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Las serpientes

En la descripción de la música que ha imaginado para su ópera, Lurie utiliza dos imágenes sonoras relacionadas con las serpientes. En ambos casos, la imagen de la serpiente está asociada a los amantes.

Mentalmente ya tiene impresos algunos trozos, algún dueto entre los amantes, las líneas vocales, soprano y tenor, que se enredan una en torno a la otra, como dos serpientes, sin palabras. La melodía sin clímax; el susurro de las escamas del reptil sobre la escalera de mármol; palpitando más al fondo, el barítono del marido humillado (p.155).

No es la primera vez que Lurie se refiere a las serpientes para hablar de la sexualidad. Por ejemplo, en sus encuentros con Soraya, la prostituta, Lurie piensa en que el sexo con ella es como el de las serpientes, sin grandes efusiones: “Los encuentros sexuales entre Soraya y él deben de ser parecidos, imagina, a la cópula de dos serpientes: prolongada, absorta, pero un tanto abstracta, un tanto árida, incluso cuando más acalorada pueda parecer” (p.9). Esta imagen del primer capítulo tiene una serie de paralelos con la que aparece en la primera cita: la melodía no tiene palabras, es decir, es abstracta; tampoco tiene un clímax, lo que remite a la aridez; y “el susurro de las escamas sobre la escalera de mármol” con lo prolongado y absorto.

No es casual que la imagen de las serpientes aparezca tanto en los encuentros sexuales de Lurie como en los de su ópera, ya que lo que quiere explorar en su obra es la crisis que atraviesa el poeta quien, como él, siente haber envejecido lo suficiente para frenar “cualquier deleite real o feroz de las pasiones” (p.112).

El banjo

Lurie crea una imagen de la obra musical que está componiendo con un banjo. Para este momento de la novela, Lurie ha abandonado la idea original de su obra y está experimentando con una nueva temática y un nuevo instrumento. En su obra, Lurie pasa de centrarse en la pasión de los dos amantes, Byron y Teresa, a representar solamente lo que le sucede a ella cuando ya ha llegado a la madurez. La imagen menos romántica de Teresa combina perfectamente con el banjo por la comicidad de este “instrumento absurdo” (p.230).

En un momento Lurie describe su composición así:

De los poetas aprendí a amar, canta Byron con su voz monótona y quebrada, nueve sílabas seguidas en clave de do natural; pero la vida, entiendo (con un descenso cromático hasta el fa), es harina de otro costal. Plinc–plunc plonc, resuenan las cuerdas del banjo. ¿Por qué, ay, por qué hablas así?, canta Teresa trazando un largo arco de notas del que emana su reproche. Plunc plinc–plonc, resuenan las cuerdas (p.230).

El uso repetido de la onomatopeya “plinc-plunc plonc” que busca imitar el sonido del banjo agrega a la comicidad. Lurie siente que su presencia como creador de la obra, su “lugar espectral”, está en la comicidad del instrumento. Además, en esta descripción encontramos una serie de especificaciones sobre la clave en la que estaría compuesta la música y las notas que se suceden.

La granja de Lucy

Cuando Lurie recién llega a las afueras de Salem, a la casa de su hija, idealiza el campo y sus costumbres. Luego, debido a las experiencias traumáticas que vive, esa idealización se desdibuja. Sin embargo, hacia el final de la novela, cuando Lurie ha aceptado finalmente su condición de abuelo y la decisión de Lucy, se acerca al campo caminando y espía a su hija trabajando en los sembríos de hortalizas. De este modo se describe la escena:

Deja de soplar el viento. Hay un instante de calma absoluta que hubiera querido prolongar por siempre: la suavidad del sol, la quietud de la tarde, el ajetreo de las abejas en un campo repleto de flores; en el centro, la imagen de una mujer joven, das Ewig Weibliche, incipientemente preñada, protegida del sol por un sombrero de paja. Una escena casi perfecta para un Sargent o un Bonard (p.269).

Aquí el autor apela a distintos sentidos al hablar de suavidad, quietud, el ir y venir de las abejas. Además, el autor hace referencia a dos pintores impresionistas, Sargent y Bonard, cuyos paisajes idílicos nos ayudan a imaginar la escena. Asimismo, aparece la mención de das ewig Weibliche, concepto alemán que significa "el eterno femenino" y se refiere a la idealización de lo femenino como algo esencial e inmutable. La escena completa es una idealización.