La carretera

La carretera Resumen y Análisis Parte 5

Resumen

El padre comienza a perder la esperanza; siente que tienen la muerte encima. En las ruinas calcinadas de una casa el hombre encuentra una vela y la guarda. Durante el día, el padre sigue siendo extremadamente cauteloso, llevando al chico de la mano, con el arma a la altura de la cintura. Entran en una casa y el hombre casi dispara contra su propio reflejo en un espejo.

En un cobertizo metálico, el padre encuentra paquetes de semillas y los guarda. También encuentra gasolina. Cerca de allí, se da cuenta de que hay algo escondido debajo de la hierba. Excava y encuentra una puerta cerrada con candado. A pesar de las advertencias del chico, el hombre improvisa una lámpara de aceite y atraviesan la puerta. Allí encuentran un búnker intacto lleno de comida, agua, mantas, papel higiénico, platos de papel, utensilios de plástico. El chico quiere confirmar que está bien tomar todo eso. El padre se lo confirma: quienes prepararon el búnker eran buenos como ellos, pero murieron y no pudieron usarlo, y habrían querido que ellos lo hicieran, "Igual que nosotros habríamos querido que lo usaran ellos" (106).

Cenan peras y melocotones enlatados. El niño se duerme en una de las camas del búnker mientras el hombre encuentra más cosas útiles: ropa, jabón, herramientas, pasta de dientes, etc. Aunque hay cartuchos y proyectiles, no encuentra un arma. Finalmente, el hombre también se duerme.

A la mañana siguiente desayunan café, jamón, huevos revueltos, alubias, galletas y mantequilla. El niño quiere agradecer a quien dejó toda esa comida: "Queridos señores, gracias por esta comida y todo lo demás. Sabemos que lo habíais guardado para vosotros y si estuvierais aquí nosotros no tocaríamos nada de nada aunque estuviéramos muertos de hambre y sentimos que no hayáis podido coméroslo vosotros y esperamos que estéis a salvo en el cielo" (110).

El padre calienta agua, se bañan y se cambian con ropa nueva del búnker. El chico pregunta cuánto tiempo pueden permanecer allí. Deben irse en unos días, porque es peligroso. El hombre intenta ocultar su ubicación colocando un colchón sobre la entrada. Mientras el chico duerme, talla balas falsas de madera para darle a su pistola la apariencia de estar completamente cargada.

En un pueblo cercano encuentran un carrito de compras que funciona. De vuelta en el búnker, el hombre le corta el cabello a su hijo y hace lo mismo con el suyo. Luego se afeita. Disfrutan de otra espléndida cena antes de acostarse. Se quedan en el búnker un día más para comer y dormir, especialmente porque afuera llueve. Luego recogen lo que se llevarán del búnker en el carrito. Al día siguiente, se van.

El hombre calcula que están a unos 300 kilómetros de la costa "a vuelo de cuervo" (117). El chico le pregunta a su padre si cree que hay cuervos en alguna parte, y el hombre responde que no; que ahora solo hay en los libros. Le pregunta a su hijo qué pasó con la flauta, y el chico responde que la tiró.

A medida que continúan, ven los restos de una ciudad incendiada en el horizonte. Se detienen en una colina y el chico le pregunta a su padre sobre sus objetivos a largo plazo. Se trata de un concepto que le escuchó a su padre alguna vez. En todo caso, el hombre no sabe cuáles son.

Análisis

Esta sección gira en buena medida alrededor de la esperanza. Al principio, el padre, ya casi sin esperanzas, siente la muerte encima. Pero enseguida llegan a una casa y lo único que encuentra allí es una vela. Aunque no tiene cómo encenderla, la guarda. Esta vela es importante simbólicamente, porque evoca esperanza. Y efectivamente, muy cerca de ese mismo lugar, el hombre se detiene sobre la hierba: se siente mareado, se pregunta por qué, y piensa en la muerte inminente allí parado, sin saber por qué se ha detenido. Aun sin saber exactamente por qué, trae una pala del cobertizo y cava allí donde encontrará el búnker. De esta forma, la salvación se presenta como una revelación inexplicable.

Los días en el búnker funcionan como un paréntesis en el que los protagonistas llevan una vida casi normal y parecen recuperar su humanidad: comen en abundancia, se bañan, se ponen ropa limpia, se cortan el cabello. Como ha sucedido en ocasiones anteriores, antes de disfrutar de lo que han encontrado el chico necesita confirmar que es correcto hacerlo, que hacer uso de ese lugar y comer esa comida no atenta contra su pertenencia al bando de los buenos. Esa suerte de oración que el chico recita a modo de agradecimiento no solo da cuenta, una vez más, de la resistencia del chico de desistir de sus valores a pesar de las circunstancias; aun más, le da una entidad casi mesiánica: en un mundo donde Dios definitivamente ya no tiene lugar, él viene a restituir el sentimiento religioso extendiendo una oración a los muertos. Esta acción tendrá un eco al final de la novela, como veremos más adelante.

Antes de dejar el refugio, el hombre talla balas falsas de madera. Unas líneas después, le pregunta a su hijo por la flauta que le había tallado, y el chico responde que la tiró. Así, el hecho de que la flauta sea reemplazada por las balas falsas puede leerse como un mal presagio sobre lo que viene. Además, la confirmación del chico de haberse deshecho de la flauta cierra una conversación entre ambos alrededor de los cuervos, clásica figura en la literatura asociada al mal augurio y la muerte. No obstante, el texto parece tomar esta figura con un sentido irónico: en el escenario posapocalíptico de La carretera, los cuervos son, sobre todo, un recuerdo más de ese hermoso mundo que ya no existe.

Algo más resulta interesante de esta conversación: esta se inicia porque el hombre calcula la distancia que tienen hasta la costa "a vuelo de cuervo", expresión que el chico no conoce. El padre, entonces, tiene que explicarle el significado a partir de su sentido literal. Este breve intercambio, entonces, funciona como otro ejemplo significativo de la excepcionalidad del mundo en que nació el chico.