Como agua para chocolate

Como agua para chocolate Imágenes

El color blanco

En la novela, las imágenes visuales vinculadas con el color blanco irrumpen condensadas en diferentes elementos: el pastel de bodas y su níveo fondant, el traje de novias de Rosaura, los pañales de Roberto y Esperanza. En este sentido, el color suele simbolizar la pureza, la inocencia, la bondad. Sin embargo, cuando Tita ve la delicada sábana nupcial para la noche de bodas de su hermana con Pedro, “quedó como hipnotizada, observando la blancura de la sábana; sólo fueron algunos segundos, pero los suficientes como para causarle una especie de ceguera” (p. 42). En esta perspectiva, el color trae asociado el trauma, ya que simboliza el fin de toda esperanza de ser la esposa de su amado y la aceptación del impuro desamor entre Pedro y Rosaura. Además, si el blanco evoca los ideales de femineidad y virginidad encarnados en el vestido de novia de Rosaura, es menester destacar que luego de los incidentes de la boda, “no hubo un solo pedazo de su vestido que quedara libre de vómito” (p. 49). En este sentido, las manchas sobre el blanco vestido exponen la falsedad e hipocresía existente detrás del matrimonio. Así, el vínculo entre Pedro y Rosaura poco tiene que ver con los pretendidos principios de pureza y castidad.

El calor

En la novela, los personajes experimentan diferentes tipos e intensidades de calor. Esta sensación refleja el estado emocional de la persona, desde el amor más pasional hasta el enojo desmedido. La expresión del título “como agua para chocolate” representa la intensa ira de Tita cuando oye los planes de Rosaura para su hija Esperanza, que son la misma imposición que corre sobre la protagonista por haber nacido en último lugar. Así, la protagonista es capaz de hervir de furia. Sin embargo, las imágenes sensoriales vinculadas con el calor no se limitan al mundo del enojo, sino que también expresan literalmente la pasión, capaz de encender un fuego o hasta incendiar el rancho entero. En este sentido, es significativo el baño de Gertrudis luego de comer las afrodisíacas codornices preparadas por Tita: “el calor que despedía su cuerpo era tan intenso que las maderas empezaron a tronar y a arder" (p. 63). Así, el deseo sexual se manifiesta físicamente como un fuego capaz de encender las maderas del baño.

En este sentido, el desenlace de Tita y Pedro representa la pasión desbocada, finalmente libre y sin censuras de ningún tipo. Este desenfreno conduce a la desaparición física de ambos personajes y al incendio del rancho De la Garza, que entra en erupción como un volcán y destruye todo lo que encuentra a su alrededor.

El frío

Así como el calor aparece como una manifestación física de los sentimientos de los personajes, el frío cumple una función similar. En este punto, los momentos de angustia y desolación les traen a los personajes sensaciones de gelidez. Cuando Pedro se compromete con Rosaura, Tita se siente invadida por una extraña sensación: “Era necesario deshacerse de este molesto frío” comenta la voz narrativa. Este sentimiento helado refleja su infelicidad, soledad y aislamiento, ya que ni siquiera su platillo favorito ni la enorme colcha que teje logran calmarla de este malestar. También algunos personajes traen internalizado el frío como forma constitutiva de su personalidad. Es el caso de Mamá Elena, cuya presencia se describe como “un gélido estremecimiento” (p. 187) capaz de apagar cualquier sensación de bienestar.

Así, Tita debe huir del rancho familiar para encontrar su propia calidez interior y estar a salvo de la frialdad de su madre. El desenlace de la novela vuelve a traer esta sensación. Con la muerte de Pedro, la protagonista busca calmar “el frío congelante que la empezaba a paralizar” (p. 262). Cuando un destino de soledad la invade, Tita decide prenderse fuego para poder apagar esta helada sensación de desolación. En este punto, el encuentro con su amado recrea el calor necesario para contrarrestar su frío existencial.

Los olores

En la novela, el sentido olfativo aparece como una conexión entre el presente y el pasado de los personajes. En este punto, los olores provienen de los ingredientes, procedimientos y platos elaborados por Tita y recuerdan aquellos días felices o dolorosos de sus vidas. De esta manera, comer es una experiencia sensorial que tiene efectos concretos y prolongados en los personajes. Así, el aroma a rosas de las codornices de Tita emana del cuerpo de la comensal Gertrudis y envuelve al revolucionario Juan Alejandrez, que irrumpe en el rancho para llevársela, desnuda, a caballo.

En Tita, la comida y sus aromas implican necesariamente una relación con la cocina como el espacio en el que la protagonista se siente cómoda y cuidada. En esta perspectiva, es menester recordar que el mismo nacimiento de la muchacha se produce por las reacciones olfativas al cortar cebolla. Cuando en la casa de John Brown se encuentra con el caldo de la colita de res, recuerda a Nacha y sus cuidados maternales, los días vividos bajo su protección. En este punto, para la protagonista los olores evocan esos viejos tiempos: “Y como toda la vida, al sentir el olor que despedía la cebolla, las lágrimas hicieron su aparición” (p. 136). Una vez más, la comida permite revivir esos momentos de felicidad y traer esa sensación de calidez al presente de los personajes.