Kafka en la orilla

Kafka en la orilla Imágenes

La lluvia

En su viaje de regreso a Tokio, Kafka nota que llueve todo el viaje y se acuerda de que lo mismo sucedió en su viaje de ida a Takamatsu. La describe como una lluvia que "azota los cristales" (p.714). A lo largo de la novela, la lluvia es una constante. No obstante, vale detenerse en la descripción de una tormenta que tiene lugar en una de las estadías de Kafka en la cabaña de Oshima en el Capítulo 15. En la descripción de la tormenta tenemos imágenes visuales, sonoras y táctiles. En cuanto a lo visual, la descripción es mínima, porque el Kafka menciona únicamente el cambio en la tonalidad del cielo. Luego, los sonidos cobran más protagonismo: "el tejado y los cristales de la ventana de la cabaña gimen doloridos" (p.214). Finalmente, la imagen más clara es la táctil: "los grandes y duros gotarrones me golpean todo el cuerpo como si de piedrecillas se tratase" (idem). Kafka habla de un "dolor punzante" y de cómo las gotas "azotan las mejillas, los párpados, el pecho, el vientre, el pene, los testículos, la espalda, las piernas, el trasero". Al final, Kafka abre la boca y bebe el agua de lluvia.

La tortura de los gatos

La descripción de la tortura a la que somete Johnnie Walker a los gatos es extremadamente detallada. Que las imágenes de la escena sean tan vívidas sirve al lector para ponerse en el lugar de Nakata y comprender el estado de conmoción que lo lleva a matar a Johnnie. La mayoría de las imágenes de violencia en esta parte de la novela son visuales. Vemos los gestos teatrales de Johnnie y la meticulosidad con la que tortura a los gatos: "permaneció unos instantes acariciándole dulcemente la cabeza al gato. Luego, con la yema del dedo índice recorrió, de arriba abajo, el blando vientre del gato" (p.225). El contraste entre esos ademanes con la violencia de lo que viene a continuación refuerzan el horror de la escena.

Luego vienen vívidas imágenes de sangre y entrañas: "el vientre se partió en dos y rojas vísceras se desparramaron por fuera"; "la sangre tiñó las manos de Johnnie Walker y le salpicó el chaleco"; "se puso el corazoncito ensangrentado en la palma de la mano" (p.225). En esta última descripción, el uso del diminutivo es casi irónico, porque podría esperarse que el diminutivo expresara ternura o una valoración afectiva, pero acá lo que sigue es un ritual macabro en el que Johnnie mastica los corazones. Cuando termina de comer, Johnnie se limpia "los coágulos que tenía adheridos a las comisuras de los labios" (p.226). Nakata percibe "el olor a sangre fresca" (idem).

A continuación, el ritual requiere que Johnnie utilice una sierra para cortar las cabezas de los gatos. Acá, el narrador incluye imágenes sonoras: "Los dientes de la sierra partieron los huesos entre crujidos"; "aquel crujido contenía un extraño peso" (p.226). En esta última cita hay una sinestesia, ya que no podríamos percibir el "peso" de un sonido. Además del sonido de la sierra, hay una descripción del que hace Johhnie al tragar: "se le oyó tragar saliva con un ¡gulp! de satisfacción" (idem).

Las sombras

En el Capítulo 6, Otsuka, uno de los gatos con los que habla Nakata le dice que su sombra es "la mitad de oscura que la de las personas normales" (p.83), y también la describe como "pálida" (p.84). Esta característica la comparte Nakata con la señora Saeki. Si bien la imagen es simple y concreta, es un modo efectivo de mostrar la ausencia de parte del espíritu en contraste con otros personajes que no están escindidas como ellos, y cuya sombra está completa. En la siguiente cita, Kafka dice esto sobre su sombra luego de una conversación con Saeki, en la que finalmente perdona a su madre y alivia su trauma de niñez: "Mi sombra se proyecta nítidamente en el suelo. Parece adherida a mis pies" (p.667).

Takamatsu

A sus quince años, Kafka huye de su casa y elige viajar a Takamatsu. Cuando llega allí, apenas amanece. Después de toda una noche de lluvia, el paisaje se despeja y "flotan nubes de contornos precisos. Están ribeteadas por un halo luminoso. La tonalidad de esa luz tiene algo de siniestro y, a la vez, de benévolo" (p.33). Las imágenes visuales de este fragmento nos ayudan a imaginar una madrugada idílica en la llegada de Kafka a Takamatsu. El paisaje parece ser un buen augurio, porque la descripción contiene varias palabras con connotaciones positivas: luminoso, amanecer, contornos precisos.

Luego, Kafka repara en los sonidos: "el sonido monótono va erosionando lisamente el tiempo como su fuera la muela de un molino" (p.33). La comparación con el molino ayuda al lector a crear la imagen sonora en su mente: en pocas palabras, se pone énfasis en la constancia del sonido.