Desgracia

Desgracia Citas y Análisis

“(…) los viejos, a cuya compañía parece a punto de sumarse, los mendigos y los vagabundos de gabardinas raídas y manchadas, de dientes postizos y orejas peludas… todos ellos también fueron en su día hijos de Dios, seres de extremidades rectas y mirada limpia. ¿Se les puede echar la culpa por aferrarse con uñas y dientes al sitio que todavía ocupan en el dulce banquete de los sentidos?”.

Narrador, pp.34-35

Esta cita muestra lo que preocupa sobre todas las cosas a Lurie en el principio de la novela. A este hombre de cincuenta y dos años le está resultando difícil aceptar envejecer, más que nada porque siente la disparidad entre su condición física y el modo en el que otros lo perciben y su propio deseo sexual que permanece igual de intenso que antes. Esta cita aparece en el tercer capítulo, cuando Lurie se escabulle en el teatro en el que ensaya Melanie para espiarla. En un momento toma conciencia de lo mal que eso lo deja parado, ya que lo convierte en alguien rijoso, es decir, en un "viejo verde". En cierta medida Lurie reconoce que no está envejeciendo dignamente gracias a lo que él llama “el problema del sexo” (p.7). Al verse a sí mismo sentado en un teatro a oscuras y sintiéndose excitado por su alumna quien se encuentra actuando en el escenario, Lurie se avergüenza de sí mismo. Cuando piensa en la vejez, de la que se siente a las puertas, la asocia con mendigos y vagabundos y con rasgos que resultan poco atractivos como los dientes postizos y las orejas peludas. Por otro lado, no desea aceptar que esa condición física los excluya de los placeres sexuales. La contradicción que experimenta Lurie entre la conciencia del paso del tiempo y la intensidad de su deseo sexual va a ser el tema central de los primeros capítulos de la novela.

"Es una granjera de frontera, pero de nuevo cuño. En los viejos tiempos, ganado y maíz. Hoy día, perros y narcisos. Cuanto más cambian las cosas, más idénticas permanecen. La historia se repite, aunque con modestia. Tal vez la historia haya aprendido una lección".

Narrador, p.83

Esta cita aparece en el capítulo 7, el cual incluye una serie de anticipaciones sobre la experiencia traumática que van a vivir Lurie y Lucy. Para este momento de la trama, Lurie ha llegado a quedarse unos días en casa de su hija. Se sorprende al ver a Lucy transformada en una campesina tradicional, una boervrou. La ve tan cómoda en sus tareas en el campo y la compara con el pasado. Si bien Lurie reconoce que hay una ligera diferencia entre el pasado y la situación de su hija y por eso habla de “nuevo cuño”, solo repara en las diferencias más superficiales como el tipo de cultivo.

Al igual que en tantos otros temas, Lurie no tiene una mirada lúcida sobre los tiempos que corren y por eso llega a pensar que la historia ha aprendido una lección. Por ejemplo, no repara en otros cambios, como la nueva dinámica entre Lucy y Petrus ahora que son copropietarios. Lurie vive en el pasado y no aprende ni se adapta a la realidad cambiante.

"Vivimos en una época puritana. La vida privada de las personas es asunto público. La lascivia es algo respetable; la lascivia y el sentimiento. Lo que ellos quieren es un espectáculo público: remordimiento, golpes en el pecho, llanto y crujir de los dientes a ser posible. Un espectáculo televisivo, la verdad. Y yo a eso no me presto".

Lurie, p.87

Con estas palabras Lurie intenta defender ante su hija su decisión de no acatar las recomendaciones del comité disciplinario de la universidad. Lurie quiere revestir sus acciones de principio, es decir, pretende que lo que hizo ante el tribunal haya sido algo heroico. Para él lo privado no debe confundirse con lo público. Los sentimientos y el deseo sexual que no debieran tener connotaciones negativas se tornan en espectáculo al requerir disculpas y remordimiento en público. Lurie parece pensar que su resistencia a esa tendencia es admirable cuando dice “yo no me presto a eso”. Sin embargo, el problema radica en que su definición de lo ocurrido es una proyección de sus propias ideas sobre la realidad. Lo que rechaza Lurie no es el puritanismo del tribunal, sino su versión de lo ocurrido que llama abuso a lo que Lurie quiere llamar una relación privada. Su hija no le deja pasar ese intento de revestir de heroicidad sus acciones cuando contesta: “Así que seguiste en tus trece y ellos no dieron su brazo a torcer, ¿no es eso?” (p.87).

“Dos semanas atrás estaba en un aula universitaria, explicando a la aburrida juventud del país la diferencia entre consumir y consumar, entre arder, quemar, requemar, calcinar, y el concepto del perfectivo en tanto que acción verbal cuya realización implica su terminación. ¡Qué lejos se le antoja todo eso! Vivo, he vivido, viví”.

Narrador, p.93

Lurie piensa en esto mientras acompaña a su hija en el puesto del mercado. Luego de haber caído en desgracia y de haberse refugiado en el campo de su hija, Lurie se siente totalmente alejado de su antigua vida en la ciudad. De todas maneras, a Lurie ese cambio no se le hace fácil y no puede sino relacionarlo con haber dejado de vivir de algún modo. Entre el vuelco repentino a raíz del escándalo con Melanie y su lucha interna con el paso del tiempo, Lurie siente que su vida se encuentra en el pasado. Cuando conjuga los verbos en los tres tiempos verbales al final de la cita, elige el verbo “vivir” y termina con el pretérito perfecto simple que indica una acción acabada. No es casual tampoco que elija los verbos asociados con el deseo: “quemar” y “arder”, y otros que se refieren a saciar un deseo “consumir” y “consumar” (en inglés utiliza los verbos “drink” y “drink up”). Uno de los conflictos internos con los que lucha Lurie es el deseo y las pasiones en la vejez. De alguna manera su relación con Melanie marca un final o una bisagra entre, por un lado, consumar un deseo y, por otro, consumirlo hasta extinguirlo.

"Él habla italiano, habla francés, pero el italiano y el francés no le salvarán allí donde se encuentra, en lo más tenebroso de África. Está desamparado como una solterona, como un personaje de dibujos animados, como un misionero con su sotana y su salacot a la espera, las manos entrelazadas y los ojos clavados en el cielo, mientras los salvajes parlotean en su lenguaje incomprensible y se preparan para meterlo de cabeza en un caldero de agua hirviendo. La obra de las misiones: ¿qué ha dejado en herencia tan inmensa empresa destinada a elevar las almas? Nada, o nada que él alcance a ver".

Narrador, pp.121-122

Esta cita refleja lo que piensa Lurie durante el ataque que sufren él y su hija en la casa de la hacienda. Mientras los asaltantes discuten en un idioma que no entiende, Lurie siente lo inútil que resulta su erudición en las circunstancias que vive en ese momento. Esto demuestra que la formación de la minoría blanca citadina e intelectual está disociada de la realidad sudafricana y muestra la poca preparación con la que cuenta para enfrentar los cambios que se están dando post apartheid.

Asimismo, frente a la idealización inicial en la que cae Lurie cuando recién llega al campo de su hija, ahora siente que se encuentra en “lo más tenebroso de África”, algo absolutamente desconocido para él hasta ahora. En ese lugar figurado es donde se hacen patentes las tensiones sociales y raciales. Hace apenas unos días, Lurie se tomaba a la ligera la “picantez histórica” de trabajar para Petrus, pero ahora Lurie se ve enfrentado a cambios violentos en las dinámicas de poder con relación a lo social y racial. La historia de opresión de una mayoría negra sudafricana da lugar a una serie de hechos violentos que nacen del resentimiento y la ira de los desposeídos contra la minoría blanca opresora. Por su parte, esa minoría blanca, sobre todo entre los más viejos, encuentra en esos hechos de violencia la excusa para renegar sobre los cambios que favorecen a los negros y para sostener su discurso racista.

Esta cita refleja la mirada colonial de Lurie quien utiliza una serie de imágenes trilladas que establecen la dicotomía civilizado/incivilizado. Al representar a los atacantes como una caricatura del salvaje caníbal, Lurie revela sus propios prejuicios que se irán intensificando a medida que comprende cuán impotente es al momento de defender y hacer justicia por su hija. Lurie se imagina a sí mismo como el misionero cuyos intentos de civilizar a los salvajes no son bienvenidos. Es irónico que Lurie se compare con un misionero dada la resistencia a cualquier moralismo y la defensa del laicismo que tanto lo enorgullece cuando se enfrenta al tribunal que trata la acusación de abuso en su contra. Enfrentado a un acto de violencia salvaje, los principios que Lurie pretende defender no parecen ser adecuados para la situación. Es más, percibe a estos hombres como el resultado del fracaso de la evangelización y parece ver en ellos la confirmación de que no hay manera de reformar la barbarie.

Cabe mencionar que pasajes como estos son los que envolvieron a la novela y al autor en una serie de controversias en torno al racismo representado en la obra. El partido mayoritario de Sudáfrica en el momento de la publicación de la obra incluso denunció su publicación ante la Comisión de Derechos Humanos. El origen de tales controversias parece ser la dificultad con la que algunos lectores y críticos se encontraron al momento de separar al personaje ficcional del autor, probablemente debido a las coincidencias entre Coetzee y Lurie: ambos son profesores universitarios cuya especialidad es la literatura y los dos son parte de una minoría blanca que goza de una serie de privilegios. Sin embargo, la novela parece denunciar la situacional política y social de Sudáfrica post apartheid, incluida la postura de supremacía de los blancos con respecto a los negros, el pesimismo con respecto a las relaciones raciales en el país y la ingenuidad o desconocimiento de las consecuencias de siglos de opresión.

"-(…) ¿Crees que si aceptas con mansedumbre lo que te ocurrió puedes situarte al margen de granjeros y terratenientes como Ettinger? ¿Crees que lo que sucedió aquí fue como un examen, que si lo apruebas recibes un diploma y un salvoconducto de cara al futuro, o un rótulo para colocarlo en el dintel de tu puerta, de modo que la plaga pase de largo sin afectarte? No es así como funciona la venganza, Lucy. La venganza es como el fuego. Cuanto más devora, más hambre tiene.

-¡Basta, David! No quiero oírte hablar de plagas ni de fuego. No solo se trata de que intente salvar el pellejo. Si eso es lo que piensas, es que no has entendido nada.

-Entonces, ayúdame a entenderlo. ¿Es alguna forma de salvación privada lo que intentas poner en pie? ¿Esperas expiar los pecados del pasado mediante tu sufrimiento en el presente?".

Lurie y Lucy, pp.141-142

En esta cita es posible contrastar dos miradas diferentes sobre el ataque del que es víctima Lucy y sobre la situación social de Sudáfrica post apartheid. Las diferentes miradas están cimentadas en la cosmovisión de cada personaje (Lurie/romántico, Lucy/pragmática) y en lo generacional. Lurie no entiende por qué su hija se resiste a decir la verdad sobre lo que le sucedió y a denunciar ante las autoridades su violación. Lurie intenta dos posibles interpretaciones. Por un lado, Lurie piensa que quizá Lucy planea salvarse del resentimiento y la sed de venganza de la población negra para con la población blanca congraciándose con ellos al no denunciar. Por otro lado, Lurie prueba otra interpretación en la que su hija busca convertirse en ese chivo expiatorio que mencionan en el capítulo 11. Por su tendencia a actuar según principio y conceptos que Lurie impone a la realidad al modo de los poetas románticos, las posibles explicaciones que ensaya para las acciones de su hija se basan en una reparación histórica que él cree su hija ha decidido cargar sobre sus hombros.

Por el contrario, Lucy considera que todas esas interpretaciones solo revelan cuán poco comprende Lurie. Ella ha venido insistiendo en que lo que le sucedió es privado y que nada tiene que ver con salvarse el pellejo ni grandes conceptos como plagas, fuego, venganza. Lucy, al igual que su padre, se mantiene firme en su propia cosmovisión pragmática de la vida y no va a permitir que su caso privado se convierta en un paradigma de las relaciones raciales. Esa postura es consistente con su mirada más moderna sobre el mundo post apartheid. A Lurie, por ejemplo, le cuesta definir la posición que ocupa Petrus con relación a ellos; le cuesta reconocerlo como vecino y hombre libre que no le debe explicaciones a Lucy sobre dónde se encontraba la noche del ataque. Lucy, en cambio, insiste en que Petrus es un hombre que puede ir y venir libremente y de quien pronto tendrá que prescindir para las tareas del campo porque él mismo tendrá que dedicarse a trabajar sus propias tierras. Desde esa perspectiva, para Lucy es impensable considerar que su ataque puede trascender el hecho aislado y “privado” para convertirse en la excusa perfecta para quienes piensan que la abolición del apartheid trajo salvajismo y solamente invirtió la dinámica opresor/oprimido.

"En los viejos tiempos podría haberlo puesto en claro con Petrus. En los viejos tiempos, podría haberlo puesto en claro hasta el extremo de perder los estribos y ordenarle que hiciera las maletas, que se largase, que ya encontraría a otro que se ocupara de sus labores. Sin embargo, aunque a Petrus se le paga un salario, Petrus ha dejado de ser, en términos estrictos, un contratado. En términos igual de estrictos, es difícil precisar qué es Petrus exactamente. La palabra que mejor se pliega a la realidad, no obstante, es vecino. Petrus es un vecino que, en la actualidad, trabaja a cambio de un dinero porque eso es lo que le viene mejor. Vende su trabajo de acuerdo con un contrato, y ese contrato no contempla su despedida so capa de una simple sospecha. Viven en un mundo nuevo, él y Lucy y Petrus. Petrus lo sabe, y él lo sabe, y Petrus sabe que él lo sabe".

Narrador, pp.148-149

A lo largo de la novela se utiliza la frase “en los viejos tiempos” por lo menos diez veces. Esa frase apunta a los cambios que están sucediendo en Sudáfrica. En este fragmento en particular, “en los viejos tiempos” sin duda se refiere a la época del apartheid en que Lurie podía decidir qué hacer con Petrus. La mera sospecha de que estaba involucrado en el ataque le permitía echarlo de su trabajo. Sin embargo, Petrus ya no es solo un peón de la granja, es su copropietario, parte de la tierra le pertenece. Lurie comprende que el estatus de Petrus cambió, pero considera también que su nuevo lugar en la sociedad tampoco es claro. Esa ambigüedad surge únicamente porque Lurie no puede liberarse del todo de un pensamiento segregacionista y porque no consigue conciliar la idea de que Petrus ahora tiene la libertad de elegir.

En este pensamiento vemos reflejada la injusticia de “los viejos tiempos” en los que Petrus no habría podido elegir si quería o no trabajar para Lucy porque ese era el único espacio que le estaba reservado en la sociedad. El hecho de que la palabra vecino aparezca en cursiva revela la duda o incomodidad que le genera a Lurie reconocer a Petrus como un legítimo vecino. El fragmento refleja las dificultades de lidiar con los nuevos roles en un mundo poscolonial, especialmente difícil para quienes han estado en la posición de privilegio y sienten con claridad la fragilidad del lugar que ocupan actualmente.

"Hace la invitación como si fuera una visita. Está bien. Una visita, una visitación: un nuevo arranque, un nuevo punto de partida".

Narrador, p.269

Este fragmento aparece casi al final de la novela, en el último capítulo. Lurie ya ha vivido una transformación significativa, especialmente en cuanto a la aceptación de la realidad tal cual se presenta ante él sin intentar modificarla a su antojo. Lucy y Lurie han llegado a un acuerdo tácito en el que él no visita la granja por un tiempo. Un día, aparca el auto lejos de la granja y camina hasta allí para ver a Lucy a lo lejos. Cuando se acerca lo suficiente la llama, ella se percata y lo invita a pasar. Esa invitación marca la transformación de la relación entre ambos. Finalmente, Lurie acepta que no puede ni debe ser un guía para su hija, que no debe intentar imponer su voluntad y llega a su casa como un auténtico visitante. Ese cambio en la dinámica también alude al cambio que debe darse en Sudáfrica, el hombre blanco en situación de privilegio ha sido desplazado y ya no es quien impone su voluntad en esa tierra.

"-Qué humillante -dice él por fin-. Con tan altas esperanzas, mira que terminar así...

-Estoy de acuerdo: es humillante, pero tal vez ese sea un buen punto de partida. Tal vez sea eso lo que debo aprender a aceptar. Empezar de cero, sin nada de nada. No con nada de nada, sino sin nada. Sin nada. Sin tarjetas, sin armas, sin tierra, sin derechos, sin dignidad.

-Como un perro.

-Pues sí, como un perro".

Lurie y Lucy, p.254

Esta conversación entre Lurie y Lucy sucede luego de que ella acceda a convertirse en una concubina de Petrus y ella y su hijo pasen a ser parte de su familia, bajo su protección. Para Lurie eso es humillante. Lurie siente que no puede adaptarse a la situación sin perder el honor en el camino. Lo que sucede es que Lucy, como ha dejado claro desde el principio, no actúa por conceptos abstractos como el honor, sino que lo hace desde el pragmatismo. Ella desea quedarse en esa tierra y para poder hacer eso debe aceptar unirse a la familia de Petrus y dejar su lugar de dueña de las tierras. Lucy está dispuesta a empezar su vida sin nada.

En la novela vemos que hay tres grupos que han sido históricamente oprimidos por los hombres: los negros, las mujeres y los perros. Como mujer ella vive la violencia que ejerce sobre ella la sociedad: es víctima de una violación, debe luchar para que un hombre como Lurie no quiera imponerle su visión de cómo lidiar con el trauma, está destinada a necesitar la protección de un hombre para sentirse segura. Por otra parte, Lucy es parte de los opresores porque es una terrateniente sudafricana blanca. Lucy acepta ser despojada de todo lo que la hacía privilegiada y describe su nueva condición así: “Sin tarjetas, sin armas, sin tierra, sin derechos, sin dignidad” (p.254). Esa enumeración es una descripción que se ajusta a la perfección a las condiciones de un negro en Sudáfrica antes del apartheid. Al estar dispuesta a empezar de cero, Lucy muestra que es capaz de ponerse en el lugar del otro.

"-Porque no estaba dispuesta a aguantar uno de tus arrebatos. David, yo no puedo vivir mi vida de acuerdo con lo que a ti te agrade o te desagrade que haga. Ya no. Te comportas como si todo lo que hago yo fuese parte de la historia de tu vida. Tú eres el personaje principal, yo soy un personaje secundario que no hace una sola aparición hasta que la historia ya ha pasado de su ecuador. Pues bien: en contra de tu parecer, las personas no se dividen en principales y secundarias. Yo no soy una secundaria. Tengo mi propia vida, que para mí es tan importante como para ti la tuya, y en mi vida soy yo quien toma las decisiones".

Lucy, p.245

Lurie es un narcisista. Además, es un hombre que se maneja bajo una lógica patriarcal. Así como en sus relaciones con las mujeres no repara ni en sus deseos ni en su placer, en la relación con su hija sucede algo parecido. Lurie tiene la necesidad de imponer su voluntad. En parte, la insistencia con la que quiere controlar la reacción de su hija ante el ataque del que es víctima tiene que ver con su incapacidad para salvarle del ataque. Tras esa situación, Lurie siente más hondamente su inutilidad. En un momento, él dice de la paternidad lo siguiente: “en comparación con la maternidad, la paternidad es un asunto un tanto abstracto” (p.84). Como tantas otras ocasiones en la novela, la realidad se le impone a Lurie y con el ataque a su hija su paternidad se convierte en algo patente y vivo con lo que tiene que lidiar directamente. El único modo en que sabe participar es imponiendo su voluntad.

Lucy, en cambio, muestra desde un principio que sus criterios difieren de los de su padre. Lurie mismo reconoce que en su hija una serie de gustos y rasgos que son una “declaración de independencia tan considerada como determinada. También es su manera de volver la espalda a los hombres” (p.114).

En este fragmento, una vez más, Lucy deja en claro que no desea regirse por los criterios de su padre utilizando como ejemplo la literatura, algo conocido para Lurie. Ella se sabe protagonista de su vida, aun cuando su padre sigue considerándola un personaje secundario que aparece en su vida como una coda, exactamente del mismo modo en que Allegra, la hija de Byron, aparece de repente en la composición en la que está trabajando Lurie.