Cumbres borrascosas

Cumbres borrascosas Resumen y Análisis Capítulos 6-10

Resumen

Capítulo 6

Tras la muerte su padre, Hindley regresa a la casa para el funeral, e inesperadamente trae a su esposa, una mujer simpática pero asustadiza con un miedo extremo a la muerte. También introduce nuevos modos y reglas en Cumbres Borrascosas, e informa a los sirvientes que ellos tendrán que vivir en los cuartos inferiores. Además, trata a Heathcliff como un sirviente, interrumpiendo su educación y haciéndolo trabajar como cualquier otro mozo de la granja. A Heathcliff no le importa mucho al principio, porque Catalina le enseña lo que aprende, y trabaja y juega con él en el campo. Se alejan de Hindley lo más posible y crecen libres, en mutua compañia. Uno de sus pasatiempos favoritos es correr por la mañana hacia los páramos y quedarse allí todo el día.

Un día se escapan luego de ser castigados, y por la noche Heathcliff regresa solo. Le dice a Elena lo que ha sucedido: él y Catalina corrieron a la Granja de los Tordos a ver cómo vivía la gente de ahí, y vieron a los hijos de los Linton -Eduardo e Isabel- en un hermoso salón, llorando luego de una discusión en torno a quién podía agarrar a un perrito. Heathcliff y Cati se reían despectivamente de la situación, y los Linton los oyeron y llamaron a sus padres. Catalina y Heathcliff intentaron escapar, pero un bulldog mordió a la niña en la pierna. Ella le dijo a Heathcliff que escapara pero él no se fue, y trató de soltar al animal. El señor y la señora Linton los confundieron con ladrones y los llevaron dentro. Cuando Eduardo Linton reconoció a Catalina como la señorita Earnshaw, los Linton expresaron su desagrado ante las costumbres salvajes de los niños; especialmente de que a Heathcliff se le permitiera acompañar a Catalina.

Ellos cobijaron a Catalina y echaron a Heathcliff, quien volvió a Cumbres Borrascosas luego de asegurarse de que Cati estuviera bien. Cuando Hindley se entera de lo sucedido, aprovecha la situación para separar a Catalina de Heathcliff, por lo que la niña se queda una estancia prolongada en lo de los Linton mientras su pierna se cura. A Heathcliff le prohíben hablar con ella.

Capítulo 7

Catalina pasa cinco semanas recuperándose en la Granja. Durante su estadía, la señora Linton propone convertirla en una señorita y se ocupa de educar los modos y gracias sociales de la joven. Catalina regresa a Cumbres Borrascosas antes de la Navidad, usando un vestido elegante y cuidando su aspecto. Hindley le indica a Heathcliff que puede saludarla, como el resto de los sirvientes. Cuando lo ve, Catalina le subraya lo sucio que está en comparación con los chicos Linton. Los sentimientos de Heathcliff se ven heridos y se va de la habitación, contestando que estará todo lo sucio que él quiera.

Como agradecimiento a los Linton por las atenciones recibidas, los Earnshaw los invitan a pasar el día siguiente en Cumbres Borrascosas. La familia acepta con la condición de que sus niños se mantengan apartados de Heathcliff. Elena siente lástima por Heathcliff y lo va a buscar al establo, diciéndole que lo pondrá elegante, pero se va al no obtener respuesta del muchacho.

A la mañana siguiente, Elena ayuda a Heathcliff a limpiarse y ponerse ropa apropiada luego de que el chico se lo pide, prometiendo que será bueno. Pero Hindley se mantiene firme en la promesa hecha hacia la Señora Linton y, cuando lo ve, ordena que lo encierran en el ático hasta que termine la cena.

Antes de que lo encierren, Eduardo realiza un comentario sobre el cabello de Heathcliff, por lo que el muchacho le arroja salsa de manzana caliente en su cara. Hindley lo lleva a otra habitación y lo castiga por esto. Durante la comida, Catalina parece claramente infeliz con el trato que le dio Hindley a Heathcliff. Por la tarde, se escabulle y va a visitarlo. Elena libera al chico para darle algo de comida en la cocina y trata de distraerlo. Allí, Heathcliff le confiesa que está pensando en cuál será la mejor manera de vengarse de Hindley.

En este punto, Elena interrumpe su narrativa y se levanta para irse, mencionando que seguramente Lockwood ya quiera dormirse. Él le dice que pretende dormir hasta tarde el día siguiente, y la persuade para que continúe con el relato.

Capítulo 8

Elena salta en su historia al verano de 1778, unos meses después de la visita de los Linton, y veintitrés años antes de que Lockwood llegue a la Granja. Francisca, la esposa de Hindley, dio a luz a un niño, Hareton, lo que empeora su tuberculosis de los últimos meses, y muere poco después.

Hindley le asigna a Elena la tarea de criar al bebé. Luego de la muerte de Francisca, el hombre empieza a beber excesivamente y a comportarse de forma abusiva con sus sirvientes, principalmente con Heathcliff, quien goza de ver su progresiva decadencia. Elena cuenta que ninguna persona decente va a la casa, a excepción de las visitas de Eduardo Linton a Catalina, quien a sus quince años es una criatura altanera y obstinada. Los chicos siguen siendo amigos desde las cinco semanas que Catalina pasó en la Granja. Elena destaca que Catalina, en ese período, no mostraba su lado rústico delante de ellos, y logra ganar la admiración de Isabel y el alma y corazón de su hermano. Esto la lleva a adoptar dos personalidades distintas, sin intención de defraudar ninguna de las dos.

Una tarde, cuando Hindley se va de la casa, Heatchliff interrumpe su trabajo anunciando que se quedará en la casa para pasar el día con Catalina. Ella le dice que Eduardo e Isabel planean visitarla. Cuando Heathcliff la confronta sobre la cantidad de tiempo que pasa con Eduardo, ella le responde que él es ignorante y aburrido. En ese momento entra Eduardo, sin Isabel, y Heathcliff se retira.

Catalina, quien sigue acalorada por su discusión con Heathcliff, le pide a Elena que deje la habitación, pero ella se niega, ya que Hindley le pidió que actúe como chaperona bajo la presencia de Eduardo. Catalina la pellizca y luego la abofetea, y cuando Hareton empieza a llorar, lo sacude. Eduardo, sorprendido por el comportamiento de Catalina, intenta restaurar el orden, y Catalina lo golpea en la mejilla. Apesadumbrado por este comportamiento impropio, Eduardo pretende irse de la casa a pesar de los ruegos de ella para que se quede. Sin embargo, al final sucumbe a los pedidos y se queda. Elena los deja solos y los interrumpe luego para decirles que Hindley llegó a la casa, borracho y de mal humor. Cuando entra al cuarto por última vez, ve cómo Catalina y Eduardo se confiesan el amor que sienten el uno por el otro. Eduardo se apura para evitar a Hindley y Catalina se va a su habitación. Elena esconde al pequeño Hareton y saca las balas de la pistola de Hindley, ya que a él le gusta jugar con ella cuando está borracho.

Capítulo 9

Ebrio, Hindley entra vociferando horribles blasfemias, y ve a Elena mientras intenta esconder a Hareton en el armario de la cocina. Hindley la amenaza con hacerle tragar un cuchillo, que incluso llega a meter en sus dientes. Ella contesta valientemente que prefiere que le pegue un tiro, y lo escupe. Luego, Hindley toma a Hareton, diciéndole que le cortará las orejas como a un perro. Lo lleva arriba mientras el niño chilla y lo sostiene sobre la barandilla. Al escuchar a Heathcliff al pie de la escalera, Hindley suelta al niño accidentalmente, pero afortunadamente Heathcliff llega a agarrarlo.

Más tarde en la noche, Catalina se encuenta con Elena en la cocina, y le confiesa que Eduardo le propuso matrimonio y que ella aceptó. Quiere que Elena le responda si hizo bien. Elena le pregunta por qué lo ama, y Catalina, en evidente estado de confusión, responde que él es buen mozo, alegre y rico, y la ama. Elena no entiende estos motivos, y Catalina le confiesa que creía que se estaba equivocando. A continuación le cuenta un sueño, en el que se encuentra en el cielo pero es infeliz, ya que no lo siente su casa, y despierta llorando de alegría por encontrarse en Cumbres Borrascosas. Catalina expresa cómo este sueño ayuda a explicar su situación, manifestando que tiene tantos motivos para estar en el cielo como para casarse con Eduardo. Culpa a Hindley por hundir tanto a Heathcliff, ya que ella se degradaría al casarse con él, quien nunca se enterará cuánto lo ama. Le explica que sus almas están hechas de lo mismo, mientras que la suya y la de Eduardo son totalmente distintas. Desde detrás de la puerta, Heathcliff oye la parte de la conversación en la que Catalina le dice a Elena que no puede casarse con él y se va sin querer oír más.

Esa noche, Heathcliff huye de Cumbres Borrascosas. Catalina pasa la noche de tormenta buscándolo fuera y llorando por él. Termina enfermándose. Los Linton la llevan a la Granja de los Tordos para que se recupere, pero la señora y el señor Linton se contagian y mueren poco después. Tres años más tarde, Catalina y Eduardo se casan. Elena se muda a la Granja de los Tordos para servir a Catalina, dejando a Hareton bajo el cuidado de su padre borracho y de José, el último sirviente que queda en Cumbres Borrascosas.

Al observar la hora, Elena interrumpe su narrativa, alegando que ya es la una y media y que debe irse a dormir.

Capítulo 10

Lockwood se enferma luego de su traumática experiencia en Cumbres Borrascosas, y pasa así cuatro semanas. Heathcliff le hace una visita de cortesía y, luego, Lockwood llama a Elena y le pide que le cuente el resto de la historia. Trata de adivinar cómo hizo Heathcliff su fortuna y cómo adquirió Cumbres Borrascosas y la Granja de los Tordos, pero Elena le dice que no sabe qué hizo Heathcliff en los tres años que estuvo lejos, que fue cuando adquirió su capital. Pero accede a seguir contando la historia.

Luego del casamiento, Elena se traslada con Catalina a la Granja de los Tordos, y, para sorpresa de Elena, se porta mejor de lo que esperaba, ya que le muestra gran afecto a Eduardo y a su hermana.

Unos seis meses después del matrimonio de Catalina con Eduardo, Heathcliff regresa a la casa, sorprendiendo a Elena en la Granja de los Tordos. Cuando entra, Catalina se pone frenética y el obvio cariño entre ambos incomoda a Eduardo, que se pone celoso. Elena cuenta que Heathcliff era entonces un hombre alto, atlético y bien formado que ya no conservaba huellas de su antigua degradación, aunque en sus ojos se podía observar un dejo de ferocidad, escondida bajo modales dignos y desprovistos de rudeza.

Heathcliff comenta que Hindley lo invitó a quedarse en Cumbres Borrascosas. Esto sorprende a Catalina y a Elena, pero el hombre añade que hace unos días se cruzó con Hindley en un juego de cartas con unos amigos y, como Heathcliff suele apostar a lo grande, Hindley piensa que puede ganarle sin demasiado problema.

Catalina e Isabel empiezan a visitar seguido Cumbres Borrascosas y Heathcliff, la Granja de los Tordos. Para horror de su hermano Eduardo, Isabel comienza a enamorarse de Heathcliff. Esto la vuelve malhumorada y fastidiosa al punto de atacar a Catalina sin cesar, lo que conduce a una discusión acalorada entre las cuñadas, en la que Isabel le confiesa su amor por Heathcliff y Catalina le advierte que su amigo es un hombre feroz que, si se casa, lo hará por su fortuna.

Una tarde que Eduardo no está en la casa, Heathcliff aprovecha para visitar Granja de los Tordos. Al llegar, Catalina le revela los sentimientos de Isabel, quien trata de escapar pero es retenida por su cuñada. Finalmente, la rasguña y logra zafarse. Heathcliff se mantiene indiferente ante la confesión, pero se interesa por los bienes de Isabel. Elena sospecha que el hombre alberga motivos malvados y vengativos, y jura observarlo de cerca.

Análisis

En estos capítulos, conocemos la naturaleza de la relación entre Catalina y Heathcliff. Si la presencia fantasmal de la mujer en el capítulo 3 sitúa la narración en una atmósfera de suspenso en la que el lector quiere saber más sobre el vínculo entre el protagonista y Catalina, el desarrollo de la trama da explicaciones suficientes como para entender la conflictiva personalidad de Heathcliff y lo que este amor representa para él.

En primer lugar, el regreso de Hindley a la casa luego de la muerte de su padre pone en evidencia la ambigüedad subyacente en el estatus social de Heathcliff. Su origen como un “chiquillo hambriento y sin hogar ni familia” (p.37) se trastoca cuando el señor Earnshaw lo adopta como un hijo más. Sin embargo, con la llegada de Hindley, es forzado a trabajar como sirviente en la misma residencia en la que viven sus hermanos. En este punto, la degradación que sufre el personaje colabora a determinar su personalidad: Hindley lo “hizo instalar en compañía de sus criados” (p.45), intentando negar toda posible igualdad entre Heathcliff y los otros habitantes de la casa. Así, destruye las esperanzas del protagonista de poder pertenecer genuinamente a una clase social elevada y educada, y le recuerda de manera permanente su origen precario, destinado a servir y no a mandar. En este sentido, tanto los Linton, vecinos de los Earnshaw, como la misma Catalina simbolizan el ascenso social que Heathcliff anhela pero Hindley le niega. Esta brecha inquebrantable entre las posiciones sociales de ambos protagonistas hace insostenible cualquier vínculo amoroso entre ellos.

El encuentro con los Linton representa el choque de dos mundos. Si Cumbres Borrascosas es caótica y violenta, la Granja de los Tordos es magnífica y lujosa. “¿Cómo no iban a ser felices?” (p.47), se pregunta Heathcliff cuando ve a Isabel y a Eduardo Linton; la abundancia y la riqueza se presentan como motivos suficientes para garantizar el bienestar. Sin embargo, los chicos están llorando: “¡Vaya unos tontos!” (p.47), exclama el protagonista. Las experiencias vividas por Heathcliff le hacen creer que lo material es un respaldo de felicidad. Sin embargo, los niños Linton refutan esta apreciación. La novela establece un paralelo entre ellos, por un lado, y Catalina y Heathcliff, por el otro: a pesar de ser de edades similares, sus crianzas y vínculos difieren radicalmente. Mientras que Eduardo e Isabel pelean por un capricho, Heathcliff y Cati son inseparables. De alguna manera, a pesar de carecer de una educación más formal, los habitantes de Cumbres Borrascosas conocen la incondicionalidad que puede tener un vínculo entre seres amados.

Cuando Catalina pasa cinco semanas con los Linton, “sus modales mejoraron mucho” (p.51). En este sentido, la cercanía entre la muchacha y los habitantes de la Granja de los Tordos representa también el ascenso hacia esa otra esfera, la de los gentiles y educados vecinos, ámbito en el que Heathcliff es inadecuado por su origen y su conducta. A pesar de que Catalina sostiene su cariño por el protagonista, su vanidad la hace disfrutar de la admiración de Eduardo Linton, “que terminó por enamorarse de ella” (p.64). Estos dos mundos -el páramo de Cumbres Borrascosas, de Heathcliff, y la Granja de los Tordos, con Eduardo Linton- representan la tensión interna que atraviesa a Catalina: por una parte, la necesidad de permanecer fiel a sí misma y dar rienda suelta a sus deseos y pasiones y, por otra, la obligación de formar parte de las convenciones sociales de la época.

En este sentido, la decisión de Catalina es muy clara: se casa con Eduardo Linton porque, tal como le dice a la señora Dean, “me agradará ser la señora más acomodada de la comarca, y porque estaré orgullosa de tener un marido como él” (p.74). Este diálogo deja ver uno de los hallazgos más interesantes de la obra: la definición de amor. Para Catalina, este sentimiento no se basa en apariencias, limitaciones materiales, atracción sexual o valores morales, sino en compartir una misma esencia, un mismo ser. En palabras de la protagonista: “¡Elena, yo soy Heathcliff! Lo tengo constantemente en mi pensamiento” (p.78). En este sentido, su matrimonio con Eduardo Linton no altera en absoluto este sentimiento, sino que es la forma que la protagonista encuentra de poder salvar a Heathcliff de la dominación de Hindley. El vínculo legal es, ante todo, una sociedad económica: una forma de garantizar la supervivencia material de Catalina y así lograr que su amado pueda “librarse de la opresión” (p.78) ejercida por su propio hermano. El deseo de un estilo de vida socialmente trascendente la guía a tomar esta decisión: ella se hubiera casado sin dudas con Heathcliff “si mi malvado hermano no lo hubiera tratado tan mal” (p.77). Esta certeza atravesará las motivaciones de los protagonistas, ya que son absolutamente conscientes de que las humillaciones de Hindley impiden el vínculo eterno entre ambos.

Así, en Catalina se traba un conflicto entre realidad y apariencia: la apariencia de un amor vanidoso dominado por el deseo de una satisfacción social, frente a la realidad de una pasión amorosa que no ofrece un placer visible dentro de este marco social. Su amor por Eduardo, como ella misma reconoce, solo puede satisfacer la parte más superficial de su naturaleza, mientras que todo lo que hay de poderoso y permanente en ella la lleva a rechazarlo y la impulsa hacia Heathcliff. El vínculo emocional de la infancia se ha transformado en algo mucho más profundo y necesario: es una pasión que comporta una identidad absoluta así como una necesidad mutua y total de los amantes.

Es imprescindible subrayar el hecho de que Heathcliff oye la confesión de amor de Catalina, pero con un pequeño detalle: “sólo había escuchado hasta que oyó decir a Catalina que la humillaría casarse con él” (p.77), comenta Elena Dean. Así, el muchacho no puede acceder a la verdadera motivación que tiene su amada para unirse con Eduardo. Así, su desconocimiento condicionará todas sus acciones, torturado por ser una vergüenza frente a los ojos de Catalina.

En este sentido, Catalina exhibe de manera clara y precisa la diferencia entre sus sentimientos por Eduardo y lo que la une de manera imperecedera con Heathcliff. Para la muchacha, su marido no debería estar celoso de su relación con Heathcliff, en tanto son sentimientos de distinta naturaleza. “No sé de qué estarán hechas nuestras almas; pero, sean de lo que sea, la suya es igual a la mía y, en cambio, la de Eduardo es tan diferente…” (p.77), dice Catalina. En esta comparación, el amor apasionado e inmutable que siente por Heathcliff nada tiene que ver con el vínculo mudable que sostiene con Eduardo. De una manera irónica, la muchacha decide sostener una relación hasta que la muerte lo separe con alguien con quien poco tiene en común. Sin embargo, Catalina lo ve claramente: es una herramienta para poder salvar a Heathcliff. Así, a pesar de que decide casarse con Eduardo, sabe que este acto no tiene ningún efecto en los sentimientos que la unen con Heathcliff.

Al oír esta confesión, Heathcliff desaparece. Durante tres años, Catalina demora su matrimonio, hecho que subraya su vínculo imperecedero con el hombre. Sin embargo, cuando reaparece, Elena lo describe como un “hombre alto, atlético y bien constituido” (p.90), en oposición a Eduardo Linton, a quien ve como “un jovenzuelo” (p.90). La narradora construye una relación especular opositiva entre ambos personajes masculinos: Heathcliff encarna la virilidad, la fuerza física y la “natural ferocidad” (p.91), mientras que Eduardo usa las herramientas que otorga su clase social para menospreciar a su contrincante. Así, propone recibirlo en la cocina, tal como le corresponde por ser un plebeyo.

Con la reaparición de Heathcliff, los lectores afirmamos que los años de maltratos y humillaciones configuraron la adultez del personaje. Si en los primeros capítulos sentimos empatía por ese niño huérfano que fue esclavizado por Hindley, sus decisiones como adulto lo confirman como un hombre malvado, capaz de llevar adelante acciones extremadamente crueles. En primer lugar, su llegada a la Granja de los Tordos responde originalmente a su deseo de “arreglar las cuentas pendientes con Hindley y quitarme de en medio por mis propias manos” (p.91). Atormentado por sus sentimientos, busca venganza contra Hindley y los Linton por hacerlo sentir indigno del amor y respeto de Catalina. Así, elabora una compleja estrategia de venganza, que comienza con la destrucción financiera de Hindley y continúa con la seducción de Isabel Linton. Heathcliff se revela como un personaje manipulador y perverso, que utiliza su inteligencia para presentarse ante su enamorada como “un alma digna y sincera” (p.97) y así poder acceder a sus bienes. Sin embargo, la muchacha parece ser la única que cree realmente en la bondad de Heathcliff. Por su parte, él no duda en referirse a Isabel con violencia y desprecio: “Oirías cosas extraordinarias si yo viviera con esa asquerosa muñeca” (p.100), le dice con crueldad a Catalina. En este intercambio, Heathcliff deja en claro la complejidad de su estrategia, ya que es lo suficientemente inteligente como para aprovecharse de la ingenuidad y debilidad de Isabel para poder lograr su cometido. Es interesante la metáfora que utiliza Elena Dean para simbolizar el encuentro entre ambos: “Yo tenía la impresión de que Dios había abandonado allí en plena locura a la oveja descarriada y que el lobo esperaba, atento, el momento oportuno para precipitarse sobre ella y destrozarla” (p.101). En esta comparación, la ferocidad de Heathcliff queda al descubierto; no duda en abusar de la inocencia de Isabel para poder vengarse contra aquellos que lo humillaron durante tantos años. Esta faceta del protagonista nos coloca a los lectores en una situación incómoda: a pesar de comprender su pasado y hasta sus motivaciones vengativas, la utilización perversa que hace de Isabel Linton nos distancia de poder entenderlo y justificar sus acciones.