El burlador de Sevilla y convidado de piedra

El burlador de Sevilla y convidado de piedra Resumen y Análisis Jornada segunda (vv. 1486-1811)

Resumen

Acompañado por la melodía de los músicos, el marqués de la Mota regresa a la calle de noche con una capa, al son de una canción, que dice “El que bien gozar espera / cuanto espera desespera” (vv. 1486-1487), y advierte que su letra está en consonancia con sus sentimientos. El marqués se reencuentra allí con don Juan y comenta que irá a la calle de la Sierpe, donde viven prostitutas portuguesas. Ante ello, el burlador le dice que él desea “dar un perro” (v. 1523), es decir, burlar a una prostituta marchándose sin pagar. El marqués le propone entonces que burle a una mujer llamada Beatriz, fingiendo ser él: le da las indicaciones sobre dónde y cómo hacerlo, y le presta su capa.

Luego de que el marqués se retira, don Juan y Catalinón comienzan a caminar en dirección a un lugar distinto al que les indicó aquel. El marqués se queda convencido de que don Juan burlará a Beatriz y los músicos entonan nuevamente la canción del comienzo de la jornada. Mientras tanto, don Juan fracasa en el intento de burlar a Ana, quien reconoce de inmediato que se trata de un engaño y comienza a gritar. Entonces irrumpe su padre, don Gonzalo, con su espada desenvainada, para impedir que el burlador escape. A su vez, don Juan lo amenaza con su propia espada y, luego, lo hiere mortalmente. El burlador finalmente huye, y el comendador le dirige palabras amenazantes antes de morir.

Cerca de las doce de la noche, el marqués de la Mota aguarda impacientemente la supuesta cita con doña Ana. Entonces, se presenta don Juan y le devuelve su capa. Su amigo le pregunta por el resultado de la burla y don Juan responde que fue “funesto” y alguien ha muerto. Poco después, cuando el marqués se dirige a la casa de doña Ana, percibe que hay muchas luces en la plaza del Alcázar. Allí están don Diego y algunos guardas con antorchas. Cuando el marqués se acerca, el primero lo interroga y ordena arrestarlo.

A continuación, el marqués es trasladado a la corte, donde el rey Alfonso determina su ejecución sin que él comprenda el motivo. El rey también dispone que se eleve un monumento funerario con una estatua del comendador.

Por otro lado, camino a Lebrija, don Juan y Catalinón se detienen en un pueblo llamado Dos Hermanas, donde se celebra una boda. Don Juan irrumpe en la celebración e, inmediatamente, Batricio, el novio, tiene un mal presentimiento. En cambio, el padre de la novia, Gaseno, se muestra honrado con la presencia del caballero en la boda y lo invita a sentarse en la mesa. Don Juan elige ocupar el lugar del novio, sentándose al lado de la novia, Aminta, y Batricio, para sí, reafirma su mal presentimiento. Finalmente, el burlador intenta tomar la mano de Aminta, pero ella se la niega.

Análisis

En la “Jornada segunda” se hace evidente la ineficacia de la justicia real. Vemos que el soberano nunca toma medidas a la altura de los agravios que comete don Juan, quien resulta favorecido por la posición privilegiada que ocupa su padre en la corte. Aunque al comienzo de la jornada el orden que quebrantó don Juan parece restablecido gracias a la intervención del soberano, los próximos eventos muestran que la situación se puede complicar aún más. Además, como veremos en la siguiente jornada, ninguna de las decisiones que toma el rey al comienzo de este acto se llevará realmente a cabo.

En esta jornada también observamos que el marqués encarna la figura del burlador burlado, de manera análoga a Tisbea en el primer acto. El marqués, que se burla de las prostitutas de Sevilla, finalmente es engañado y traicionado por quien considera su amigo, don Juan.

La canción que entonan los músicos tiene la función de ayudar a comprender el desarrollo de la acción. En este sentido, su función se relaciona con la que cumplía el coro en la tragedia griega: se trata de elementos extradiegéticos; es decir que no pertenecen estrictamente a la trama, sino en un plano narrativo distinto al de los personajes, aunque no completamente ajeno. Pero además, en este caso, la letra de canción mantiene una ambigüedad que resulta irónica. El marqués siente afinidad con lo que en ella se expresa, “El que bien gozar espera / cuanto espera desespera (vv. 1486-1487), puesto que evoca la impaciencia que él mismo experimenta mientras espera la hora del encuentro con doña Ana. Él así lo señala cuando reflexiona: “Parece que habla conmigo / el poeta” (vv. 1489-1490). Al mismo tiempo, sin embargo —y dado que don Juan le señaló al marqués que el encuentro sería una hora más tarde del que indicaba la carta—, mientras más tiempo transcurre —“cuanto [más] espera” el marqués—, más aumenta su desgracia. En otras palabras: durante el lapso de tiempo en el que él aguarda el momento de su cita, don Juan lo traiciona e intenta burlar a doña Ana.

Por otro lado, vemos que el mismo marqués le proporciona ingenuamente al burlador el medio para que lleve a cabo la burla a doña Ana, cuando le ofrece la capa con la que debe presentarse a su cita. Además, le indica: “Mientras el suceso pasa, / la voz y el habla fingid” (vv.1532-1533). En efecto, el burlador así lo hará, aunque su víctima no sea la que el marqués espera. El patetismo aumenta posteriormente, cuando el marqués, a solas, señala: “La mujer ha de pensar / que soy él” (vv. 1547-1548). Esta predicción efectivamente se cumple, pero de una manera inesperada para él. Para peor de males, después de que se entera de que la burla tuvo un resultado funesto y, aún sin saber a quién intentó burlar realmente don Juan, anticipa: “Yo, don Juan, lo pagaré” (v. 1596).

Por su parte, doña Ana, un personaje que nunca se presenta en escena y de quien solamente se oye su voz, también le proporciona, de alguna manera, al burlador los medios para que lleve a cabo su propia burla. Esto sucede cuando le entrega la carta con las indicaciones de la hora y el modo en que el marqués debe presentarse a la cita. Además, doña Ana pretende con esta cita consumar el matrimonio con el marqués mediante una relación sexual. Esto constituye un acto licencioso que, además, está en contra del matrimonio que su padre acordó para ella. Así, la burla de don Juan se presenta como un castigo para ella, de la misma manera que antes la burla de Tisbea se había presentado como un castigo para la pescadora.

En este sentido, se retoma la definición que da Catalinón de don Juan en la “Jornada primera”, cuando lo llamó un “castigo de las mujeres” (v. 896). Con esta misma caracterización vuelve a insistir en esta sección, cuando se dirige a él diciendo: “Y tú, señor, eres / langosta de mujeres” (vv. 1475-1476). Aquí, “langosta” adquiere acá tanto el sentido bíblico de “plaga” y “castigo”, vinculado al episodio en el que Dios envió una plaga de langostas a los egipcios (Éxodo, 10, 1-15).

Como ocurre con la burla a Isabela, también aquí la burla revela la conducta inmoral de la víctima que la hace posible. En el caso de Ana, ella deja ingresar al amante contraviniendo las reglas socialmente aceptadas. Además, la secuencia de acontecimientos es análoga a la de la burla de Isabela en el sentido de que, luego del ardid, el burlador huye y, posteriormente, el rey inculpa a un inocente que, finalmente, no resulta castigado. Cabe mencionar que, a diferencia del caso de Isabela, el engaño fracasa en esta situación.

Sin embargo, es preciso señalar que la falta que comete don Juan en esta ocasión es mucho más grave que todas las anteriores, porque incluye un homicidio. Además, el asesinato del comendador es decisivo para el desenlace de la obra, donde finalmente la estatua de don Gonzalo se venga del burlador. En este acto, la conexión con el desenlace de la obra queda sugerida cuando don Gonzalo pronuncia sus últimas palabras, dirigidas amenazadoramente a don Juan: “¡Seguiráte mi furor, / que es traidor, y el que es traidor / es traidor por que es cobarde!” (vv. 1582-1584).

Finalmente, antes de que concluya la “Jornada segunda” se ponen en escena las circunstancias en las que tendrá lugar la siguiente y última burla de don Juan. La escena contrasta notablemente con la escena anterior: la boda se sitúa en un escenario pastoral y se abre con una canción que se repite e intercala con las intervenciones elogiosas de los novios. Aquí, los campesinos celebran con un banquete antes de que se consuma el matrimonio de Aminta y Batricio, cuando irrumpe el burlador con su criado. Gaseno, el padre de Aminta, se representa como un ingenuo porque está orgulloso por recibir a un noble en la celebración: “Venga tan gran caballero / a ser hoy en Dos Hermanas / honra destas viejas canas” (vv. 1755-1757).

Por su parte, Batricio muestra inmediatamente una actitud desconfiada frente a la presencia de un noble en la fiesta campesina, y repite insistentemente que se trata de un mal agüero: “Téngolo por mal agüero” (v. 1732); “un caballero / en mis bodas, ¡mal agüero!” (vv. 1742-1744); “Todo es mal agüero” (v. 1759); “Bien dije que es mal agüero” (v.1795); “¡Mal agüero!” (v. 1809). Además, también Batricio señala la naturaleza demoníaca del burlador —“Imagino que el demonio lo envió” (vv.1737-1738)—; idea que aparece reforzada poco después, cuando Catalinón afirma en un aparte: “Desdichado tú, que has dado / en manos de Lucifer!” (vv. 1789-1790).

El acto culmina con un comentario de Catalinón que presagia los acontecimientos de jornada siguiente: “¡Almagrar y echar a extremo! / ¡Con esta cuatro serán!” (vv. 1806-1807). De esta manera, el criado compara a las mujeres burladas por don Juan con ovejas que, luego de ser marcadas con almagre, un óxido de color rojo, para reconocerlas, se abandonan en el campo (“echar a extremo”). Asimismo, Catalinón alude a que, con Aminta, serán cuatro las mujeres que don Juan burló y abandonó: Isabela, Tisbea, Aminta y la mujer a la que se refiere don Pedro al comienzo de la “Jornada primera”. En este punto, doña Ana no ingresa en el conjunto porque descubre a tiempo que don Juan había suplantado la identidad del marqués.