La carretera

La carretera Resumen y Análisis Parte 4

Resumen

La nevada es honda y a los protagonistas les lleva un buen rato encontrar el carrito. Cuando lo hacen, deben meter las cosas más importantes en sus mochilas y dejar el carro atrás debido a la nieve. El hombre usa unos pedazos de tela y de plástico para envolver los pies del chico, y luego hace lo mismo para él. Moverse por la nieve es sumamente lento y difícil. El niño está convencido de que están a punto de morir y le pregunta a su padre sobre eso. Están débiles; deben detenerse a menudo para descansar. Durante las pocas horas de luz que tiene el día solo pueden avanzar pocos kilómetros.

Una mañana descubren huellas de un vehículo en la nieve. El padre teme que las huellas sean de "los malos", por lo que intentan cubrir las suyas y se dirigen a un lugar en lo alto para inspeccionar los alrededores sin ser vistos. Ven a dos hombres atravesando la carretera.

Después de cinco días sin comer y casi sin dormir, el hombre y el chico se topan con una casa grande en las afueras de una pequeña ciudad. El padre quiere investigar; observa que no hay huellas que conduzcan hacia ella. La casa solía ser grandiosa e impresionante; ahora encuentran montones de ropa y sacos de dormir viejos. El niño está aterrorizado, pero acompaña a su padre. Las cenizas de la chimenea están frías.

El hombre encuentra un candado de acero que bloquea la entrada a un sótano. El chico quiere irse, pero el padre insiste en abrir el candado con una pala. Está desesperado por encontrar comida. Cuando logra entrar, el padre enciende un mechero y ve, acurrucados junto a la pared del fondo, "hombres y mujeres desnudos, todos tratando de ocultarse, protegiéndose el rostro con las manos. En el colchón yacía un hombre al que le faltaban las dos piernas hasta la cadera" (85). El olor es insoportable, y las personas le suplican que las ayude. Él deja caer el mechero, agarra al chico y ambos salen deprisa del cuarto. Cierran la trampilla tras ellos y corren.

Se esconden entre la hojarasca y ven, a lo lejos, que se acercan cuatro hombres y dos mujeres. Están bastante cerca. Entonces el padre le da la pistola a su hijo y le recuerda que, de ser atrapado, debe meterse el arma en la boca y disparar. Permanecen escondidos mientras cae la noche. El hombre confiesa que pensó salir corriendo para ser visto y alejar al grupo del chico, pero que no pudo abandonarlo. Se pregunta si, llegado el caso, sería capaz de matarlo para que no sea atrapado. Se escuchan gritos horribles provenientes de la casa. Huyen por el bosque en medio de la noche. No ven nada, y el hombre teme dar sin querer con la casa. El chico se duerme del cansancio y él lo carga en medio de la oscuridad, descansando cada cincuenta pasos.

Por la mañana, el hombre deja al chico durmiendo, con el arma a su lado, y se acerca a un establo a investigar. Encuentra semillas de heno y las mastica. Luego entra en la casa, para alimentarse. Entra en una casa cerca del granero y encuentra unos polvos saborizados para preparar refrescos. También se lleva una cuchara, un destornillador y un cúter.

Cerca del establo, se para "pensando en las vacas y se dio cuenta de que se habían extinguido" (92). Encuentra una manzana sobre el césped y se la come. Luego se da cuenta de que está en un huerto de manzanos y recolecta tantas frutas como puede. De regreso a la casa, también descubre una fuente de agua limpia. Vacía tarros de la cocina para llenarlas de agua.

Vuelve con el chico, que todavía duerme. Cuando se despierta, comen juntos, y el hombre prepara la bebida en polvo para su hijo. Más tarde ese día, recogen más manzanas de la granja y llenan más jarras de agua. Soportan una noche extremadamente difícil en el frío. No pueden hacer fuego porque el hombre dejó caer su mechero en el sótano de los caníbales. El niño busca la confirmación del padre de que la gente de aquella casa se los iba a comer si se quedaban para intentar ayudar a los prisioneros. Luego, quiere también asegurarse de que nunca recurrirían al canibalismo, incluso si estuvieran muriendo de hambre. Su padre reafirma que pertenecen a los buenos y que llevan el fuego.

Análisis

Si reconocemos que la trama se ubica en Georgia alrededor de noviembre, la nieve representa un cambio climático drástico. Pero no solo el clima se erige como un gran antagonista: los pueblos son lugares peligrosos, incluso si proporcionan edificaciones que pueden ofrecer refugio contra el frío, la lluvia y la nieve, así como objetos útiles y, eventualmente, algo de comida. En esos mismos lugares pueden esconderse, como vemos en esta parte de la novela, caníbales a la espera de visitantes desprevenidos.

La escena del sótano con los prisioneros famélicos y desesperados pidiéndole ayuda al protagonista, y el hombre mutilado recostado entre ellos, constituye probablemente la imagen más espeluznante de la novela. Una vez más, tras los hechos, el chico necesita reafirmar con su padre que no podrían haber hecho nada para ayudarlos:

Se los comerán, ¿verdad?

Sí.

Y nosotros no podíamos ayudarlos porque se nos habrían comido también.

Sí.

Y por eso no podíamos ayudarlos.

Sí.

Vale.

Mientras el padre, tan endurecido por las circunstancias y la lucha por la supervivencia, se conforma con escapar del peligro inminente y parece insensible a la desesperación de los prisioneros, el chico vuelve a poner las cosas en perspectiva, dando cuenta de la dificultad de seguir siendo parte de "los buenos" cuando las limitadas opciones que les dejan "los malos" no les permiten ayudar a otros. De nuevo, el chico funciona como un contraste de su padre al ofrecer una mirada incansablemente ética y bondadosa, a pesar de las circunstancias.

Ante el peligro inminente de ser capturado por los caníbales, el hombre le entrega la pistola a su hijo y le recuerda cómo dispararse en caso de ser capturado, dando a entender que ya se lo ha explicado antes. Luego se pregunta a sí mismo: "¿Eres capaz de hacerlo? ¿Cuando llegue el momento? Cuando llegue el momento no habrá momento que valga. El momento es ahora. Maldice a Dios y muere. ¿Y si la pistola no dispara? Tiene que disparar. ¿Y si no dispara? ¿Podrías aplastar ese cráneo amado con una piedra?" (88). Estos pasajes dan cuenta de la situación desesperada del protagonista: no solo lidia con los peligros externos, el frío y el hambre, sino también con la pregunta constante acerca de por qué sigue luchando por sobrevivir y hasta qué punto es lo correcto mantener al chico con vida. Hay una conciencia clara de que existe un límite para lo aceptable: es mejor que el chico muera de un fogonazo antes de que sea capturado por caníbales para convertirse en comida. Sin embargo, dónde empieza ese límite no está tan claro: en esta instancia, el chico está muy flaco y débil; hace muchos días que no come nada, y en estas condiciones se enfrenta a la terrorífica escena descrita más arriba. ¿Es mejor esto que la muerte?

Pasado el peligro de los caníbales, el hombre encuentra un huerto con manzanas viejas y una fuente de agua limpia. En contraste con lo vivido anteriormente, el escenario parece idílico, y efectivamente funciona en la trama para aliviar la tensión de los hechos previos. No obstante, si las manzanas nos remiten al edén, se trata de uno venido a menos, que recuerda un pasado mejor. De hecho, este huerto "Aún olía a vaca", y el hombre "se quedó allí de pie pensando en las vacas y se dio cuenta de que se habían extinguido" (92). Así, el olor a vaca, las manzanas ya secas y casi sin sabor desperdigadas por el campo y el caño de desagüe que proporciona agua limpia son imágenes que remiten directamente a un pasado ya extinto, cuando había animales, árboles frutales, una civilización que proporcionaba confort.