Kafka en la orilla

Kafka en la orilla Resumen y Análisis Capítulos 16-21

Resumen

Capítulo 16

En la casa de Johnnie Walker, el perro conduce a Nakata hasta la cocina y le ordena abrir el refrigerador. Allí se encuentra con hileras de cabezas de gato de todos los tamaños. Ninguna de las cabezas es de Goma.

De regreso en el estudio, Johnnie le explica a Nakata que colecciona esas cabezas. Su proyecto es hacer una flauta muy especial, y para ello necesita las almas de los gatos. Goma podría ser un alma más para su proyecto, pero Johnnie sabe que es la gata que Nakata está buscando. A cambio de devolvérsela, Johnnie quiere que Nakata lo mate. Dice estar cansado de vivir y de que su misión en la vida sea matar gatos. Nakata jamás mató a nadie y no quiere hacer lo que propone Johnnie. Entonces este decide provocarlo. Toma uno de los gatos secuestrados. Los animales han sido inyectados con una sustancia que no les permite mover sus músculos, pero no los anestesia porque, según Johnnie, es necesario que sufran. Luego, toma un escalpelo y corta el vientre del gato para sacar su corazón. Los gatos no pueden moverse ni emitir sonido, pero Nakata ve el dolor en sus ojos. Luego, Johnnie arranca el corazón y se lo lleva a la boca para masticarlo lentamente. Finalmente, con una sierra, corta la cabeza del gato. Hace lo mismo varias veces ante la mirada de Nakata.

En un momento dado, Johnnie saca de la bolsa al señor Kawamura, uno de los gatos que Nakata había entrevistado. La siguiente víctima es Mimí, la refinada gata siamesa. Nakata le ruega que no mate a Mimí: “Si continúa, Nakata se volverá loco. Nakata tiene la sensación de no ser ya Nakata” (p.230). Cuando Johnnie está a punto de cortar a Mimí, Nakata se levanta de su asiento, toma un cuchillo de trinchar carne del escritorio y lo clava en el pecho de Johnnie. En su último aliento, Johnnie se ríe a carcajadas.

Nakata toma a Mimí y a Goma y se dispone a irse, pero no lo consigue y se desvanece.

Capítulo 17

En su tercera noche en la cabaña de Oshima, Kafka se siente ya cómodo. Cuando no está leyendo, consigue poner su mente en blanco y observa el cielo.

A la mañana siguiente, Oshima lo pasa a buscar para regresar a la ciudad. Le da la noticia de que Kafka ya tiene un lugar para quedarse en la Biblioteca de Komura. En el camino de regreso, Oshima le dice a Kafka lo que percibe en él: “La primera vez que te vi me dio esa impresión. Que tú, pese a buscar algo desesperadamente, lo estabas rehuyendo a la vez con todas tus fuerzas” (p.240). En esa conversación hablan de Casandra y la tragedia griega. Kafka es especialmente sensible a todo lo que se relacione con las profecías y el destino.

A continuación, Oshima le cuenta a Kafka la historia de la señora Saeki. La madre de Oshima fue su mejor amiga desde que eran niñas. Al parecer, desde pequeña, Saeki ya tenía un novio a quien adoraba. El novio era el primogénito de la familia Komura. Su relación duró mucho tiempo. Ella incluso escribió una canción sobre él: "Kafka en la orilla", que fue muy famosa en su época. En un giro trágico, el novio de Saeki murió durante una huelga en la universidad en la que estudiaba, porque lo confundieron con uno de los líderes de una facción. Esa tragedia marcó la vida de Saeki, que dejó Takamatsu durante años, hasta que un día decidió volver para trabajar en la Biblioteca Komura. Ese lugar era especial para su novio: el primogénito de la familia Komura había pedido que lo dejaran vivir en la biblioteca porque amaba leer. La familia había accedido, y en el cuarto en el que vivía él ahora se iba a hospedar Kafka.

Según Oshima, a Saeki no le gusta hablar del pasado, aunque está como detenida allí.

Capítulo 18

Nakata se despierta en el lote abandonado al que acudía a buscar a Goma. Al lado de él están Mimí y Goma, las gatas a las que rescató de la casa de Johnnie Walker. Nakata se acuerda haber matado a ese hombre, pero se sorprende al descubrir que no tiene sangre en su ropa. Hay algo más que lo desconcierta: ya no puede hablar con los gatos.

Lo primero que hace es devolver a Goma a sus dueños. Inmediatamente después, se presenta en un puesto de policía y confiesa su crimen con lujo de detalles. El joven oficial que lo atiende no da crédito a su declaración, porque considera que desvaría. Uno de los detalles que más desconfianza despierta en él es el hecho de que Nakata no sabe leer ni escribir siquiera su nombre. El policía pretende que está tomando nota de la confesión y le aconseja a Nakata regresar a casa y presentarse al día siguiente.

Antes de irse, Nakata le sugiere al policía que lleve un paraguas al trabajo el día siguiente porque, a pesar de que no está pronosticado lluvia, a la tarde caerán sardinas y caballas del cielo. La idea absurda de que llueva peces confirma las dudas del policía sobre la falta de cordura de Nakata.

El día siguiente, efectivamente caen sardinas y caballas del cielo. El policía, que no tomó la confesión de Nakata, se arrepiente de haber descartado su declaración. Crece su preocupación aún más cuando se entera de que han encontrado a un famoso escultor acuchillado en su casa, precisamente con un cuchillo de tinchar carne, el arma que mencionó Nakata en su confesión.

Capítulo 19

Kafka se instala en el cuarto de la Biblioteca Komura. Allí hay un cuadro de un niño acompañado de un pastor alemán negro. El niño está sentado con la mejilla apoyada en la palma de su mano; tiene un aire de melancolía. Kafka asume que se trata del novio de Saeki.

Al día siguiente, durante la hora del almuerzo, Kafka se queda encargado de la recepción cuando dos mujeres se acercan al mostrador y piden hablar con el responsable. Kafka interrumpe el almuerzo de Oshima. Las mujeres quieren dejar asentada una serie de quejas sobre el funcionamiento de la biblioteca en relación con el trato a las mujeres. En primer lugar, plantean que no es adecuado tener un solo baño de uso compartido. Además, no están de acuerdo con la organización del catálogo de los libros, que divide a los autores por sexo y ubica los nombres de los hombres delante de los de las mujeres. A Oshima los planteos no le caen bien, sobre todo cuando una de las mujeres dice que los reclamos son: “Desde el punto de vista de la mujer” (p.272). La conversación es tensa y Oshima responde con ironía a todo lo que las mujeres dicen, defendiendo la Biblioteca Komura como una institución que recibe a todos por igual.

En un momento dado, una de las mujeres acusa a Oshima de ser un “macho machista” (p.276). La acusación le parece por demás ridícula y, para demostrarlo, Oshima saca su documento de identidad en el que dice que, desde el punto de vista biológico y legal, es una mujer. Oshima considera absurdo que alguien piense que él es capaz de discriminar a otro por su sexo.

Cuando las mujeres se van de la biblioteca, Oshima habla con Kafka sobre lo que acaba de revelar: no sabe exactamente quién es él, pero afirma: “Es cierto que soy un poco diferente a los demás. Pero, fundamentalmente, yo también soy un ser humano. Me gustaría que lo tuvieras claro. No soy ningún fantasma. Soy un hombre normal. Y siento lo mismo que los demás, actúo igual que ellos. Sin embargo, a veces esa pequeña diferencia parece un abismo insalvable” (p.281). Kafka dice que le gusta Oshima tal como es.

Al final, Oshima le explica a Kafka que pierde la paciencia con las personas a quienes llama “hombres huecos” -la referencia la toma de un poema de T.S. Eliot- que se refiere a las personas que no tienen imaginación y, como consecuencia, son estrechos de mente e intolerantes.

Capítulo 20

Nakata consigue viajar hasta Fujigawa en un camión frigorífico. Su idea es seguir el viaje con otra persona que lo levante. Antes de conseguir un conductor que lo quiera llevar, Nakata se pide ramen. Incluso pedir la comida se le hace difícil al no poder leer ni escribir. Aunque le pide ayuda a otra persona, miente al decir que su problema es que no ve. Prefiere mantener oculto que no sabe leer ni escribir porque ha descubierto que las personas reaccionan mal ante eso.

Luego, en el capítulo se narran todas las dificultades a las que se enfrentó Nakata cuando intentó salir de su barrio por primera vez, sin saber leer ni escribir y sin animarse a pedir ayuda.

Nakata decide seguir el consejo de una persona que le sugiere hacer autostop. Así es como conoce a un camionero con el que conecta de inmediato. Se llama Hagita y es muy amable e inteligente. Le dice a Nakata que se establecen relaciones entre todas las cosas del mundo y aclara: “También las conexiones cambian… Lo que está bien y lo que está mal. La línea divisoria entre las cosas se ha ido borrando gradualmente” (p.296).

Una vez que se despide de Hagita, en el estacionamiento, Nakata ve cómo un grupo de personas atacan a uno entre muchos. Interviene para que dejen de maltratarlo, pero los agresores se burlan de él y de que lleve un paraguas. Nakata siente algo dentro de él que se parece mucho a lo que sintió cuando mató a Johnnie. Sus pensamientos se confunden y piensa en las conexiones de las que hablaba Hagita. Enseguida, Nakata abre su paraguas y, de repente, empiezan a llover sanguijuelas. Los agresores huyen de la lluvia.

Durante la cena, luego de la lluvia de sanguijuelas, Nakata conoce a Hoshino, un camionero que está dispuesto a llevarlo. El camino no está en las mejores condiciones porque las sanguijuelas han hecho que esté resbaloso.

Capítulo 21

El Capítulo 21 abre con el titular de una noticia: “Hallado muerto en su estudio. El escultor Koichi Tamura yacía apuñalado en medio de un mar de sangre" (p.303). En la noticia se dice que la policía está intentando ubicar al hijo del escultor, que lleva desaparecido diez días. Fue Oshima quien encontró la noticia, por lo que Kafka se ve obligado a aclararle a su amigo que él no mató a su padre. A Oshima la aclaración le resulta extraña, porque sabe que Kafka estuvo en la biblioteca ese día, y que no había manera de ir y regresar de Tokio en una tarde. De todas maneras, Kafka no puede evitar pensar en su camiseta ensangrentada.

Oshima le habla a Kafka sobre las tragedias griegas y el funcionamiento del destino en esas obras cuando Kafka comparte con él la sensación de que está siendo arrastrado por las circunstancias. Oshima le dice que la gran ironía de la vida es que las personas son conducidas a su destino trágico por sus virtudes y no por sus defectos. En esa conversación, Kafka va a revelar, por primera vez de forma explícita, cuál fue la profecía que recibió de su padre: “Tú algún día matarás a tu padre con tus propias manos, algún día te acostarás con tu madre” (p.312). Razonablemente, Oshima menciona a Edipo Rey, pero le dice que no tiene qué temer si no cumplió la parte de la profecía que decía que él mataría a su padre con sus manos. Kafka le responde: “la responsabilidad empieza en los sueños… Quizá yo maté a mi padre a través de un sueño” (p.315). El capítulo termina cuando Kafka afirma que esa noche vio un espectro.

Análisis

En estos capítulos, las delimitaciones -tanto en el sentido de fronteras como también en el sentido de definiciones- se ponen en duda. Los límites que separan la realidad y el mundo de los sueños o la imaginación se difuminan. Si bien el cuerpo parece estar ligado al mundo de lo real, el alma puede moverse en más de un plano. Del mismo modo, todo lo que suceda al nivel de los sueños tiene claras repercusiones en la realidad. Esta idea -condensada en la cita de Yeats sobre la responsabilidad que comienza en los sueños- desvela a Kafka. Tal y como plantea Cuervo, el chico tiene miedo de soñar porque sabe que los sueños no son inocuos.

Por ahora, para Kafka, la injerencia del plano de la imaginación o la conciencia sobre la realidad es una mera sospecha. Por el contrario, Nakata ya ha tenido experiencias sobrenaturales concretas en las que su pensamiento se adelanta o quizá impulsa hechos insólitos, como la lluvia de sanguijuelas. Asimismo, su capacidad para comunicarse con los gatos también indica la posibilidad de superar los límites de lo posible.

Igualmente, en línea con el quiebre de la delimitación entre sueño/imaginación y realidad, varios personajes en estos capítulos reflexionan sobre la inutilidad de cualquier afán por delimitar o definir algo de manera inalterable. Oshima, por ejemplo, se indigna con la rigidez ideológica de las mujeres que quieren bajar línea sobre el modo de incluir a las mujeres en la Biblioteca de Komura. Su experiencia personal lo hace rechazar toda definición absoluta de mujer u hombre: en su singularidad, Oshima no puede definirse. Asimismo, el camionero que levanta a Nakata le dice: “También las conexiones cambian. Quién es capitalista y quién es proletario. Dónde está la derecha y dónde está la izquierda. La revolución informática, las opciones en la compra de acciones, la fluctuación de capitales, la reestructuración laboral, las empresas multinacionales... Lo que está bien y lo que está mal. La línea divisoria entre las cosas se ha ido borrando gradualmente” (p.296).

En cuanto a las dos tramas, en estos capítulos hay detalles sutiles que las unen. La conexión más clara entre ambas historias es el cuchillo de trinchar carne que utiliza Nakata para matar a Johnnie Walker, y que aparece en la escena del crimen del padre de Kafka. A medida que las tramas se acercan progresivamente, ambos experimentan cambios en los modos en los que se relacionan con el mundo y con otros. Kafka empieza su camino dejando atrás su hogar paterno e independizándose a tal punto que experimenta una profunda soledad. A medida que permite que otros se acerquen a él, Kafka confía y acepta su ayuda. Nakata, en cambio, es una persona que, por su discapacidad, siempre depende de otros. La asistencia que recibe del gobernador remarca su extrema necesidad. Sin embargo, a medida que avanza la trama que protagoniza, Nakata parece ganar independencia a medida que su mundo se amplía cuando decide dejar Tokio y viajar hacia el sur. No obstante, la iniciativa que muestra Nakata es solo aparente, porque tanto en él como en Kafka, algo externo es lo que los pone en movimiento. En Kafka y Nakata operan mecanismos que lo conducen a un destino que, al parecer, ellos no eligen libremente.

Por último, cabe mencionar que en estos capítulos aparece por primera vez la profecía de Kafka de manera explícita, y el tema del destino se desarrolla extensamente. Oshima es el personaje que habla sobre el destino de manera más manifiesta, porque relaciona lo que está sucediendo a su alrededor con sus lecturas de la tragedia griega. La novela trata el destino al modo griego, es decir, como un camino que le está dado al héroe por los dioses, pero que el mismo héroe precipita para sí mismo. Además de esta paradoja, el destino es irónico, tal y como lo plantea Oshima, porque conduce al héroe a la tragedia como consecuencia de sus virtudes y no de sus defectos. Si bien en las tragedias griegas los héroes tienen un error fatal que los conduce a su destino, también tienen virtudes que ponen en movimiento la fatalidad. Edipo se precipita a su destino trágico porque intenta ser un buen rey para Tebas. Creonte precipita la desgracia por su intransigencia el momento de castigar a quienes traicionaron a Tebas. En la novela, Kafka se precipita a su destino porque intenta ser valiente y alejarse de la terrible herencia de su padre. Incluso algunos personajes secundarios, como Hoshino, el camionero, están destinados a participar de un destino trágico por sus virtudes.