Distancia de rescate

Distancia de rescate Resumen y Análisis Parte 1

[Parte 1: pp. 11-34]

Resumen

La novela comienza con un diálogo entre Amanda, la protagonista de la historia, y David, el hijo de Carla (vecina y amiga de Amanda). Sin embargo, sus identidades no se revelan en el principio de la novela. David le hace preguntas a Amanda para encontrar “el punto exacto en el que nacen los gusanos” (2018:11). Mientras tanto, ella dice que se encuentra en cama, en una habitación oscura, y que no puede ver nada. Dice que su cuerpo no responde. David dice que eso es por los gusanos y le pregunta por un recuerdo en el jardín de la casa de Carla. Amanda dice que la conoció “unos días atrás, cuando recién llegamos a la casa” (2018:12) y que “hay algo de mutua fascinación entre nosotras” (2018:12). David le pide detalles en el relato y Amanda describe la bikini dorada de Carla y el modo en el que se cuelga la cartera en el hombro.

Amanda menciona que hay enfermeras que le inyectan cosas. Luego sentencia: “voy a morirme en pocas horas, va a pasar eso, ¿no?” (2018:13). Le pregunta a David sobre su salud y él vuelve a preguntarle por lo que pasa ese día en el jardín con Carla. Amanda retoma el relato: Carla apoyó la frente en el volante y empezó a llorar. David insiste con que no se olvide de los detalles, dice que “el punto exacto está en un detalle, hay que ser observador” (2918:14). Amanda dice que Carla le había gustado desde el momento en el que la ve por primera vez, con su rodete pelirrojo y un jardinero de jean. Ese día cruzó el jardín, miró por el ventanal que Nina, su hija, estuviese dormida y entró al auto en el lugar de acompañante. Carla le dijo que si le contaba su historia, Amanda no querría verla más, no querría que su hijo, David, juegue con Nina. Amanda la observó sorprendida: “me desconcierta que una mujer diez años más grande que yo sea tanto más hermosa” (2018:15). Recordó que el señor Geser, el dueño de la casa que alquila, le había preguntado si conocía a David.

En el auto, Carla le dijo que David no era más su hijo: “ya no me pertenece” (2018:15). Amanda le contestó que los hijos eran para toda la vida y le pasó los cigarrillos de su marido de la guantera. En la salita de emergencias, Amanda le describe a David el olor a protector solar y el modo desesperado con el que Carla agarra los cigarrillos.

Carla comenzó entonces su relato. Le dijo a Amanda que David era un sol de recién nacido y que ella estaba preocupada por si le faltaba un dedo en la mano. Había contado dos veces los diez dedos de sus manos para asegurarse de que estuviesen ahí. Después comentó: “qué no daría ahora porque a David simplemente le faltara un dedo” (2018:16). Le dijo que David se había enfermado a los tres años, es decir, hacía seis años. Ella había empezado a trabajar en la granja de Sotomayor haciendo la contabilidad y, su marido, Omar, criaba caballos de carrera. En esa época “era otro tipo, Omar” (2018:17), “todavía sonreía” (2018:17). Había cercado el terreno de su casa y construido corrales porque le habían prestado el mejor padrillo. Una tarde mientras lavaba los platos, Carla había perdido de vista al padrillo. Salió con David en brazos a buscarlo y lo vio tomando agua del riachuelo. Dejó a David en el piso mientras agarraba la rienda del animal. Se sintió aliviada porque ese padrillo costaba muchísima plata.

En ese momento, desde el auto, Carla y Amanda escucharon la puerta del mosquitero de la casa y vieron a Nina salir al jardín con su topo de peluche. Carla continuó con el relato: David “tenía las zapatillas empapadas, había metido las manos en el agua y se chupaba los dedos” (2018:20) y al lado suyo había un pájaro muerto. Carla le había gritado asustada a su hijo que se cayó al piso del miedo. Al día siguiente el caballo amaneció acostado, con el corazón latiendo muy rápido y “toda la boca tan hinchada que parecía otro animal, una monstruosidad” (2018:21). Llamaron al veterinario y Carla se encerró en la habitación con David. En el auto, le dijo a Amanda “pensarás por qué no corrí a la guardia en lugar de encerrarme en la habitación, pero a veces no hay tiempo para confirmar el desastre” (2018:21). Conocía más casos de niños intoxicados y sabía que no podía esperar a conseguir un médico rural. En ese momento Amanda espió a Nina que se dirigía a la pileta y se preguntó si podría pasarle algo así con su hija. Calculó cuánto tardaría en salir corriendo del auto y llegar hasta Nina si se cayera a la pileta: la “distancia de rescate”, “la distancia variable que me separa de mi hija” (2018:22).

Carla continuó con el relato: llevó a David a la casa verde, el lugar al que acuden los lugareños por temas de salud porque saben que las salitas de emergencia no tienen atención médica suficiente. La mujer de la casa verde podía leer y mover las energías de la gente. Amanda la interrumpió porque llamó a Nina que se había acercado demasiado a la pileta. Nina entró al auto y Carla prendió otro cigarrillo y continuó con la historia: entró a la casa verde y le dio su hijo a la mujer. La mujer le dijo que le quedaban horas de vida, que era una intoxicación y que para salvarlo tenían que hacer una migración, es decir, mudar una parte del espíritu de David a otro cuerpo para así poder superar la intoxicación. Carla le preguntó si podían mantenerlo cerca, si podían elegir a dónde iría la otra parte de David y la mujer le dijo que no. Amanda la volvió a interrumpir porque sintió que era todo una barbaridad. Carla continuó, diciendo que la mujer la había advertido sobre las consecuencias de la migración. Había dicho que la transmigración traería un espíritu desconocido al cuerpo de David y que Carla tenía que aceptar su nueva forma. La mujer llevó a David a una habitación y agarró hilo sisal, un ventilador y una palangana con agua. Le dijo a Carla que debía esperar muy quieta en la cocina. Carla dijo: “No quería verlo, Amanda, lo que quería era escapar” (2018:32).


Análisis

El comienzo de la novela presenta todos los temas importantes de la obra. Aparece la definición de la distancia de rescate -título de la novela-, varias ideas respecto de la maternidad, el triunfo de las medicinas alternativas sobre las tradicionales, los primeros indicios respecto de los motivos de la intoxicación de David y la caracterización de una infancia monstruosa.

Distancia de rescate es una gran narración enmarcada. Esto significa que existe un relato-marco, una narración principal, que contiene varios relatos enmarcados dentro. En esta novela, el relato-marco es la conversación entre Amanda y David. La estructura dialógica fomenta la recopilación de anécdotas e historias que constituyen los distintos relatos enmarcados. Amanda, una mujer de Buenos Aires que intenta vacacionar en el campo, termina en una salita médica a punto de morir y habla con David, un niño-monstruo intoxicado y transmigrado. Esta conversación funciona como un contenedor que incluye varias narraciones.

Por ejemplo, en esta primera parte, David le pide a Amanda que le cuente qué pasa la tarde en su casa cuando conversa con Carla. Amanda cuenta sobre Nina, la pileta, el rodete de Carla y varios detalles de la jornada. Lo interesante es que esa tarde, Carla, su vecina, relata la historia de la intoxicación y migración de David. De este modo se configura una especie de relato dentro del relato, dentro del relato, como si fuese un juego de cajas o de muñecas rusas. Este modo de estructurar la novela requiere de un lector atento que no confunda las distintas líneas temporales.

El pasaje entre un relato y el otro se realiza de manera repentina. Por ejemplo, Carla comenta sobre lo que le dice la mujer de la casa verde en el momento de la migración de David y Amanda la interrumpe porque Nina camina cerca de la pileta. Del mismo modo, David interrumpe el relato de Amanda de la tarde en el auto con Carla con comentarios que realiza en el “presente”, es decir, cuando Amanda se encuentra al borde de la muerte en la salita de emergencias del pueblo. Comenta, por ejemplo, “Esa es una opinión tuya. Eso no es importante” (2018:28). David guía el relato de Amanda, busca llevarla a un determinado lugar, a un detalle que explique algo. Sin embargo, en esta primera parte no queda claro qué es lo que quiere encontrar David.

En el relato de Carla sobre la intoxicación y posterior migración de David se expone el abordaje gótico de la infancia que presenta la novela. Lo gótico tiene que ver con una atmósfera enrarecida que contiene un secreto. Remite a la literatura gótica, que tiene su apogeo durante el siglo XIX en Europa. Aunque en esos casos las historias se desarrollan en castillos medievales y sus personajes son príncipes y princesas que muchas veces se enfrentan a fantasmas, la novela de Schweblin muestra una herencia de esta tradición literaria en el tratamiento de las infancias.

Los niños en Distancia de rescate son monstruosos. Carla dice, luego de narrar la salida de la casa verde con su hijo transformado: “así que este es mi nuevo David. Este monstruo” (2018:34). Describe el cuerpo de su hijo: “Tenía en las muñecas, y un poco más arriba también, marcas en la piel, líneas como pulseras, quizá hechas por el hilo sisal” (2018:32). David se intoxica y para sobrevivir tiene que migrar la mitad de su alma a otro cuerpo, solo puede sobrevivir si lo hace en dos cuerpos. Sin embargo, el espacio que queda en David es ocupado por una parte de un espíritu desconocido. David es un monstruo porque mantiene su cuerpo pero algo dentro suyo se modifica, está incompleto, recortado y pegado, reconfigurado por una curandera. Aunque Carla explica el porqué de la transformación de su hijo, la pregunta por el estado de los niños genera una intriga gótica en la historia.

La migración de David aparece como una compensación de la primera tragedia que es la intoxicación. Significativamente, cuando el caballo aparece enfermo, Carla decide llevar a su hijo a la casa verde. Dice: “tenía pocas horas, minutos quizá, para encontrar una solución que no fuera esperar media hora a un médico rural que ni siquiera llegaría a tiempo a la guardia” (2018:21). La medicina tradicional se presenta defectuosa y lenta, no constituye ni siquiera una opción para una madre con la urgencia de salvar a su hijo. Ante esta ausencia, el pueblo recurre a una curandera que “puede ver la energía de la gente, puede leerla” (2018:23). Mientras Carla relata la historia de la migración, Amanda desconfía de esa mujer y del ritual. Los habitantes de ese pueblo tienen incorporados ciertos rituales y modos de pensar la salud que para Amanda son fantasiosos o ajenos. Significativamente, Carla le pregunta “¿pero vos crees en estas cosas?” (2018:27) y Carla no le contesta. Se sugiere que Carla y los habitantes de ese pueblo no tienen otra alternativa: se intoxican y acuden a la curandera que migra sus almas y los deja con niños-monstruos.

El tema de la maternidad está íntimamente ligado con la monstruosidad de los hijos: los hijos-monstruos tienen madres que no los reconocen. Carla le comenta a Amanda que su hijo ya no le pertenece. De Leone entiende que la novela es “la historia de un rechazo: el de una madre (la suya) que no reconoce como propio a este hijo-monstruo” (2017:71). Carla dice: “cuando él dio un paso más hacia mí, por su cuenta, yo me eché hacia atrás” (2018:32). Quiere escapar porque entiende que su hijo no es el mismo, no es suyo. En un artículo escrito en 1919, Sigmund Freud define lo ominoso como algo familiar que se vuelve extraño. Esta definición es útil para pensar la reacción de Carla al reencontrarse con su propio hijo transformado, con una parte de su espíritu dañada. Más allá de las transformaciones físicas, es el no reconocimiento de su madre lo que convierte a David en un monstruo.

Además, la idea de la “mala madre” comienza a sobrevolar la novela. Carla incluye en su relato varios juicios sobre su propio rol como madre: “No sé cómo no lo vi, por qué mierda estaba ocupándome de un puto caballo en lugar de ocuparme de mi hijo” (2018:22). Se castiga por no haber evitado la intoxicación de David cuando en realidad no era posible esquivarla. En sintonía, lo primero que se pregunta Amanda luego de esa reflexión es si podría pasarle lo mismo. Luego, explicita un rasgo importante respecto de su modo de ser madre: “Yo siempre pienso en el peor de los casos” (2018:22). Esto tiene que ver con la distancia de rescate. Amanda pasa el día calculando el tiempo que tardaría en socorrer a su hija si se encuentra en peligro.

La primera parte de la novela muestra a mujeres que se autoperciben como madres incorrectas e insuficientes. Simultáneamente, los padres no aparecen ejerciendo sus responsabilidades en la crianza de sus hijos. Omar se muestra muy preocupado por la intoxicación del padrillo y no se da cuenta de que su hijo también está enfermo. Por su parte, el padre de Nina ni siquiera es nombrado. Las tareas de cuidado de los niños se reparten de manera desigual entre padres y madres, siguiendo la tendencia patriarcal que ubica a las madres como las criadoras de la descendencia y a los padres como los proveedores del sustento económico. Omar se ocupa del dinero mientras Carla cuida a David. Reforzando esta idea, cuando la curandera le explica a Carla en qué consiste la intoxicación, resalta que ella debe hacerse cargo del cuerpo de David. A pesar de recibir a un niño con el espíritu dividido, Carla entiende que “yo seguiría siendo responsable del cuerpo, pasara lo que pasara. Yo tenía que asumir ese compromiso” (2018:29).

Por último, desde el relato del primer encuentro entre Amanda y Carla se filtra cierta tensión sexual entre ellas, o, por lo menos, en el modo de Amanda de mirar a su vecina. Amanda dice: “Me gustó desde el principio, desde el día en que la vi cargando los dos grandes baldes de plástico bajo el sol, con su gran rodete pelirrojo y su jardinero de jean. No había visto a nadie usar uno de esos desde mi adolescencia y fui yo quien insistió con las limonadas, y la invitó a tomar mate a la mañana siguiente, y a la siguiente, y a la siguiente también” (2018:14). Siguiendo a Drucaroff, el deseo de una madre por otra persona constituye una transgresión al tabú que estructura nuestra cultura patriarcal (2018). Amanda no solamente desea a una persona, sino que desea a una mujer estando casada. Sin embargo, lo problemático es el deseo de las madres por otra cosa que no sea ejercer su maternidad. En este sentido, esto también constituye a Amanda como una “mala madre”.