Desayuno en Tiffany's

Desayuno en Tiffany's Resumen y Análisis Secciones 18-19

Resumen

Sección 18

El viernes anterior a la partida de Holly llovía tan intensamente que el narrador estaba convencido de que el vuelo se suspendería. Sin embargo, la muchacha ignoró este comentario y escapó del hospital rumbo al bar de Joe Bell. El narrador debía llevarle sus joyas, su guitarra, un aguardiente, un cepillo de dientes y el gato. Aunque Joe intentó convencerlo de que debían impedir la partida de la muchacha, el narrador reunió los objetos para Holly, incluida la medalla de San Cristóbal y la mascota.

En el bar, Holly compartió la botella de aguardiente con sus amigos, pero Joe se negó a tomar porque no quería brindar por las locuras de la protagonista. Sin embargo, le alquiló un automóvil con chofer para que la llevara al aeropuerto y le dio las flores del jarro como obsequio. El narrador acompañó a la muchacha al aeropuerto, pero no hablaron en todo el trayecto debido a la tensión entre ambos. Al llegar al Harlem español, Holly le indicó al chofer que se detuviera. Abrió la puerta del coche y abandonó allí al gato. El narrador, boquiabierto, le dijo que era una perra. Sin demasiado remordimiento, Holly repitió que tanto ella como el animal eran independientes, que nunca se habían hecho ninguna promesa. Sin embargo, mientras hablaba, una pena la invadió y abrió la puerta del auto para salir corriendo a buscar a su mascota. El narrador la siguió.

Por desgracia, el gato ya no estaba en la esquina donde lo había dejado. Los protagonistas lo buscaron por todo el barrio, sin éxito. Convencida de que el gato se había ido, Holly se dio cuenta de que ellos sí se pertenecían, que el animal era suyo. Entonces, el narrador prometió volver allí y buscarlo. Aunque ella sonrió, confesó que estaba muy asustada, que era muy trágico el hecho de no saber que algo era tuyo hasta haberlo perdido. Admitió también que toda la angustia que había sentido alguna vez no era nada en comparación a lo que sentía al haber abandonado al gato.

Sección 19

El narrador introduce los titulares de los distintos periódicos que comentaban la huida de la cómplice de Tomato rumbo a Río. Sin embargo, comenta que las autoridades estadounidenses no habían hecho ningún intento de capturarla. Finalmente, el asunto quedó reducido a alguna nota en la columna de chismes, excepto el día de la muerte de Sally Tomato en Navidad, que fue noticia central.

Al no saber ni una palabra sobre Holly, el dueño de su apartamento vendió todas sus posesiones y le alquiló la propiedad a Quaintance Smith. Si bien él recibía tantas visitas de caballeros como Holly, madame Spanella se encariñó con el joven y no protestaba.

En la primavera, el narrador recibió una postal de Holly, contando que se había mudado de Brasil a Buenos Aires, que si bien no es Tiffany's, estaba a ese nivel. También admitía estar involucrada con un señor divino y le prometía que una vez que tuviera un sitio para vivir, le enviaría la dirección.

Sin embargo, el narrador jamás recibió la dirección, lo cual lo entristeció porque le hubiera gustado contarle que, finalmente, había vendido dos cuentos, los Trawler se habían divorciado y se estaba mudando de la casa, ya que pensaba que estaba embrujada. Pero, especialmente, quería hablarle del gato; después de dos semanas de búsqueda, lo había encontrado sentado en la ventana de una habitación acogedora, en una casa del Harlem español. Feliz de que el animal finalmente tuviera un hogar, el narrador se pregunta si también Holly habrá podido encontrar su sitio en el mundo.

Análisis

En estos capítulos, finalmente, se cuenta el desenlace de Holly y el narrador. En este sentido, si la novela empieza desde el presente de enunciación del muchacho, el final que ofrece sobre Holly es coherente con la escena que inaugura el texto de Capote. El episodio de la estatuilla africana hecha a imagen y semejanza de la muchacha se corresponde con la vida nómade que la misma Holly termina llevando a cabo desde su recorrido por Sudamérica.

Si bien tanto el narrador como Joe consideran que el plan de Holly es delirante, ambos personajes están dispuestos a ayudarla aún cuando no comparten las perspectivas que la protagonista tiene para su vida. Aunque el dueño del bar admite que tiene “ganas de avisar a la policía” (p. 129), finalmente contrata una limusina para que lleve a Holly al aeropuerto. Como el narrador, Joe es incapaz de aceptar directamente el afecto que siente por la muchacha y le ofrece bienes materiales para reemplazar sus emociones sin usar palabras. Es ejemplar al respecto el momento en que Joe arranca las flores del jarro y se las da a Holly; “no dieron en el blanco y quedaron esparcidas en el suelo” (p. 131) acota el narrador. En este sentido, las flores simbolizan el cariño de Joe; su incapacidad de poder dárselas a Holly de manera prolija condensa perfectamente el propio fracaso a la hora de admitir su amor.

Al igual que Joe, el narrador termina estando a disposición de la muchacha, aun cuando mantiene la “feliz convicción de que su vuelo se suspendería” (p. 128). A pesar de que se niega a aceptar la partida de Holly, demuestra ser absolutamente esencial para ella. Así, se encarga de reunir los objetos esenciales que la muchacha necesita para su viaje; una vez más, los lectores asumimos la pasividad del narrador a la hora de hacer sacrificios por ella, capaz de poner en un segundo plano sus sentimientos por la muchacha con tal de lograr lo que Holly le había demandado.

Entre los elementos más trascendentales, se encuentra el gato sin nombre de Holly. Aunque al principio los lectores pensamos que se lo va a llevar con ella de viaje, finalmente la muchacha lo abandona en una calle del Harlem español. Con este gesto, Holly intenta actuar de manera desafectada, teniendo en cuenta lo que ella considera que será mejor para su mascota. Así, la muchacha lleva esta actitud al extremo, y, frenética y violenta, le grita al gato: “¡Lárgate, te he dicho!” (p. 133). Luego, le pide al chófer que arranque a toda velocidad. Si bien el narrador expresa su disgusto frente a este gesto tan inhumano de Holly, a la que llama “una perra” (p. 133), la muchacha repite el argumento de la independencia; reitera que cada uno desarrolla su vida por caminos paralelos, “solo nos encontramos junto al río un día, eso es todo” (p. 133).

Sin embargo, a pesar de lo que sostiene Holly con sus palabras, sus actos expresan una actitud diferente. Si bien ambos eran independientes, compartían un hogar, una relación y un vínculo basado en el cuidado y la compañía. De hecho, a lo largo de toda la novela, el gato es la única presencia constante en la vida de Holly. Al rechazar completamente al animal, Holly exhibe que, una vez más, no está dispuesta a construir una relación cercana y permitir que algo o alguien le pertenezca.

De alguna manera, el gato simboliza la forma en la que la muchacha se ve a sí misma; sin hogar, como una vagabunda solitaria sin un nombre ni una familia. Así, la crueldad contra el animal representa las tendencias autodestructivas que Holly tiene; en ese miedo y enojo contra el gato exhibe también lo que siente contra ella misma. Aún más, cuando abandona a la mascota repite el rechazo sentido a manos de sus parientes, amigos y, especialmente, José.

Sin embargo, la protagonista se da cuenta de la crueldad de este acto, el narrador describe que “su voz se apagó y una palidez de enferma se extendió por su cara” (p. 133). Emprende la búsqueda del gato por el barrio, con la esperanza de poder encontrarlo. Este gesto sugiere que hay esperanza en Holly, que es capaz de aceptar la vulnerabilidad que implica amar a alguien. Así, admite que en su vida nunca vivió algo tan atemorizante como “no saber lo que es tuyo hasta que lo han tirado” (p. 134). En esta confesión, Holly se revela en su dimensión más íntima y genuina. Acepta la debilidad y el amor que siente por su gato pero, también, que mantenían un vínculo en el que había una pertenencia mutua. “Nos pertenecíamos. Era mío” (p. 134) concluye la protagonista; a pesar de no haberlo encontrado, Holly aprende que el verdadero amor es entrega y dedicación recíproca. Al fin y al cabo, la muchacha se había condenado a no amar por miedo a no sufrir.

En el último capítulo de Desayuno en Tiffany's se resuelven numerosos hilos narrativos, mientras que otros quedan deliberadamente abiertos para que el lector lleve adelante su propia interpretación de los hechos. Como en el comienzo de la novela, el narrador vuelve al marco narrativo del presente. Desde el aquí y ahora del momento de la enunciación, el protagonista introduce artículos periodísticos que registran la partida de la muchacha a Río. Sin embargo, la huida no generó ningún intento activo de captura y “pronto el asunto quedó reducido a alguna que otra nota en la columna de chismes” (p. 135). En esta apreciación, el narrador muestra las estrategias que lleva adelante el periodismo; una vez que pasa el tiempo, la historia carece de interés y, por ende, la acusación parece ya casi irrelevante. Con la muerte de Sally Tomato, la trama se centra en la lucha personal de Holly con su identidad y su voluntad de pertenecer, finalmente, a algún sitio. Si bien al principio el narrador no tiene novedades de la muchacha, en la primavera recibe un mensaje de ella: desde Buenos Aires, admite estar “pegada a un señor divino. ¿Amor? Creo que sí.” (p. 135). Sin embargo, aún carece de lugar para vivir y, a pesar de que le dice al narrador que le enviará su dirección, finalmente no lo hace. En este sentido, la falta de rumbo y estabilidad permite sugerir que Holly regresó finalmente a sus viejos hábitos, en donde los hombres le representan un ingreso económico y no una conexión real y verdadera. Además, el hecho de que no se haya mantenido en contacto con el narrador deja una sensación agridulce en el final de la novela porque sugiere que, a lo mejor, los sentimientos de la muchacha por él no eran tan fuertes como aparentaban serlo.

Sin embargo, a pesar de este final un poco amargo para la historia de Holly, la conclusión de la novela mantiene un tono positivo. Con la partida de la muchacha, su apartamento fue alquilado por un joven llamado Quaintance Smith, “que recibía tantas visitas de caballeros y armaba tanto escándalo como Holly” (p. 135). Esta mención sobre la presencia frecuente de hombres en el departamento, junto con el nombre “Quaintance” – una referencia a George Quaintance, un pintor neoyorkino con un trabajo artístico marcadamente homosexual- sugiere que el nuevo inquilino es gay, y que, como Holly y el narrador mismo, sostiene un estilo de vida heterodoxo. De alguna manera, estas prácticas conectan al personaje con los protagonistas; después de Holly, su espíritu festivo y descontracturado permanece en el nuevo vecino.

Pero, además del nuevo personaje, el aspecto más optimista y positivo de la novela se relaciona con la postura que sostiene el narrador frente a su amiga Holly. Así, cumple con su promesa y encuentra al gato de la muchacha “sentado en la ventana de una habitación de aspecto acogedor y cálido” (p. 136). Supone que el animal, finalmente, tiene un nombre porque tiene un hogar, “había llegado al lugar que le correspondía”. Una casa y un nombre son, para Holly, los dos indicios que marcan una pertenencia; en este sentido, el narrador desea que la muchacha también haya llegado a ese destino. Este sentimiento demuestra el cariño que mantiene el protagonista por su amiga, aun en esta doble ausencia: no sólo no se reencuentran físicamente, sino que ella tampoco sostuvo el contacto a través de cartas o llamadas telefónicas. En este sentido, al explorar el afecto por la muchacha sugiere que el eje estructural de la novela no es tanto la vida de Holly, sino cómo este vínculo transformó la vida del narrador. Al fin y al cabo, cuando el protagonista se lamenta tener tantas cosas para escribirle es en parte porque quiere contarle que “había «vendido» dos cuentos” (p. 136). Una vez más, la mirada de Holly atraviesa la vida del narrador y la transforma; frente a un escritor que repudiaba la idea del arte como mercancía, ahora entiende la mirada de su amiga y la percibe como una buena noticia. Este cambio del personaje refuerza la idea de que nadie permanece inmune a los efectos de Holly; la muchacha tiene la fuerza de cambiar la vida de todo aquel que se cruce en su camino.