable de sus actos.
El mal gobierno
Los reyes, sobre todo el rey Alonso, son objeto de crítica en esta obra. El rey Alonso se presenta como un monarca engañado por su privado, el padre de don Juan, a causa de su incapacidad para gobernar. El soberano nunca toma las medidas adecuadas frente a las fechorías que comete don Juan y, cuando, al final de la obra, condena a muerte al burlador, su sentencia llega tarde, puesto que el burlador ya ha muerto a manos del comendador.
Por otro lado, el rey de Nápoles tampoco es capaz de impartir justicia y, engañado por Isabela y don Pedro, condena injustamente a Octavio. En este sentido, la obra denuncia un sistema de gobierno corrupto que hace posible el desvío moral y sus consecuencias. Se produce, así, una relación de mutua identificación entre el individuo corrupto y el sistema social en el que este se insertan.
El abuso de poder
En relación con el tema anterior, en esta obra se critica el abuso de poder que existe en los grandes estratos de la sociedad. Esto se evidencia, sobre todo, en el caso de don Juan, quien se aprovecha de una posición de privilegio que le otorga la impunidad para cometer sus delitos y actuar sin temer las consecuencias. Así lo pone de manifiesto abiertamente el personaje cuando, en un diálogo con Catalinón, afirma:
Si es mi padre
el dueño de la justicia
y es la privanza del rey,
¿qué temes? (vv. 1974-1977).
Don Juan, protegido por su posición social y por sus relaciones políticas, hace caso omiso a las reglas de la sociedad e infringe el orden social creyendo que no será castigado por sus actos.
La vida en la aldea vs. la vida en la corte
En la obra encontramos una oposición entre la forma de vida en la aldea, por un lado, y la propia del ámbito cortesano, por el otro. Este tema es un tópico en el teatro español del Siglo de Oro. En las obras de este periodo encontramos con frecuencia una visión idealizada de la vida sencilla de la aldea, a la que se opone una visión negativa correspondiente al ámbito cortesano y al de las ciudades en general, a los que se representa como lugares donde prevalece la corrupción y el desenfreno. Asimismo, mientras que la vida rural se asocia con el honor, ese valor se muestra en decadencia en la corte y en las urbes.
En El burlador, vemos que esta idea aparece explícitamente en palabras de don Juan, cuando afirma:
Siempre los villanos
tienen su honor en las manos
y siempre miran por sí.
(…)
es bien que se entienda y crea
que el honor se fue al aldea
huyendo de las ciudades (vv. 1913-1919).
Este tema está estrechamente vinculado con el tema del honor. Este atributo, que siglos atrás se asociaba exclusivamente a la clase noble, se extiende a fines del siglo XVI a otros estamentos sociales. Como en muchas obras del Siglo de Oro, en El burlador se pone en escena esta tendencia. En este caso, podemos observar que don Juan alude a Batricio, un aldeano que se afana en conservar su honor.