Benito Cereno

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El racismo

El racismo es un tipo de discriminación que se basa en la adjudicación de características particulares a una persona sobre la base de su constitución racial o étnica. En el caso de Benito Cereno, se ha discutido mucho sobre la forma que adopta el racismo en el texto, porque si bien Amasa Delano no habla de los negros en términos peyorativos, en más de un momento adjudica características a los negros que parecen provenir, desde su punto de vista, de su constitución genética.

Cabe mencionar que estas características son positivas, por lo cual es posible hablar de una forma particular de racismo en este personaje. Por ejemplo, si bien la consideración de Amasa Delano sobre Babo no hace peligrar la integridad del esclavo, lo coloca en un lugar subalterno inamovible. Así, es necesario insistir en que toda forma de racismo contribuye a la desigualdad entre los hombres.

Los negros le caen bien a Amasa Delano, le agradan y ve en ellos cualidades admirables: la fidelidad de Babo, la dulzura maternal de las negras que amamantan en cubierta. El capitán Delano es un racista benigno por excelencia. No está en él presente la voluntad de hacerles daño o maltratarlos a los esclavos, pero no son, ni pueden ser jamás, más que esclavos: “Hay algo en el negro que, de manera peculiar, lo hace apto para ocuparse de la persona de uno” (p.152), dice el estadounidense.

Delano compara a menudo a los africanos a bordo del Santo Domingo con animales. Babo es un perro pastor, la madre africana es una cierva que cuida de su cervatillo y Cereno es el amo de una oveja negra, Babo. Dice el narrador: “El capitán Delano les tomaba el gusto a los negros, no por filantropía, sino por cordialidad, igual que otros hombres a los perros de Terranova” (p.153). La animalización es una de las figuras poéticas más empleadas por la mirada racista: inclusive en su versión aparentemente amable, despoja al observado de aquello que lo diferencia de los animales, que es su humanidad. Aunque Delano encuentra a los negros absolutamente encantadores, esta admiración condescendiente enmascara su convicción profundamente arraigada de que los negros no son completamente humanos.

El desenlace del relato desacredita las opiniones del capitán Delano sobre los negros. Babo, a quien Delano considera el esclavo más fiel que pueda existir, e incluso llega a hacerle una oferta a Cereno por él, resulta ser no solamente un asesino, sino el intrigante cerebro del motín en el Santo Domingo. Atufal, a quien Delano considera un noble salvaje injustamente encadenado, terminará siendo la mano derecha de Babo en el motín. Las esclavas, cuya ternura hacia sus hijos admira Delano, participan con entusiasmo en el asesinato de la tripulación española.

La esclavitud

En Benito Cereno se aborda el asunto de la esclavitud desde puntos de vista que al día de hoy han quedado descartados por una cuestión de época. El narrador utiliza muchas veces cierta ambigüedad para abordar las relaciones interraciales y la moralidad que las atraviesa. Recordemos que la esclavitud, en el periodo moderno, encuentra su auge en los procesos de saqueo y avance sobre continente africano y, por lo tanto, tiene como justificación la diferencia racial y la concepción de que el negro es inferior al blanco.

Esta supuesta inferioridad que mencionamos es lo que en buena medida impide que Amasa Delano interprete la situación a bordo. Babo, el negro que organiza y comanda el motín, es tomado por Delano como un fiel y atento servidor de Benito Cereno. Desde su punto de vista, la esclavitud no es algo cuestionable. Es aceptada con mucha naturalidad, al igual que la deshumanización de los negros, que son comparados con animales en más de una ocasión en la novela.

La esclavitud, finalmente, parece ser la fuerza que corrompe las relaciones sociales. No solo deshumaniza a los esclavos, sino también a los esclavistas, como sucede con Benito Cereno. Al fin y al cabo, esta relación de explotación extrema es lo que desencadena, en primer lugar, la rebelión de los negros, que tiene como objetivo su libertad y su vuelta a Senegal.

El liderazgo

La falta de liderazgo de Benito Cereno es uno de los principales cuestionamientos que Delano le hace en su fuero íntimo al capitán español. Si bien en tierra firme esta cualidad es valorada en los hombres, pero no necesariamente se la considera de primera necesidad, mar adentro resulta muy complicado que un capitán no sea un líder nato y evidente para la tripulación. Más aún si, para colmo, se trata de un barco de esclavos.

A esta falta de liderazgo de Benito Cereno, Delano atribuye el mal comportamiento de los esclavos y tripulantes a bordo, el hecho de que el barco esté a la deriva y el mal manejo de los recursos. Él, por su parte, aunque en breves y sutiles ocasiones, parece ser un capitán excepcional. Sus hombres responden a absolutamente todas sus órdenes sin objeción alguna y parecen reinar en el Bachelor’s Delight, por oposición, el orden y la armonía.

Bajo el esqueleto oculto de don Aranda, atado a la proa del barco a modo de mascarón y cubierto por una lona, se lee en tiza la inscripción “Seguid vuestro jefe” (p.90). Este jefe podría referir a Aranda, dueño de los esclavos, de forma tal que, de seguirlo, el resto de la tripulación terminaría como él. Esta amenaza perturba constantemente a Cereno. Finalmente, al atacar los hombres de Delano el barco de esclavos que escapa, el primer oficial exclama “¡Seguid a vuestro jefe!” (p.184), antes de darle caza.

La vida en alta mar

Las reflexiones del narrador y, sobre todo, de Amasa Delano, sobre todo lo que ocurre en el Santo Domingo, dan pie a, muchas veces, hacer digresiones sobre cómo es la vida en alta mar. Al observar la actitud de Cereno, Delano se embarca en una serie de pensamientos sobre cómo debe ser la actitud de un capitán de barco, como es en general, qué provoca en un capitán tener determinada actitud hacia la tripulación, etcétera. La vida en alta mar parece ser una vida para varones, fuertes y severos, sobre todo en una embarcación que transporta esclavos. La fortaleza física es tan necesaria como la psicológica. De hecho, Delano ve en Cereno debilidad en ambas, y eso le preocupa.

Esta vida, además, parece estar plagada de peligros. La actitud algo ingenua de Amasa Delano ante los indicios perturbadores que da el Santo Domingo inquietan al lector porque lee que, a su vez, el narrador ha plantado esta idea del mar como un lugar de condiciones climáticas adversas, violencia extrema y, por ende, riesgos muy grandes para el hombre. Como lo hemos leído una y otra vez en infinidad de novelas de alta mar, las tormentas, el escorbuto, el sabotaje y la piratería pueden todos ser fatales. A esto se suma algo que aporta Benito Cereno: el hecho de que una de las cosas más peligrosas que puede haber en alta mar es la ingenuidad.

La lucha entre el bien y el mal

Buena parte de la crítica del siglo pasado consideró a Benito Cereno como un relato sobre la lucha del bien contra el mal. Según esta interpretación, los africanos a bordo del Santo Domingo representan la "negritud" —es decir, para ellos, la depravación moral— en abstracto. Al final del relato, cuando Cereno dice que el negro, en referencia a Babo, ha proyectado su sombra sobre él, implica el mal dentro de la naturaleza humana, que el color negro representa simbólicamente.

A partir de los años sesenta, y cada vez más en las décadas siguientes, esta lectura del tema del bien contra el mal en Benito Cereno ha sido sometida poco a poco a escrutinio crítico. Una nueva lectura viene a sostener que, lejos de pretender que los negros del Santo Domingo representen el mal, Melville ofrece de hecho el retrato de un intento de libertad. Melville describe explícitamente cómo Babo y sus seguidores anhelaban navegar hasta Senegal o un país similar donde no fueran perseguidos racialmente.

El mal es, en Benito Cereno, en última instancia, un mal de actos, no de personas. Tanto los negros como los blancos ejecutan actos violentos: pensemos, por ejemplo, en la exhibición del esqueleto de Alejandro Aranda en relación con la de la cabeza sin cuerpo de Babo sobre una pica. En este sentido, los blancos, se podría argumentar, demuestran ser aún más depravados, ya que actúan por motivos económicos. Los negros, por el contrario, por el anhelo de ser libres. Esta relectura aborda toda la complejidad del texto y la trama que propone y se aleja de una visión maniquea del mundo, antes adjudicada erróneamente a la novela de Melville.

La muerte

La muerte y, en particular, el temor a ella, es un tema que subyace a todo el texto. Su mayor o menor presencia en el carácter de los personajes parece determinar sus movimientos. Benito Cereno se somete a los peores tratamientos debido al horror que le provoca el solo recuerdo del cuerpo de Aranda atado a la proa del barco. De hecho, constantemente padece escalofríos y repentina palidez.

El miedo de Delano, por el contrario, se presenta a modo de ráfagas que deshecha con humor o, por momentos, culpa por sentirse suspicaz en demasía. Cada vez que intuye que su vida corre peligro, deshecha estos pensamientos, y se castiga por sospechar de Cereno y Babo sin motivo.

Sin embargo, los motivos para temer existen. Durante el motín, el cuerpo de don Aranda fue desollado y atado como mascarón de proa del Santo Domingo, con el objetivo de, efectivamente, inspirar terror en los tripulantes y controlarlos. A su vez, cuando Babo es apresado, es también exhibido para inspirar terror, muerta su cabeza y clavada en una pica en una plaza pública.

El enigma

En Benito Cereno hay, constantemente, un juego entre el narrador, el lector y el capitán Amasa Delano, que se basa en la figura del enigma. Las razones por las cuales el barco ha quedado varado en el archipiélago, con grandes bajas en la tripulación, no terminan de ser lógicas y razonables para el capitán, por lo que toda la trama se impulsa en el desciframiento y la búsqueda de una verdad oculta.

Puede parecer extraño considerar los signos un tema de una historia. Al fin y al cabo, los signos son representativos de otra cosa, más que un tópico en sí mismos. Sin embargo, en Benito Cereno, el hecho de poder leer o no estos signos, la capacidad de interpretación del entorno en pos de develar el enigma de la embarcación, se encuentra siempre tematizada. Entonces, podemos decir que uno de los temas principales del relato es la lectura situacional, la interpretación (o no) de estos deícticos: el enigma. De hecho, para enfatizar este asunto, cabe señalar que, por ejemplo, muchos de los motivos recurrentes del relato representan la caza de símbolos: la cerradura y la llave que cuelga del cuello de Cereno y el nudo gordiano que ata el anciano son los mejores ejemplos de ello.

Delano es un mal lector de indicios. Su naturaleza confiada es tal que los significados ocultos no penetran fácilmente en su vista, debido al prejuicio optimista que tiene sobre todo aquello que lo rodea. Así, prefiere ignorar un signo, o aplicarle una interpretación rápida y fácil, que luchar con él. Se produce aquí el juego con el lector: si el protagonista no logra descifrar la incógnita, esto se convierte, página a página, en tarea del lector. Cuando Delano abandona la interpretación sospechosa de un hecho extraño es cuando más el lector se inquieta. Deliberadamente, el narrador parece señalarnos esta incapacidad o falta de voluntad de Amasa Delano para comprender lo que sucede a su alrededor y apelar a la astucia del lector.

Finalmente, la mala lectura de Delano será comentada por Benito Cereno, que le señala los engaños y desengaños por los que han pasado a lo largo de ese día y medio: “Hasta ese punto pueden equivocarse incluso los mejores hombres al juzgar la conducta de alguien cuya situación no está al tanto en todos sus recovecos” (p.208).