Cumbres borrascosas

Cumbres borrascosas Resumen y Análisis Capítulos 11-15

Resumen

Capítulo 11

Elena va hasta Cumbres Borrascosas para hablar con Hindley, pero cuando se encuentra con Hareton, el niño le arroja piedras y la insulta. Así, Elena se entera de que Heathcliff le enseñó a insultar a su padre, y que le prohibió a su tutor que pise la propiedad. Cuando Heathcliff aparece, Elena huye.

Al día siguiente en la Granja, Elena observa desde la cocina que Heathcliff se acercó a Isabel en el patio con intención de cortejarla. Catalina entra a la cocina y Elena le cuenta lo que vio. Poco después se suma Heathcliff y Catalina le exige que le diga cuáles son sus verdaderos sentimientos hacia Isabel. Así, se ofrece a convencer a Eduardo a que permita el casamiento si Heathcliff realmente ama a la mujer. Heathcliff desprecia la idea, pero declara que Catalina lo ofendió al casarse con Eduardo y que pretende vengarse por esto. Elena los deja discutiendo y va en busca de Eduardo, a quien le cuenta sobre el encuentro entre Isabel y Heathcliff en el patio y de la posterior disputa en la cocina con Catalina.

Eduardo se enfurece y ordena que echen a Heathcliff de la propiedad. Cuando Heathcliff se nega a salir, Eduardo busca ayuda en sus sirvientes. Sin embargo, Catalina se encierra con ellos en la cocina y tira la llave al fuego, forzando a que Eduardo confronte con Heathcliff sin ayuda adicional. Sobrepasado por el miedo y la vergüenza, Eduardo esconde la cara. Las burlas de Catalina por su actitud cobarde lo conducen a golpear a Heathcliff en la garganta. Luego de esta afrenta, huye por el jardín. Elena comenta que el amo volverá con sirvientes armados, por lo que Heathcliff toma la llave del fuego y escapa, furioso. Luego, Eduardo encuentra a Catalina en el gabinete, y le advierte que debe elegir entre su compañía o la de Heathcliff. La mujer se niega a responderle y se encierra en su habitación, sin salir ni a comer durante dos noches. Eduardo le advierte a Isabel que, si alienta el amor de Heathcliff, romperá toda relación con ella.

Capítulo 12

Luego de pasar tres días aislada en su habitación, Catalina le pide a Elena un poco de agua y comida. Histérica, cree estar muriendo, y no puede entender por qué Eduardo no va a verla. Rememora su infancia con Heathcliff en los páramos, a la vez que habla obsesivamente sobre la muerte. Elena, preocupada por que su ama se agarre un resfriado, se niega a abrir una ventana. Catalina se las ingenia para forzar una y abrirla, a través de la cual afirma poder ver Cumbres Borrascosas. En medio de su delirio, le habla a Heathcliff, quien no está ahí, diciéndole que, aunque muera, su espíritu no descansará hasta que los dos estén juntos.

Eduardo aparece y se preocupa al ver a Catalina en un estado tan débil, a la vez que se enoja con Elena por no mantenerlo al tanto de la situación. Elena se va en busca del doctor Kenneth, quien le dice que vieron a Isabel caminando por la noche en el parque con Heathcliff. El doctor cuenta que ha escuchado el rumor de que Isabel y Heathcliff están planeando fugarse juntos.

Elena vuelve corriendo a la Granja y descubre que Isabel desapareció. Al día siguiente, una criada que vuelve de Gimmerton exclama que Heathcliff e Isabel se escaparon. Elena le pregunta a Eduardo cómo harán para alcanzarlos, pero el hombre se niega a buscarla, declarando que, desde ese momento, Isabel es su hermana solo en nombre.

Capítulo 13

Durante los dos meses siguientes, Catalina sufre y vence un ataque de "fiebre cerebral", pero el panorama es desalentador. Mientras tanto, Isabel y Heathcliff permanecen fugitivos. Seis semanas después de su partida, Isabel envía a Eduardo una carta anunciando su casamiento con Heathcliff y pidiéndole que la perdone, sin obtener respuesta de su hermano. A los quince días le escribe a Elena, preguntando si Heathcliff es un demonio o si está loco. En esa carta, describe sus experiencias en Cumbres Borrascosas, una residencia que le resulta sucia, incivilizada y hostil. Cuenta que José es rudo con ella y Hareton, desobediente. Además, Hindley le confesó que todas las noches tiene la fantasía de matar a Heathcliff. Por último, su propio marido la trata con crueldad al negarle dormir en su habitación con él. Isabel termina la carta diciéndole lo infeliz que se siente y cómo se arrepiente profundamente de su matrimonio, a la vez que le ruega a Elena que vaya a visitarla.

Capítulo 14

Aunque Eduardo continúa rechazando el pedido de disculpas de su hermana, Elena responde al pedido de Isabel y la va a visitar a Cumbres Borrascosas. Cuando llega a la casa, Heathcliff la presiona para que le cuente novedades sobre Catalina. Elena le dice que la mujer no volverá a ser la que fue. Heathcliff le asegura que no va a dejarla a merced de los cuidados de Eduardo, y que ella lo ama a él mucho más que a su marido.

Al ver a Isabel la nota visiblemente desmejorada, y le sugiere a Heathcliff que la trate mejor, pero él responde que solo siente desprecio y odio hacia su esposa. Al oír esta declaración, Isabel le comenta a Elena que no crea ni una palabra, y le pide que no le comente nada a su hermano o a Catalina, ya que la principal intención de Heathcliff es llevar a Eduardo a la desesperación. Heathcliff la echa del cuarto, y le ruega a Elena que lo ayude a encontrarse con Catalina. Elena se niega rotundamente, pero Heathcliff la amenaza con que la mantendrá prisionera en Cumbres Borrascosas. Aterrada ante esta posibilidad, Elena accede a llevarle a Catalina una carta de parte suya.

Capítulo 15

El domingo después de la visita a Cumbres Borrascosas, cuando todos se fueron a la iglesia, Elena aprovecha y le entrega a Catalina la carta de Heathcliff. Elena cuenta que el aspecto de Catalina está cambiado por su enfermedad: según el ama, está hermosa de una forma irreal y sus ojos parecen mirar fuera de este mundo.

Elena dejó la puerta abierta, por lo que Heathcliff, que estaba afuera, sube impaciente al cuarto de Catalina antes de esperar su respuesta. Catalina y Heathcliff se abrazan durante cinco minutos sin hablar, para entrar luego en una conversación dramática y de alta carga emocional. Catalina le recrimina que tanto él como Eduardo le rompieron el corazón, y los culpa de haber causado su muerte. Agrega que no puede soportar estar muriendo mientras Heathcliff sigue vivo, ya que no quiere estar apartada de él, y le pide que la perdone. Él la acusa de ser la culpable de su propio tormento, ya que traicionó su corazón al haberse separado de él por su propia voluntad. Agrega que puede perdonarla por el dolor que le causó a él, pero nunca por el que se causó a ella misma.

Se abrazan y lloran hasta que Elena les advierte que Linton está regresando. Heathcliff se quiere ir, y promete volver en una hora, pero Catalina le insiste en que se quede, diciéndole que está muriendo y que no se volverán a ver. Heathcliff accede a quedarse. Cuando Linton entra al cuarto, Heathcliff le da el cuerpo de Catalina, que aparenta estar desmayada o muerta, y le dice que la cuide. Heathcliff promete esperar afuera hasta tener noticias de Catalina.

Análisis

En estos capítulos, Cumbres Borrascosas muestra la complejidad que pueden tener las relaciones humanas a la hora de vincularse sentimentalmente. El regreso de Heathcliff a Cumbres Borrascosas agrega un tercer integrante a la relación entablada entre Catalina y Eduardo. Si bien la protagonista tiene en claro que lo que siente por los hombres no impide poder convivir y permanecer con ambos a su lado, Heathcliff no piensa lo mismo que ella, y le reprocha su traición al casarse con Eduardo y abandonarlo. “Atorméntame cuanto quieras, si ello te divierte, pero déjame divertirme del mismo modo y guárdate muy bien de burlarte de mí” (p.105), le dice el protagonista a Catalina. Una vez más, destaca que el plan de casarse con Isabel Linton forma parte de una estrategia vengativa, una forma de divertirse y sacar provecho de su situación.

Frente a esta transformación de Heathcliff, Catalina entiende que es imposible reconciliar su pasión por él con su afecto por Eduardo. De alguna manera, la protagonista somatiza este padecimiento y termina enferma. Si bien el diagnóstico médico menciona “una fiebre cerebral” (p.123), los delirios de Catalina se asientan en las experiencias de su infancia, aquella época de su vida en la que existía una comunión entre Heathcliff y ella. Inconscientemente, sin poder registrarlo, revive los momentos principales de su vida en Cumbres Borrascosas. A la hora de relatarle sus delirios a Elena Dean, los sitúa en su infancia: “Yo era todavía niña, papá acababa de morir…” (p.116). Con esta narración, los lectores descubrimos que es Catalina la responsable de su propia demencia: al fin y al cabo, ese “profundo abismo” (p.117) que siente por haberse casado con Eduardo Linton simboliza haber abandonado su mundo junto a Heathcliff. Frente a este reconocimiento, Catalina desespera: “¡Me estoy abrasando! Quisiera estar al aire libre, ser una niña fuerte y salvaje (...) ¡Yo volvería a ser la de siempre si me hallase de nuevo entre los matorrales y los pantanos!” (p.117). Este regreso a la infancia muestra que su verdadera identidad no se transformó con el paso del tiempo, sino que la profundidad de sus emociones son inmutables e imperecederas.

Si Cumbres Borrascosas significa los matorrales y pantanos salvajes donde Catalina puede ser ella misma, la habitación en la que permaneció encerrada durante su enfermedad se torna ahora en una prisión. Una vez más, la naturaleza indómita de su casa natal aparece como una posibilidad de liberación, ya que le insiste a Elena que le abra la ventana para darle “una probabilidad de revivir” (p.117). En este delirio, Catalina describe el camino a Cumbres Borrascosas y advierte que “hay que pasar por la iglesia de Gimmerton. A menudo nos hemos desafiado a permanecer entre las tumbas llamando a los muertos. Heathcliff, si te desafío ahora, ¿te atreverás? Podrán sepultarme, si quieren, (...) pero no me quedaré allí hasta que tú no estés conmigo. ¡Nunca!” (p.117). Si bien estas palabras son entendidas como producto de su enfermedad, son anticipatorias del destino de los amantes. Así, el recorrido por el cementerio de Gimmerton significa la muerte. Para la protagonista, la muerte constituye el único medio por el cual pueden satisfacer su pasión. Además, la mujer advierte que su alma no podrá descansar en paz hasta la muerte de Heathcliff. En este sentido, la aparición fantasmal del capítulo 3 responde a la amenaza de la protagonista. Con esta observación, los lectores entendemos que cumplió con su promesa y que está a la espera de la muerte de su amado, para poder así consagrar su amor.

En simultáneo con la enfermedad y agonía de Catalina, el desarrollo del personaje de Heathcliff exhibe la complejidad de sus acciones y decisiones. Por una parte, logra su objetivo: Isabel Linton huye a Cumbres Borrascosas, casada con Heathcliff. En la intimidad de la vida conyugal, Isabel se pregunta: “¿está loco? ¿O es un demonio?” (p.126). Así, parece sorprendida por la violencia de sus acciones y el desprecio que siente por ella. Es necesario subrayar la desafortunada posición que tiene Isabel, que depende de otros hombres para poder vivir. La muchacha no puede huir de Heathcliff sin la ayuda de su hermano, que tampoco acude a rescatarla. En este sentido, carece de decisión propia y depende del yugo de los hombres que la rodean.

Frente al horror de Isabel, Heathcliff responde de una manera muy peculiar; argumenta que “ella sabe que el amor no era mutuo” (p.139). En este sentido, el personaje se posiciona como absolutamente genuino; Isabel encarna “el colmo de la estupidez” (p.139) al pensar que él podría verdaderamente amarla. Es interesante analizar que, si bien Heathcliff es un personaje romántico, dueño de un pasado misterioso y emociones que lo desbordan, la novela deja en claro que no es ningún “héroe de novela” (p.138). Creer en esta posibilidad transforma a Isabel en una infeliz, capaz de sentirse atraída por un ser humano tan brutal y cruel. Una vez más, la novela no se limita a simplificar: la maldad de Heathcliff no lo exime de la posibilidad de amar y ser amado.

El capítulo 15 lleva al paroxismo estas dos dimensiones de Heathcliff: la escena entre él y Catalina es, probablemente, el clímax emocional de la novela. Finalmente, todos los malentendidos que han surgido entre los dos, desde la declaración de Catalina acerca de su atracción por Eduardo, hasta la inesperada desaparición de Heathcliff, se aclaran en este encuentro. “Durante cinco minutos él no habló, limitándose a abrazarla y a besarla más veces de las que lo había hecho en toda su vida” (p.145), describe Elena Dean. La pasión entre ambos, tan postergada, se condensa en las muestras frenéticas de cariño. Es interesante la apreciación que hace la narradora sobre este encuentro: Catalina “apretaba entre sus crispados dedos un mechón del cabello de Heathcliff” (p.146), mientras que él “la oprimía de tal manera que, cuando la soltó, distinguí cuatro amoratadas huellas en los brazos de Catalina” (p.146). Para una espectadora ajena a este sentimiento, la pasión incluye también una dimensión demencial, tal como se ve en las marcas físicas que deja el amor de ambos en sus cuerpos.

Irónicamente, esta revelación llega en plena agonía de Catalina. Sin embargo, la protagonista no se resigna a renunciar una vez más al amor de Heathcliff. En este sentido, la muerte representa la posibilidad de unirse definitivamente con su amado, sin circunstancias mundanas que puedan separarlos. Catalina subraya la limitación que tiene como ser humano para dar cuenta de sus sentimientos de manera plena. Para la muchacha, la vida terrenal se le representa como “una prisión” (p.147), y lo que ansía por encima de todo es “volar al mundo esplendoroso que hay más allá” (p.147). Finalmente, su espíritu libre podrá alcanzar la felicidad y la unión definitiva con aquel que es objeto de su pasión. En este punto, la novela exhibe que los protagonistas tienen su propia visión del más allá, que no se identifica necesariamente con la concepción cristiana del cielo, sino que se concibe como el espacio en donde los espíritus de ambos están en armonía y pueden amarse en paz.

La muerte inminente de Catalina distorsiona los objetivos de Heathcliff. En este momento de plena sinceridad, el hombre también deseará morir: “¿Para qué quiero vivir cuando tú…?” (p.148). Esta perspectiva le representa tanto sufrimiento que ni siquiera es capaz de terminar la frase: los puntos suspensivos indican el silencio del personaje frente al posible fallecimiento de su amada. Este Heathcliff sensible y pasional subraya una vez más la ambigüedad del personaje. Así, a pesar de que no duda en comportarse cruelmente en ciertas circunstancias, el amor eterno y la conexión espiritual entre él y Catalina hacen que sea difícil verlo meramente como un monstruo despiadado, más allá de que muchas de sus actitudes sean viles.

Así como la novela explora ciertas facetas de la madurez de Heathcliff, también subraya algunas particularidades de la tarea de Elena Dean como narradora. Si bien siempre se caracterizó por su parcialidad, en estos capítulos plantea una oposición entre las conductas de su ama Catalina y Eduardo Linton. No duda en calificar las actitudes de la muchacha como “ insensatos arrebatos de cólera” (p.110), frente a “la paciencia de un santo” (p.110) de su marido. Si bien la novela describe el carácter caprichoso y volátil de Catalina, la mirada de Elena Dean está también atravesada por las disparidades entre ambas. Ser empleada de una muchacha de edad similar, casada con un hombre próspero y perteneciente a una jerarquía social privilegiada permea la forma de narrar la historia; los lectores no debemos olvidar que Elena juzga desde su lugar subalterno.

Esta mirada implacable sobre Catalina contrasta con la conducta maternal que tiene con Hindley y Hareton Earnshaw. La posibilidad de ser tierna y cuidadosa responde al aprecio que mantiene hacia su ex amo, con quien se crió. En este sentido, la subjetividad de la narradora se ve en la actitud que tiene con los personajes; es ejemplar el episodio en el que Hareton le arroja una piedra. Frente a este agravio, Elena acota: “sentí más dolor que cólera” (p.102). Esta capacidad de distinguir y comprender las motivaciones de Hareton subrayan la empatía que siente por los Earnshaw, muy distinto a los sentimientos que la vinculan con Catalina.