A sangre fría

A sangre fría Temas

La pérdida de la inocencia

Los asesinatos de los Clutter son un punto de inflexión para los ciudadanos de Holcomb y Garden City. Por primera vez, los peligros del amplio mundo amenazan su existencia pacífica, y su ingenuidad da paso a sentimientos de duda, miedo y sospecha. La novela plantea que el caso Clutter genera que, por primera vez, los ciudadanos de esta parte de Kansas tengan que empezar a desconfiar de sus propios vecinos:

la gente del pueblo, hasta entonces suficientemente confiada como para no echar llave por la noche, descubrió que su imaginación lo recreaba una y otra vez... esas sombrías explosiones que encendieron hogueras de desconfianza, a cuyo resplandor muchos viejos vecinos se miraron extrañamente, como si no se conocieran. (1979:15)

En un pueblo de 270 habitantes, la posibilidad de que alguno de sus miembros hubiese cometido esos asesinatos es completamente desestabilizadora. Los ciudadanos se obsesionan con los asesinatos porque implican un cambio en el modo de vida de todos.

Para los habitantes de este pueblo, el sueño americano consiste en llevar una vida segura y poder determinar sus propios destinos. El caso Clutter socava y frustra las bases de este sueño, porque incorpora una amenaza a un ambiente anteriormente armónico y equilibrado.

La descripción del primer párrafo de la novela detalla el terreno de Holcomb (“A más de cien kilómetros al este de la frontera de Colorado, el campo, con sus nítidos cielos azules y su aire puro como el del desierto” (1979:13)) se podría pensar como un locus amoenus. Este es un tópico literario que describe espacios naturales idealizados y paradisíacos. Se describe un terreno inmaculado que luego contrasta con la violencia de los crímenes.

El mal

Cuando se descubren los cuerpos de la familia Clutter, los asesinos son considerados como criaturas inhumanas, casi míticas, que representan la esencia de una pura maldad, sin motivos, que llega para destruir el estilo de vida pacífico de los residentes de Holcomb. Sin embargo, Capote reemplaza esta visión simplista y moral por una interpretación más sensible y matizada. El autor explora las circunstancias materiales, psicológicas y ambientales que llevan a estos hombres a cometer un crimen tan atroz.

Antes de que Perry y Dick sean capturados por la policía en Las Vegas, el detective Alvin Dewey, obsesionado con el caso Clutter, sueña con ellos. En la esfera onírica, los asesinos son elevados a un status épico, inhumano e invencible. Se expone la mitología del crimen sin resolución: prófugos que representan la esencia del mal y causan daño a personas inocentes.

No obstante, a lo largo de la novela, Perry y Dick pasan de caracterizarse como una amenaza despiadada cuyas acciones parecen desafiar la lógica humana a configurarse como individuos tensos, lamentables y completamente humanos. Hacia el final de la novela, el crimen es reducido a un conjunto de respuestas emocionales básicas y bastante comprensibles. La idea de que los asesinos son personas ordinarias se acentúa con la llegada al Palacio de Justicia en Garden City, donde la multitud “guardó silencio, como sorprendida al descubrir que tenían forma humana” (1979:324).

Aunque Capote no intenta excusar las acciones de los criminales, logra mostrar cómo sentimientos ordinarios como la frustración y la desesperación pueden eventualmente estallar en un crimen extraordinario. A la vez, su pretensión por generar empatía en el lector por los asesinos es notoria. Por ejemplo, cuando los protagonistas son condenados a la pena de muerte, la señora Meier dice que oye que Perry “Lloraba como un niño” (1979:400). Se muestra la vulnerabilidad de Perry para ir en contra de la idea de que es un hombre enteramente “malvado”. A la vez, se ejemplifica la reacción de la señora Meier, que se apiada de Perry y le ofrece cocinarle su comida favorita al día siguiente de la condena.

La novela parece luchar contra la idea popular de que la criminalidad y el “mal” son cosas separadas del común de los individuos. En cambio, las entiende como respuestas humanas normales que a veces son amplificadas y encuentran salidas destructivas. Se busca complejizar la idea de que los criminales son malos y fuera de lo común.

Finalmente, la novela tematiza la tensión entre la violencia que se castiga y la que se justifica. Es decir, el título de la novela alude al modo en el que Perry asesina a la familia Clutter, pero también al modo en el que los protagonistas son ejecutados por el Estado. Es decir, se busca poner en cuestión cuál es la diferencia entre la violencia que luego se castiga y la violencia que se justifica porque funciona en sí misma como un castigo. La novela se pregunta por la moral que determina que una de esas violencias sea considerada “buena” y la otra, “mala”.

La familia

El crimen de la familia Clutter impacta tanto en el pueblo de Holcomb porque son la familia más próspera de la zona. La dueña del Café Hartman comenta: “Nunca oí una palabra contra ellos, todos los querían tanto como se puede querer a una familia“ (1979:97). Los Clutter encarnan una versión de la década de los cincuentas en una zona rural de los Estados Unidos del sueño americano. Es una familia reconocida que respeta los valores familiares cristianos y ha conseguido gran éxito económico. Herb es un trabajador honrado y respetado por sus empleados. Bonnie es muy querida por sus amigas del pueblo. Kenyon es un joven sensible e inteligente y Nancy es una chica popular, muy buena en la escuela. Configuran la familia ideal.

En general, la vida en familia es determinante para la caracterización de los individuos en la novela. Los Clutter, que simbolizan la completa integridad en cuanto a vida familiar, son asesinados por Perry, que representa todo lo que implica provenir de un hogar roto. La nobleza de los Clutter se relaciona con la fortaleza de su familia, así como la criminalidad de Perry se conecta con la disolución de sus propios lazos de parentesco.

La novela sugiere que la fortaleza de los vínculos familiares de los personajes tiene una gran implicancia en las posibilidades futuras de vivir vidas felices, cómodas y autónomas. La excepción a esta regla la constituye el padre de Dick, que parece haberlo criado con amor y a quien Dick le tiene un enorme respeto y afecto, a pesar de sus tendencias criminales. En la última conversación que tiene Dick con un psiquiatra, en la penitenciaría del Estado de Kansas y a la espera de la pena de muerte, dice: “Hay más cosas que debería decirle pero tengo miedo de que mi familia se entere” (1979:364). Incluso esperando para ser ahorcado, Dick intenta cuidar a su familia de las cosas que no lo enorgullecen.

El autoestima y la masculinidad

El tema de la autoestima o la imagen personal es crucial para entender las dinámicas interpersonales entre Perry y Dick, especialmente las que llevan a los asesinatos de la familia Clutter. Ambos personajes, y especialmente Perry, son conscientes de su imagen y están sintonizados con cómo son percibidos por los demás. En las primeras páginas de la novela, Dick le dice a Perry: “Cada vez que ves un espejo, te pones como en trance. Como si estuvieras contemplando un magnífico trasero. Vamos, por Dios, ¿no te aburres nunca?” (1979:28). Esta pregunta da cuenta de cierta obsesión que tiene Perry con su imagen: “su rostro le fascinaba” (1979:28). También destaca aquí la burla que realiza Dick, que suele referirse a su compañero peyorativamente como femenino y sensible. En el transcurso de la novela, Dick continúa despreciando a Perry por sus características femeninas: “Dick estaba hasta la coronilla de él: de su armónica, de sus males y dolencias, de sus supersticiones, de sus ojos lacrimosos y femeninos, de su voz regañona y susurrante. Suspicaz, santurrón rencoroso, era como una esposa de la que había que librarse” (1979:283). Lo ubica incluso en el lugar de la “esposa” como una molestia incómoda de la que se quiere liberar. Significativamente, la evaluación psiquiátrica de Perry lo caracteriza como “hipersensible a las críticas, no puede soportar que se burlen de él” (1979:386). La dinámica entre Dick siendo burlón y Perry reaccionando ostensiblemente a sus burlas genera muchos conflictos entre los protagonistas.

Durante la novela se establece una competencia entre Perry y Dick que tiene que ver con la imagen personal y, más específicamente, con el deseo de proyectar una imagen “masculina”. Perry envidia a Dick porque, en comparación con él mismo, parece ser un varón “totalmente masculino” (1979:29). Por eso inventa una historia sobre haber asesinado a un hombre: “ansiaba que Dick le «respetara», que le considerara tan «duro», tan «masculino» como él a su vez consideraba a Dick” (1979:150). Compiten por quién se amolda más justamente al estereotipo de género de lo que implica ser varón.

La competencia entre los protagonistas en función de la masculinidad se pone en juego en el ejercicio de la violencia, pero también en la conformación de una familia. Queda claro que la masculinidad tiene que ver con la valentía, la violencia y la paternidad. Perry envidia la familia de Dick porque refuerza su masculinidad: “El hecho de que Dick hubiera estado casado dos veces y que tuviera tres hijos, era algo que le envidiaba. Una mujer, hijos representaban experiencias que «un hombre debía tener»” (1979:134).

En algún sentido, la rivalidad entre Dick y Perry es una pelea mutua por el auto-reconocimiento. Ambos desean que el otro reconozca y valide su propia imagen personal, asociada a lo esterotípicamente masculino.

Las enfermedades mentales

La novela presenta las enfermedades mentales de Perry y Dick para explicar sus tendencias criminales y abandonar la idea de que los delincuentes son simplemente “malos”. Perry sufre de una esquizofrenia paranoica y Dick tiene un daño cerebral producto de una concusión.

Ambos protagonistas sufren la marginalización de la sociedad por sus conductas poco tradicionales durante toda su vida, pero consiguen diagnósticos psíquicos solo después de ser encarcelados. La evaluación psiquiátrica de Dick informa que presenta “síntomas de anormalidad emotiva” (179:383) y “características típicas de lo que en psiquiatría se llama un grave trastorno de la personalidad” (1979:384). Por otra parte, Perry sufre los traumas de una extrema violencia padecida en su infancia, una “«paranoica» orientación hacia el mundo externo” (1979:386) y una grave incapacidad para controlar la furia: “una rabia, siempre presente, pero dominada, que se dispara fácilmente ante la menor sensación de ser engañado, despreciado o considerado inferior” (1979:387).

Además de los diagnósticos médicos, en la primera parte de la novela se anticipa el estallido de violencia que sufriría Perry en una carta de Willie-Jay:

¿Por qué esa irrazonable ira cuando ves a otros contentos, felices y satisfechos? ¿Por qué ese creciente desprecio por la gente y esas ganas de herirla? Muy bien: crees que son necios y los desprecias porque su moral, su felicidad son el origen de tu frustración, y tu resentimiento. (1979:64)

El amigo de la cárcel de Perry señala precisamente el factor que sumerge a Perry en una disociación violenta y le permite cometer los crímenes.

Posteriormente, el psiquiatra Statten considera que Perry encaja en un modelo de criminal muy particular que comete crímenes violentos completamente disociado de la realidad. Como entiende el detective Dewey, “El crimen era un accidente psicológico, un acto virtualmente impersonal” (1979:321). Herb Clutter activa involuntariamente el “potencial homicida” (1979:392) de Perry, quien se sumerge en un “eclipse mental” (1979:392), en un “trance disociativo, en una especie de sueño del que despierta «para descubrir de pronto» que está agrediendo a la víctima” (1979:389).

Sin embargo, estos diagnósticos no pueden presentarse en el juicio. La ley M’Naghten, vigente en el estado de Kansas en ese momento, sostiene que si el acusado distingue entre el bien y el mal a la hora de cometer el delito, puede ser considerado competente y responsable de sus actos. La novela denuncia las limitaciones de esta ley y considera necesaria la atención hacia la salud mental de los acusados. Se acusa a la ley de ser “ciega a cualquier matiz entre el blanco y el negro” (1979:382). En este sentido, se incluyen en la obra de Capote los diagnósticos médicos que no tienen lugar en el Palacio de Justicia.

Las diferencias de clase

El asesinato de la familia Clutter es simbólico respecto de un conflicto de clase: resalta las discrepancias entre la clase media pudiente de Holcomb -predominantemente compuesta por ciudadanos blancos- y los asesinos -que pertenecen a una clase trabajadora y desamparada. En el caso de Perry, tampoco pertenece a la raza blanca: “Su madre había sido una india de pura raza cherokee y de ella había heredado aquella tez, el color yodo de la piel, los oscuros ojos húmedos y el pelo negro” (1979:28).

Robar ha sido la única forma de movilidad económica que Perry y Dick conocen, ya que ninguno de ellos ha tenido la oportunidad de conseguir una buena educación o una sólida carrera. Dick no ha podido pagar la universidad y Perry ha sido forzado a trabajar con su padre para ganar un sueldo básico para la subsistencia en Alaska, lo cual ha implicado no terminar la escuela secundaria.

La inseguridad económica se presenta como la base de los asesinatos en distintos niveles. En principio, constituye el móvil por el que deciden ir a la granja River Valley a robar la caja fuerte de Herb Clutter. Además, causa que Perry se sienta avergonzado: “arrastrándome de bruces para robar un dólar de plata a una niña. Un dólar. Y me arrastraba para cogerlo” (1979:315). En ese momento, Perry entiende que no encontrarán la caja fuerte y quiere irse, pero Dick no lo deja. Se siente humillado porque todo el “golpe” va a significarles solamente cuarenta dólares. Tiene que tirarse en el piso a buscar pequeñas moneditas cuando el plan implicaba llevarse diez mil dólares. Esta humillación, luego, cumple un papel importante en la escalada de violencia que termina con los asesinatos.

La homosexualidad

El deseo homoerótico aparece en varios niveles de la novela, aunque no se consuma. Se manifiesta en la relación entre Dick y Perry, Perry y Willie-Jay e, incluso, entre Capote y los dos asesinos. Aunque estas atracciones no sean abiertamente reconocidas, e incluso los personajes no sean concientes de ellas, constituyen un subtexto palpable en la narrativa que cumple determinadas funciones.

De alguna manera, la tensión homoerótica entre Dick y Perry ayuda a dilucidar su relación y agrega una capa de intensidad a sus interacciones. Puede explicar, por ejemplo, por qué la autoestima de Perry depende tanto de la opinión de Dick. En la primera parte, por ejemplo Perry le dice a Dick, respecto de sus cicatrices en la cara por un accidente que ha tenido en 1950: “a ese ojo no le des importancia porque tienes una sonrisa maravillosa. Una de esas sonrisas que logran lo que quieren” (1979:48).

Dick revela sus tendencias homosexuales conversando con un psiquiatra en la penitenciaría del Estado de Kansas. Su discurso denota vergüenza y culpa: “Sé que está mal. Pero en esa época nunca pensé, ni por un momento, si estaba bien o mal. Lo mismo que con el robo. Parece ser un impulso” (1979:363). En la época en la que se publica A sangre fría, los homosexuales son considerados una amenaza al orden social. Incluso el F.B.I mantiene listas monitoreando sus actividades.

El tópico de la homosexualidad funciona como una explicación más profunda sobre por qué Dick y Perry son outsiders, es decir, inadaptados sociales para los que las convenciones sociales parecen no aplicar. Este aspecto no dicho de su relación tensa aún más el contraste entre los protagonistas con el pequeño pueblo conservador de Holcomb. Es interesante que cuando la madre de Dick conoce a Perry, dice: “Yo no lo quise en casa. No había más que mirarle para saber qué clase de tipo era. Con aquel perfume. Y el pelo gomoso de brillantina. Era claro como el día dónde lo había conocido Dick” (1979:225). A pesar de que Perry no hable de su orientación sexual, es interesante que una mujer de clase media perciba a Perry como homosexual. A la vez, este es un rasgo que se suma a una serie de características en Perry que lo configuran como una paria social. Aunque no se manifieste si los protagonistas mantienen una relación romántica, la homosexualidad funciona como símbolo de la alienación de los protagonistas respecto de las convenciones sociales.