El retrato de Dorian Gray

El retrato de Dorian Gray Resumen y Análisis Capítulos IX y X

Resumen

Al día siguiente, Basil visita a Dorian y se sorprende al saber que ha estado en la ópera, dadas las circunstancias. También se horroriza ante el hecho de que Dorian parezca totalmente impasible tras el suicidio de Sibyl. Dorian se defiende: "[Sibyl] pasó otra vez a la esfera del arte. Hay algo del mártir en ella" [111]. Además, acusa a Basil de egoísta, alegando que su ira se debe al hecho de que no fue él quien lo consoló, y le pide al artista: "enséñame a olvidar lo que ha ocurrido o a verlo desde un punto de vista propiamente artístico" (111).

Dorian, sin embargo, asume estar fuertemente influenciado por Lord Henry. También admite que sabe que Basil es un hombre mucho mejor que Henry. Cuando el pintor escucha esto, su antiguo afecto por Dorian lo conquista. Le pregunta a Dorian si ha sido citado por la policía. A Dorian este pensamiento lo perturba, pero le asegura a Basil que nadie involucrado en el asunto conoce su nombre. Le pide a Basil que dibuje a Sibyl, pero su amigo le pide en cambio que vaya a posar de nuevo para él, a lo que Dorian se niega inmediatamente.

Basil se da cuenta de que su pintura está cubierta. Cuando le pide verla, Dorian lo amenaza con no volver a hablarle si intenta levantar la tela que la cubre. Está decidido a nunca compartir el secreto de la pintura con nadie. Basil le dice que quiere exhibir el trabajo, ya que lo considera su obra maestra, pero Dorian afirma que eso también está fuera de discusión. El pintor le pregunta entonces si ha visto algo extraño en la imagen que lo molesta. Pensando que Basil quizás ya sabe del encanto del retrato, Dorian le dice que sí, pero le pregunta a su amigo a qué se refiere él. Basil confiesa entonces su idolatría por Dorian y dice que le llamó la atención cuánto esta se vio reflejada en la obra. Dorian está decepcionado y se muestra impasible por el afecto del pintor. Confirma que nunca más posará para otro retrato. Basil se enfurece: la negativa de Dorian arruinará su vida como artista, afirma, y se va. Dorian, cada vez más paranoico y decidido a ocultar su secreto, decide esconder mejor la pintura.

El capítulo X comienza con el ama de llaves de Dorian entregándole la llave de su ático. Víctor le informa que los hombres que ha solicitado para ayudarlo a transportar la pintura han llegado, y Dorian envía a su sirviente a solicitarle material de lectura a Lord Henry. El señor Hubbard, un famoso marquista, y sus asistentes llevan el retrato hasta el ático sin descubrirlo, siguiendo así las instrucciones de Dorian. Este se pregunta acerca de la posibilidad de exhibir alguna vez el cuadro, ya que es la obra maestra de Basil, pero sabe que a pesar de que quizás "escaparía a la fealdad espantosa del pecado, pero la fealdad espantosa de la edad estaba reservada para él" (120). La pintura tendría que estar oculta para siempre, para que "Ningún ojo excepto el suyo [viera] nunca su vergüenza" (121).

Una vez que el señor Hubbard se va, Dorian regresa a su biblioteca para encontrar una nota de Lord Henry, junto con un recorte de periódico y un viejo libro amarillo. Una marca roja en el periódico atrae la atención de Dorian hacia un breve artículo que informa que la investigación sobre la muerte de Sibyl ha concluido que se trató ciertamente de un suicidio. Está libre de sospechas. Comienza a leer la novela enviada que le ha enviado Henry. Se trata de un libro sobre un joven parisino "que pasaba su vida intentando realizar en el siglo xix todas las pasiones y formas de pensamiento que pertenecían a cualquier siglo excepto al suyo" (123). Está tan absorto con la novela y sus "metáforas tan monstruosas como las orquídeas y tan sutiles de color" (123) que llega varias horas tarde a su compromiso con Lord Henry.

Análisis

Dorian se defiende por no haber llorado la muerte de Sibyl con un argumento propio de Lord Henry: "Un hombre que es maestro de sí mismo puede terminar una pena con tanta facilidad como puede inventar un placer" (110). La ironía que supone afirmar ser dueño de uno mismo al expresar las opiniones de otro escapa al joven, pero sirve para retratarlo como un alma profundamente equivocada.

En la confesión de Basil a Dorian, se hace eco de varios sentimientos expresados en el prefacio. El pintor se refiere a "todo lo que sería el arte, inconsciente, ideal y remoto (...). El arte es siempre más abstracto de lo que imaginamos. La forma y el color sólo nos hablan de la forma y el color (...) el arte oculta al artista mucho más de lo que siempre le revela" (114-115). Estos sentimientos, que Wilde presenta como verdades en el prefacio, son revelaciones desalentadoras para el pintor. Basil había esperado que la imagen le mostrara a Dorian la verdad sobre sus sentimientos, pero cuando Dorian escucha su confesión prácticamente se burla de ella, preguntándose en voz alta si alguna vez experimentará tales sentimientos de adoración. La respuesta (que Dorian desconoce) es, por supuesto, que se adora de hecho a sí mismo de una manera casi idéntica. Más tarde, cuando se enfrente a otras evidencias de su propia degradación, Dorian se culpará a sí mismo por no aceptar el amor "puro y uranista" de Basil. Este sentimiento es una de las muchas referencias homosexuales que quedan en la novela después de la revisión de Wilde de la versión de Lippincott. Se dice que Wilde sostenía que el amor entre dos hombres era inherentemente más puro y noble que el amor heterosexual, y este sentimiento aparece brevemente en los pensamientos de Dorian.

Ocultar el retrato es un claro gesto simbólico que refleja la negación de Dorian de su propia vergüenza. Dado que la pintura está destinada a mostrar la corrupción de su alma mientras su rostro sigue siendo joven e inocente, Dorian cree que puede vivir efectivamente sin el obstáculo de una conciencia mientras nadie vea la pintura. La desventaja de la obsesión de Dorian con su apariencia, sin embargo, ya ha comenzado a vislumbrarse: sospecha de su ama de llaves y de Víctor, su mayordomo, seguro de que intentarán mirar el cuadro. Esta paranoia puede verse como una etapa principal en la degradación del protagonista, una indicación de que el deterioro del alma de Dorian está en marcha.

El ático donde Dorian esconde la pintura era "un cuarto de juegos cuando era un niño" y "un estudio cuando se hizo algo más mayor" (120). La habitación ya era, entonces, una suerte de bóveda que ocultaba su pasado, y ahora ocultará también la degradación de su conciencia. Esta sala se convierte en un símbolo de la pureza de la juventud y de la preocupación por la moral que Dorian rechaza conscientemente. En lugar de un muerto en su armario, Dorian tiene una pintura en su ático.

Algunos críticos han interpretado la pintura oculta como una metáfora de la sexualidad: Dorian mantiene la vergüenza y la culpa que le provocan sus tendencias homosexuales "en el clóset", por así decirlo. Si bien tal lectura es convincente, también simplifica demasiado el dilema de Dorian, al tiempo que supone inadvertidamente que Wilde condenaba las tendencias homosexuales. Son la deshonestidad, la traición y el asesinato los que hacen que el retrato se marchite, envejezca y se vuelva más horrible. Asumir que la homosexualidad también desfigura el retrato implicaría presentarla como igualmente ofensiva o censurable, idea con la que el autor ciertamente no estaría de acuerdo.