El burlador de Sevilla y convidado de piedra

El burlador de Sevilla y convidado de piedra Resumen

En el palacio real de Nápoles, don Juan Tenorio engaña y deshonra a la duquesa Isabela, y logra huir de la habitación de ella sin que se descubra su identidad. El rey envía a su embajador, don Pedro Tenorio, a capturar al impostor, pero este, al descubrir que el hombre que huye es su sobrino, le facilita la salida del palacio.

Don Juan decide entonces dirigirse a España y don Pedro acusa del delito falsamente al duque Octavio, el prometido de Isabela, frente al rey. Luego, el soberano envía a don Pedro a arrestar al duque, pero este consigue huir a España gracias a la complicidad del embajador.

En Tarragona, una pescadora llamada Tisbea, que se jacta de ser invulnerable a las pasiones amorosas, ve naufragar la embarcación de don Juan y socorre a los náufragos. Don Juan engaña a la mujer, mantiene relaciones sexuales con ella y la abandona esa misma noche pese a las advertencias de su lacayo, Catalinón, quien le señala que pagará con la muerte las infamias que comete.

Mientras tanto, en el palacio real de Sevilla, el rey Alfonso concierta el matrimonio entre don Juan y doña Ana, la hija del Comendador Mayor de Calatrava, don Gonzalo de Ulloa. Poco después, el soberano recibe la noticia de la burla de don Juan a la duquesa Isabela. Entonces, discute con su privado, el padre de don Juan, don Diego Tenorio, qué medidas tomar, y acuerda el matrimonio entre burlador y la mujer. Además, determina el destierro del burlador a Lebrija hasta el momento de la boda.

A continuación, el duque Octavio se presenta ante el rey para pedir justicia, y el soberano determina su matrimonio con Ana de Ulloa. Poco después, don Juan se reencuentra en Sevilla con su amigo, el marqués de la Mota, quien le confiesa que ama a su prima Ana de Ulloa, y que su amor es correspondido. Esa noche, el burlador recibe una carta de Ana, destinada al marqués, en la que mujer lo invita secretamente a su casa. Don Juan le comunica el mensaje al marqués, pero indica, adrede, una hora posterior el horario señalado en la carta para el encuentro, con la intención de burlar a la mujer.

Don Juan se presenta a la cita de Ana, fingiendo ser el marqués, pero la mujer descubre el engaño. Al oír sus gritos, el padre de ella acude al lugar y se enfrenta con el burlador, quien lo hiere mortalmente. Don Gonzalo, antes de morir, promete vengarse.

El burlador logra huir nuevamente y se dirige a Lebrija, mientras el marqués es acusado injustamente por el crimen del comendador y condenado a muerte. Camino a Lebrija, don Juan se detiene en Dos Hermanas, donde se celebra la boda de Batricio y Aminta. El burlador irrumpe en la celebración y el padre de la novia, Gaseno, lo invita a sentarse a la mesa. Don Juan accede y, ante la mirada recelosa de Batricio, ocupa su lugar junto a Aminta.

Más tarde, don Juan engaña a Batricio, convenciéndolo de que ha deshonrado a Aminta. Luego, el burlador persuade a Gaseno para que autorice su casamiento con Aminta y, finalmente, se presenta en la habitación de ella y le promete matrimonio. Él reafirma su promesa pidiendo a Dios que, si no cumple su palabra, lo mate un hombre, aunque agrega, para sí, que sea un hombre muerto. Luego de mantener relaciones sexuales con ella, el burlador regresa a Sevilla.

Mientras tanto, Isabela, que se dirige a Sevilla para casarse con don Juan, desembarca en Tarragona y se encuentra allí con Tisbea. Ella le revela que ha sido burlada por don Juan y la duquesa acepta que la acompañe a Sevilla, a fin de que ambas se presenten ante el rey a pedir justicia.

Poco después, en Sevilla, don Juan y Catalinón ingresan a una iglesia, donde encuentran el sepulcro del comendador don Gonzalo de Ulloa. Don Juan se mofa de la estatua erigida en homenaje al comendador y la invita a cenar. Esa misma noche, la estatua se presenta a la cena e invita, a su vez, al burlador a una cena en su sepulcro. Don Juan asiste, acompañado por su criado, y se le ofrece allí un banquete macabro. Luego, la estatua toma la mano del burlador, y este se siente inmediatamente abrazado por un fuego. La estatua afirma que aquel es un castigo de Dios y, a continuación, don Juan cae muerto. Catalinón, horrorizado, huye de la iglesia y se dirige al palacio a llevar la noticia de lo ocurrido a don Diego Tenorio.

En la corte de Sevilla, las víctimas de don Juan se reúnen y revelan al rey los delitos que cometió el burlador. El rey sentencia a muerte a don Juan, pero en ese momento se presenta Catalinón y explica que el burlador murió a manos de la estatua del comendador. El rey se complace al escucharlo y pide que se celebren las bodas. Entonces, Octavio pide casarse con Isabela; el marqués de la Mota, con doña Ana; y Batricio, con Aminta. Finalmente, el soberano ordena que el sepulcro de don Gonzalo se traslade a la iglesia de San Francisco, para honrar mejor su memoria.