El burlador de Sevilla y convidado de piedra

El burlador de Sevilla y convidado de piedra Resumen y Análisis Jornada primera (vv. 1-374)

Resumen

Al amanecer, en el palacio real de Nápoles, don Juan Tenorio, fingiendo ser el duque Octavio, mantiene relaciones sexuales con la duquesa Isabela y, al despedirse de ella, afirma una promesa de matrimonio. Enseguida, la duquesa descubre el engaño e, ignorando la identidad del burlador, pide auxilio. Entonces él le pide que se detenga y le pide su mano.

El rey de Nápoles ingresa a la habitación a continuación y ordena capturar al extraño. Entonces, se presentan don Pedro Tenorio, el embajador de España y tío de don Juan, y algunos guardias. Don Pedro, sin reconocerlo, se aparta con su sobrino a otra habitación y allí este le revela su identidad.

A continuación, don Juan admite haber engañado a la duquesa fingiendo ser el duque Octavio. Don Pedro lo increpa y le recuerda que el motivo por el que fue enviado a Nápoles desde Castilla fue una falta cometida contra una mujer noble, en España. Sin embargo, permite que su sobrino huya por un balcón del palacio, y le indica que se dirija a Sicilia o a Milán. Don Juan, desoyendo sus palabras, afirma para sí que partirá a España.

Luego, don Pedro le miente al rey declarando que el desconocido huyó y que Isabela afirma que fue el duque Octavio quien la engañó para mantener relaciones sexuales con ella. Entonces, el rey acusa a Isabela y ordena que la encierren, al tiempo que exige detener al duque Octavio para obligarlo a cumplir su promesa de matrimonio.

Poco después, mientras el duque Octavio se encuentra dialogando con su criado Ripio sobre el desasosiego que siente por estar enamorado de Isabela, llega a su casa don Pedro para apresarlo. Este le explica que Isabela fue hallada con un hombre en su habitación y que dicho hombre huyó. Luego, mintiendo, afirma que la duquesa declaró que fue él, Octavio, quien gozó de ella bajo la promesa de matrimonio. Atribulado, el duque decide exiliarse a España, y el embajador le da consejos sobre el mejor medio para hacerlo.

Análisis

La acción de El burlador de Sevilla y convidado de piedra se sitúa en el siglo XIV, tal como se puede inferir más adelante, en la “Jornada segunda”. Allí el duque Octavio se dirige al rey Alfonso identificándolo como “el onceno” (v. 1125), de manera que la acción de la comedia transcurre en los tiempos en que en Castilla reinó Alfonso XI; esto es, entre 1312 y 1350.

Esta comedia se divide en tres jornadas o actos, como era habitual en las obras dramáticas del Siglo Oro español. Como podemos observar, en la obra no se señalan las escenas, aunque podemos identificar los cambios de las mismas por el ingreso o la salida de los personajes. Por otra parte, tampoco se presentan indicaciones sobre los cambios de escenario, ni sobre el tiempo y espacio en el cual se sitúa la acción. Sin embargo, parte de esta información podemos obtenerla a través de los diálogos entre los personajes, de manera que las acotaciones están implícitas allí.

Por ejemplo, en la segunda escena, en el diálogo entre don Pedro y el duque Octavio, se pone de manifiesto el momento en el que tiene lugar el comienzo de la obra. El primero sitúa el pedido de auxilio de Isabela al amanecer, y se refiere a ese momento del día alegóricamente:

Cuando los negros gigantes,
plegando funestos toldos
ya del crepúsculo huyen
tropezando unos con otros (vv. 278-281).

Del mismo modo, a través de los diálogos de la primera escena podemos percibir que la acción transcurre en el palacio real de Nápoles.

En la primera jornada, el dramaturgo capta inmediatamente la atención del espectador al presentar el drama en un momento de tensión. La obra se abre presentando una acción que acaba de concluir y a la que el espectador no ha asistido: el encuentro sexual entre la duquesa Isabella y don Juan Tenorio. Ella se refiere a él llamándolo “Octavio” (v.1), pero poco después se revela tanto para ella como para el espectador que se trata de un engaño. El diálogo inicial también sugiere una promesa de matrimonio precedente, puesto que él afirma: “Duquesa, de nuevo os juro / de cumplir el dulce sí” (vv. 3-4).

Por otro lado, en la escena inicial se presentan, mediante los diálogos, algunas características que definen al protagonista, don Juan Tenorio. En primer lugar, vemos que engaña a una mujer y la deshonra.

Luego, podemos observar que se dirige irrespetuosamente al monarca. De hecho, cuando este se presenta en escena y le pregunta por su identidad, don Juan le responde: “¿Quién ha de ser? / Un hombre y una mujer” (vv. 22-23).

Poco después, en el diálogo con don Pedro, se perfilan otras características del protagonista. En principio, don Juan apela a los lazos familiares que lo unen al embajador para evitar ser castigado.

En ese mismo diálogo, don Pedro se refiere a un engaño anterior que cometió su sobrino:

Di, vil, ¿no bastó emprender
con ira y con fuerza extraña
tan gran traición en España
con otra noble mujer (…)? (vv. 77-80).

De esta manera, el espectador obtiene información sobre otro acontecimiento al que no ha asistido, y que permite, sumado a su encuentro con Isabela, dar cuenta de una sistematicidad en el comportamiento inmoral de don Juan.

Por último, al final de esta escena, el protagonista vuelve a mostrar su vileza cuando desobedece y engaña a su tío a pesar de que este acaba de salvarle la vida. Así lo podemos ver, puesto que don Juan decide marcharse a España, en vez de dirigirse a Sicilia o Milán, tal como le ha indicado don Pedro.

A partir de entonces, los engaños se multiplican caóticamente en la obra: don Pedro encubre a su sobrino frente al rey y miente diciendo que Isabela reconoció que fue Octavio quien la engañó. Asimismo, Isabela mantiene el silencio cuando el rey acusa falsamente a Octavio de su burla y deshonor. En la siguiente escena, don Pedro le miente a Octavio poniendo en boca de Isabela la falsa acusación. Por su parte, Octavio pretende engañar al rey cuando acepta la sugerencia de don Pedro, quien lo persuade de que se escape diciendo: “Por la puerta del jardín, / duque, esta prisión se engaña” (vv. 367-368). Por último, también la sugerencia de don Pedro es un engaño, puesto que la huida de Octavio, más que liberarlo, confirma su condición de culpable.

Finalmente, la primera escena presenta un motivo recurrente, que volveremos a ver a lo largo de toda la obra, cuando don Juan le pide la mano a Isabela. Él repetirá esta acción con todas las mujeres que engaña, de manera que el gesto conecta las diversas burlas entre sí y, a su vez, las conecta con el final de la obra.