Noli me tangere

Noli me tangere Resumen y Análisis Capítulos XL-LI

Resumen

Capítulo XL – El derecho y la fuerza

Tras la procesión llega la noche, y los personajes van al teatro. El padre Salvi le pide a Don Filipo que obligue a Ibarra a irse del teatro porque está excomulgado, pero Don Filipo se niega, afirmando que la iglesia no tiene potestad para ordenar eso. Como resultado, los sacerdotes abandonan la escena.

De repente, llegan dos guardias civiles y le piden a Don Filipo que detenga la actuación de los artistas. Nuevamente, Filipo se niega. Entonces, los guardias atacan directamente a los artistas que están sobre el escenario. Se arma una gran revuelta. La gente se enfrenta a la Guardia Civil. Ibarra intenta calmar la situación, pero no lo logra. Aparece Elías, e Ibarra le pide ayuda para detener la revuelta.

Mientras tanto, el padre Salvi cree que María Clara se alejó de la escena con Ibarra. Teme que, aprovechando el caos, la pareja se escabulla para tener relaciones sexuales. Corre en medio de la multitud, intentando perseguirlos. Cuando llega a la casa de Capitán Tiago, ve la silueta de María Clara junto a su tía. El padre Salvi tiene fantasías lascivas con ella.

El capítulo cierra con una carta del diario en la que un cronista agradece al padre Salvi por haber intercedido heroicamente en la revuelta y haberla apaciguado.

Capítulo XLI – Dos visitas

Esa misma noche, más tarde, Elías visita a Ibarra. Le cuenta que María Clara se ha enfermado, pero no de gravedad. Le explica que logró calmar la revuelta porque previamente les había salvado la vida a dos personas que lideraban el caos, y que estos estaban en deuda con él.

Elías se va. Ibarra sale de su casa y se encuentra con un hombre llamado Lucas, que dice ser el hermano del hombre amarillo. Quiere saber cuánto dinero le dará Ibarra a su familia por la pérdida. Ibarra se enfada e ignora su pedido.

Capítulo XLII – Los esposos de Espadaña

El festival, finalmente, concluye. El doctor De Espadaña y su esposa, Doña Victorina, junto con un sobrino, llegan a la casa de Capitán Tiago para revisar a María Clara.

El narrador cuenta la historia de estos personajes: Victorina era una mujer atractiva, que fue amada por muchos hombres, incluso por Capitán Tiago, pero los rechazó a todos porque estaba decidida a casarse con un español. No lo logró, envejeció y debió conformarse con el doctor de Espadaña, un pobre hombre, sin mérito alguno ni personalidad, al que convenció de hacerse pasar por médico. Gracias a esta farsa, lograron amasar una pequeña fortuna. El sobrino que los acompaña es Linares, un español que se hace pasar por abogado. Doña Victorina le presenta a María Clara con la ilusión de lograr formar una pareja.

Capítulo XLIII – Proyectos

Fray Dámaso llega a la casa de Capitán Tiago. Va directamente a ver a María Clara. Está asustado. Teme por la salud de su ahijada, con quien es llamativamente afectivo. Linares lo saluda, se presenta como el ahijado de su cuñado y le muestra una carta en la que este le pide a Dámaso que ayude a Linares a conseguir trabajo y esposa.

Mientras tanto, Lucas va al encuentro del padre Salvi. Le cuenta que es el hermano del hombre amarillo y le narra lo sucedido con Ibarra. Salvi lo trata mal y le exige que desaparezca de su vista.

Capítulo XLIV – Examen de conciencia

La salud de María Clara mejora. El padre Salvi atribuye dicha mejoría al poder de la confesión, mientras que Doña Victorina afirma que la mejoría se debe a la intervención de su marido.

María Clara le pide a Sinang que le diga a Ibarra que debe olvidarse de ella. Luego, mientras está rezando comienza a llorar, más precisamente en el momento en el que su tía lee el quinto mandamiento, que dictamina que se debe honrar a los padres.

Capítulo XLV – Los perseguidos

En medio de la selva, Elías se encuentra con un anciano llamado Capitán Pablo, a quien trata de convencer de que deben viajar juntos hacia el norte haciéndose pasar por padre e hijo. Pablo se niega. Luego cuenta su historia: un español violó a su hija, incriminó a uno de sus hijos en un robo y lo torturó hasta matarlo. Por miedo a que su hermano lo vengara, el español encarceló al otro hijo de Pablo, quien terminó suicidándose en la prisión.

Tras contar su historia, Pablo le dice a Elías que se ha unido a un grupo de hombres que han sufrido historias similares, y que planean vengarse. Elías trata de disuadirlo, temiendo las represalias que sin dudas llevarán a cabo el gobierno y la Iglesia. Le habla a Pablo sobre Ibarra. Sugiere la idea de que este puede intervenir a favor suyo e, incluso, hablar con el Capitán General para ayudar a los oprimidos.

Capítulo XLVI – La gallera

Társilo y Bruno, los dos hermanos cuyo padre fue asesinado por la Guardia Civil, y a quienes Elías convenció de que debían detener la revuelta generada en el teatro, van a la gallera. Allí hablan con Lucas, quien se ofrece a pagarles a cambio de que organicen un ataque al cuartel de la Guardia Civil. Les dice que el dinero proviene de Crisóstomo Ibarra.

Capítulo XLVII – Las dos señoras

Doña Victorina camina por el pueblo junto a su esposo. Lleva puesto un vestido elegante. Sin embargo, luce ridícula. Se enfada porque los guardias civiles no se quitan el sombrero al verlos pasar, y luego porque el alférez no dice nada sobre su vestido.

Pasan por la casa de Doña Consolación y ellas comienzan a discutir. Cada una intenta demostrar que tiene un mayor estatus social que la otra. Doña Victorina le exige a su marido que desafíe a muerte al alférez para vengar su honor, mancillado por la esposa de este. El marido se niega. Victorina entonces le realiza este pedido a Linares, quien intenta negarse pero no puede, ya que Victorina lo amenaza con delatar que su credencial de abogado es falsa.

Capítulo XLVIII – El enigma

Ibarra visita a María Clara para contarle que su excomunión ha sido revocada. Al llegar se encuentra con Linares, quien la está cortejando. Enfadado, decide irse y volver en otro momento. Al salir, se encuentra con Elías, quien, enigmáticamente, le dice que deben hablar y lo cita en la orilla del lago. Hablarán en su bote.

Capítulo XLIX – La voz de los perseguidos

Elías e Ibarra conversan en el bote. Elías le cuenta a Ibarra la situación de Capitán Pablo y otros hombres que han sufrido injusticias por parte del gobierno y la Iglesia. Luego, le dice que ellos quieren reformas radicales en ambas instituciones. Quieren revelarse. Ibarra considera que ese radicalismo es incorrecto. Cree que las fallas en el sistema son un mal necesario, y le preocupa que el cambio solo empeore las cosas. Por ejemplo, cree que darle menos poder a la Guardia Civil, aunque reduciría los abusos, aumentaría la delincuencia.

Elías, por su parte, afirma que la Guardia Civil, con sus abusos, provoca que las personas honestas se conviertan en delincuentes. Ibarra argumenta que, en general, los filipinos deberían estar agradecidos con España por haberlos convertido al cristianismo y haber traído a su país “la civilización”. Elías le dice que las acciones del pasado no justifican los crímenes del presente. A continuación, argumenta que Ibarra nunca ha experimentado la persecución en carne propia. Luego, le cuenta su historia.

Capítulo L – La familia de Elías

El abuelo de Elías trabajaba para un comerciante español en Manila. Fue acusado injustamente de haber incendiado el almacén de provisiones y, como castigo, fue arrastrado por un caballo por toda la ciudad, aunque sobrevivió. La gente de la ciudad lo despreciaba y no le daba empleo. Solo su mujer se mantuvo junto a él. Tenía que prostituirse para que la familia sobreviviera.

La pareja se mudó a las montañas con su hijo pequeño. Allí, el abuelo de Elías se ahorcó. Las autoridades arrestaron a la esposa por no informar el suicidio. La mujer estaba embarazada. Sin embargo, la azotaron. Su hijo menor nació en la prisión, y luego se fue a trabajar a la casa de una familia española.

Con el paso del tiempo, el hijo mayor se convirtió en un bandido. El hijo menor, por el contrario, tenía un buen carácter. Un día, sin embargo, encontró a su madre muerta debajo de un árbol. La cabeza de su hermano mayor estaba al lado de ella, en una canasta.

Huyó hasta llegar a un pueblo en el que nadie lo conocía. Allí, trabajó duramente y se enamoró de una mujer con la que estuvo a punto de casarse. El casamiento no se pudo llevar a cabo porque salió a la luz la historia de su familia. Lo enviaron a prisión. Mientras tanto, su prometida dio a luz gemelos.

Elías y su hermana gemela fueron enviados a otro pueblo, a vivir a la casa de un pariente lejano que tenía dinero. Allí tenían un sirviente al cual Elías maltrataba constantemente. Con el paso de los años, Elías se enteró de que dicho sirviente era su padre. La hermana gemela de Elías fue asesinada por un español. Desde entonces, Elías está vagando por las Filipinas.

Cuando Elías termina de contar su historia, Ibarra le dice que, aunque ahora lo comprende mejor, sigue sin estar de acuerdo con él en su idea de rebelarse contra el gobierno. Según Ibarra, el modo de cambiar las cosas es a través de la educación.

Capítulo LI – Cambios

Ibarra se entera de que Capitán Tiago y fray Dámaso quieren que María Clara se case con Linares. Logra, sin embargo, concertar una cita con María Clara.

Análisis

“El derecho y la fuerza”, título del capítulo XL, sintetiza la puja que atraviesa toda esta parte de la novela. En ese capítulo específicamente, vemos a la Iglesia intentando imponer la expulsión de Ibarra del teatro como si estuviera en su derecho de hacerlo. Don Filipo, el único funcionario del gobierno de San Diego que realmente quiere lo mejor para su pueblo, se opone. Deja en claro que la Iglesia no tiene el derecho de expulsar a alguien, fuera quien fuera, del teatro. Entonces los sacerdotes se retiran del recinto e imponen su ley a través de la fuerza enviando a la Guardia Civil a atacar a los artistas y suspender el espectáculo.

Este capítulo no solo vuelve a evidenciar que la Iglesia católica puede hacer lo que desee, sino que demuestra, además, que esta tiene el control del periódico. Es decir, no solo puede hacer lo que quiera, sino que está blindada a las críticas. Previamente, habíamos visto que la prensa elogiaba los sermones del fray Dámaso (sermones que, en realidad, carecieron de claridad y singularidad, y fueron aburridos para todos). En este caso, la ridícula adjudicación al padre Salvi de haber sido el responsable de detener la revuelta, cuando en realidad este corría entre la multitud motivado por sus celos, deja bien en claro que la prensa también se encuentra bajo el dominio del clero.

La imposición del poder eclesiástico por la fuerza no solo aparece en el dominio público, como en la escena del teatro, sino que llega hasta lo más íntimo de la esfera privada. Fray Dámaso es quien decide quién será el marido de María Clara, amenazando a su padre, el Capitán Tiago, y (como se descubrirá más adelante, sobre el final de la obra) a ella misma.

La escena en la que se ve a fray Dámaso terriblemente angustiado por la salud de María Clara, así como el llanto de esta en el momento en el que su tía lee el quinto mandamiento, son indicios para el lector de que la relación entre fray Dámaso y María Clara no solo es de padrino e ahijada, sino que hay algo más tejido en la oscuridad. También es misteriosa la escena en la que Salvi maltrata a Lucas, quien va a buscar ayuda en él para enfrentar a Ibarra, como también lo es el repentino cambio de actitud de María Clara, quien comienza a rechazar a Ibarra. Estos enigmas son sumamente eficaces para intrigar al lector y sumergirlo en la trama.

Como si fuera un juego de luces y sombras, Rizal construye estos nuevos enigmas, pero aclara otro: finalmente, el lector descubre quién es Elías, cuáles son sus motivaciones, y por qué tiene tanto conocimiento sobre lo que sucede en los bajos fondos del pueblo. Elías representa a un actor clave dentro del contexto histórico filipino: el revolucionario.

En torno a Elías también se ponen en cuestión “el derecho y la fuerza”. Elías, en su encuentro con Capitán Pablo, aparece como un personaje que, si bien quiere reformas radicales en la sociedad filipina, entiende que estas no serán conseguidas a través de la fuerza. Elías es consciente de que el gobierno y la Iglesia católica disponen del control de la Guardia Civil, y que, por lo tanto, plantear un combate a través de las armas no llevará a buenos resultados. Sin embargo, tras escuchar la terrible historia de Capitán Pablo, y los argumentos de Ibarra a favor de mantener el statu quo y confiar en que la educación mejorará la sociedad, su postura cambia. Elías advierte que la única manera de lograr algún cambio dentro de la sociedad es por la fuerza, a través de una revolución. No desconoce que esta lucha probablemente esté perdida de antemano, pero comprende que no hay otro camino.

Ibarra, por el contrario, aún después de escuchar la terrible historia de opresión que sufrió Elías y su familia, sigue creyendo que la fuerza no puede ser el camino hacia el derecho. Como ya hemos visto previamente, el idealismo europeo convierte a Ibarra en un hombre ingenuo. Tal como se lo dice Elías, Ibarra no puede comprenderlo porque nunca sufrió una persecución en carne propia. Como veremos al final de la novela, Ibarra, tras sufrir “una persecución en carne propia”, cambiará de parecer, perderá su ingenuidad, y entenderá a Elías.

Un capítulo que demuestra con claridad la gran diferencia existente entre Europa y las Islas Filipinas es “Los esposos de Espadaña”. En este capítulo, vemos que es tal el aislamiento y la ignorancia en la que se encuentra sumida Filipinas que cualquier persona que venga de España puede hacerse pasar por médico (como de Espadaña) o abogado (como Linares) sin sufrir ningún percance. Los filipinos son tan ignorantes que es sumamente fácil engañarlos. De hecho, de Espadaña es incapaz de curar a María Clara, pero, aun así, su recuperación se le atribuye a él.

En relación al matrimonio de Espadaña, es interesante destacar la cuestión del estatus. Como nos dice el narrador, Doña Victorina no se casó de joven porque esperaba ser pretendida por un español “puro”. Como esto no sucedió y tuvo que conformarse con Tiburcio de Espadaña, un mestizo, Victorina intentó conseguir ese estatus a través de la profesión de su marido, instándolo a hacerse pasar por médico. Si bien, gracias a su “trabajo” como médico, el matrimonio pudo amasar una pequeña fortuna, esta no satisface a Victorina. El dinero aparece en la novela como algo menos importante que el estatus social. Pese a tener un buen pasar en términos económicos, Doña Victorina, al igual que Doña Consolación, sufre por no ser respetada como una gran mujer. El enfrentamiento entre ambas demuestra, irónicamente, la similitud de estos dos personajes.