Noli me tangere

Noli me tangere Resumen y Análisis Capítulos I-XII

Resumen

Capítulo I – Una reunión

La acción de la novela está situada en las Islas Filipinas, más precisamente en el pueblo de San Diego. La narración comienza presentando a Don Santiago de los Santos, conocido como Capitán Tiago, un hombre adinerado que está dando un gran banquete. En la mesa, hombres y mujeres están sentados separados, como indica la normativa de la Iglesia católica. Al banquete asisten tanto españoles (nacidos en España o de ascendencia ibérica) como filipinos.

El narrador se focaliza en un grupo de hombres que está discutiendo acerca de la “naturaleza de los indios filipinos”. Entre estos hombres está el fray Dámaso, quien afirma que los indios son vagos, viciosos y desagradecidos. Un civil se muestra en desacuerdo. Según este, caracterizar así a los indios es solo un modo de excusar el atraso de la sociedad filipina. Luego, los hombres debaten acerca del entierro de “herejes” en el cementerio católico. Un soldado afirma que, mientras el fray Dámaso estaba fuera del pueblo, un hombre que se suicidó fue enterrado allí.

Capítulo II – Crisóstomo Ibarra

Llega al banquete un joven mestizo llamado Crisóstomo Ibarra, quien acaba de arribar desde Europa. Ibarra saluda al fray Dámaso, a quien reconoce de su infancia, ya que, según él, este era un amigo de la familia, en especial de su padre, Don Rafael Ibarra. Sin embargo, el fray Dámaso niega haber sido amigo de su padre, lo que sorprende a Crisóstomo.

Capítulo III – La cena

Crisóstomo cuenta que en los últimos dos años estuvo en Alemania y Polonia. Desde allí tuvo dificultades para comunicarse con las Islas Filipinas por telegrama. A causa de esto, no sabe cuándo ni en qué circunstancias murió su padre. Ibarra afirma que en Europa aprendió que la prosperidad de cada país, o la falta de prosperidad, es proporcional a la libertad que tiene cada pueblo. Dámaso ridiculiza esta opinión. Ibarra, cortésmente, se retira de la velada, aunque Capitán Tiago le insiste para que se quede, ya que pronto está por llegar su hija, María Clara.

En el pasado, Capitán Tiago y Don Rafael Ibarra acordaron que al regresar Crisóstomo de Europa se casaría con María Clara.

Capítulo IV – Hereje y filibustero

Ibarra se va caminando junto al Teniente Guevara. Este, para asombro de Ibarra, le cuenta que su padre, Don Rafael Ibarra, murió en la cárcel. Don Rafael defendió a un niño que estaba siendo atacado físicamente por un recaudador de impuestos español. En medio de la gresca, el recaudador sufrió un infarto. Don Rafael fue acusado de homicidio. Fray Dámaso afirmó que Don Rafael era un hereje porque no se confesaba. Esto fue suficiente para que la injusta acusación surtiera efecto y Don Rafael fuera detenido.

Capítulo V – Una estrella en noche oscura

Crisóstomo Ibarra está solo en su habitación. Desde allí puede ver, por la ventana, la continuación del banquete que se da en la casa de Capitán Tiago, pero no le presta atención, ya que no puede dejar de imaginar a su padre sufriendo en la cárcel.

Capítulo VI – Capitán Tiago

El narrador describe largamente a Capitán Tiago: es un hombre rico que está en paz con la Iglesia católica y con el gobierno ya que les da dinero a los representantes de ambas instituciones. Si bien es hijo de filipinos, no se considera a sí mismo un nativo. Es devoto de varios santos y les paga a los pobres para que recen por él.

Capítulo VII – Idilio en una azotea

Tras siete años, Crisóstomo Ibarra se reencuentra con María Clara. La joven pareja tiene una conversación en la que confirman el sólido lazo de amor que los unió en la juventud, los mantuvo unidos en la distancia, y los sigue uniendo en el presente.

Capítulo VIII – Recuerdos

Crisóstomo Ibarra parte rumbo a Manila para visitar a sus padres en el cementerio, ya que es el día de los muertos. En el viaje observa el paisaje, los cambios en las calles y en sus habitantes. Advierte que muchas costumbres españolas han reemplazado viejas costumbres filipinas.

Capítulo IX – Cosas del país

Fray Sibila habla con un anciano sacerdote acerca de Ibarra, destacando que su llegada ya ha comenzado a generar hostilidades. Narra entonces el desacuerdo surgido entre Ibarra y Dámaso en la casa de Capitán Tiago.

Capítulo X – El pueblo

El narrador describe el pueblo de San Diego, dándole una fundamental importancia a su bosque. Narra entonces una vieja leyenda: un viejo español llegó al pueblo de San Diego e intercambió bienes por tierras del bosque. Luego desapareció. Tiempo después, los aldeanos lo encontraron colgado de un árbol. Su suicidio los inquietó tanto que se deshicieron de los bienes que el español les había entregado a cambio de las tierras. A partir de entonces, muchos de los pobladores comenzaron a ver luces extrañas en la noche y a escuchar lamentos. Un hombre que pasó la noche debajo del árbol en el que suicidó el español contrajo fiebre y murió a los dos días. Unos años después, llegó un mestizo afirmando ser el hijo de aquel viejo español que se suicidó. Este hombre fue padre de Rafael Ibarra y, posteriormente, abuelo de Crisóstomo Ibarra.

Capítulo XI – Los soberanos

El narrador habla acerca del manejo del poder en San Diego. Afirma que este es detentado por el cura Bernardo Salvi y el alférez (de quien no se dice el nombre en toda la novela). Destaca que entre ambos hay una constante rivalidad.

Capítulo XII – Todos los santos

Este capítulo tiene lugar en el cementerio. Allí, hay dos hombres que están desenterrando un cuerpo. Uno de ellos afirma que, veinte días atrás, por orden del “cura grande”, tuvo que desenterrar otro cuerpo que había sido enterrado hacía muy poco tiempo y, tras fracasar en su intento de enterrarlo en el cementerio chino, lo había tenido que arrojar al mar.

Análisis

Noli me tangere es una novela realista, de denuncia social, escrita a fines del siglo XIX por José Rizal con el fin de retratar y, precisamente, denunciar las injusticias sociales existentes en las Islas Filipinas. Es por esto que resulta fundamental comenzar el análisis de la obra repasando su contexto histórico.

Filipinas es conquistada por los españoles en el año 1521 y se encuentra bajo el dominio ibérico hasta el año 1898, en el que el país logra su independencia. En la década de 1880, década en la que Rizal escribe Noli me tangere, el poder de España sobre los nativos filipinos se encuentra debilitado. La Iglesia católica, institución que desde la conquista ha sido la encargada de regentear el poder de la corona española, ha perdido credibilidad y poder. Las grandes diferencias sociales entre españoles y mestizos han llegado a un límite. Los nativos han comenzado a organizarse de manera clandestina para lograr la independencia. El gobierno español decide tener una mayor intervención y participación en las islas con el fin de mantener el poder.

Hemos dicho que Noli me tangere es una novela realista, de denuncia social. Tal como lo indica su nombre, este género literario se caracteriza por intentar representar con la mayor veracidad las condiciones sociales en las que vive determinado grupo de personas (en este caso, los filipinos), señalando con especial énfasis las injusticias que se cometen diariamente. Rizal es parte de los mestizos españoles, nacidos en las islas, que sueña con la independencia de Filipinas y que ha visto con sus propios ojos las injusticias que reinan en la sociedad de su país. Estas injusticias son, en gran parte, cometidas por colonos españoles, aunque también hay filipinos “puros” (hijos de nativos de las islas) que son cómplices de las mismas.

Al respecto, en el primer capítulo, “La reunión”, aparecen dos personajes clave: el fray Dámaso, colono español y representante de la Iglesia católica, y Capitán Tiago, filipino adinerado que no reconoce sus orígenes de nativo. Lo primero que el lector oye de la boca de fray Dámaso es una crítica racista a los nativos, a quienes acusa de maleducados, vagos, lujuriosos e idiotas, entre otras cosas. Ya desde el comienzo de la obra, Rizal evidencia la distancia que existe entre la Iglesia católica y aquellos a los que desde hace siglos evangeliza, es decir, la población nativa de las Filipinas.

Fray Dámaso es retratado como un ignorante que, sin embargo, cuenta con un gran poder. En esa primera conversación en el banquete, Dámaso domina plenamente la palabra. Sus oyentes temen interrumpirlo y aún más contradecirlo. Esta caracterización que Rizal aplica al viejo cura funciona metonímicamente como una descripción de la Iglesia católica, la institución más poderosa de las Islas Filipinas, que ejerce su poder con soberbia, sin escuchar los pedidos y las necesidades de los nativos.

Pese a que la Iglesia católica es presentada como la institución más poderosa del país, ya en este primer capítulo vemos que su poder no tiene la solidez y el dominio que tenía en el pasado. Fray Dámaso, en la conversación que mantiene acerca de los entierros “herejes”, se muestra totalmente indignado por la osadía del gobierno español de entrometerse en cuestiones que, según él, pertenecen al dominio de la Iglesia católica. Dice: “Cuando el cura arroja de su cementerio el cadáver de un hereje, nadie, ni el mismo rey, tiene derecho a mezclarse y menos a imponer castigos” (p. 14).

A diferencia del Padre Salvi, un cura más joven que, como veremos más adelante, comprende que para mantener su puesto debe negociar con el gobierno, Fray Dámaso es un cura septuagenario, que durante toda su vida ejerció el poder eclesiástico con plena autoridad, sin sufrir ningún tipo de cuestionamiento, y no tolera que el gobierno se entrometa. De hecho, tras la frase citada, Dámaso habla con desprecio de un general y, ante la indignación del Teniente Guevara, quien lo llama a retirar sus dichos argumentando que tal general es el Vice Real Patrono, afirma: “¡Qué excelencia ni Vice Real Patrono! En otro tiempo se le hubiera arrastrado escalera abajo. ¡Aquellos sí que eran tiempos de fe!” (p. 14).

El conflicto entre la Iglesia católica y el gobierno es uno de los temas fundamentales de la novela. En términos históricos, es importante destacar que, a fines del siglo XIX, la Iglesia católica comienza a perder poder no solo en España sino a nivel mundial. Esto responde, fundamentalmente, al crecimiento del poder económico de la burguesía, independiente de la iglesia. En España, en particular, la independencia de las colonias sudamericanas que se da a comienzos del siglo XIX, ha generado que la corona desconfíe del poder que tiene la Iglesia para seguir cooptando y dominando a las poblaciones nativas, como lo venía haciendo desde la época de la conquista. La corona decide entonces tener una participación más activa en el control de los territorios coloniales que aún están en su poder, como las Islas Filipinas. El Vice Real Patrono (o Virrey), criticado en la novela por fray Dámaso, era precisamente un representante de la corona que tenía la potestad de intervenir en las decisiones tomadas por la Iglesia católica e, incluso, se encargaba de realizar nombramientos dentro de dicha institución.

Por su parte, Don Santiago de los Santos, más conocido como Capitán Tiago, es presentado como un filipino que tiene buena relación con ambos poderes, la iglesia y el Estado. Esta buena relación se debe, fundamentalmente, a que es un hombre adinerado que contribuye económicamente con las dos instituciones. Desde el principio, Capitán Tiago es descripto como un hombre supersticioso y sin carácter, que lo único que pretende es mantener su estatus social y garantizar su propio bienestar y el de su familia. Para mantener su estatus, entre otras cosas, niega su origen filipino. Los españoles, sin embargo, saben que es un “indio” e íntimamente lo desprecian, aunque, por interés económico, mantienen buenas relaciones con él. Con el paso de los capítulos, esa falta de carácter y esa preocupación individualista llevarán a Capitán Tiago a convertirse en un cómplice de los colonos. El título de “Capitán” se les otorgaba a aquellos hombres nativos que detentaban dentro de la sociedad filipina un poder tácito, no formal, como el que detenta Capitán Tiago en la novela.

Desde el primer capítulo, la novela presenta el delicado equilibrio en el que se encuentra la sociedad filipina: la tensión entre la iglesia y el Estado, la división entre españoles e indios, el cuestionamiento progresista a las normas tradicionales. En el segundo capítulo, la llegada de Crisóstomo Ibarra a Filipinas, después de siete años en Europa, será determinante para que dicho equilibrio comience a fracturarse definitivamente.

Ibarra regresa a Filipinas y se encuentra con una realidad absolutamente diferente de la que esperaba. Fray Dámaso, a quien recuerda como un amigo de la familia, sobre todo de su padre, lo destrata y niega dicha amistad. Se entera de que su padre, Don Rafael Ibarra, aquel que cuando él abandonó Filipinas era una figura respetada en la sociedad, murió en la cárcel, despreciado. Luego, se enterará de que, como se deja entrever en el capítulo XII, el cadáver de su padre fue desenterrado del cementerio católico por orden de fray Dámaso. Además, Crisóstomo se encuentra con un pueblo que ha perdido sus propias costumbres y las ha reemplazado por costumbres españolas. Y, como si fuera poco, las ideas progresistas que trae de Europa y que, ingenuamente, considera que serán de gran utilidad en su tierra natal, encuentran una rápida y férrea oposición.

El relato del Teniente Guevara acerca de lo que sucedió con el padre de Crisóstomo Ibarra es revelador en relación al funcionamiento de los sistemas de poder y jerarquía en la sociedad filipina. La iglesia tiene tanto poder que la mera acusación de “herejía”, llevada a cabo por fray Dámaso, condena a Rafael Ibarra al aislamiento y el oprobio. El Teniente Guevara, como representante del gobierno, intentó ayudar a Rafael, pero los abogados no quisieron interceder en su favor por medio a tener conflictos con la iglesia. El Estado prefirió, finalmente, desentenderse del asunto. Como luego se ve en el capítulo XI, “Los soberanos”, Iglesia y Estado se disputan constantemente el poder entre sí, pero en definitiva están unidos, ya que a ambas a instituciones les conviene mantener el statu quo. Es decir, mantener al pueblo sumiso e ignorante. Don Rafael Ibarra, con sus ideas progresistas, era una amenaza para ambos, al igual que lo es ahora Crisóstomo Ibarra.

Por otro lado, es importante destacar que Don Rafael no es acusado de cualquier homicidio; es acusado de haber matado a un español “puro”. Si bien Don Rafael también es español, el capítulo en el que se cuenta la misteriosa llegada de su padre a San Diego, y su posterior suicidio, da a entender que los Ibarra están manchados por una deshonra hereditaria.