Desayuno en Tiffany's

Desayuno en Tiffany's Resumen y Análisis Secciones 7-9

Resumen

Sección 7

Para festejar la publicación del cuento del narrador, Holly y el protagonista fueron al bar de Joe Bell y tomaron champán. Luego, fueron hasta la Quinta Avenida para ver un desfile militar y almorzaron en una cafetería cercana al parque. En ella, Holly y el narrador hablaron sobre su infancia; aunque la muchacha sostuvo una postura evasiva, sin mencionar nombres ni lugares, hizo un relato de una niñez feliz. El narrador sospechó que ella no estaba contando la verdad, ya que no se correspondía con la realidad de una chica que había escapado de su casa a los catorce años. Frente a este comentario, Holly admitió que tenía razón, que había inventado todo porque no quería competir con la tragedia del relato del narrador.

Los protagonistas continuaron paseando por la ciudad, buscando manteca de maní para enviarle Fred, el hermano de Holly, que estaba en el frente de batalla. Llegaron hasta una tienda de antigüedades en donde había una jaula para aves. A pesar de que a Holly le gustó, destacó que igualmente no dejaba de ser una jaula. Al pasar por delante de unos almacenes Woolworth's, Holly intentó convencerlo de robar algo y lo arrastró dentro, y, aunque el narrador se sintió observado, ambos se pusieron unas máscaras de Halloween y salieron de la tienda sin pagar. Eufórico, el muchacho le preguntó a Holly si lo hacía seguido; ella respondió que de vez en cuando robaba para no perder la habilidad.

Sección 8

Al haber conseguido un trabajo de nueve de la mañana a cinco de la tarde, el narrador veía a Holly de manera esporádica, compartiendo un café. La muchacha siempre estaba a punto de salir, habitualmente con Rusty Trawler, Mag Wildwood y su prometido, José Ybarra-Jaegar. En este cuarteto, José parecía fuera de lugar, porque era inteligente, presentable y muy comprometido con su trabajo. Una tarde, mientras esperaba el autobús, el narrador descubrió a Holly entrando a la biblioteca pública. Confundido por ver a la muchacha en este espacio, el narrador la siguió a la sala de lectura general y consultó por los libros que había retirado la muchacha: eran textos sobre pensamiento político y turismo brasileño.

En Nochebuena, el narrador asistió a una fiesta de Holly y Mag, que ayudó a decorar y hasta robó unos globos para embellecer el departamento. La protagonista le dijo al narrador que fuera a la habitación, allí había un regalo para él: era la pajarera hermosa que habían admirado. Sorprendido por la cantidad de dinero que había gastado en el regalo, ella le hizo jurar que nunca pondría dentro ningún ser vivo. El narrador también tenía un presente para ella: una medalla de San Cristóbal, de Tiffany's.

Desde el presente, el narrador asegura que es muy probable que Holly haya perdido la medalla, pero que él todavía conserva la pajarera. Sin embargo, recuerda que este regalo fue el eje de una gran discusión que tuvo con Holly en febrero de ese mismo año.

Luego de la fiesta de Navidad, Holly, Rusty, Mag y José fueron de vacaciones a Key West. A su regreso, rubia y bronceada, Holly le contó al narrador que, cuando llegaron a la playa, Rusty se involucró en un conflicto con un grupo de marineros que terminaron lastimándolo. Además, Mag debió ser hospitalizada por quemaduras de sol. Frente a este panorama, José y Holly dejaron a sus parejas en el hospital y se fueron solos a La Habana. Al regresar a Key West, Mag y Rusty los acusaron de haber dormido juntos; esto causó un momento de mucha tensión entre Holly y su amiga.

Para convencerla de lo contrario, Holly le dijo a su amiga que era lesbiana. A pesar de que el narrador consideraba que este argumento era muy dudoso, Mag se lo creyó, al punto de comprar otra cama para dormir en la sala de estar del apartamento.

Mientras el narrador le hacía masajes a Holly, la muchacha le contó que le había dado a O. J. Berman el cuento del narrador, publicado en la revista de la Universidad. Sin embargo, ni a ella ni a Berman les parecía que el escritor estuviera yendo por el buen camino, ya que les parece que esa historia no decía nada interesante.

Crispado, el muchacho le preguntó por alguna historia que le pareciera realmente importante; Holly respondió que Cumbres borrascosas era más significativa que su cuento. El narrador argumenta que comparar su producción con esta obra era una insensatez, pero Holly aclaró que se refería a la película, no al libro. La muchacha, que percibió la actitud condescendiente del narrador, le dijo que, si se siente superior, debería ofrecer alguna prueba de ello. A pesar de que el muchacho argumentó que no se comparaba con Holly o Berman porque buscaba cosas distintas, Holly le respondió que debería tener alguna ambición comercial y ganar dinero, ya que no encontrará mucha gente que pueda comprarle pajareras. El narrador le pidió disculpas, y dijo que seguramente era muy duro tener que ganar dinero pasando el tiempo con Rusty Trawler. Fríamente, Holly echó al narrador del apartamento.

Sección 9

Luego de la discusión con Holly, el narrador dejó la pajarera en la puerta del apartamento de la muchacha, pero al ver a la mañana siguiente que la jaula estaba en el basurero, decidió rescatarla, avergonzado. A pesar de que se cruzó con la muchacha numerosas veces, continuaron sin hablarse. Sin embargo, cuando Sapphia Spanella, la vecina del primer piso, hizo circular una demanda de desahucio contra Golightly por ser una persona moralmente censurable, se negó a firmarla, a pesar de que consideraba que Spanella estaba en lo cierto.

Un día de primavera, el narrador descubrió a un hombre sospechoso que examinaba el buzón de Holly. Tenía alrededor de cincuenta años, facciones duras y ojos tristes. Por la noche, cuando el narrador se fue a cenar, notó que el hombre lo seguía. Cuando se sentó al lado suyo en el restaurante, el protagonista le preguntó qué quería; el hombre le comentó que quería un amigo. Sacó de su billetera una foto; en ella, había siete personas amontonadas frente una casa de madera. Entre ellos, estaba el mismo hombre cincuentón y una niña gorda y rubia, a la que el narrador reconoció como Holly. El hombre asintió, y corrigió que el verdadero nombre de la muchacha era Lulamae Barnes; además, agregó que él era su marido, el doctor Golightly, y que trabajaba como médico de caballos. Le explicó al narrador que él se casó con Lulamae en 1938, cuando ella tenía catorce años, y que ella le había prometido criar a sus hijos y ser su esposa. Sin embargo, les rompió el corazón al huir de la casa como lo hizo.

El señor Golightly explicó que había encontrado a Holly y a su hermano Fred robando comida, desnutridos y huérfanos. El doctor sintió pena por ellos y los crío como si fueran propios; impresionado por la belleza y el ingenio de Lulamae, le declaró su amor. Afirmó que todos mimaban a la muchacha, que no hacía ninguna tarea doméstica y se dedicaba a peinarse y leer esas revistas. Un día, ella huyó y dejó a toda la familia atrás, incluso a su hermano Fred, que se quedó con la familia Golightly hasta que se unió al ejército. El hombre le pidió al narrador que lo llevara a ella; así, tocó la puerta de la muchacha. Al ver al narrador, Holly asumió que había venido para hacer las paces después de su pelea, pero cuando el narrador se dirigió a ella como “Lulamae”, se dio cuenta de que sabía su verdadera identidad. Pensando que era Fred quien había llegado a visitarla, comenzó a gritar su hombre. Al ver a Doc Golightly, Holly lo besó en la mejilla con amabilidad y alegría, frente a la mirada reprobatoria de Sapphia Spanella, que pidió que se callaran.

Análisis

A lo largo de estos capítulos, los lectores conocemos, finalmente, la historia detrás de las imposturas y actuaciones del personaje de Holly Golightly. Sin embargo, antes de llegar a la revelación que ocurre en el capítulo 8, tanto el narrador como los lectores conocemos las mentiras y los relatos que la protagonista crea para sostener una imagen que contrasta con su verdadera experiencia.

En este sentido, el capítulo en el que Holly y el narrador vagabundean por Nueva York permite explorar uno de los temas principales de la novela: el engaño. Cuando los personajes mantienen una conversación íntima sobre las anécdotas de su niñez, Holly cuenta una historia apócrifa que el mismo narrador percibe como falsa. “Su narración era impresionista, evasiva, sin nombres, sin lugares” (p. 68) , lo que hace que, justamente, el narrador afirme que la muchacha está mintiendo. Si bien Holly admite la mentira, no se siente avergonzada ni expuesta. La ficcionalización constante de su propia historia e identidad sugiere que, tal como lo había anunciado O. J. Berman, Holly es una verdadera impostora: una persona que carece de toda obligación moral y prefiere mentir antes que mostrarse vulnerable o real. En este intercambio, es interesante que los lectores tampoco accedemos al relato que el narrador hace de su propia infancia, relato que la misma Holly describe como una “tragedia” (p. 69). En este punto, de alguna manera paradójica, el narrador permanece más alejado del lector que Holly; a pesar de que la muchacha miente, el protagonista descubre su falsedad, mientras que no incluye ningún dato sobre su propia infancia.

El engaño reaparece en la secuencia en la que Holly y el narrador roban las máscaras de Halloween. La muchacha admite que esta práctica era habitual en su vida, que roba ocasionalmente “para no desentrenar[se] y perder la habilidad” (p. 70). Esta actitud despreocupada sobre el robo posiciona a Holly como un personaje que se mueve por fuera de los estándares morales de una sociedad convencional. En este punto, el hecho de haber robado máscaras se lee en una dimensión simbólica, ya que remiten a la impostura y el artificio. Una vez más, Holly es un personaje que prefiere actuar un rol antes que vivir una vida auténtica. Cuando el narrador huye de la tienda con la máscara robada, siente “una alegría eufórica” (p. 70); en este sentido, experimentar la vida desde la óptica de Holly le otorga una excitación de la que normalmente carece. El engaño le permite a Holly pensar la vida como un escenario en donde ella es capaz de desempeñar distintos roles de manera exitosa. A través de las observaciones del narrador, el lector ve el “detrás de escena”; cómo la muchacha se camufla y prepara para lograr un objetivo determinado. De alguna manera, la mirada del narrador devela a la verdadera Holly.

En este punto, el episodio en la biblioteca exhibe que la muchacha dedica su tiempo libre a consultar material bibliográfico sobre Brasil, el país al que, supuestamente, Mag se mudaría luego de casarse con su candidato, José. Es fundamental mencionar que el narrador espía a Holly; una vez más, el personaje parece vacilar entre dos impulsos distintos: por un lado, es amigo de la muchacha; pero también es un voyerista, una persona que disfruta contemplando la intimidad de Holly. Una vez más, el narrador sostiene una mirada pasiva de la vida de la muchacha como eje de la novela.

El interés de Holly sobre la cultura brasileña muestra, por una parte, cierta atracción hacia el novio de Mag y, también, la amenaza de una potencial traición a su amiga. Además, exhibe la habilidad de la protagonista para transformar sus gustos y su identidad según lo exigen las circunstancias. Como un actor que estudia minuciosamente su libreto, Holly analiza la coyuntura política de Brasil para transformarse en la compañera ideal de un político brasileño.

La fraudulenta relación entre Holly y Mag queda expuesta en toda su complejidad durante el viaje grupal que hacen las muchachas con sus parejas a Key West. Luego de que Holly y José dejan a sus compañeros en el hospital para viajar juntos a Cuba, Mag acusa a la protagonista de haberse acostado con su prometido. Para evitar la confrontación, Holly le responde que es imposible porque es lesbiana. Si bien esta mentira sirve como mecanismo de defensa frente a la ira de Mag, la protagonista siente placer en llevar adelante esta farsa. “Soy un as para producir impresiones fuertes” (p. 77) le comenta al narrador, lo que indica una ausencia total de culpa sobre el hecho de haberle mentido a Mag.

A pesar de estos hechos, que pueden considerarse moralmente dudosos o hasta repudiables, al leer la novela, los lectores no sentimos desagrado o rechazo por el personaje de Holly. En gran parte, esto se debe a la aparición de Doc Golightly como explicación del pasado de la protagonista. Así, el hombre le revela al narrador –pero también a los lectores- las condiciones extremas de pobreza y abuso que sufrió la muchacha. En este sentido, Holly es un personaje vulnerable; podemos leer en las distintas identidades que la protagonista construye a lo largo de la novela una forma de escapar de ese pasado oprobioso y angustiante. En el encuentro con Doc Golightly, el narrador conoce el verdadero nombre de Holly: Lulamae Barnes. Este secreto, que nadie parece conocer, le permite acceder a la identidad verdadera de la muchacha y así sostener un vínculo genuino, sin falsedades ni fachadas.

Otro elemento que alimenta la idea de que la falsedad de Holly es un mecanismo de negación de su propia vulnerabilidad es el símbolo de la pajarera. Cuando el narrador admira esta pieza en una tienda de antigüedades, Holly comenta que “de todas maneras, sigue siendo una jaula” (p. 69). En este sentido, la ansiedad patológica de la muchacha, convencida de que nada ni nadie le pertenece, exhibe el terror que siente ante la mínima posibilidad de ser encarcelada en relaciones o en cualquier manifestación de una vida estable o rutinaria. No es casualidad que este desagrado de la muchacha aparece en los capítulos en los que el narrador explora la naturaleza engañosa de Holly, ya que sugiere que esta práctica es una forma de huir de la “jaula” que implica sostener una relación verdadera.

Es interesante que, cuando Holly le regala la pajarera, el narrador le ofrece un obsequio de Tiffany's: una medalla de San Cristóbal. Esta elección no es casual, ya que es el patrono de los viajeros. Una vez más, la muchacha es percibida como un personaje nómade, de paso.

La discusión entre Holly y el narrador retoma uno de los ejes más trascendentes de la novela: la tensión entre la producción artística y el mercado. Si bien la protagonista y Berman reconocen el talento del narrador a la hora de escribir, le exigen abandonar ese tono descriptivo porque “no significa nada” (p. 78). Desde una postura altiva y pretenciosa, el narrador se siente intelectual y estéticamente superior, ya que considera que su objetivo artístico no es ganar dinero; sarcásticamente, argumenta que “mis proyectos no llegan hasta tan lejos” (p. 79). En esta discusión, se exhiben dos maneras opuestas de pensar el arte: como un bien mercantil o como una denuncia crítica a una sociedad de masas. A partir de la descripción de Holly sobre la historia del narrador, repleta de “chiquillos y negritos” (p. 78) y del desdén que expresa el protagonista cuando la muchacha cuenta que la “película” Cumbres borrascosas es una obra genial, los lectores podemos asumir que la escritura del narrador tiende a explorar las realidades sociales y psicológicas de personajes marginales. En este sentido, cuando Holly advierte que “será mejor que ganes dinero” (p. 79), el disgusto del narrador se explica desde una posición en la que no quiere que su obra sea consumida como un producto más. Holly, una mujer que es en sí una mercancía, representa la presión que ejerce la sociedad capitalista sobre los artistas, que se ven obligados a abandonar sus ideales estéticos e ideológicos para obtener algún tipo de ganancia económica que les permita subsistir.

La discusión entre ambos termina de manera violenta cuando el narrador le dice a Holly que “es muy duro tener que ganarse el dinero con Rusty Trawler” (p. 79) y la muchacha lo echa del departamento. Sin embargo, a pesar de que él sostiene el propósito de “no volver a dirigirle la palabra” (p. 80), rescata la pajarera de la basura y se niega a firmar la petición de Sapphia Spanella para echarla del edificio. En este sentido, el enojo del narrador no parece ser genuino, sino más bien una expresión de deseo, ya que es incapaz de hacer cualquier cosa que pudiera perjudicar realmente a la muchacha. Se puede afirmar que el personaje "actúa" el enojo como una forma de procesar los sentimientos atormentados que manifiesta sobre la protagonista.