Desgracia

Desgracia Resumen y Análisis Capítulos 18-20

Resumen

Capítulo 18

El capítulo empieza con Petrus trabajando ardua y eficientemente en su propiedad. Lurie se pregunta qué será de Lucy y su granja a medida que Petrus continúe concentrándose en sus propios intereses. Sigue pensando que lo mejor sería que Lucy vendiera el campo y se mudara a la ciudad, así sea por un tiempo para volver después cuando las cosas se hayan calmado. Con esa idea, le pregunta a Petrus si estaría dispuesto a hacerse cargo del campo como capataz por una temporada. Petrus lo considera, pero termina negándose porque supondría mucho trabajo.

Lurie recibe una llamada de la estación de policía. Al parecer, han encontrado el auto que le robaron durante el asalto y detuvieron a dos personas. Lurie y Lucy van a la estación, pero ella decide quedarse afuera de la comisaría. Cuando uno de los oficiales le muestra el auto, Lurie se da cuenta de inmediato que ese no es el suyo. Además, se entera de que a los dos detenidos los han liberado bajo fianza. El oficial le promete contactarse con él cuando determinen cuál ha sido el error.

Apenas sale de la comisaría, Lucy le pregunta por los dos detenidos. Lurie le cuenta lo sucedido, pero responde con cierto sarcasmo porque pensaba que a Lucy no le interesaba que encuentren a los culpables, ya que se negó a hacer la denuncia. Lucy está al borde del llanto. Lurie insiste en que deje la granja, aunque sea por un tiempo. Ella se siente abatida y no quiere seguir teniendo la misma discusión con su padre. No obstante, en medio de esa conversación empieza a contar por primera vez con más detalles lo que sucedió durante el ataque. Lucy no comprende por qué había tanto odio por parte de esos hombres y por qué el ataque había sido tan personal. Lurie le dice que no fue personal porque la motivación es histórica, producto de una herencia.

Para esta altura, Lucy llora desconsoladamente. Lurie opina sobre lo que debe hacer e incluso le dice a su hija: “Voy a pronunciar la palabra que hasta el momento hemos evitado. Fuiste violada. De manera múltiple. Violada por tres hombres” (p.197). Lucy reconoce que siente miedo por su vida porque pudo percibir que ella no significaba nada para ellos y que la habían marcado por estar en su territorio. Lurie se disculpa a su manera por no haber podido salvarla, pero a Lucy le parece absurdo que se sienta responsable. Según Lucy, tal vez el ataque es el precio que pagar para que pueda permanecer en esa tierra y que tal vez el odio que percibió en ellos está asociado a la sexualidad: “puede que, para los hombres, odiar a la mujer dé una mayor excitación al sexo en sí mismo” (p.198). Piensa que el sexo para los hombres puede ser equiparable a clavarle un cuchillo a la mujer y dejarla morir. Lurie se siente aludido porque percibe que Lucy está hablando del modo en que él mismo encara la sexualidad.

A partir de lo que comparte Lucy con él, Lurie piensa en las veces que Byron abusó de las mujeres que conoció. Luego, imagina el ataque de Lucy en detalle. Cae en la cuenta de que es perfectamente capaz de ponerse en los zapatos de los violadores, pero se pregunta si sería capaz de tomar el lugar de la mujer.

Para poder expresar lo que piensa, Lurie le escribe una carta a Lucy insistiendo en que está por cometer un error al quedarse en el campo. Lucy responde con una carta en la que reitera su deseo de tomar decisiones por sí misma y agrega que Lurie no puede ser un guía en este asunto.

Tras una de las jornadas en la clínica, Bev y Lurie tienen sexo otra vez. Ella nuevamente le hace preguntas a Lurie sobre su pasado; en esta ocasión quiere saber sobre la madre de Lucy. Evelina, su primera mujer, es holandesa. Tras su separación se mudó a Holanda y se casó. Lucy no tenía una buena relación con su padrastro y eligió volver a vivir en Sudáfrica con su padre.

Lurie comparte con Bev sus preocupaciones sobre Lucy y Bev le pregunta por qué no puede guiar a su hija si su trabajo es ser profesor. Lurie habla de su experiencia como profesor como algo que pertenece al pasado.

En su mente, Lurie repasa una de las escenas que quiere escribir para su obra sobre Byron en la que el poeta se encuentra a punto de embarcarse rumbo a Grecia y pronuncia una frase en latín que quiere decir: “Lágrimas hay por nuestras cosas y penas mortales tocan a la mente” ("Sunt lacrimae rerum, et mentem mortalia tagunt" (p.203)).

Bev interrumpe sus pensamientos para insistir que ella y su marido, junto con Petrus, van a proteger a Lucy.

Capítulo 19

Lurie se presenta en la casa del señor Isaacs, padre de Melanie. El señor Isaacs todavía no ha llegado a su casa, pero Desiree, la hermana de Melanie, lo deja pasar. La hermana es una muchacha esbelta, lleva el uniforme del colegio y se parece mucho a Melanie, solo que es más bella. Lurie se siente atraído. Hablan unos minutos y Lurie comprueba que ella no sabe quién es él. Lurie decide buscar al señor Isaacs directamente en el colegio donde trabaja como director y le pide a Desiree que le dé indicaciones de cómo llegar.

Se presenta en el colegio y, para su sorpresa, el señor Isaacs lo recibe con cortesía y calma, y le pregunta por qué ha ido a verlo. Lurie quiere darle su versión de lo sucedido entre él y Melanie. La versión de los hechos es desconcertante: da detalles sobre lo que sintió por Melanie y dice: “prendió el fuego dentro de mí” (p.207). El señor Isaacs no comprende por qué Lurie querría contarle esa historia. Lurie se disculpa por sus palabras y pregunta por Melanie. El señor Isaacs le cuenta que ella ha vuelto a estudiar a la universidad y que sigue dedicándose al teatro. Lurie comparte sus propios planes y ciertos detalles sobre su vida en el campo con Lucy a lo que Isaacs responde: “¡hay que ver cómo caen los poderosos!” (p.209). En un momento de la conversación, Lurie repara en los rasgos de Isaacs y encuentra el parecido con Melanie. Intenta darle la mano a Isaacs para despedirse, pero, en su lugar, termina acariciando la mano. El señor Isaacs insiste en si no hay algo más que Lurie quiera decir. Él asegura que eso era todo lo que quería compartir y se despide.

Ni bien se prepara para dejar la oficina, el señor Isaacs lo retiene para invitarlo a cenar a su casa con su familia. Lurie acepta. Se presenta con una botella de vino, pero cae en la cuenta de que el señor Isaacs no debe beber porque es un hombre religioso. Ahora Desiree sabe quién es y se siente incómoda. Lurie imagina que le debe resultar desagradable pensar en que su hermana estuvo con un viejo como él. La señora Isaacs, al igual que Desiree, no puede mirar a Lurie a los ojos. Lurie piensa que lo mejor sería que se retirara, pero Isaacs insiste en que se quede.

Hablan de asuntos triviales sobre sus vidas y Lurie omite todas las experiencias traumáticas que ha atravesado. En un momento Desiree y la señora Isaacs dejan a los dos hombres solos y Lurie aprovecha para pedir disculpas por lo que ha hecho a Melanie y a toda la familia. Para Isaacs, Lurie lamenta lo sucedido solamente porque fue descubierto y ahora debe intentar determinar qué es lo que Dios quiere que haga a partir de ahí. Lurie siente que ya está pagando por lo que hizo al verse forzado a vivir en un estado de desgracia. Aún así, Isaacs no confía en la autenticidad de su disculpa. Lurie se levanta y entra al cuarto en el que se encuentran la señora Isaacs y Desiree, se arrodilla, toca el piso con la cabeza y se marcha.

Al día siguiente el señor Isaacs llama a Lurie para asegurarse de sus intenciones. Le preocupa que Lurie piense que la familia de Melanie está dispuesta a interceder por él ante la universidad para que le devuelvan el puesto. Lurie le contesta que no se le había ocurrido siquiera. Isaacs interpreta la situación a través de su fe y cree que es la voluntad de Dios que Lurie se encuentre en el camino en el que se encuentra en ese momento.

Capítulo 20

Lurie vuelve a su casa en Ciudad del Cabo. Los barrios pobres han ido creciendo en los márgenes de la ciudad. Ve a un niño arriando a una vaca en la calzada y piensa: “el campo va llegando a las puertas de la ciudad. Pronto habrá ganado paciendo otra vez por el parque de Rondenbosch; pronto la historia habrá trazado un círculo completo” (p.218).

Su casa se encuentra cerca de la universidad en la que trabajaba. De vuelta en su barrio, se siente como un delincuente. De todas formas, pronto deberá mudarse porque las reservas de dinero que tiene no le alcanzan para vivir allí. Ni bien ingresa a su casa, percibe algo extraño y se da cuenta de que han entrado a robar. Se han llevado muchas de sus cosas. En el baño se encuentra con una paloma muerta y se ocupa de levantar sus restos “con escrúpulo” (p.220). Como no ha pagado las cuentas hace mucho, no hay luz. La escena es deprimente.

A la noche decide salir de su casa y se dirige a la universidad con la esperanza de no cruzarse con nadie. En su antigua oficina se encuentra con su reemplazo, un joven profesor que ocupa el escritorio. Al principio el nombre de Lurie no le resulta conocido al joven, pero luego cae en cuenta de que se trata del hombre al que reemplazó. Le indica a Lurie dónde está su correspondencia y se ofrece a ayudarle a llevar la caja con sus pertenencias.

Lurie piensa en lo que extraña sobre su vida en el campo, pero reconoce que sigue siendo un hombre de ciudad. Se ocupa de una serie de diligencias: va al banco, a la lavandería. Ve que sus vecinos y conocidos del barrio lo ignoran.

A la noche telefonea a Lucy para dejarle saber que está bien y no le da muchos detalles sobre cómo encontró las cosas. Le recuerda a Lucy que está dispuesto a volver en cuanto ella quiera, pero Lucy le contesta que no será necesario en ese momento. A pesar de que no se lo plantea de ese modo directamente, Lurie piensa: “¿Quién hubiera dicho, cuando nació su hija, que con el tiempo se acercaría a ella a rastras pidiéndole que lo acogiera?” (p.222).

En el supermercado se encuentra con Elaine Winters, la jefa de departamento de su facultad. El encuentro es incómodo. Lurie imagina la conversación auténtica y desprovista de hipocresía al mismo tiempo que sostienen una conversación aparentemente civil.

Luego, el capítulo se concentra en los cambios que se están dando en la composición de la obra musical de Lurie sobre Byron. En ese momento no se siente inspirado por su idea original, la cual se centraba en la figura de Byron y su amante. Lurie dice que el problema es la autenticidad, especialmente en lo que se refiere a la voz de Teresa, la amante: “Encuentra las palabras de Byron, pero la Teresa que la historia le ha legado -joven, codiciosa, caprichosa, petulante- no está a la altura de la música que ha soñado” (p.225). Por ese motivo, Lurie modifica la obra de tal modo que ahora el centro está puesto en Teresa cuando Byron ya ha muerto y ella es una viuda regordeta entrada ya en la madurez, quien cuida de su anciano padre. A medida que esa nueva idea lo inspira más y más, desentierra de entre sus pertenencias un viejo banjo que le había regalado a Lucy hace años. Con ese instrumento, Lurie acompaña las palabras de Teresa y su amante, que le responde a su amada desde “la tierra de las sombras” (p.229). Entre las voces de los dos se cuela una tercera voz: la de la hija de Byron, Allegra, que pide la atención de su padre, mientras se encuentra sola, en una cama de un convento, a punto de morir.

Análisis

En estos capítulos vemos como la sensación de desplazamiento se intensifica en Lurie. La experiencia de sentirse ajeno en los espacios en los que antes se sentía firmemente posicionado es individual y personal, pero también colectiva. Por un lado, las relaciones sociales y raciales en Sudáfrica están transformándolo todo. Por otro, el estatus de Lurie en particular ha cambiado radicalmente a partir de su caída en desgracia y sus experiencias en el campo.

En primer lugar, los cambios sociales son centrales en el capítulo 18, que abre con la descripción de Petrus trabajando con un tractor. La eficiencia con la que Petrus trabaja resulta: “muy impropio de África. En los viejos tiempos -es decir, hace diez años- habría tardado varios días” (p.189). La diferencia fundamental entre el pasado y el presente es que ahora Petrus se dedica a sus propios intereses porque la tierra le pertenece. De hecho, el capítulo refuerza constantemente el nuevo lugar que ocupa Petrus en la sociedad. Por ejemplo, su casa está siendo construida “en una loma poco elevada, desde la que se domina la granja” (p.190). Lurie está seguro de que tarde o temprano la granja estará efectivamente dominada por Petrus y eso le hace temer por el futuro de Lucy.

Petrus tiene plena conciencia de su nuevo lugar en el mundo y lo muestra en varias ocasiones. Por ejemplo, utiliza la palabra chico para referirse a sí mismo "como si de veras le hiciera gracia" (p.190). La palabra chico era utilizada para referirse a los peones negros aun cuando se trataba de un hombre adulto y por lo tanto tenía una connotación peyorativa. Lurie piensa que a Petrus ya no se lo puede considerar un chico aunque “Ahora puede jugar a ser chico, tal como María Antonieta pudo jugar a ser una sencilla lechera” (p.190). La alusión a María Antonieta refuerza la distancia que hay entre Petrus, dueño de tierras, y un chico, peón de hacienda. Vemos como Petrus se apropia de una palabra que era utilizada para marcar la superioridad de quienes estaban en el poder y la usa con un tono burlón porque tiene plena conciencia que su lugar en el mundo hace que esa palabra sea obsoleta. Algo parecido sucede cuando Petrus habla de ser un hombre-perro.

Otro indicio claro de que Petrus sabe perfectamente que su estatus ha cambiado es que se niega a aceptar la propuesta de Lurie de que se encargue de la granja de Lucy mientras ella se toma un tiempo de vacaciones. Convertirse en capataz de la granja de una mujer blanca debe parecerle una forma de retroceder, tras haber conseguido ascender socialmente.

En el capítulo 20 vemos que Ciudad del Cabo también experimenta cambios radicales que intensifican la sensación de desplazamiento en Lurie. Cuando llega a la ciudad tras tres meses de ausencia, Lurie se da cuenta que los barrios pobres han tomado cada vez más terreno a la entrada de la ciudad: nuevamente vemos la asociación de ciudad con civilización y campo con barbarie cuando Lurie piensa, al ver a un niño arriando a una vaca muy cerca de la autopista que “el campo va llegando a las puertas de la ciudad. Pronto habrá ganado paciendo otra vez por el parque Rondebosch; pronto la historia habrá trazado un círculo completo” (p.218). Al referirse a la historia como un círculo Lurie ve en el avance de los barrios pobres una regresión, opuesta al desarrollo y la mirada positivista en torno al progreso.

En lo particular y personal, Lurie también se siente desplazado. Su casa está ubicada en el barrio universitario y allí Lurie se siente como un delincuente, ya no pertenece en ese lugar porque ha caído en desgracia. No obstante, no es solo el escándalo lo que lo ha desplazado de lugar, sino el hecho de que él es un remanente del pasado. Es significativo que su reemplazo en la universidad sea un profesor mucho más joven y que sus libros y pósters hayan sido reemplazados por la ampliación de una viñeta del cómic Superman. Lurie se encuentra en los márgenes porque ya no hay lugar para él en la ciudad, pero tampoco siente que pertenece del todo al campo. Además, Lucy no lo necesita de vuelta en la granja. No es casual que en ese estado anímico la obra que está escribiendo sobre Byron empiece a cambiar sustancialmente. De pronto se siente más inspirado por Teresa, ya no joven y apasionada, sino aferrándose al pasado; al poeta muerto y sin ningún deseo de ser movilizado; y Allegra, la hija que necesita al padre que no ha sido un buen guía. Estos tres personajes expresan con mayor exactitud en punto en el que se encuentra el protagonista.

En el capítulo 18 hay un punto de inflexión en la relación entre Lurie y Lucy que está dada sobre todo por el paso del silencio a la palabra. Hasta este momento, Lucy se ha negado a hablar del ataque del que fue víctima y Lurie lo menciona solo a través de subterfugios. Sin embargo, en este capítulo Lucy es capaz de hablar sobre lo que le sucedió. Asimismo, Lurie deja de utilizar eufemismos para referirse al ataque y habla directamente de una violación, poniéndole un nombre a lo que sucedió. De todas maneras, vemos que Lurie no ha cambiado demasiado e insiste en controlar el discurso de su hija. En primer lugar, es él quien nombra el ataque y lo hace quizá antes de que ella esté lista para escuchar la palabra "violación". Por otro lado, no escucha lo que su hija tiene para decir sobre algo que experimentó solamente ella y reinterpreta su experiencia diciéndole que, aunque se haya sentido como algo personal, es algo histórico y heredado. Finalmente, es incapaz de comprender que para Lucy esa violación parece un precio a pagar y que, por ese motivo, abandonar la granja sería aún peor. El precio ya está pagado, ella ya sufrió el odio de esos hombres. Nuevamente vemos que uno de los factores que hacen muy difícil la comunicación entre ambos es el género. Lurie tiene un momento de lucidez cuando comprende que es capaz de ponerse en el lugar del violador, pero no está seguro de poder comprender a la mujer. A lo largo de la novela Lurie se ha mostrado insensible a lo que fue para Melanie la experiencia con él. Es decir que a los lectores no nos cabe duda de que Lurie hasta el momento ha sido incapaz de ponerse en el lugar de la mujer.

El capítulo 19 muestra que los pequeños cambios que experimenta Lurie y las revelaciones que su experiencia en el campo le ofrecen no hacen de él un hombre nuevo. Continuamente, Lurie se repliega a las actitudes impulsivas y cuestionables que lo metieron en problemas en principio. Sin pensar demasiado, Lurie busca encontrarse con el padre de Melanie. Los lectores compartimos el desconcierto del señor Isaac cuando Lurie elige darle detalles de la relación con Melanie. El propósito no parece ser darle ningún alivio a la familia de la chica, sino que responde a la compulsión de Lurie de rememorar esa relación y regodearse en lo apasionada que fue desde su perspectiva. En lugar de reconocer lo que hizo, Lurie explica su accionar del siguiente modo: "ella prendió el fuego dentro de mí" (p.208) y elabora más esa idea del siguiente modo: "Si una hoguera se apaga, uno enciende una cerilla y prende una nueva. Antes pensaba así." (p.208). Lurie sigue pensando que el deseo que Melanie despertó en él de algún modo justifica su modo de actuar. Es llamativo que Lurie continúe sosteniendo esto aún considerando lo que ha sucedido con Lucy. Para el señor Isaacs es tan incomprensible la visita de Lurie que especula cuál debe ser el motivo ulterior y por eso le aclara que no harán nada para mitigar las consecuencias que la denuncia le ha traído a Lurie. Lo que comprendemos más adelante, cuando Lurie decide asistir al teatro para ver a Melanie, es que en su desconexión con la realidad, él considera posible retomar algún tipo de contacto con la chica. La evolución del personaje no es lineal en el sentido de que experimenta cambios definitorios; por el contrario, Lurie experimenta vaivenes entre ser un mero remanente del pasado y adaptarse y aceptar su nuevo lugar en el mundo y los cambios que lo rodean.