Variaciones en rojo

Variaciones en rojo Imágenes

Las escenas del crimen

La escena del crimen funciona en este libro como uno de los elementos claves que permite a los lectores seguir el juego del investigador que propone Rodolfo Walsh, ya sea de manera activa o pasiva. A su vez, opera como uno de los motivos más recurrentes del género policial. En los tres relatos, las escenas del crimen reciben mucha atención y tienen descripciones pormenorizadas. Sin embargo, hay una diferencia importante entre los dos primeros, donde las escenas son reproducidas en imágenes muy visuales, y "Asesinato a distancia", donde el crimen ocurrió tiempo atrás y es necesario reconstruirlo a través del discurso.

En "Las aventuras de las pruebas de imprenta", la imagen es completamente visual y estática, como una foto:

Casi oculta por el brazo derecho estaba el arma homicida, una pistola de pequeño calibre. Uno de los cajones del escritorio permanecía abierto. Sobre un periódico había una minúscula lata de aceite, un frasquito de bencina, una pequeña baqueta de cerdas, una gamuza y un cargador con varios proyectiles. A la izquierda del escritorio un libro de sobrecubierta celeste descansaba sobre una pila de pruebas de imprenta. A la derecha, en una bandeja, una botella de whisky, un sifón y un vaso vacío (p. 14).

Por su parte, "Variaciones en rojo" presenta su escena del crimen al estilo de una puesta en escena o una obra de arte, de una manera mucho más poética:

Una viva luz roja fluía del techo y las paredes como una impalpable lluvia de sangre. El cuarto parecía un estanque de aguas purpúreas, en el que todos los objetos se destacaban teñidos del mismo color, como una flora monstruosa. Una cabeza erguida en un pedestal la miró con sardónica sonrisa escarlata. Una máscara suspendida de un hilo flotaba con la boca desmesuradamente abierta. Tendido en el piso estaba el cadáver de Carla de Velde, con su larga cabellera cobriza acariciándole la garganta y los hombros desnudos. Y en mitad del pecho un agujero diminuto manaba una colérica víbora de sangre (pp. 79-80).

En cuanto al último relato, la escena del crimen es reconstruida mediante el discurso de los personajes, que recuerdan los hechos sucedidos un año atrás. El primero que repone lo sucedido es el peón de la estancia, Braulio:

[Ricardo] estaba subido al parapeto (...) Estaba desnudo. Habrá sido entonces cuando me di cuenta de que hacía frío. (...) era muy alto. Subido en el parapeto, la cabeza le llegaba casi a la altura del farol del espigón. (...) Habrá estado así uno o dos segundos antes de tirarse al agua. Parado en el murallón, mirando hacia abajo. (...) Estaba solo. Yo no podía verle la cara, porque me daba casi la espalda, pero me pareció que agachaba un poco la cabeza, como buscando algo en el agua. De pronto se lanzó. Cayó como un plomo (p. 129-130).

En este caso, la imagen que se presenta es mucho más dinámica que la de los dos relatos previos. Lo visual está presente, pero acompañado de lo cinético.

El cuadro de Peruzzi

En "Variaciones en rojo", mientras deambula por la casa donde se cometió el asesinato de Carla de Velde, Daniel Hernández se detiene puntualmente en la descripción de un cuadro de Duilio Peruzzi que dice haberle llamado "poderosamente la atención":

Representaba en tintes sombríos a un hombre tendido de espaldas en lo alto de un peñasco. La cabeza echada hacia atrás pendía sobre el filo del abismo, y los ojos clavados en el cielo oscuro parecían grandes placas de escarcha. Los cabellos caían en una cascada vertical, y los brazos en cruz. En el cuerpo violáceo y lamentable parecían insinuarse vagamente las formas del esqueleto. Era la muerte absoluta, la muerte hecha más muerte por la soledad y la altura desnuda de estrellas. En el pecho, una puerta de sangre se alargaba en hilos que descendían pausados por la piedra. Y en aquellos hilos de sangre bajaba una extraña procesión de seres diminutos, hombres, mujeres y niños, tenues figurillas de humo, entrevistas imágenes de un sueño. Y alguien reía, y alguien lloraba desolado, y alguien caminaba indiferente, y un hombrecillo inverosímil con los brazos en jarras se asomaba curiosamente al pozo de la sangre de estrellados bordes (p. 92).

El narrador hace una descripción pormenorizada de una imagen pictórica y, para ello, recurre a un lenguaje poético para poder reconstruir la experiencia de Daniel al momento de la contemplación. Daniel interpreta que ese cuadro tiene una profundidad mayor a la del resto de las obras de Peruzzi. Es una imagen sombría y angustiosa, que tiene a la muerte como tema y transmite un panorama desolador. Y esta especial capacidad perceptiva que tiene Daniel es lo que le permite comprender que Peruzzi es realmente "un artista serio y consciente" (p. 115).

Lázaro

Desde el inicio de "Asesinato a distancia", Lázaro es propuesto como un personaje enigmático y misterioso, algo que se sugiere mediante las distintas imágenes sensoriales con las que se lo describe:

Lázaro estaba sentado en el centro del dragón escarlata que adornaba la alfombra verde del hall. Con las piernas cruzadas, parecía un Buda menudo, deforme y reconcentrado. A Daniel, al cabo de tres días que estaba en Villa Regina, aún lo sorprendía aquella inmovilidad. Seguramente los había oído entrar, pero seguía con los ojos clavados en el tablero donde reproducía una partida de ajedrez. Daniel pensó que deliberadamente no parpadeaba. Disimulaba el ritmo de su respiración y tenía una mano suspendida en el aire, en ademán de capturar una pieza. Los dedos largos y bronceados caían hacia abajo en actitud de indolencia, pero se adivinaba que una fuerza instantánea podría animarlos. Lázaro era un sistema de resortes que manejaba con consciente satisfacción (p. 125).

La imagen mezcla lo visual con lo cinético. En primer lugar, pueden destacarse tanto la imagen del dragón escarlata que hay en la alfombra, como la posición en la que se encuentra Lázaro, que Daniel compara con la de Buda. Luego, respecto a lo cinético, lo que llama la atención del observador es la inmovilidad de Lázaro, algo que se remarca a través del parpadeo, la respiración y la mano en el aire.

La muerte de Osvaldo

En el momento en que Daniel está finalizando su argumentación sobre la culpabilidad de Osvaldo, se produce una escena que constituye el clímax del relato. Esta se describe mediante una gran cantidad de imágenes sensoriales, las cuales transmiten velocidad y acción:

Daniel se interrumpió y lanzó un grito de alarma. Osvaldo se había puesto de pie y retrocedía lentamente en dirección a la puerta. Hundía una mano en el bolsillo del saco y su rostro estaba descompuesto.

(...)

Silverio también se había levantado y se acercaba paso a paso al asesino de Ricardo y Lázaro. Una furia infinitamente sorda y tenaz le endurecía la cara.

(...)

En la mano de Osvaldo brilló un revólver. Su rostro oculto, el que hasta entonces sólo se había adivinado en algunos fugaces momentos, como a través de un grueso cristal, apareció a la superficie, lleno de resolución y malignidad.

Silverio no se detuvo. Desdeñoso, inexorable, terrible en su sed de venganza, se acercaba sorteando las sillas y los muebles.

Los dedos de Osvaldo se crisparon en torno al gatillo.

Se oyó el disparo. Una nube de humo desdibujó las caras. Herminia lanzó un grito.

El humo empezó a disiparse lentamente. Sobre el dragón escarlata de la alfombra, dilatándolo con su sangre, en las últimas convulsiones de la agonía yacía Osvaldo, con un balazo en la cabeza.

El hombre de gris que vendía lotes con sol y luz eléctrica empuñaba una pesada pistola automática.

El hombre de gris era el comisario Jiménez (p. 171).

Esta es una imagen especialmente cinética, ya que la descripción del narrador se centra en las acciones y los movimientos de los personajes, incluso en los pequeños detalles, en el modo en que mueven sus rostros y sus manos. De esa forma, produce la sensación de estar viéndose en cámara lenta. Puede decirse que se trata de una imagen visual, porque juega con lo visible y lo no visible (el detalle del humo del disparo, la revelación sobre "el hombre de gris"), y auditiva, porque también tiene importancia lo que se escucha: los diálogos, el disparo, los gritos de Daniel y de Herminia.