Benito Cereno

Benito Cereno Imágenes

El 'Santo Domingo'

La imagen del barco es una de las más trabajadas en el texto. Dice el narrador:

Alcanzada una vista menos remota, el barco, cuando se hizo señaladamente visible sobre el borde de las olas plomizas, cubierto aquí y allá andrajosamente por retazos de niebla, se asemejaba a un monasterio enjalbegado después de una tormenta eléctrica, que se alistara encaramado sobre un pardo precipicio entre los Pirineos (p.88).

Esta comparación se mantiene y profundiza a lo largo de toda una página. El barco tiene una apariencia fantasmal: las olas plomizas, la niebla, el pardo precipicio y el aspecto andrajoso no son un buen augurio para Delano, que observa desde el Bachelor's Delight. Además, la descripción remite rápidamente al motivo del barco fantasma, una figura de gran recurrencia en el género de las novelas de aventuras.

La comparación del Santo Domingo con el monasterio no termina allí:

Atisbando por sobre los macarrones había lo que parecían en realidad, a la brumosa distancia, multitudes de cosas oscuras; mientras que, reveladas con intermitencia a través de las troneras abiertas, se divisaban borrosamente otras figuras oscuras en movimiento, como de monjes dominicos que anduvieran por los claustros (p.88).

Las figuras oscuras se ven, a lo lejos, como monjes dominicos, que se caracterizan por sus túnicas y sotanas negras. Más adelante, se menciona que

A medida que la ballenera se acercaba más y más, la causa del peculiar aspecto albarizo del desconocido se veía en el desaseado abandono que lo dominaba. Las vergas, los cabos y gran parte de los macarrones tenían apariencia indefinida, por la larga falta de relación con la rasqueta, la brea y el cepillo (p.89).

Como podemos advertir, el estado del barco es de completo abandono y suciedad; “el castillo de proa con almenas parecía una antigua torrecilla, tomada por asalto mucho tiempo atrás y luego abandonada al deterioro” (p.89). Nuevamente, lo macabro y atemorizante se hace presente en la descripción:

Aparecía, en majestuosas mayúsculas, alguna vez doradas, el nombre del barco: Santo Domingo, con todas las letras corroídas a rayas por un reguero de óxido de los clavos de cobre, mientras, como ropas de luto, oscuros festones de algas barrían babosamente ida y vuelta el nombre, a cada balanceo del barco al modo de un coche fúnebre (p.90).

La ropa de luto, el óxido y el balanceo como un coche fúnebre enfatizan el temor que provoca el paisaje del barco aparentemente abandonado.

El mar

Otro elemento de gran presencia en la novela es el mar. De un modo similar a lo que sucede con la imagen del barco, la descripción del mar tiene a realzar sus características sórdidas y peligrosas. Su frialdad es comparada con el plomo: “El mar, aunque ondulado en largos listones de oleaje, parecía fijo y estaba alisado en la superficie como plomo batido que sea enfriado y fraguado en el molde del fundidor” (p.85). De hecho, no es azul en momento alguno y esta cualidad metálica de las “olas plomizas” (p.88) se abre a una paleta de grises:

El cielo parecía un manto gris. Masas de inquietas aves grises, familiares y amigas de las masas de inquietos vapores grises entre los que se mezclaban, volaban rasantes e intermitentes sobre las aguas, como golondrinas sobre los prados antes de las tormentas (p.85).

Las aves son grises, el mar y los vapores también. Todo es lóbrego, frío y descolorido en el archipiélago.

El tumbadillo

El tumbadillo es un espacio especial en el Santo Domingo. En cubierta, se han tirado abajo las divisiones entre algunos camarotes de oficiales, el piso está esterado y se formó un espacio amplio donde estar. Allí, en una de las escenas más icónicas del texto, Benito Cereno es afeitado por Babo mientras conversa con Delano. Lo que descubre Delano, a su alrededor, es un caos de objetos mencionados de forma errática y yuxtapuesta: aparejos de pesca se mezclan con elementos de culto cristiano, herramientas, objetos de aseo personal:

Había una mesa vieja con patas en forma de garras atada a la cubierta, un misal muy hojeado sobre aquella y, arriba, un pequeño y magro crucifijo clavado al mamparo (...), un arpón desgastado, entre algunas melancólicas jarcias viejas (...), un gran sillón deforme (...), pilas bautismales, y arriba un estante con barandilla que contenía peines, cepillos y otros implementos de aseo personal (pp.150-151).

Estas imágenes, algo caóticas, culminan con el armario, en el cual todos los estandartes están abollados y arrugados. Cabe señalar, como bien mencionamos en el símbolo "La bandera española", que Babo utiliza, para escándalo disimulado de Delano, la bandera para limpiar la barba de Cereno.

El cadáver de don Aranda

Como vimos en la imagen del Santo Domingo, lo macabro se hace presente en el paisaje del barco en su primer avistamiento: “Como ropas de luto, oscuros festones de algas barrían babosamente ida y vuelta el nombre, a cada balanceo del barco al modo de un coche fúnebre” (p.90). Sin embargo, lo macabro no es privativo del barco. La muerte mina el texto y tiene su punto de máxima expresión en la revelación, bajo la luz de la luna, del cuerpo de don Aranda atado a la proa a modo de mascarón:

Con mástiles crujientes, viró pesadamente hacia el viento, y la proa, balanceándose despacio, quedó a la vista de los botes con su esqueleto reluciendo a la luz horizontal de la luna y arrojando sobre el agua una gigantesca sombra estriada de costillas. Un brazo extendido del espectro parecía hacer señas a los blancos para que lo vengaran (p.184).

La imagen macabra del costillar de Aranda bajo la luz de la luna se completa con una imagen auditiva: aunque son los mástiles del barco los que "crujen", este sonido parece provenir de los huesos del muerto.