Dune

Dune Resumen y Análisis Libro Tercero: "El profeta", Capítulos 8-11

Resumen

Libro Tercero: "El profeta" - Capítulo 8

Chani llega desde el sur a la Cueva de los Pájaros. Jessica la ha mandado a llamar para que ayude a revivir a Paul, que permanece, desde hace tres semanas, inconsciente. Chani tiene un momento de lucidez y comprende que lo que necesita Paul es un sorbo del Agua de Vida. Efectivamente, solo un trago ayuda a Paul a recuperarse.

Paul comparte con Jessica y Chani la experiencia que ha tenido al beber el Agua de la Vida. Al igual que Jessica, Paul estuvo en un lugar fuera del tiempo. A continuación, Paul se comunica de manera telepática con su madre y le pide que conduzca su mente al lugar al que ni siquiera las Reverendas Madres quieren acceder. El acceso a ese espacio es una prueba irrefutable de que él es el Kwisatz Haderach.

Su permanencia en ese espacio fuera del tiempo le ofrece la siguiente revelación, no sobre el futuro, sino sobre la actualidad: Arrakis está rodeado por naves de la Cofradía. El barón Harkonnen y el emperador también están involucrados en esta invasión. No obstante, Paul sabe cómo sortear este desafío: necesita Agua de la Vida para combinarla con la preespecia; el resultado de esa mezcla es el Agua de la Muerte, que acabará con los gusanos de arena, que son, en realidad, los hacedores de la especia. La Cofradía depende de esa sustancia para su monopolio de los viajes espaciales, y estará dispuesta a negociar con tal de que no se destruya un bien tan preciado.

De todas maneras, no todo son buenas noticias: Paul solo puede ver en el futuro que "todos los caminos se sumen en las tinieblas" (p.656).

Libro Tercero: "El profeta" - Capítulo 9

Paul, Stilgar y Halleck ven una estructura gigantesca de varios pisos. Allí se encuentra el emperador Shaddam IV y muchas legiones de Sardaukar. Los Fremen deciden liberar a los dos Sardaukar que tenían como prisioneros. En la estructura metálica se elevan banderas del CHOAM. La Cofradía parece estar tomando una postura más bien neutral, a la espera de ver cuál de las casas nobles se impone.

Los pronósticos del tiempo indican que está por levantarse una tormenta de arena. Aprovechan los minutos antes de la tormenta para disparar contra la punta de la torre y evitar que la nave con el emperador pueda escapar. Justo cuando dan en el blanco, la tormenta interfiere con la visibilidad y los artilleros atacan a los Sardaukar. El ataque y la tormenta ciertamente han destruido los escudos del enemigo.

Paul y sus acompañantes vuelven a internarse en la cueva. Allí reciben un mensaje terrible: han atacado el sietch Tabr, secuestraron a Alia y mataron a Leto II, hijo de Paul.

Libro Tercero: "El profeta" - Capítulo 10

El barón Harkonnen espera nervioso en una sala imperial de audiencias. El emperador entra en la sala acompañado de una corte. Entre las personas presentes está su hija Irulan y la Reverenda Madre Gaius Helen Mohaim, Decidora de la Verdad. El emperador trata al barón Harkonnen con brusquedad y le reclama todo el dinero que se ha perdido por una pelea absurda entre la Casa Harkonnen y la Casa Atreides. Pone a prueba al barón haciéndole preguntas sobre el estado del planeta hacia el sur, solo para descubrir que el barón no sabe nada sobre lo que los Fremen están haciendo en Arrakis. Para rematar su incompetencia, el barón no sabe qué es de Hawat.

Con la intención de humillar al barón aún más, le presenta a una niña de apenas cuatro años, hermana de Muad-Dib. El barón no tiene idea de quién es Muad’Dib. Cuando la niña entra en la sala, la Reverenda Madre se pone sumamente nerviosa. La niña habla como si se tratara de un adulto y explica que se dejó capturar para no tener que decirle a su hermano que los Sardaukar habían matado a su hijo. Sin prestar atención a las advertencias del emperador, Alia continúa hablando y se inserta en los pensamientos de la Reverenda Madre, quien declara que esa niña debe morir, y quien la engendró debería ser acusada de traición. Alia advierte que su hermano está en camino. La verdadera identidad de Alia y Muad’Dib es revelada ante el barón Harkonnen. Pocos minutos después hay una explosión y queda claro que están siendo atacados. Alia aprovecha la confusión del momento para clavar un gom jabbar en la mano del barón, que se desploma y muere al instante.

Los Sardaukar llevan al emperador y su cortejo a la nave para protegerlos; todos los sistemas de seguridad y los escudos han sido desactivados con el ataque. A lo lejos, es posible ver a los Fremen, montados en gusanos de arena, acercándose a la base imperial. La Madre Reverenda aconseja que se llame al conde Fenring de urgencia.

Libro Tercero: "El profeta" - Capítulo 11

Paul-Muad’Dib regresa al palacio de Arrakeen. Por un mensaje que Alia implantó en su memoria futura, Paul se entera de que el barón Harkonnen ha muerto. Halleck y Stilgar no están del todo seguros de que volver al palacio sea la mejor idea para la seguridad de Paul. No obstante, él considera que es un símbolo de que ha retomado el poder del todo.

Manda a llamar al emperador y su cortejo. Halleck le informa que Feyd, el único de los sobrinos del barón que todavía vive, acompaña al emperador. Ni bien entra, el emperador amenaza a Paul con las naves de las casas nobles que rodean Arrakis. Paul ordena a los representantes de la Cofradía que manden un mensaje para pedirles que se retiren. Los representantes se niegan y Paul amenaza con destruir la especia.

Hawat también está presente y declara su lealtad a la Casa Atreides antes de desplomarse, negándose a cumplir las órdenes de matar a Paul. A quien también desafía Paul es a la Reverenda Madre; le recuerda que ella no tiene poder sobre el Kwisatz Haderach.

Por su parte, Feyd-Rautha invoca la ley de kanly para combatir uno a uno con Paul. Halleck se enoja con Paul porque acepta el reto, cuando le había concedido a él el gusto de matar a un Harkonnen. Paul intenta razonar con Halleck, y le recuerda que la ley kanly no permite otra alternativa.

Antes del combate, Jessica le susurra una palabra clave a Paul para que use a su beneficio en la pelea, pero Paul no quiere ninguna ventaja artificial. Feyd se siente muy seguro, algo que seguramente le va a jugar en contra. En realidad, está tan confiado de que va a vencer porque se escondió una aguja envenenada en la cintura. A pesar del peligro que corre, Paul se niega a decir la palabra clave. De todas maneras, consigue vencer a Feyd sin invocar ese poder. Clava su cuchillo a través del mentón y llega al cerebro de Feyd.

Como último recurso, el emperador le ordena al conde Fenring matar a Paul, pero el conde se niega. Él ha estado muy cerca de ser el Kwisatz Haderach, pero nació como eunuco.

Paul-Muad’Dib, valiéndose de su identidad Fremen, condena al emperador a vivir en prisión en Salusa Secundus. Esa condena no sería posible si Paul asumiera en ese momento su identidad Atreides, ya que su casa juró proteger al emperador. El emperador sabe que no tiene modo de negociar y acepta las condiciones. Entrega a su hija en matrimonio y todas sus acciones en el CHOAM.

Paul declara que Caladan estará en manos de Halleck; él va a permanecer en Arrakis. Frente a Chani, promete serle fiel a ella como concubina y tener hijos únicamente con ella, y no con Irulan. Jessica intenta calmar las dudas de Chani porque se siente identificada: ninguna de ellas será sino concubina, pero la historia las recordará como esposas.

Análisis

El final de la novela deja varios puntos sin resolver. Por ejemplo, la visión de Paul con un cuchillo clavado en el pecho no se resuelve. La visión de la yihad está tan presente ahora como antes, y Paul se compara a sí mismo con una enfermedad que se va a propagar, dañando todo lo que entre en contacto con él. Incluso los arreglos o beneficios que les dará a los Fremen quedan sin resolverse. Muchas de estas incógnitas se van a resolver en los siguientes libros de la saga.

En las visiones que tiene Paul en el Capítulo 8 se revela una pieza clave sobre el gusano de arena: hay una manera de destruirlos y hacer desaparecer la especia. Ese descubrimiento le da una enorme ventaja a Paul al momento de negociar con sus enemigos. Hemos visto anteriormente que el grado de moralidad de los personajes está vinculado a su uso de los recursos: los personajes que derrochan o acumulan un recurso escaso son malos, y los que lo preservan para la comunidad son buenos. Al mismo tiempo, los personajes que despilfarran o acumulan son más vulnerables que los que han aprendido a vivir con la escasez. La Cofradía es una institución sumamente poderosa, pero su poder depende enteramente de que otros exploten el único recurso sobre el que tiene el monopolio. Al poner en riesgo la existencia misma de ese recurso, la Cofradía pierde todo el poder; Paul tiene una clara ventaja sobre ellos. Muchos ven en la especie y su monopolio una alegoría de lo que sucedía en los años sesenta con el petróleo y la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

De igual manera, la figura del barón aparece en estos últimos capítulos disminuida, porque ha perdido gran parte de su poder. El emperador, antiguo aliado, le llama la atención por su incompetencia como líder de su Casa y señor de Arrakis. Su muerte, a manos de Alia, remarca su vulnerabilidad.

Por el contrario, Alia y Paul cobran cada vez más poder. Alia es capaz de amedrentar a la Reverenda Madre del imperio y matar al responsable de usurpar el lugar de su padre Leto. Por su parte, la figura de Paul ha crecido tanto que él se lamenta de que sus amigos se hayan convertido en meros fanáticos o servidores.

El camino del héroe se cierra de algún modo, en el sentido de que Paul regresa al mundo ordinario. Se enfrenta a una última prueba definitoria: tiene que vencer a Feyd e imponerse ante el emperador Shaddam IV. Cuando consigue superar este desafío, Paul completa el camino de transformación: ahora es el mesías. En cierto modo, utiliza lo que ha aprendido para ayudar y mejorar el mundo ordinario. Por ejemplo, pide que se negocien los términos en beneficio de los Fremen. Pero, por otra parte, su retorno no coincide con el del héroe clásico, porque el mesías no tiene un efecto positivo sobre el pueblo, sino que lo transforma en “una criatura del Lisan al-Gaib” (p.690), es decir, los deshumaniza y representa un riesgo para el mundo.

Herbert declaró en más de una ocasión que parte de su intención al escribir la novela era advertir sobre los peligros de elegir un líder ciegamente y depositar toda la confianza y la guía en una persona. Si bien Paul, por momentos, reniega de la leyenda que se construye sobre él, en más de una ocasión la usa a su favor, y hacia el final de la novela ha decidido ostentar todo su poder.

Gran parte de ese poder se sostiene gracias a los relatos, pero la historia es parcial, a veces incluso imprecisa. La leyenda de Muad’Dib, que quedará asentada en la memoria del pueblo, incluirá, por ejemplo, historias fabulosas sobre las hazañas de Paul, como él mismo reflexiona: “Ni siquiera he empuñado el cuchillo, pero se dirá que hoy he matado veinte Sardaukar con mis propias manos” (p.624). Otras veces, no obstante, será la historia la que repare algo del pasado, como en el caso que menciona Jessica: si bien en vida ellas nunca tendrán otro título que el de concubinas, la historia va a recordar a Jessica y a Chani como esposas.

Al explorar el poder del relato, Herbert no resuelve la duda en torno al destino y el libre albedrío. No queda claro si Paul estaba destinado a ser el Muad’Dib o si actuó para hacer que se cumpliera la posibilidad que planteó su padre: “la carne moldea el día” (p.276). Es decir, no sabemos realmente si Paul hizo crecer su imagen para que coincidiera con la profecía. En definitiva, la verdad en sí misma no parecen importar; solo es relevante el relato y cómo, al igual que el paisaje y la naturaleza, tiene la capacidad de transformar la cultura y el mundo.