La carretera

La carretera Resumen y Análisis Parte 10

Resumen

Luego de dos días más de viaje, los protagonistas llegan a una ría ancha con un puente derrumbado. "¿Qué vamos a hacer, papá?", pregunta el hombre. "Eso, qué vamos a hacer" (202), agrega el chico.

Empieza a llover, por lo que se cubren con una lona sobre las dunas. El chico se duerme. Al día siguiente se meten tierra adentro, en un terreno pantanoso. Llegan a un área despejada en el bosque, junto a un arroyo. "Acamparon allí y cuando se acostó supo que no podría continuar y que era aquí donde moriría. El chico lo miraba con los ojos cargados de lágrimas. Oh, papá, dijo" (203).

Solos les queda una lata de melocotones. El hombre se niega a comer su mitad, pero el chico insiste en guardársela para el día siguiente. El chico intenta hacer una tienda con la lona, pero el padre no quiere nada que lo cubra. Quiere ver. El chico camina por los alrededores en busca de comida pero no encuentra nada, y cuando vuelve el padre le dice que tiene que seguir viaje solo. El chico se niega pero el padre insiste: tiene que llevar el fuego, le dice, el que está en su interior. El chico le pide que lo lleve con él, pero al padre replica que no puede hacerlo. Le promete que podrá hablar con él. Luego el chico recuerda al niño que vio una vez; tiene miedo de que se haya perdido. El padre le promete que estará bien.

Esa noche el chico duerme abrazado al padre, "pero al despertar por la mañana su padre estaba frío y tieso" (206). El chico llora, luego se levanta y camina hacia la carretera, y cuando vuelve se queda junto a su padre pronunciando su nombre una y otra vez. Finalmente, regresa a la carretera. Alguien se acerca. El chico está de pie con la pistola en la mano. Tapó a su padre con todas las mantas; tiene frío y hambre.

El hombre lo alcanza. Lleva una escopeta colgada con el cañón hacia abajo. Le pregunta por su padre. El chico le dice que ha muerto y el hombre le propone ir con él. "¿Tú eres de los buenos?" (207), le pregunta. El hombre dice que sí, le pide que deje de apuntarlo con el arma y le pregunta si lleva saco de dormir. El chico replica que solo tiene mantas, pero que las ha dejado con su padre. El hombre le pide que lo lleve con él. El chico se queda tieso, y entonces el hombre le explica: con su grupo han discutido si buscarlos o no. Ahora, él tiene la opción de quedarse con su padre y morir o viajar con ellos. El chico le pregunta entonces si llevan el fuego. El hombre no entiende al principio, pero luego responde afirmativamente. Ante las preguntas del chico, agrega que llevan un niño y una niña con ellos, y que no comen personas. Entonces el chico acepta viajar con ellos.

Van a ver el cuerpo del padre. El hombre recoge la maleta y las mantas. El chico no quiere dejar el cuerpo expuesto de su padre; el hombre acepta dejarlo cubierto con una manta. Le pide al chico que se dirija a la carretera; él irá tras él. Cuando llega, el chico le ofrece su pistola, pero el hombre le dice que se la quede. El chico quiere despedirse de su padre; se dirige al cuerpo, que está cubierto con una manta, tal como el hombre le prometió, y llora mucho rato.

Cuando llega al grupo, la mujer lo abraza. El narrador cuenta que a veces le habla al chico de Dios, y él intenta hablar con él, "pero lo mejor era hablar con su padre y eso fue lo que hizo y no se le olvidó" (209).

La carretera termina con un breve párrafo que describe truchas nadando en un arroyo desde un futuro lejano, donde eso ya no existe: "En sus lomos había dibujos vermiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio" (210).

Análisis

Antes de morir, el hombre le asegura al chico que siempre podrán hablar; que él le responderá. Al final del libro, vemos que el chico efectivamente elige hablar con su padre en vez de hacerlo con Dios. A la mujer que lo acompaña, religiosa, esto le parece bien: "el aliento de Dios era también el de él aunque pasara de hombre a hombre por los siglos de los siglos" (210), dice. Al final de un relato en el que las personas se han demostrado capaces de comportamientos aberrantes en la lucha por la supervivencia, la mujer parece recuperar una profunda creencia religiosa y humanista, que atribuye a las personas una conexión directa con lo divino.

En relación con esto, también es interesante señalar que, a pesar de que a lo largo de la novela el universo se presenta hostil, indiferente al sufrimiento humano, la mirada de esta mujer contrapone un orden divino del que las personas forman parte. Así, la empatía, la compasión y la esperanza serían elementos inherentes a la vida en la Tierra, factibles de presentarse en el alma humana más allá de lo hostil de las circunstancias. Eso no solo se desprende de sus creencias, apenas esbozadas en las últimas líneas del libro, sino de su aparición en la trama y de su rol en la vida del chico.

La víspera de la muerte del hombre, este y su hijo vuelven a recordar al niño que apareció en la tercera parte de este resumen. La preocupación del chico parece remitir a sí mismo: pronto, sabe, estará en la misma situación de aquel niño, y el padre intenta reconfortarlo: el chico se pregunta quién lo encontrará si se ha perdido, y su padre le responde que "La bondad encontrará al niño. Así ha sido siempre y así volverá a ser" (206). Con esta respuesta parece referirse explícitamente al destino de su hijo, y si consideramos el final de la novela, es en cierto sentido un augurio de lo que sucederá, de hecho, con él.

En todo caso, el final de la novela anuncia la supervivencia del chico, y esta sugiere la preservación de su generación, la posibilidad de una alternativa esperanzadora para el futuro de la civilización humana, diferente a la generación del padre, que terminó en muerte y destrucción. Esta mirada en algún punto optimista es reforzada por el hecho de que el último párrafo del libro remita a las truchas nadando en el río, una imagen de la naturaleza que, en el contexto de estas páginas, resulta tranquilizadora, luminosa, idílica.

Respecto a estas últimas líneas, cabe destacar que los mapas que pueden interpretarse en los dibujos sobre los lomos de las truchas parecen dar cuenta de un orden universal, probablemente divino y opuesto a la indiferencia que la naturaleza parece mostrar frente al sufrimiento humano a lo largo de la novela. Las truchas llevan en su lomo el mapa del mundo, es decir, están inherentemente conectadas al todo. Esta lectura apela a un universo interconectado, sin cabos sueltos. Los humanos, entonces, seríamos parte de ese orden y tendríamos en él un lugar y una misión. Y si la civilización humana conduce a su propia destrucción, los patrones inherentes a la humanidad durarán mientras haya humanos, así como los patrones del universo, cartografiados en las truchas, seguirán existiendo mientras haya mundo. En otras palabras, la humanidad entera está en cada persona; todo el universo está en cada ser vivo.

El desenlace de La carretera es el del acto redentor que el hombre parece haber estado buscando a lo largo del camino. El viaje, al menos desde el punto de vista del padre, no era un sinsentido, sino la búsqueda desesperada por conservar la vida del chico. En varias instancias, se sugiere, el hombre lleva a cabo esta tarea como si se tratara de una misión divina. Y al final de la novela, el objetivo parece haber sido alcanzado.

Finalmente, el hombre y el chico, como el resto de los personajes salvo Ely, permanecen sin nombre hasta el final del libro, lo que abre una posible lectura alegórica de la novela. La historia del hombre y su hijo puede interpretarse como una parábola que remite a cualquier padre y cualquier chico cargando, en sí mismos, la esperanza de la humanidad. A través del personaje del chico en particular, McCarthy demuestra el poder de la resiliencia humana frente a la aparente indiferencia del universo. A la indiscutible capacidad humana para la violencia, así, se le opone la resistente bondad del chico, su capacidad para la empatía y su deseo de ayudar a los otros, incluso después de que los otros se evidencien una y otra vez como un peligro para su propia vida. El fuego que él lleva refiere a la capacidad humana para el amor y la esperanza, que parecen proteger a la humanidad de sí misma.